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Meditacion sobre Maquiavelo PDF

429 Pages·1964·9.97 MB·Spanish
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LEO STRAUSS M E D I T A C I O N S O B R E M A Q U I A V E L O TRADUCCION DE CARMELA GUTIERREZ DE GAMBRA INSTITUTO DE ESTUDIOS POLITICOS MADRID 1964 Copyright 1958, by The Free Press, Glencoe, Illinois, Depósito legal. M. 15.648. 1963 F. Domenech, S. A.—Los Pajaritos, 47.—Maariu-7 NOTA DEL TRADUCTOR La traducción de esta obra fundamental en la filosofía política contemporánea es una labor llena de interés; pero difícil y necesa­ riamente Imperfecta por varias razones. Ante todo, no es un libro fácil de leer ni de comprender. El mismo autor reconoce haber imitado en él las voluntarias oscuridades de Maquiavelo. Una de estas oscuridades consiste en el doble plano en que se desenvuelven muchos pa­ sajes : un plano inmediato y obvio, otro plano más profundo y de desarrollo más lento que sólo se interpreta con justeza cuando se al­ canza la visión total de la obra. Además, tie­ ne Strauss el prurito de utilizar palabras muy simples y populares en la expresión de sus matizadislmas ideas, lo cual produce a pri­ mera vista una impresión de desconcierto. De todo ello resulta, para el lector, una exigencia de atención y meditación, evidentemente bus­ cada por el autor; para el traductor, una exigencia aún más estricta de fidelidad, que debe sobreponerse a toda tentación de inter­ o pretar facilitar. Me he esforzado en conseguir un castellar no correcto; no he conseguido, ni creo que en este caso sea lícito procurarlo, un caste­ llano fluido y grato. La de noble retórica Strauss me veda toda concesión a la retórica vulgar. Agradezco al Profesor Wilmoore KendalL gran conocedor de esta obra v He su au'.or, sus valiosos consejos y su cuidadosa y des­ interesada supervisión de mi trabajo. C. G. G. PREFACIO Este libro es una versión ampliada de cuatro conferencias que yo di en la Universidad de Chicago en el otoño de 1953, bajo los auspicios de la Fundación Charles R. Walgreen. Agradezco a la Fundación Charles R. Walgreen y especialmen­ te a su presidente, el profesor Jerome C. Kenvin, el haberme dado oportunidad de presentar mis observaciones y reflexiones sobre el problema de Maquiavelo. También agradezco a la Fundación Walgreen su generoso apoyo en forma de servicios de oficina. El capítulo II de este estudio ha sido previamente publicado en la Revista Americana de Ciencia Política (American Political Revierte), mayo 1957. L. S. Chicago, Illinois, diciembre 1957. I N T R O D U C C I O N Si nos declaramos partidarios de la anticuada y simple opinión según la cual Maquiavelo fue un maestro del mal, no escandali­ zaremos a nadie; nos expondremos meramente a un ridículo be­ névolo o, por lo menos, inofensivo. Y, en verdad, ¿qué otra des­ cripción convendría a un hombre que da lecciones como éstas?: los príncipes deben exterminar a las familias de los gobernan­ tes de aquellos territorios que deseen poseer en seguridad; los príncipes deben asesinar a sus detractores mejor que confiscar sus propiedades, ya que los robados pueden pensar en la venganza, y los muertos, no; los hombres perdonan el asesinato de sus padres m¿8 pronto que la pérdida de su patrimonio; la verdadera libe­ ralidad consiste en ser tacaño con los bienes propios y generoso con lo que pertenece a otro; no es la virtud lo que conduce a la feli­ cidad, sino el prudente uso de la virtud y el vicio; las ofensas deben infligirse todas de un golpe porque, así, menos paladeadas, dañan menos, mientras que los beneficios deben ser conferidos poco a poco para que sean sentidos con más fuerza; un general victorioso que teme que su príncipe no le recompense adecuada­ mente está autorizado a castigarle por su prevista ingratitud al­ zando bandera de rebelión; si uno tiene que elegir entre inferir injurias graves o injurias leves, debe optar por inferirlas graves; cuando quieras matar a otro, no debes decirle: “Dame tu arma que quiero matarte con ella”, sino solamente: “Dame tu arma”, 10 LEO STRAUSS porque una vez que tengas el arma en la mano ya puedes satisfa­ cer tu deseo. Si es verdad que sólo un hombre malo puede reba. jarse a predicar máximas de público y privado gangsterismo, nos vemos obligados a decir que Maquiavelo era un hombre malo. Ciertamente, no fué Maquiavelo el primer hombre que expresó opiniones como las mencionadas. Tales opiniones pertenecen a una manera de pensar y actuar políticamente que es tan vieja como la misma sociedad política. Pero Maquiavelo ha sido el único fi­ lósofo cuyo nombre ha pesado tanto sobre una manera de pensar y actuar políticamente tan vieja como la sociedad política misma, que ese nombre es usado comúnmente para designar dicha tendencia. Es conocido como el clásico del mal camino en el pensamiento político y en la acción política. Calicles y Trasímaco, que, a puerta cerrada, defendían la mala doctrina, son personajes platónicos, y los embaja­ dores atenienses que expusieron la misma doctrina en la isla de Me- lo8, en ausencia del pueblo, son personajes de Tucídides, Maquiave­ lo proclama abierta y triunfalmente una doctrina corruptora que ciertos escritores antiguos habían enseñado secretamente o con mar­ cados signos de repugnancia. El dice en su propio nombre cosas escandalosas que los antiguos escritores habían dicho por boca de sus personajes (1). Maquiavelo es el único que ha osado expresar la mala doctrina en un libro y en su propio nombre. Pero, aunque verdadero, el anticuado y simple veredicto no es exhaustivo. Su deficiencia justifica, en cierta medida, los pun­ tos de vista, más rebuscados, que han sido defendidos por los en­ tendidos de nuestro tiempo. Maquiavelo, nos dicen, estaba lejos de ser un malvado maestro del mal ya que, en realidad, era un apasionado patriota, o un científico de la sociedad, o las dos cosas. Pero podemos preguntarnos si los estudiosos al día no yerran mu­ cho más gravemente que los anticuados y sencillos, y si lo que escapa a los estudiosos al día no es muchísimo más importante que lo que escapa a los anticuados y sencillos, aun cuando pueda ser verdad que esa única cosa necesaria que ignoran los rebusca­ dos ha sido inadecuadamente articulada y, por lo tanto, mal Ínter- INTRODUCCION 11 pretada por los hombres de noble simplicidad. No sería el único caso en que “un poco de filosofía** (2) engendra prodigiosos erro­ res a los cuales es inmune la multitud ignorante de la filosofía. Es engañoso describir al pensador Maquiavelo como un patrio­ ta. Es un patriota de una clase especial: le preocupa más la sal­ vación de su tierra que la de su alma. Su patriotismo, pues, presu­ pone una reflexión de amplio alcance referente al status de su patria, por un lado, y al de su alma, por otro. Esta reflexión de amplio alcance, y no el patriotismo, es la médula del pensamiento de Ma­ quiavelo. Esta reflexión de amplio alcance, y no el patriotismo, es lo que estableció su fama e hizo de él el maestro de muchos hombres en todos los países. La sustancia de su pensamiento no es florentina, ni aun italiana, sino universal. Concierne, y se propone concernir a todos los hombres reflexivos, sin tener en cuenta el tiempo ni el lugar. Hablar de Maquiavelo como de un científico es al menos tan engañoso como calificarle de patriota. El estudioso científico de la sociedad no quiere o no puede hacer “juicios de valor**, mientras que las obras de Maquiavelo abundan en “juicios de valor**. Su estadio de la sociedad es normativo. Pero aunque nos viéramos obligados a admitir que Maquiavelo era esencialmente un patriota o un científico, ello no nos obligaría a negar que Maquiavelo fué un maestro del mal. El patriotismo tal como lo entiende Maquiavelo es egoísmo colectivo. La indiferencia hacia la distinción entre el derecho y el abuso es menos repulsiva cuando brota de la devoción al propio país que cuando brota de la exclusiva preocupación por la propia comodidad o gloria. Pero, precisamente por esta razón, es más seductora y, por tanto, más pe­ ligrosa. El patriotismo es una clase de amor a lo propio. El amor a lo propio es inferior al amor de lo que es a un tiempo propio y bueno. Por ello, el amor a lo propio tiende a preocuparse de que lo propio sea bueno o conforme a las exigencias de la moralidad. Jus­ tificar los terribles consejos de Maquiavelo recurriendo a su patrio­ tismo significa ver las virtudes de ese patriotismo mientras se perma­ nece ciego a lo que está por encima del patriotismo, a lo que a un 12 LEO STRAUSS tiempo santifica y limita el patriotismo. Al recurrir al patriotismo de Maquiavelo no se descarta una mera semblanza del mal; lo que so hace es, simplemente, enmascarar algo verdaderamente malo. En cuanto a la consideración “científica” de la sociedad que mu­ chos de sus adictos atribuyen a Maquiavelo, ésta se deriva de la abstracción de las distinciones morales mediante las cuales regula­ mos nuestra conducta como ciudadanos y como hombres^ La condi­ ción indispensable del análisis “científico” es, pues, el embotamien­ to moraI| Este embotamiento no es idéntico a la depravación moral, pero esta destinado a robustecer las fuerzas de la depravación. En el caso de hombres de menos categoría, podríamos atribuir tal embo­ tamiento a la ausencia de ciertas virtudes intelectuales. Esta carita­ tiva explicación no puede ser admitida en el caso de Maquiavelo, que era demasiado reflexivo para no saber lo que estaba haciendo y demasiado magnánimo para no admitirlo ante sus amigos com­ prensivos. No dudamos en afirmar, como otros muchos han afirmado antes que nosotros, y como trataremos de probar más adelante, que la doctrina de Maquiavelo es inmoral e irreligiosa. Nos son familiares las pruebas que aducen los estudiosos en apoyo de la aserción con­ traria; pero recusamos su interpretación de las pruebas. Sin decir nada de ciertas otras consideraciones, nos parece que los estudiosos en cuestión se dan muy fácilmente por satisfechos.\Están convenci­ dos de que Maquiavelo era amigo de la religión porque subrayaba la utilidad y el carácter indispensable de la religión. No tienen en cuenta el hecho de que su alabanza de la religión es sólo el reverso de lo que podemos llamar provisionalmente su completa indiferen­ cia hacia la verdad de la religión.") Esto no es sorprendente, ya que ellos mismos se inclinan a considerar a la religión nada más que un sector estimable de la sociedad, cuando no una atractiva o, por lo menos, inocua manifestación folklórica, y eso sin hablar de esas personas sinceramente religiosas que se dan por satisfechas con cual­ quier aparente concesión que se haga a la religión. Interpretan mal el juicio de Maquiavelo concerniente a la religión e igualmente su 13 INTRODUCCION juicio concerniente a la moralidad, porque son discípulos de Ma­ quiavelo. Su estudio del pensamiento de Maquiavelo, en apariencia abierto de miras, está basado en la aceptación dogmática de sus prin­ cipios. No ven el carácter maléfico de su pensamiento, porque son los herederos de la tradición maquiavélica; porque ellos, o los olvi­ dados maestros de sus maestros, han sido corrompidos por Ma­ quiavelo. No se puede ver el verdadero carácter del pensamiento del Ma­ quiavelo sino es librándose de la influencia de Maquiavelo. En la práctica, esto significa que no se puede ver el verdadero carácter del pensamiento de Maquiavelo, sino buscando por sí mismo y en si mismo la herencia pre-moderna del mundo occidental, tanto bí­ blica como clásica. Hacer justicia a Maquiavelo requiere mirar de atrás hacia adelante, desde un punto de vista pre-moderno, hacia un Maquiavelo completamente inesperado y sorprendente, que es nue­ vo y es extraño; y no mirar hacia atrás desde nuestro tiempo, hacia nn Maquiavelo que se ha convertido en algo antiguo y propio, y, por consiguiente, en algo casi bueno. Este procedimiento es indispensa, ble aún para la comprensión puramente histórica. Maquiavelo co­ nocía el pensamiento pre-moderno, que estaba delante de él. No pudo haber conocido el pensamiento del tiempo presente, que emer­ gió, como si dijéramos, a sus espaldas. Nosotros, por lo tanto, consideramos la opinión sencilla sobre Ma­ quiavelo como indudable y decisivamente superior a las vigentes opiniones rebuscadas, aunque aún insuficiente. Y aunque nos veamos forzados a admitir—o precisamente por ello—que su doctrina es dia- bélica y que él mismo es un diablo, tendremos que recordar la pro­ funda verdad teológica de que el diablo es un ángel caído. Reconocer el carácter diabólico del pensamiento de Maquiavelo significaría re­ conocer en él una pervertida nobleza de un orden muy elevado. Esta nobleza fué discernida por Marlowe cuando adscribió a Ma- quiavelo las palabras: “Yo sostengo que no existe pecado, sino ig­ norancia/’ El juicio de Marlowe es confirmado por lo que indica el mismo Maquiavelo en las Epístolas Dedicatorias de sus dos más 14 LEO STRAUSS grandes libros, respecto a sn más preciosa posesión. Simpatizamos con la opinión sencilla respecto a Maquiavelo, no sólo porque es sana, sino sobre todo, porque si no se toma en serio esta opinión es imposible hacer justicia a lo que en Maquiavelo es realmente ad­ mirable : la intrepidez de sn pensamiento, la grandeza de su visión y la graciosa sutileza de su palabra. No es el desprecio ni el olvido de la opinión sencilla, sino el meditado ascenso a partir de ella, lo que nos llevará al meollo del pensamiento de Maquiavelo. No liay más segura protección contra la comprensión de cualquier cosa que dar por sabido, o desdeñar en cualquier otra forma, lo obvio y la superficie. El problema inherente en la superficie de las cosas, y sólo en la superficie de las cosas, es el corazón de las cosas. Hay buenas razones para tratar de Maquiavelo en una serie de conferencias Walgreen. Se puede decir que los Estados Unidos de . América son el único país del mundo que fué fundado en explícita oposición a los principios maquiavélicos. Según Maquiavelo, el fun­ dador de la más renombrada comunidad del mundo fué un fratri­ cida : las bases de la grandeza política se apoyan necesariamente en el crimen. Si creemos a Tilomas Paine, el origen de todos los go­ biernos del viejo mundo responde a esta descripción; este origen fué conquista y tiranía. Pero “la independencia de América (fué) acompañada de una Revolución en los principios y la práctica de los gobiernos” : los fundamentos de los Estados Unidos se apoyaron en la libertad y en la justicia. “El gobierno fundado en una teoría moral, en un sistema de paz universal, en los irrevocables y here­ ditarios Derechos del Hombre, está ahora avanzando de Occidente a Oriente, por un impulso más fuerte que el que llevó el gobierno de la espada de Oriente a Occidente” (3). Este juicio está lejos de haber prescrito. Aunque la libertad ya no es coto exclusivo de los Es­ tados Unidos, los Estados Unidos son hoy el baluarte de la libertad. Y la tiranía contemporánea tiene sus raíces en el pensamiento de Maquiavelo, en el principio maquiavélico de que el fin, si es bue­ no, justifica los medios. Al menos en la medida en que la realidad americana es inseparable de les aspiraciones americanas, es imposi-

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