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Molano-Alfredo-Desterrados-Cronicas-del-desarraigo PDF

92 Pages·2007·6.21 MB·Spanish
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No obstante, cuando mataron aJaimc Garzon admiti que no podia regresar pronto, consegui una mesa de trabajo grande, afile la pluma y comence a escribir este libro. Al terminarlo comprendi -agachando la cabeza en seiial de profundo respeto- que el drama de mi exilio, a pesar de sus dolores, es un palido reflejo de la autentica tragedia que viven a diario millones de colombianos ·desterrados, exiliados en su propio pais. Creo, con ellos, que solo un acuerdo politico profundo permitira echar las bases de una verdadera democracia; la guerra no tendria resultado distinto a la dictadura de los vencedores. ALFREDO MOLANO ISBN 958-36-0080-6 J a • _ , .....,."•• ¥ .... - _. ALFREDO MOLANO Desterrados Cronicas del desarraigo f'.:<]~"}~ ,. rn EL ANCORA EDITORES .......~-------------------------••~•_ •• " •••_~... " "?'" sa 55 " Primcra cdicion: El Ancora Editores Bogota, 2001 "~;; " CONTENIDO ISBN 958-36-0080-6 1. 13 DESDE EL EXILIO 2. LA 27 DERROTA 3. 35 ANGELA 4. Los 51 SILENCIOS 5. 72 EL BARCO TURCO 6. 90 EL]ARDIN Portada: diseiio de Camila Cesarino Costa Ilustracion: fotograffa de Elizabeth]imenez (EIEspectador) 7. OSIRIS 114 © Derechos reseIYados: 2001. Alfredo Molano El Ancora Editores Avenida 25C No. 3-99 8. NUBIA, LA CATIRA 160 Apartado 035832 Telefax (57-1) 2839235 [email protected] Bogota, Colombia Preprensa digital: SeIYigraphic Ltda. Separacion de color: Elograf Impreso en los talleres de Formas e Impresos Panamericana, quien solo actua como impresor Calle 65 No. 94-72 lmpreso en Colombia l'linterl in Colombia TIt ----~- ­ ~ '? Buenos dfas, memoria terca, buenos dfas, sangre seca, buenos dfas, hueso acostado. buenos dfas, aire sin mano. (Pensar en hacer burbujas con e1 corazon ahogandose). Jaime Sabines. i'l I DESDE EL EXILIO I I' D ecidf escribir este libro cuando abrf la puerta del piso al que Begue en Barcelona una tarde triste y os­ Iii cura de febrero, hace cerca de tres anos. El silencio me golpe6 la cara, y el vacfo -10 confieso- hizo va­ cilar mis convicciones. Atras quedaban los pronun­ ciamientos con que enfrente, ante mis lectores y ante mis hijos y mi gente, las amenazas de muerte firma­ das por los paramilitares, amenazas que no fueron las unicas ni las mas peligrosas. ~1-p'ar;:LIDilitarism.o__es un<:l.Y!~J.;;t ~~?'''.l:.~~g!.a__~e un sect~E_p<:>~.e!:2_~2_<.iel.. esta­ blecillliento, que ha contribuido ajgtpedir que pros­ •.... , "~··'·.<e.,> ••".~.~.. _"_,..-.~",,,_"~' ., '" "•. _"".,~~, ..".~"_,.".•. _••_- ." '-'~ •• -, " ••_,.,­ pere una salida civil del conflicto arm;:ldo. En Colom­ bia casi todo campesino puede decir que su padre, 0 su tio, 0 su abuelo fue asesinado por la fuerza publi­ ca, por los paramilitares 0 por las guerrillas. Es la dia­ b61ica inercia de la violencia, que desde antes de 1948, ano del asesinato de Gaitan, ha dejado mas de un mill6n de muertos. //Sin embargo, mi exilio se remonta al tiempo en que arrume los libros, deje de escribir; informes tec­ I'll I 14 I 1I1'~ I ~MMI\II()" II II, II II I", l< I. I'" X I I. I II I~ n~ali­ nicos y abolf la pretension de entender 1111('1"1 nI 8upera -salvo algunas excepciones- los tres mil dad desde un escritorio. El rompimiento se produjo ttjemplares. Yo andaba insatisfecho. El mundo que los cuando a comienzos de los aiios ochentas me tope campesinos me mostraban IIegaba al mismo circulo con una anciana que me conto su vida, que habia sido de siempre. Fue asi como, metiendo primero un una continua huida. A sus abuelos se los habfan lIeva­ dedo, luego la mano y por ultimo el brazo, llegue a do las tropas liberales «en las guerras grandes del no­ los periodicos. vecientos, y nunca mas se supo quien gano esas Al principio creo que la gente me lefa con una batallas porque jamas regresaron». Su relato era tan mezcla de estupor e incredulidad, pero poco a poco apasionante, que los tratados de sociologia y los Ii­ fue cogiendoles afecto antipatia- a los persona­ -0 bros de historia patria dejaron de tener el sentido que jes que describia en mis cronicas y reportajes, en (u 0 antes tenian para mf. Entendique el ca~ino para com­ --------­ una columna semanaI. Entonces tuve que enfrentar ,---j .erenderJ1Q_era esJndi'!!:.~J<:lg~:g~~~si.Q..Q ~scuc..h..a,r,­la. y un nuevo problema: mientras mas lectores se intere­ me di obsesivamente a la tarea de recorrer el pais, saban y defendian mis versiones sobre el pais, mas con cualquier pretexto, para romper la mirada aca­ enemigos aparecian. El corolario fue que cada dia demica y oficial sobre la historia,/" cuent~s. mis viajes se hicieron mas dificiles. Los relatos, por o/La gente me conto mil En todos habia­ simples que fueran, eran de hecho una denunda con-. y hay- un elemento comtin: el desalojo por razones tra un terrateniente, un gamonal politico, una auto­ ill polfticas, pero con fines economicos. A los campesi­ ridad «competente», un capitan del ejercito, un I nos los acusaban los ricos de ser liberales, conser­ 0 comandante guerriIIero. El circulo se estrechaba de vadores, comunistas, para expulsarlos de sus tierras 0 semana en semana. Mis viajes tambien eran riesgosos y quedarse con elIas.· Siempre las guerras se han pa­ debido a que las areas de cultivo de coca y amapola, gado en Colombia con tierras~uestra historia es la las zonas de colonizacion, las fronteras que yo fre­ . historia de un desplazamiento incesante, solo a ratos cuentaba, se vefan cada vez mas ensangrentadas. El I interrumpido enfrentamiento de un orden formal -impecable­ Escribi 10 que veia, 10 que me contaban; unas ve­ mente juridico- con un pais real que no cree sino ces grababa, otras tomaba notas, e inclusive apele al en si mismo, se da alIi con toda su violencia. No eran video. Pero los relatos, a pesar de recurrir al lengua­ solo los colonos los que encontraban en la sustitu­ je de los viajeros del siglo XIX, lIegaban a poca gen­ cion de cultivos tradicionales por cultivos ilegales un Ie, a muy poca. El tiraje de libros en Colombia no modo de vida. La guerrilla encontro en los empresa­ " i 11'1 I III'" 111 MMI\I!C'N II I' NII I': If, I. I': l( I I. I (J 17 'III rios del narcotnlfico una fuente amplia cI(· ('X(orIlUm, I it travc!'l de la organizaci6n de grupos armados -las y las autoridades militares y de po1icfa se lucraban a COllvivir- pagados pOI' los latifundistas, muchos de manos llenas con la represion del fenomeno. En ese cllos narcotraficantes. Estas circunstancias comenza­ rfo turbulento todos pescaron; nadie, a la hora de un ron a debilitar el acercamiento con las guerrillas y a juicio, podrfa tirar la primera piedra, pero algunas haeer mas dificil el despeje que pedian. personas comenzaron a tirarlas. Los culpables eramos ,illl Yo continuaba publicando una columna de opi­ los que vefamos el problema y los que 10 denuncia­ nion en El Espectador, en la que denunciaba las ma­ bamos, los que entendimos el farisefsmo que se es­ saeres de los paramilitares, criticaba al gobierno pOI' I condia acusando solamente a los guerrilleros de ser su debilidad frente al proceso y, sobre todo, senalaba narcotraficantes, cuando 1a verdad eray continua sien­ la creciente autonomia del poder militar frente al do que 1a guerrilla financiaba parte de sus activida­ civil como el origen del mal. Vefa ademas que la es­ des con el dinero que obligaba a pagar a los grandes <---~-­ grimida doctrina de la «narcoguerrilla» llegaria a ser capos. nefasta para la paz en Colombia. El termino habia POI' aquella epoca, el gobierno de Samper me nom­ sido acunado pOI' un embajador norteamericano en bro asesor externo del Consejero de Paz, un puesto Bogota, y proclamado como verdad absoluta pOI' los que me permitia dar mis opiniones sin que ellas me militares, porIa derecha de ambos partidos y, sobre comprometieran con la polftica gubernamental. todo, pOI' los medios. Las posiciones crfticas que adop­ I Habia posibilidades de que la guerrilla entrara en i te me ganaron la animadversion abierta de la dere­ conversaciones y asi nos 10 dio a entender. La unica cha y de los miIitares, que comenzaron a senalarme condicion era despejar el municipio de La Uribe, una ill como defensor intelectual de la guerrilla. La verdad region emblematica para las FARC. E1 gobierno, he­ era que yo exponia publicamente 10 que habfa visto chas las consultas polfticas, se mostro dispuesto a ha­ y sabido en las zonas de colonizacion donde se culti­ cerlo, y entonces se atravesaron dos obstaculos: de va la coca y la amapola. Denunciaba tanto la extor­ un lado, la crisis relacionada con los dineros calien­ sion de la guerrilla como los vfnculos de los militares iii tes en la campana electoral de 1994, que puso al pre­ con los narcotraficantes, y de estos con los paramili­ sidente Samper a la defensiva, y de otro lado, la tares, Fue una pelea desigual que, debo reconocer, licencia que el gobierno dio para armar civiles que fue posible dar gracias a que el gobierno nunca me co1aboraran con las Fuerzas Armadas. Esta medida impidio opinar libremente, inclusive contra muchas equivalfa en la practica a reforzar el paramilitarismo de sus tesis. POI' su parte, El Espectador no suprimio de IH II I': ,Il I' I': II II i\ II II N t, 11', " II II, F, I. 1", X I I. I II II) mis columnas ni siquiera una coma; antes bien, me ,tblell. Mi~ enemigos me leian con atenci6n y senti enseii6 a ponerlas. que trazaban un limite. Lo ignore, y con dificultades En esos dias la guerrilla cop6 una base militar y se continue viajando por el pais, oyendo a la gente, co­ llev6 a cien soldados presos. El gobiemo se debilita­ nndendo sus problemas, que ya comenzaban a con­ ba rapidamente. La Iglesia, los gremios, los medios vertirse en tragedias, sobre todo en el caso del-has­ de comunicaci6n y, naturalmente, los Estados Uni­ ta entonces- mill6n de campesinos desplazados por dos, cerraban filas en su contra. Samper tambaleaba. el terror. Me afectaron en el alma los asesinatos de .~ Yo continuaba tratando de decir que _elEroblema del _Ba.~.~.~?-~~_E~~olvia si~'~~iiiician- amigos ambientalistas con quienes defendiamos los \.) debilitang9 al Estado paramos, las selvas y los rios de la expansion ganade­ J / _c!<?ll~g<:>.~i~~!?l1~.~__.<:l~paz. Insistia en que el mayor ra y denunciabamos los efectos mortales de la fumi­ obsticulo era el hecho de que el poder militar no Ie J(acion de los cultivos ilicitos; de los abogados que se obededa al civil, y que en esta fractura se fortaleda apersonaban de la causa de los derechos humanos; el paramilitarismo. Mis articulos se hicieron rrlUY cri­ de los indigenas que habian caido por exigir el res­ ticos, en parti1ular contra los paramilitares, que cre­ peto a su tierra y a sus tradiciones, y de los periodistas dan masacran')do campesinos, incendiando pueblos que investigaban las desapariciones forzadas, los se­ y asesinando selectivamente defensores de derechos cuestros, las masacres. Escribi una columna donde, a humanos, crimenes cometidos todos en la mas abso­ pesar del miedo, dije: «Lleg6 el momento de acla­ luta impunidad. Comence entonces a recibir ame­ rarle al pais cuales son los vinculos entre el estableci­ nazas firmadas. miento, el Estado y los paramilitares, y de entrar a En la primera, a raiz de una columna que escribi saco contra todo 10 que ha impedido el ejercicio de en El Espectador sobre la naturaleza del paramilitaris­ la democracia y de la oposici6n civil. Todo 10 que esta mo, su vinculo con los narcotraficantes, con los lati­ pasando da miedo. Yescribirlo da mas, pero hay que fundistas y con el Ejercito Nacional, se me calificaba aguantarselo». de paraguerrillero en los siguientes terminos: «Si la A causa de las amenazas, ya publicas, me llam6 a su III, guerrilla no respeta a los miembros de los partidos despacho el comandante del ejercito para ofrecer­ I politicos de derecha, tampoco nosotros podremos me protecci6n. Orden6 que se establecieran las con­ respetar a los subversivos enquistados en los estamen­ diciones de mi seguridad para garantizarme la vida. tos gubemamentales». Me di cuenta de la gravedad En efecto, una comisi6n visit6 mi casa y concluy6 que de la situaci6n y de que habia tocado fibras muy sen­ debia arrancar todos los arboles que la rodeaban, )i ,. "J[­ !il ll I I I,' 20 II I': S 'I' I", Il II 1\ II () S II II, II II II, F I. II, l( I I. I II 21 I I1I'1I 1 instalar reflectores, alarmas, garitas, usar carro blin­ 1,IIJ r r6 de inmediato: «Tcnemos pruebas fehacientes de dado y conseguir guardaespaldas de dfa y de noche. que el senor Molano hace parte de la parasubversion, Sobra decir que ninguna de estas medidas seria cos­ que no es enemigo de las autodefensas sino de la teada por la seguridad del Estado. nacion y que es un francotirador intelectual parciali­ Dnos meses despues, posesionado el nuevo gobier­ zado en sus juicios y sesgado en sus analisis». Y rema­ no, insistf en que el presidente Pastrana, a pesar de taba: «Senor Director, Ie reiteramos publicamente sus buenas intenciones, no lograrfa avanzar por el nuestro respeto por la libertad de expresion, la crfti­ camino de la paz si no confrontaba con determina­ ca y el disentimiento». cion a los paramilitares. Advertf, sf, que de hacerlo Esa noche, un 24 de diciembre, tome la decision I de una manera real, corrfa el riesgo de dividir a las I11I1I de exiliarme. La embajada de Espana en Colombia Fuerzas Armadas, puesto que era inexplicable que me habfa ofrecido proteccion y viabilidad para esta­ los paramilitares actuaran con la impunidad con que blecerme en Espana. Desde que comenzaron las actuaban. No habfa acabado de firmar el artfculo amenazas habia previsto una salida semejante, pero cuando recibf un regalo: El libro negro del comunismo, era diffcil saber cuando se cmza la raya. Yo sentfa el la conocida y rigurosa investigacion realizada por el peligro, aunquemeempenaba en ocultarlo; sabfa equipo de la RNC, con una dedicatoria manuscrita que el precio era el desprendimiento de mis hijos, en la que se me decia de una manera enigmatica que de mi gente y de aquello que uno va acumulando y «la historia reserva un lugar adecuado para quienes que quiere entranablemente: un caballo, un libro, la trazany otro para quienes la tuercen». Tres dfas un par de tenis. Sin embargo, los ojos de algunos Jill despues recibf una nueva carta en la que me adver­ amigos me decian a gritos que tambien ellos se sen­ I tfan que los paramilitares no eran «desmontables», tfan amenazados con mi presencia. Y cuando alguno I como yo 10 pedfa, pero en cambio ellos si estaban me pregunto al saludarme: «Pero como, ~y todavfa dispuestos a desmantelar la «paraguerilla», que les estas vivo?», me senti derrotado. Me confese incapaz hacia mas dana a las instituciones que los mismos de hacerle frente a una nueva y grosera carta, esta vez guerrilleros. Esta comunicacion fue respondida por anonima, que decia: «A usted se Ie debe dar sepultu­ El Espectador en su editorial: «El objetivo de las auto­ ra 10 mas pronto. Si es comunista, es bandolero, y eso defensas es silenciar las voces que las critican y alcan­ es sinonimo de terrorista, hijo de puta. Donde estes zar un reconocimiento politico para tener acceso a mal parado, las autodefensas te damos chicharron». la mesa de negociaciones». El paramilitarismo revi­

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con los narcotraficantes, y de estos con los paramili tares, Fue una pelea . es sinonimo de terrorista, hijo de puta. Donde estes . No obstante, cuando mataron a Jaime Garzon ad miti que no . na, de Isabel Allende. Diego quedo
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