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Mexico Y Viaje Al Pais De Los Tarahumara PDF

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\j\ntonin ^Artait COLECCIÓN POPULAR 242 MÉXICO Y VIAJE AL PAÍS DE LOS TARAHUMARAS ANTÓN 1N AKTAUD IVléxico y V iaje al país de los tarahumaras Prólogo de Luis MARIO SCHNEIDER FONDO DE CULTURA ECONÓMICA MÉXICO México: Primera edición, 1984 Viaje al país de los tarahumaras: Primera edición (SepSetentas), 1975 Primera edición en la Colección Popular, 1984 D. R. © 1984, FONDO DE CULTURA ECONÓMICA Av. de la Universidad, 975; 03100 México, D. F. ISBN 968-Í6-1572-7 Impreso en México ARTAUD Y MÉXICO EL AÑO de 1936 marca un momento decisivo en la his toria del surrealismo en México. Es el año de la llegada de Antonin Artaud. Desde este momento, cambia la perspectiva; no se trata ya de reproducir artículos en los que escritores franceses definan con actitud curiosa un movimiento que parece ser sólo una nueva manifes tación de las vanguardias; no se trata de artículos envia dos por mexicanos que observan el surrealismo desde su torre diplomática o de mexicanos que como Jorge Cuesta conviven durante un breve periodo con algu nos surrealistas trazando una perspicaz semblanza; no es tampoco la actitud satírica de algunos cronistas que se creen par dessus de la mélée; es la llegada de un poeta, uno de los más fundamentales poetas franceses y un gran surrealista. Podría pensarse que Artaud ha dejado de pertenecer al movimiento surrealista por la fecha en que llega a México. La polémica del 27, esa "ida", En el gran día en donde Aragón, Bretón, Eluard, Péret y Unik se lan zan contra Artaud fulminándolo con palabras violen tas por su negativa a ingresar en el Partido Comunista: No tendríamos rabia de no ser más explícitos respecto a Artaud. Está demostrado que éste obedeció siempre a los móviles más bajos. Vaticinaba entre nosotros hasta la re pugnancia, hasta la náusea, usando trucos literarios que no había inventado, creando en un campo nuevo la más repugnante de las vulgaridades... Es grato comprobar 7 que, entre otras cosas, este enemigo de la literatura y de las artes intervino sólo en las ocasiones que tenían que ver con sus intereses literarios, que su interés se dirigió siem pre a los objetos más irrisorios, en los que no estaba en juego nada esencial al espíritu ni a la vida. Hoy hemos vomitado a este canalla. No vemos por qué esta carroña tardaría en convertirse, o como sin duda diría, en decla rarse cristiano.1 Esta carroña vomita su respuesta En la gran noche o el bluff surrealista determinando su posición en el mun do y delimitando lo que para él entonces —y siempre— era el sentido real del surrealismo: Ellos creen que se pueden permitir burlarse de mí cuan do hablo de una metamorfosis de las condiciones inte riores del alma, como si yo entendiese el alma con el in fecto sentido con que ellos mismos la entienden, y como si desde el punto de vista de lo absoluto pudiese ser del me nor interés para ver cambiar la armadura social del mundo, o ver pasar el poder de las manos de la burguesía a las del proletariado... Pero lo que les pareció conde natorio y blasfemo por encima de todo fue que yo no quisiera remitirme más que a mí mismo el cuidado de determinar mis propios límites, que exigiera ser dejado libre y dueño de mi propia acción. ¿Pero, qué me hace a mí toda la revolución del mundo, si permanezco eter namente doloroso y miserable en el seno de mi propio osario?2 1 Au grand jour (mayo de 1927). En español: "Era el gran día", en Artaud, Colección Perfiles. Editorial Jorge Alvarez, Buenos Aires, 1968. 1 A la grande nuit ou le bluff surréaliste. Ches l'auteur. Ju nio de 1927. En español: "En la gran noche o el bluff surrea lista", en Artaud, Colección Perfiles, Editorial Jorge Alvarez, Buenos Aires, 1968. 8 Entiéndase: esta polémica revela una apárenle con tradicción. Los surrealistas se adhirieron al Partido Co munista, pero no por ello dejaron de ser surrealistas y no por eso murió el surrealismo. Algunos permanecerían militando en sus filas, otros las abandonarían. La con dición intrínseca de Artaud, su desesperada enfermedad, su soledad medular no le permiten creer en una acción revolucionaria y en una salvación política. Su búsqueda es amorfa, también desesperada; en esta búsqueda per maneció fiel al surrealismo, a sus postulados esenciales, a esa verdad que los otros surrealistas intentaron atra par por medio de la acción política que para muchos fue en resumidas cuentas infructuosa. Esta comproba ción última les obligó a desdecirse, a regresar por el camino que habían recorrido, a rentar esa vía lúcida mente descrita por Artaud: El surrealismo nunca fue para mí más que una nueva especie de magia. La imaginación que tiene por objeto hacer aflorar a la superficie del alma lo que habitual- mente tiene escondido, debe necesariamente producir pro fundas transformaciones en la escala de las apariencias, en el valor de significación y en el simbolismo de lo creado. Lo concreto e íntegro cambia de ropaje, de corteza, ya no se aplica más a los mismos gestos mentales. El más allá, lo invisible, rechazan la realidad. El mundo ya no se sos tiene. Es entonces cuando uno puede comenzar a acribi llar los fantasmas, a detener los falsos semblantes. Que la espesa muralla de lo oculto se derrumbe de una vez por todas, sobre todos estos charlatanes impotentes que con sumen su vida en desaprobaciones y en vanas amenazas, ¡sobre estos revolucionarios que no revolucionan nada!3 Al separarse del grupo intentó poner en práctica el concepto surrealista en su teatro Alfred Jarry, el de la 3 Ibid. 9 Crueldad en sus escritos teóricos sobre el teatro y en el cine, pero el fracaso inmediato de estas acciones lo in dujo a internarse en una vía de ensimismamiento y de misticismo, en donde elementos ocultistas empezaron a serle determinantes. La obsesión de encontrar la reali dad en otra realidad más profunda, pura y primitiva, lo lleva a pensar en un viaje a México para realizar un peregrinaje entre los tarahumaras y practicar sus ritos del peyote. El viaje de Artaud a México era una convulsión, un es pasmo deliberadamente provocado, cuyo punto extremo debía permitirle llegar, como cercenado, a una realidad —la de los tarahumaras— de la cual jamás se había se parado, una realidad que siempre admitió la posibilidad de integrar en forma natural, la realidad de un ser hu mano tal como Artaud. Éste rio rechazaba la noción de cultura. Repudiaba la cultura occidental porque era con ceptual. Todo sucedía como si los tarahumaras hubieran conservado —como si fuesen los únicos que hubieran con servado— una cultura encarnada, una cultura en carne, en sensibilidad, y no en concepto, una cultura con la cual los mitos no habían dejado de ser animados por las fuer zas subterráneas que los habían engendrado, en la cual el hombre volvía a encontrar al instante su yo profundo, en la cual la frecuencia sorda del espíritu dejaba de ser arbi trariamente modelada por una fuerza conceptual extraña al ser; en la cual la comunicación, para establecerse, no tenía ya necesidad de palabras, ni de palabras-signos, ni siquiera de palabras-valores. A esta cultura, la única capaz de integrar la realidad de Artaud, éste la había localizado a priori en el país de los tarahumaras. Por lo tanto, había que visitar a los tarahumaras, iniciarse en sus ritos, en el rito principal, el del péyotl.4 * Georges Charbonnier, Essai sur Antonin Artaud. Poetes d'Aujoud'hui, 66. Editions Pierre Seghers. París. 1952. 10 F!KKHi^^KnaM^MSF^PMWILffr^XABMIVwH^WiMff\^HK La ritualizaciói) que lo devolvería a lo primordial del ser y de su propio ser lo atrae hacia México. Esta atracción es sin embargo más antigua. En el "Segundo Manifiesto del Teatro de la Crueldad",5 Artaud define su concepto de teatro diciendo: "El Teatro de la Cruel dad ha sido creado para devolverle al teatro la noción de una vida apasionada y convulsiva..." Noción que ya se ha perdido en Europa y que habrá de reco brarse en civilizaciones diferentes, dentro del marco de cosmogonías más antiguas que la cristiana, entre las que destaca en primer término la mexicana. En este texto, que aparecerá fragmentariamente entre los años 1930 y 1933, y más tarde dentro del libro El teatro y su doble, Artaud explica los temas y los escenarios de las obras que han de representarse y cuyo primer espectáculo sería un drama intitulado La conquista de México, cuyo proyecto presenta en una lectura en casa de Lise De- harme el 6 de enero de 1934. Pero la importancia de esta obra es mucho mayor pues significa para Artaud la concreción teatral de sus ideas sobre el Teatro de la Crueldad. En una carta dirigida a Jean Paulhan el 22 de enero de 1933 se refiere a ella diciendo: Tengo un texto muy importante que mostrarle. Se trata del proyecto de mi primer espectáculo ya pasado en limpio: La Conquete du Mexique Pienso que puede verse allí de manera concreta, lúcida y bien calzada por las palabras, exactamente lo que quiero hacer, y que mi concepción plástica palpable y espacial del teatro emerge de manera perfecta. ..6 B Le Théatre et son Double, ed. Gallimard, 1938. En espa ñol: El teatro y su doble, Editorial Sudamericana. Buenos Aires, 1964. 9 Obras completas, t. V, 1964, p. 197. 11 En otra caita dirigida a André Rolland de Renévilk* repite las mismas opiniones sobre este escenario teatral: En lo que se refiere al Teatro de la Crueldad, he redactado por fin el proyecto de mi primer espectáculo, La Conquéte du Mexique; creo que allí se puede comprobar por primera vez y clara mente, de una manera bastante exacta, lo que quiero ha cer; mi concepción física del teatro emerge de modo in dudable; tengo mucha prisa por mostrársela.7 Este escenario revela ciertas preocupaciones funda mentales de Artaud. Primero, una forma de teatro que no se interesa por el teatro en sí, sino por el teatro como un medio para "modificar" el mundo. Este medio ha de contar con elementos eficaces que pongan en ejecu ción su idea de "crueldad", no en su simple connotación semántica, sino como fundamento de una nueva visión del teatro, pero sobre todo del mundo. Esa "crueldad" puede encontrarse de manera significativa no en la vieja y degenerada Europa, sino en las viejas civilizaciones mexicanas que, según él, forman un todo integrado desde distintas culturas sucesivas. La conquista de Mé xico será muestra a la vez de la extraordinaria vitalidad de las cosmogonías primitivas y de la verificación de la unidad prístina existente en el mundo antes de la de gradación que la cultura europea ha ejercido contra él. Así La conquista de México* es al mismo tiempo una concepción teatral definitiva para ejemplificar su sen tido de un nuevo teatro que desplace al corrupto teatro al uso, y una forma de destruir un "mundo falso", y también y todavía mejor una nueva vía de conoci miento. ; Ibid., p. 199. " Ibid., p. 266. VI

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