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Morir de alcohol: saber y hegemonía médica PDF

372 Pages·2020·5.217 MB·Spanish
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Morir de alcohol saber y hegemonía médica Eduardo L. Menéndez Menéndez, Eduardo L. Morir de alcohol : saber y hegemonía médica / Eduardo L. Menéndez. - 1a ed ampliada. - Remedios de Escalada : De la UNLa - Universidad Nacional de Lanús, 2020. Libro digital, PDF - (Cuadernos del ISCo. Salud colectiva / Spinelli, Hugo ; 7) Archivo Digital: descarga y online ISBN 978-987-4937-49-0 1. Antropología Médica. 2. Alcoholismo. 3. Mortalidad. I. Título. CDD 613 Colección Cuadernos del ISCo Serie Salud Colectiva Director: Hugo Spinelli Editores ejecutivos: Jorge Arakaki, Viviana Martinovich, Jescy Montoya Coordinación editorial de esta obra: Jorge Arakaki, Anahi Sy Fotografía de tapa: Štěpán Karásek Corrección de estilo: Jorge Arakaki Diagramación: Viviana Martinovich © 1990, Alianza Editorial Mexicana © 2020, Eduardo L. Menéndez © 2020, EDUNLa Cooperativa ISBN 978-987-4937-49-0 (PDF) DOI 10.18294/9789874937490 EDUNLa Cooperativa Edificio “José Hernández” 29 de Septiembre 3901, B1826GLC Remedios de Escalada, Buenos Aires, Argentina Teléfono: (54-11) 5533-5600 int. 5727 [email protected] Instituto de Salud Colectiva Edificio “Leonardo Werthein”, 29 de Septiembre 3901, B1826GLC Remedios de Escalada, Buenos Aires, Argentina Teléfono: (54-11) 5533-5600 int. 5958 http://cuadernosdelisco.unla.edu.ar Esta obra está bajo licencia internacional Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-CompartirIgual 4.0. Las y los autores conservan sus derechos autorales y les permiten a otras personas copiar y distribuir su obra siempre y cuando reconozcan la correspondiente autoría y no se utilice la obra con fines comerciales. Índice Ín Presentación Alcoholismo, negaciones y biopoderes imaginarios y más o menos VII líquidos Introducción Alcoholismo, alcoholización y varios presupuestos 1 Capítulo 1 El problema del alcoholismo en México: tendencias, procesos y 15 situación actual Capítulo 2 Antropología del alcoholismo: una larga y discontinuada historia 35 Capítulo 3 El modelo médico hegemónico: estructura, funciones y crisis 87 Capítulo 4 La crisis del modelo médico hegemónico: el caso del alcoholismo y 129 los saberes médicos Capítulo 5 Modelo médico hegemónico y alcoholismo en México: las estrategias 177 del sector salud Capítulo 6 Las limitaciones técnicas e ideológicas de un saber profesional 229 Capítulo 7 Salud colectiva, industria alcoholera y subjetividad 251 Capítulo 8 Pero sigo siendo el rey o la paradoja de las enfermedades que no lo son 283 Bibliografía 313 Para Renée y Renata Por todos los ayeres no buscados y por algunas pocas cosas que sabemos Presentación Alcoholismo, negaciones y biopoderes imaginarios y más o menos líquidos “La vida es una herida absurda” Cátulo Castillo, La última curda, Buenos Aires, 1956 Cuando tenía cuatro años, mi padre, a la hora del almuerzo, puso en un vaso media porción de agua y media porción de vino tinto, y me dijo: “ahora puedes comer con vino en el almuerzo”. Con mi hermana hizo lo mismo, pero cuando cumplió seis años. Mi madre y mi padre tomaban alrededor de una botella de vino todos los mediodías al almorzar, aunque la mayoría la bebía mi padre. Lo mismo ocurría en la familia de otros amigos, pero no en todas. Yo lo vivía como algo normal o, mejor dicho, como parte de lo que tenía que ser/hacer. No me acuerdo si el vino me gustó o no, pero desde entonces seguí bebiendo, la mayoría de las veces, en forma moderada. Pero no solo el vino tinto formó parte de mi niñez, ya que de tanto en tanto nos daban vinos fortificantes, y algunos que tenían propiedades curativas. Yo tomaba con cierta frecuencia candeales a base de oporto y huevo que eran para contrarrestar la anemia incipiente que tenía. Pero, además, lo que supe mucho más tarde, gran parte de los jarabes medici- nales que tomábamos también tenían alcohol, por lo que el vino y otros alcoholes formaban parte normalizada de nuestra vida cotidiana, ya que estaba presente en nuestras comidas, en nuestras enfermedades, en toda fiesta familiar, incluso en los velorios, así como era parte de los días de “descanso”. Y así los domingos al mediodía mi padre solía ir al almacén y despacho de bebidas que había en la esquina de casa, donde se encon- traba con varios amigos a tomar vermut con maníes y mortadela, donde lo importante era lo que hablaban. Y casi siempre hablaban de política y de fútbol. Alcoholismo, negaciones y biopoderes imaginarios y más o menos líquidos VII A dos cuadras de casa había un bar con cancha de bochas, que también eran un lugar para jugar a las cartas y para tomar vino. Y el vino, tomándolo o no tomándolo, iba formando parte de mi vida sin saberlo y sin preocuparme demasiado, hasta que ocurrió una tragedia en el barrio. En la casa en que vivía residía una pareja joven de origen entrerriano, formada por Hilda y por Osvaldo. Ella era ama de casa y él, marinero, y se ausentaba de tanto en tanto. Pero Osvaldo fue tomando fama de ebrio, no de borracho, porque en muchas fiestas vi personas borrachas, incluso en velorios, sin que nadie quedara cata- logado como alcohólico. Pero Osvaldo, los días francos, comenzó a estar per- manentemente ebrio, a ponerse celoso con Hilda y a pegarle, y el hermano de Hilda, llamado el Chino, que era gendarme, una noche vino con una pistola y lo amenazó de muerte delante de todos nosotros. Al poco tiempo encontraron a Osvaldo muerto en alguno de los pajonales que todavía había por el barrio. Esa fue la primera vez que relacioné alcohol con muerte, pero en forma difusa y sin complejidades. A los seis años entré a la escuela primaria, que quedaba a tres cuadras de casa y, después de hacer los deberes, todas las tardes jugábamos al futbol entre chicos de diferentes edades, siendo en esa época el Titi y el Negro mis dos mejores amigos, aunque eran mayores que yo, y no les iba bien en la escuela, sobre todo al Negro. El Negro era hijo de don Nicolás, una de las primeras personas que he admirado en mi vida. Don Nicolás era dirigente del gremio de la cons- trucción, y lo recuerdo los domingos hablando con mi padre y otras personas proponiendo: “nos organizamos y luchamos, o nuestros hijos estarán peor que nosotros”. En su boca escuché por primera vez la palabra proletariado, y nunca hablaba de revolución, sino de cambios, pero cambios conseguidos por la propia gente; y de eso no me olvidé nunca. Bueno, cuando tenía seis años murió Don Nicolás, y fue la primera vez que asistí a un velorio, y que besé la frente del muerto, pues esa era la costumbre en mi barrio. Doña Inés, su esposa, quedó sola con el Negro, y se ganó la vida trabajando como cos- turera para “Casa Vos” pero, al poco tiempo, el Negro comenzó a tomar, le entró a algunas delincuencias por las que fue preso y se convirtió en borracho tranquilo. A los ocho años de edad, me mudé de barrio y no lo vi más, aunque supe por mi mamá que el Negro andaba mal y que murió por el alcohol. El resto de mi infancia transcurrió tranquila, aunque con penurias eco- nómicas, y fue en la adolescencia cuando fui modificando mi forma de tomar, mezclando la manera normalizada con esporádicas borracheras más o menos fuertes, lo cual se fue acentuando en los encuentros con amigos como “Freddy” Martínez Howard, uno de los mejores dibujantes argen- tinos, o con las idas a La Fantasma, un boliche que se había abierto en el bajo y que era como una sede de pintores y sobre todo escritores surrealistas VIII Morir de alcohol: saber y hegemonía médica

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