EL ARTE EN ESPAÑA. EL AKTE EN ESBMsTA REVISTA CENSUAL del DIRECTOR D. G. CRUZADA VILLAAMIL TOMO VIL Imprenta de M. Galiano. 486$. EL ARTE EN ESPAÑA SEBASTIAN MUÑOZ. MUSEO REAL N° 312 D. SEBASTIAN MUÑOZ. estácase entre los pintores de la escuela de Madrid, que mayormente la sostu- vieron en sus últimos tiempos, tanto por la riqueza del colorido de sus cuadros, cuanto por su prematura y desgraciada muerte, el pintor D. Sebastian Muñoz. Mediaba el último tercio del siglo XVH, y mantengan la buena fama de la escuela madrileña D. Juan Carreño y Claudio Coello, cuando llegó á la corte, desde su pueblo, el joven Sebastian, con propósito de ser pintor. Coello puso en sus manos.los pinceles, é infiltró en su entendimiento los primeros rudimentos del arte. No hubo de darse mala traza para la pin- tura el neófito, pues á los pocos años de estudio logró reunir con su profe- sión lo suficiente para realizar el sueño dorado de todo artista joven; para ver á Roma. Ofreciósele propicia ocasión, — en las fiestas y regocijos con que por muchos dias felicitó la villa y corte de Madrid la entrada y pública traslación del palacio del Buen Retiro al Alcázar, de sus majestades don Carlos II y la reciente reina doña María Luisa de Borbon, acaecida en 23 de Enero de 1680,—para pintar al temple, ayudando á su maestro, arcos y trofeos, que con profusión costeó la villa, y para adquirir de este modo lo necesario para emprender inmediatamente su viaje. A mediados del mismo año de 1680,.le hallamos en Roma en compañía de otros españoles que como él se dedicaban al estudio de las artes, tan ricos y llenos de entusias- 6 EL ARTE EN ESPAÑA. mo, grandes deseos y firmes propósitos de adelantar en sus trabajos, como pobres y exhaustos de medios materiales para realizar tan plausibles fines. Todos los jóvenes españoles que como Muñoz iban á Roma, buscaban particularmente, cada uno del modo que podia, su manera de vivir, y un maestro que les abriera su taller y les dirigiera en sus estudios. Pero los que de Francia ó de algunos ducados de Italia, iban á Roma con el mismo propósito, hallaban más fácil, seguro y económico medio de- realizar sus deseos, merced á las Academias de bellas artes que los soberanos de aque- llos países habian fundado en Roma, precisamente para este objeto. Ya fuese por las privaciones que sufrieran y dificultades que hallaran para vi- vir y aprender, ya porque el amor propio y el orgullo nacional les moviera á envidiar y desear para sí, lo mismo que gozaban los pensionistas extran- jeros, nuestros compatriotas pretendieron que España crease en Roma una Academia á semejanza de las que otras naciones allí tenian. Natural- mente, el pensamiento no halló, ni hallar podia, oposición alguna entre los diez compañeros que entonces residian en Roma, y uno de ellos á título de licenciado y por deseos de ser vicedirector de la Academia proyectada, cogió la pluma y escribió el siguiente memorial dirigido á S. M. el rey don Carlos II, por conducto de su embajador en aquella corte. « Señor: Celoso del real servicio de V. M., se postra á SS. RR. PP. el »licenciado D. Vicente Giner, de nación valenciano, en compañía de otros »nueve españoles, todos de profesión pintores, residentes en esta corte de »Roma, de algunos años á esta parte, con el solo fin de adelantarse en las «artes de la pintura, escultura, arquitectura y matemáticas, representando »humildemente á V. M., cómo en Roma se hallan de presente Academias «públicas donde se ejercitan las referidas artes, estipendiadas y mantenidas »por el rey de Francia, duque de Florencia, de Parma, de Módena, de Mán- »tua y de la Mirándola; sin la de San Lúeas que permanece á expensas del «público, por el útil que consigue la enseñanza de los naturales, que se «añaden otras Academias particulares de cuya formalidad en orden al go- bierno informará á V. M. la relación adjunta. Y faltando entre tan acredita- »das Academias una en que estudien los españoles, para que con el tiempo «floreciese su patria de hombres peritos en estas habilidades (que sin esta D. SEBASTIAN MUÑOZ. «forma es imposible conseguir, por la dificultad de mantenerse á tanta «distancia un* pobre discípulo, si no es asistido de su Rey y Señor) traen á »la memoria deV. M. los referidos, que en tiempo del ReyN. S. Feli- «pelV (q. s. g. h.) considerando las conveniencias de crédito y utilidad «que redundaban á la corona de España, de no ser inferior á las demás na- «ciones, se quiso formar en Roma la referida Academia real (según se titula «la de Francia): pero tan generosos principios no llegaron al dichoso fin «que todos los de la profesión deseaban, respecto de no haber podido con- »seguir el poner en Roma para empezar, el corto número de seis españoles «que se inclinasen al estudio de estas artes, como también se expresa en el »citado papel de la formalidad y gobierno de las Academias: y hallándose «hoy el referido D. Vicente Giner con sus compañeros, todos en número «de diez, legítimos españoles, y en su fuerza y vigor aquellas razones que «entonces obligaban á formar la real Academia, se prometen los suplican- tes que teniendo V. M. presente lo referido, y que quedando todos una- animes y conformes con ánimo firme de adelantarse en las referidas artes, »sin perdonar los mayores desvelos, como lo han prometido ante notario »y consta del instrumento auténtico que aquí presentan, se servirá V. M., «con su real generosidad y grandeza, mandarlas órdenes convenientes á «fin de que luego se dé principio á la formación de dicha real Academia, en «que principalmente se interesa el real servicio de V. M. por tantos moti- »vos como fácilmente se viene á la consideración : Se establezca un semi- »nario de virtudes á imitación del de franceses, tudescos, ingleses, italianos «y otras naciones; logrando al mismo tiempo, los pobres escolares espa- «ñoles, este asilo para continuar tan honrado principio y estudio; y el su- «plicante con los de su parcialidad, quedarán perfectamente obligados al «generoso ánimo de V. M., con firme ánimo de sacrificar en lo venidero á «los reales pies, todo aquello que á costa de sus fatigas hubieren gran- «geado en la gran curia de Roma, donde quedan atendiendo esta tan se- ñalada merced, que en todo tiempo reputarán por la más singular.» A este, si no elegante, sentido memorial del licenciado Giner, acompa- ñaba la solicitud formal de los demás escolares, que por la candidez que rebosa de las pueriles promesas de obediencia, aplicación y buena con- 8 EL ARTE EN ESPAÑA. ducta de los firmantes, así como también por lo que nos enseña del estado de vicisitud y abandono en que iban cayendo los artistas españoles y la preponderancia que comenzaban á tomar los extranjeros en nuestro pro- pio suelo y fuera de él, seria sumamente curioso, si ya no lo fuera por darnos á conocer entre los nombres de los firmantes, el de nuestro Sebas- tian Muñoz. «Nos, los infraescritos españoles, decimos, que por cuanto importa al «real servicio de S. M. C. del Rey N. S. (q. D. g.), para que en España «salgan hombres de virtudes y perfeccionados en artes de matemáticas, «pintura y escultura, á similitud de las demás naciones, se procure erigir »en esta alma ciudad de Roma, una real Academia de españoles, hoy en «número suficiente para ella, que estudien y aprendan dichos artes, se «perfeccionen en ellos y sepan.lo que se requiere y toca á hombres virtuo- «sos, como otra vez se procuró y por falta entonces de sujetos de nuestra «nación, no tuvo efecto la erección de ella; y para la dirección se ha de «servir V. M. nombrar en España un académico mayor, cabo de la mis- »ma; y un sustituto en Roma para su gobierno económico; y porque la «unanimidad y común acuerdo de todos los escolares y estudiantes que la «componen ó desean su establecimiento y sin la obediencia al protector y «cabo de ella, no puede regularse con cariño y puntualidad; ni menos «tener su debido efecto con aplauso y aprobación de todo, como á comu- «nidad bien dirigida y gobernada. Por tanto, por la presente como por ins- «trumentó público otorgado por ante notario, y mediante nuestro jura- amento, prometemos y nos obligamos todos unánimes, conformes y de «mancomún, y á nuestros sucesores escolares y estudiantes españoles de «dicha real Academia, de aprovecharnos estudiar con cuidado y vigilancia, «atender ala virtud y aprender matemáticas, pintura y escultura, unaú «otra cada uno de nosotros, la que le agradare y fuere de su genio, y de «reconocer al Sr. D. Francisco Herrera, maestro mayor de las obras del «real palacio de S. M., á quien pedimos y elegimos por nuestro académico «mayor, y al Sr. D. Vicente Giner su sustituto en Roma de dicha real «Academia por cabo, protector y director, que les obedeceremos puntual- »mente en todo lo que nos mandaren, y de estar y seguir las órdenes que
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