Más allá de naturaleza y cultura 1) hilippe Descola A morrortu editores II11Pnos Aires-Madrid Cet ouvrage, puhlié dans le cadre du Programme d'Aide a la Pu blication Victoria Ocampo, bénéficie du soutien de 1'1 nstitut Franc,:ais, opérateur du Minist1he Fran<;ais des Affahes Étran geres et Européennes, du Ministere Fran~;ais de la Culture et de la Communication et du Service de Coopération et d'Action Cul tu:relle de l'Ambassade de France en Argentine. Esta obra, publicada en el marco del Programa de Ayuda a la Publicación Victoria Ocampo, cuenta con el apoyo del l11stituto Francés, operador del1vlinisterio Francés de Asuntos Extranje ros y Etuopeos, del Ministerio Francés de la Cultura y de la Co municación y del Servicio de Cooperación y de Acción Cultural de la Embajada de Francia en Argentina. Biblioteca do antropologla Para Léonore y Emmanuel. Par-dele n.attml ct culture, PhiUppe Descola e Éditions Oallimard, 2005 Traducción: Horacio Pons e Todos loa derechos de la ed1ción en castellano reservados por Amorrortu ed.Jtorea Espai\a S.L. . C/López de Hoyos 15, 3° izqu1erda . 28006 Madrid Amorrortu edttorea S.A .. Paraguay 1225, 7" piso-C1057AAS Buenos Airea www.amorrortueditorea.com La reproducctón total o parctal de este libro en forma idéntica o modúi cada por cualquier medio mecánico, electrónico o informático, incluyen· do fotocopia, grabactón, digitalización o cualquier sistema de almacena miento y recuperación de información, no autorizada por l.os ed1tores, viola derechos reservados. Queda hecho el depósito que previene la ley n° 11.723 Lndustrla argentina. Made in Argentina ISBN 978-950-518-350·0 ISBN 978-2-07-077263·6, Paria, edición original Descola, Philippo Más alié de naturaleza y cultura.· 1" ed.-Buenos Aires: Amorrortu, 2012. 624 p. ; 23xl4 cm.· (Antropología) Traducct6n de: Horacio Pons ISDN 978·960·518·350·0 l. Ant.ropologia. l. Pone, Horacio. trad. II. Titulo. CDD 301 lmprcso en los Talleres Gráficos Color Efe. Paso 192, Avellaneda, pro vincia de Buenos Airee, en mano de 2012. Tirada de esta edición: 2.500 ejemplares. lwlu·p general 1(, l'11lnbrns preliminares M1 l't•tmcra parte. La naturaleza en trompe l'ceil 1rt l•'if{uras de lo continuo tUl '! Lo snlvaje y lo doméstico 1111 I•!Hpncios nónuHias 1 1 1•!1 huorto y La selva M 1 1•:1t ~urnpo y el arrozal "" \IJN" y silva 11 1 1•~1 puslor y el cazador 1111 I'IIIIIUje romano, bosque herciniano, naturaleza IHmtinlica 111~' :1 La gran división 111~ l.u nutonomia del paisaje 1 1! 1 Ln 11 u Lonomía de la physís 11 1 Ln rtuLonomía de la Creación 11 7 Lu nulonornía de la Naturaleza 1'''1 (,¡, uutonomía de la Cultura 111 f,u nulonomía del dualismo 1 111 l,n nutononúa de los mundos 1 Ir, Segunda parte. Estructw·as de la experiencia 1 1 f 11. Los esquemas de la práctica 1 111 l•:1-1tmctura y relación 1n 7 l~lsobcr de lo .familiar 111' f•!s¡qucmatismos 111 Diferenciación, estabilización, analogías 9 177 5. Relación con uno mismo, relación con el otro 17R Colootjvos híbridos diferentes y complementarios .ltll Un colectivo mixto, incluyente y jerarquizado 177 Modos de identificación y modos de relación 181 El otro es un ~~yo>> (je] •IUH 12. Metafísicas de las costumbres liO Un yo invasor 197 Tercera parte. Las disposiciones del ser 1111 Ln caña pensante ¡:¿~ Rcpt·esentar lo colectivo 199 6. El animismo restaurado ltll La firma de las cosas 200 Formas y comportamientos 208 Los avatares de la metamorfosis 1•1:1 Quinta parte. Ecología de las relaciones 213 Animismo y perspectivismo 221 7. Del totemismo como ontología l•ló 13. Las formas del apego 224 El Sueño l•l7 Dar, tomar, intercambiar 226 Inventario australiano IBl P.roducir, proteger, transmitir 236 Semántica de las taxonomías 246 Variedades de híbridos ·IH~ 14. El comercio de las almas 251 Retorno a los tótems algonquinos 1M Depredadores y presas ·1110 La simetría de los obligados 260 8. Las certezas del naturalismo hll11 El 11entre-nos» del compartir 263 ¿Una hwnanidad irreductible'? tll ¡j El ethos de los colectivos 270 ¿Culturas y lenguas animales? 278 ¿Un hombre sin espíritu? h2:l 15. Historias de estructuras 287 ¿Derechos de la naturaleza? fí2·1 Del Hombre-Caribú al Señor-Toro 301 9. Los vértigos de la analogía rtflf) Caza, amansamiento, domesticación Ml Génesis del cambio 302 La cadena del ser 309 Una ont~logía mexicana Mi7 Epílogo. El registro de las posibilidades 330 Ecos de Africa 336 Apareamientos, jerarquía, sacrificio rí77 Agradecimientos 344 10. Términos, relaciones, categorias fí7!) Referencias bibliográficas 348 Englobamientos y simetrías 354 Diferencias, semejanzas, clasificaciones (107 Índice de nombres 011 Índice analítico 361 Cuarta parte. Los usos del mundo 363 11. La institución de los colectivos 364 A cada especie su colectivo 375 Naturaleza asocial y sociedades excluyentes 10 11 Palabras preliminares 11Quien examine con detenimiento lo que vemos de ordina rio en los animales que viven entre nosotros, ha de tener mo tivos para encontrar en ello efectos tan admirables como los t¡ue es posible recoger en países y siglos remotos. Una misma natmaleza sigue su curso en todo>). MtCHEL DE MONTAIONE, Apología de Rainumdo Sabu.nde No estamos tan lejos de los tiempos en que podíamos cluleitarnos con las curiosidades del mundo sin disociar la c•nl'Jeñanza extraída de la observación de los animales de In que proponían las costumbres de la Antigüedad o los usos de comarcas lejanas. Una <<misma naturaleza» reina hn sin rival y distribuía con equidad entre los humanos y Jos no-humanos la abundancia de las destrezas técnicas, los hábitos de vida y las maneras de razonar. Entre los cloctos, al menos, esa época llegó a su fin algunos decenios después de la muerte de Montaigne, cuando la naturaleza (1Pj6 de ser una disposición unificadora de las cosas más (lispares para convertirse en un dominio de objetos gober tludo por leyes autónomas, contra cuyo telón de fondo la n rbitrariedad de las actividades humanas podía desple ltllr su seductor tornasol. Acababa de nacer una nueva cosmología, prodigiosa invención colectiva que ofreció un mnrco sin precedentes al desarrollo del pensamiento cien- 1í fico, y cuyos custodios un poco impertinentes continua mos siendo en estos comienzos del siglo XXI. Entre los nnstos de esa simplificación figura uno que fue ignorado tanto 111Ús fácilmente cuanto que su débito no se imputa en nues t,l·a cuenta: al mismo tiempo que los modernos descu hrían la perewsa inclinación de los pueblos bárbaros y sal vojés a juzgarlo todo conforme a sus propias normas, esca- 15 moteaban ol etnocentrismo que los caracterizaba detrás ul¡.;11 nos lrá nsfugas faltos de delicadeza descubren, detrás de un proceder racional de conocimiento cuyos extravíos cll' colgaduras y ent.ablados, los mecanismos disimulados resultaban, con ello, imperceplibles. Por doquier y en todos 11111' pct'lluten capturar los fenómenos del mundo fís1co, se los tiempos -se pretendía-, una misma naturaleza mu h•t't'tOnarlos y darles una expresión autorizada. Durante da e impersonal había extencüdo su influjo, que los seres mucho tiempo dificil de encarar por su marcado empina humanos se consagraban a interpretar de manera más o "'"'nlo, la escalera que lleva al piso de la Cultura ha que menos plausible y del cual, con mayor o menor fortuna, se eludo Lan carcomida que muy pocos se atreven aún a subir esforzaban por sacar partido; en lo sucesivo, la pluralidad clpt·tdtdamente por ella para anunciarles a los pueblos los de convenciones y usos sólo podía cobrar sentido si se la rt•qortes materiales de su existencia colectiva, o a bajar relacionaba con regularidades naturales más o menos pr caución para llevarles a los científicos la contradic 111 bien aprehendidas por quienes estaban sometidos a ellas. nou del cuerpo social. De la multitud de pequeñas habita Mediante un abuso de autoridad de una discreción ejem ttunes que albergan culturas particulares gotean al piso plar, nuestro reparto de los seres y las cosas se había con lliiJU fiJlrac.iones extrañas, fragmentos de filosofías orien- vertido en la norma de la que nadie podía eximirse. Prosi· 1u l~·~. restos de gnosis herméticas o mosaicos de inspira guiendo la obra de la filosofía, cuyo magisterio tal vez en • •mt Now Age, seguramente sin gravedad, pero que conta vidiaba, la antropologia naciente confirmó esta reducción •nlnfln llQlÚ y allá dispositivos ele separación entre huma ¿de la multitud de existentes a dos órdenes de realidad he twtt y no-humanos que creíamos mejor protegidos. En terogéneos, e incluso le oLot'gó. gradas a una plétora de he ttllt nlo a los investigadores que habíamos despachado ha- chos recogidos en todas las latitudes, La garantía de uni todos los rincones del planeta para que describieran 1'111 vet'salidad do la que aún carecía. Por lo demás, la ant1·opo· nlll casas de arquitectura más primitiva, y que durante logia se internó en este camino sin tomar verdaderas pre IIHidlo tiempo se esforzaron por levantar su inventario u cauciones, fascinada a tal punto por el brillo de la «diver fHlllar del plano tipo que les era familiar, resulta que aho sidad cultural>> cuyo inventario y estudio le procuraban su ,.,, nos 1r aen toda clase de informaciones insólitas: algu- razón de ser: la profusión de instituciones y modos de pen 1111" casas carecen de planta y en ellas la naturaleza y la samiento resultaba menos imponente, y más tolerable su 111lturn cohabitan sin dificultades en una sola habitación; contingencia, si se admitía que todas esas prácticas, cuya ut •·ns aparentan, en verdad, tener varias plantas, pero, en lógica costaba a veces descubrir, constituían otras tantas lu curiosa distribución de sus funciones, la ciencia com· respuestas singulares al desafío común de disciplinar y Jllll'l e cama con la superstición, el poder político se inspira aprovechar las potencialidades biofisicas ofrecidas por el los cánones de lo Bello, el macrocosmos y el nticrocos 1'11 cuerpo y el meclioambiente. Este libro tuvo origen en una •uo rnonlienen una conversación íntima; se dice incluso sensación de insatisfacción ante esa situación de hecho, •tiH' habría pueblos sin casas, y que también pt·escinden así como en el deseo de remediarla mediante la propuesta d11 I'Stablos y huertos, poco propensos a cultivar el claro de otra manera de analizar las relaciones entre naturale· cll'l ~ero a fijarse como destino explícito la domesticación za y sociedad. tlt• lt> natural en ellos o a su alrededor. Construido para Las circunstancias actuales son propicias para una tllu·ur por los grandes arquitectos de la edad clásica, el empresa semejante, pues la vasta morada de dos planos •·tltflcto duaJista todavía es sólido, sin duela, en la medida superpuestos en que hace ya algunos siglos nos instala que se lo restaura sin descanso con una pericia a toda 1111 mos a nuestras anchas comienza a revelar sus incomodi· Jltlll'ba. Sin embargo, sus fallas de estructura ¡·esultlln dades. En la parte noble de ella donde, después de expul· t'llllu vez más notorias para quienes lo ocupan do manera sarde los salones a los representantes de las religiones re mnquinal, así como para aquellos que desearían cncon- 1111 veladas, las ciencias de la naturaleza y la vida llevan la 1r ur en él un alojamiento para albergar a pueblos acos voz cantante en cuanto a lo que se puede saber del mundo, flllnbt·udos a ob·os tipos de vivienda. 16 17 E11las páginas que siguen no han de encontrarse, em· IH•t•üico. Con ese objeto, habrá que mostrar, en priJner 111 pero, los planos de un~ nueva casa común que sea más "•uur. que la oposición entre la naturaleza y la cultura no hospitalaria con las cosmologías no modernas y esté mejor 11nno la u niversali.dad que se le adjudica, no sólo porque adaptada a la circulación de hechos y valores. Cabe asegu· •·un·cc de sentido para quienes no son modernos. sino rar que no está lejos el tiempo en que un edificio semejan lnmbién por el hecho de que apareció tardfamente on el te comenzará a surgir del suelo, sin que se sepa con exac lrn11scurso del desarrollo del propio pensamiento occiden titud quién se hará cargo de la obra; pues si ya es común t ul, uonde sus consecuencias se hicieron sentir con singu decir que los mundos están construidos, nadie conoce a lur vigor en la antropología y su manera de considerar su sus arquitectos, y apenas empezamos a sospechar de qué ohjt•lo y sus métodos. La primera parte de este libro se materiales están hechos. Un trabajo de esa índole, en todo t•unsngrará a ese trabajo previo de aclaración, pero no caso, incumbe a los residentes de la casa que puedan sen hur.ltl con destacar la contingencia histórica o los efectos tirse faltos de espacio en ella, y no a una ciencia en par th•fol'mantes de aquella oposición. Hay que ser capaz, ticular, aunque sea la antropología.1 La misión de esta, 1111 mós. de integrarla a un nuevo campo analítico, dentro tal como yo la entiendo, consiste en contribuir con otras dt•l cual el naturalismo moderno, lejos de constituir el ciencias, y de acuerdo con sus propios métodos, a hacer in 11111rco de referencia que permjte juzgar culturas djstan· teligible la manera en que organismos de un tipo especí 1, ,,. ''n el tiempo o en el espacio, no sea más que una de las fico se insertan en el mundo, se forjan de él una represen ;•xprcsíones posibles de esquemas más generales que tación estable y ayudan a modificarlo tejiendo, con él y en t'IUNl la objetivación del mundo y de los otros. Especificar tre ellos, lazos constantes u ocasionales de una diversidad lu naturaleza de esos esquemas, dilucidar sus reglas de notable pero no infinita. Antes de imaginar un nuevo ma 1 umposición y trazar una tipología de sus ordenamientos: pa para un futuro en trabajo de parto, es preciso, enton tu 1 •s la tarea principal que me he fijado en esta obra. ces, trazar la cartografía de esos lazos, comprender mejor Al otorgar prioridad a un análisis combinatorio de los su naturaleza, establecer sus modos de compatibilidad e 111odos de relación entre los existentes, me vi en la necesi· incompatibilidad y examinar cómo se actualizan en mane dtul de diferir el estudio de su evolución - una elección de ras de ser en el mundo inmediatamente distintivas. Para mí·todo, y no de circunstancia-. Al margen de que si com· llevar a buen puerto una empresa de esas características, l1111nra esas dos empresas superaría con mucho las dimen la antropología debe deshacerse de su dualismo constitu "ltll\es razonables que deseo dru.· a este libro, tengo tam tivo y volverse plenamente monista. Mas no en el sentido lttún la convicción de que la creación de un sistema no casi religioso del término, del que Haeckel se había erigi pllude analizarse antes de sacru· a luz su estructura espe do en apóstol y que ciertas filosofías del medioambiente dftcu, procedimiento al que Marx dio legitimidad con el hicieron suyo; ni, desde luego, con la ambición de r:educir ••xnmen de la génesis de las formas de producción capi· la pluralidad de los existentes a una unidad de sustancia, tnllsta, y que resumió en una fórmula célebre: <ILa anato· de finalidad o de verdad, como intentaron hacerlo algunos .nln del hombre provee la clave de la anatomía del mono)). 2 filósofos del siglo XIX, sino para que resulte claro que el proyecto de dar razón de las relaciones que los seres hu 1 Kurl Marx. Fotldemen.ts de lo critique de l'économie politique, París: manos mantienen consigo mismos y con los no-humanos l••lltions Anthropos. vol. l, 1967, pág. 35 [Eleme.11tos fundamento/es po· no podría apoyarse en una cosmología y una ontología tan ,., /n crltica de lo economía polilico (borrador), 1857-1858, vol. 1, Méxi estrechamente aferradas como las nuestras a un contexto ' u Siglo XXl. 1971]. Fue sobre todo en esta parte de los Gnmdrisse, ti· tlllhcln ce Formas que preceden a la producción capitalista», donde Marx ll,wó a la práctica su procedimiento de historia regresiva; véase al res· 1 Hace poco, Bruno Latour propuso un esbozo de lo que podría ser po rtu el luminoso comentario que hace Maurice Codelier en su prefacio una refund11ci6n de eso clase, en un ensayo político de saludable auda· '' '\ur les sociétis précapitaliste.s: textes choisis de Marx, Engels, Lénine, cia; véase Latour (1999). l'utle: Éditions Socialea, 1970, págs. 46-51. 18 19 Contra eJ historicismo y su fe ingenua en la explicación ""rm:w qua Lo hi.zo surgir, y pose sobre el mundo una mira por las causas antecede.ntes, es preciso tener muy en .111 llHÍs ingenua o, como mínimo, exenta de un velo dualis cuenta que sólo el conocimiento de la estructura de un fe lu c¡uu la evolución de las sociedades industrializadas ha nómeno permite indagar de manera pertinente sobre sus v11r•lto en parte anticuado, y que fue la causa de más de orígenes. Así como la teoría crítica de las categorías de la llllll distorsión en la aprehensión de cosmologias demasia economía política debía preceder necesariamente, según do d rferenLes de la nuestra. Estas eran consideradas enig Marx, a la investigación sobre el orden de aparición de los llltít.icas y, por consiguiente, dignas de la atención cientí fenómenos que dichas categorías pretendían explicar, la lka, Lc)da vez que en ellas los deslindes entre los humanos genealogía de los elementos constitutivos de los diferen v los t(c:lbjetos naturales» parecían difusos y hasta inexis- tes tipos de re] ación con el mundo y con los otros no podría 1t tul os: un escándalo lógico al que convenía poner fin. Em trazarse antes de aislar las forn1as estables en que esos pnrn, casi no se advirtió que la ú·ontera era apenas más elementos se combinan. Un enfoque semejante no es ahis ufl idH en nuestro caso, a pesar de todo el aparato episte tórico; mantiene su fide1idad a la recomendación que ha IIIPI(¡gico movilizado a fin de garantizar su hermeticidad. cía Marc Bloch en cuanto a atribuir todo su peso a la his I'Ot' ror·tuna, la situación está cambiando, y ahora es dificil toria regresiva, es decir, observar ante todo el presente c•orHiucirse como si los no-humanos no estuvieran por do para interpretar mejor el pasado. a Es cierto que el presen tll' i •r en el corazón de la vida social, ya tomen la forma de te del cual me valdré será a mem1do circunstancial y se 1111 mono con el que nos comunicamos en un laboratorio, la conjugará en plural; que debido a la diversidad de mate dc•IJtlma de un ñame que visita en sueños a quien lo culti riales utilizados, a la desigualdad de las fuentes y a la ne vn, 111 de un adversario electrónico a quien hay que derro- cesidad de convocar sociedades en un estado perimido, es 1n ,. en ajedrez o la de un buey tratado como sustituto de tará más cerca del presente etnográfico que del presente IIIHl persona en una prestación ceremonial. Saquemos las contemporáneo: será como una instantánea que capta a l'Ousecuencias de ello: el análisis de las interacciones en una colectividad en un momento dado de su trayectoria, lt los habitantes del mundo ya no puede limitarse sólo al cuando ella presenta un valor paradigmático para la com tlt ctor de las instituciones que rigen la vida de los hom paración -en otras palabras, un tipo ideal-. hros, como si lo que se decretara exterior a estos no fuera Es indudable que el proyecto de poner sobre el tapete mnFJ que un conglomerado anómico de objetos a la espera una antropología monista les parecerá a algunos desme do sentido y utilidad. Nos invitan a superar esa situación suradamente ambicioso -tan grandes son las dificulta IIIUChas sociedades calificadas de «primitivas)), que jamás des que deben superarse, y tan profusos los materiales ltt'llsaron que las fronteras de la humanidad se detuvie que es preciso tratar- . Por eso, el ensayo que ofrezco al r'l\11 a las puertas de ]a especie humana, y que no vaciJan lector debe tomarse a] pie de la letra: como una tentativa, t 11 admitir en el concierto de su vida social a las más mo una prueba, un medio de asegm·arse de que un procedí dustas de las plantas y a los más insignificantes de los ani miento es posible y más conveniente para el empleo al que nwles. La antropología se ve, pues, enfrentada a tm enor se lo destina que las experiencias intentadas con anterio me desafio: o desaparecer con una forma agotada de hu ridad. Como se habrá comprendido, dicho empleo es una IIH1n ismo, o metamorfosearse y repensar su campo y sus manera de contemplar los fundamentos y las consecuen 11 namientas para incluir en su objeto mucho más que el cias de una alteridad que se pretenda plenamente respe wrthropos, toda esa colectividad de existentes ligada a él tuosa de la diversidad de formas bajo ]as cuales las cosas y .v relegada hoy a una función de entorno. O, en términos sus usos se presentan ante nuestros ojos. Es hora, en efec más convencionales: la antropología de la cultura debe to, de que la antropología haga justicia al movimiento ge- uctecentarse con una antropología de la naturaleza, abier lu a esa parte de si mismos y del mundo que los seres hu 3 Véase Marc llloch (1988[1931]), págs. 47-51. ma nos actualizan y mediante ]a cual se objetivan. 20 21 Primera parte. La naturaleza trompe l'reil liO «En lo concerniente a procurar demostrar que la natura lc~a existe, sería ridículo hacerlo; es palmario, en efecto, que hay muchos seres natm·aleS>>. ARISTÓTELES, Física «Vi que ltCio há Nat!Lreza, Qne Natureza nao existe, Que há montes, uales, planicies, Que há áruores, flores, ervas, Que há ríos e pedrus, Mas qu,.e nao há um todo (l qtLe isso perten<;a, Que wn conjunto real e verdadeiro É uma doenr.a das nossas ideias. ))A NalZLreza é partes se m. u. m t.odn Isto é talvez o tal mistér·io de qtLe falam». FERNANDO PESSOA, Poemas de Alberto Caeiro l. l•'igu ras de lo continuo l~ut· corriente abajo del Kapawi, un río cenagoso de la \ltu Amazonia, donde comencé a interrogarme sobre el ••ul'lll'lor evidente de la naturaleza. Sin embargo, nada es l"'''anl distinguía el entorno de la casa de Chumpi de otros ••ttoA habitados que yo habia visitado antes en esa región d11 l•¡l'IIAdor, limítrofe con Pexú. Según la costumbre de los ud1unr·cs, la vivienda cubierta de hojas de palma se levan· 1nl111 en el centro de un tel'reno desbrozado, donde domi IIHIIIIn las plantas de mandioca, y que bordeaban por u.n ludo las uguas arremolinadas del río. Algunos pasos más ullii del huerto se tropezaba ya con la selva, una sombría •uurnlla de monte alto que rodeaba la linde más pálida de lw4 lm nanas. El Kapawi era la única línea de fuga de ese sin horizontes, un escape tortuoso e interminable, 111'1'0 ptws me había demandado una jornada entera de piragua li•'I{Ur desde un desmonte similar, el lugar poblado más próximo al dueño de casa. En el trayecto entre ambos puntos, decenas de miles de hectáreas de árboles, musgos y helechos, decenas de millones de moscas, hormigas y rnosQuitos, piaras de pecaríes, tropeles de monos, guaca ulllyos y tucanes y, tal vez, uno o dos jaguares; en suma, llll!l proliferación inhumana de formas y seres librados, i'tHl toda independencia, a sus propias leyes de cohabita ¡·t6n ... Hacia la mitad de la tarde, mientras tiraba los dese ohus de la cocina en la espesura que domina el río, Mete lwsh. la mujer de Chumpi, había sufrido la mordedura de llllA serpiente. Se precipitó entonces hacia nosotros, con lus ojos dilatados por el dolor y la angustia, y gritando: t<¡Ln mapanare, la mapanare, estoy muerta, estoy muer lt~h>. El grupo familiar, en estado de alerta, le hizo coro de Inmediato: «¡La mapanare. la mapanare, la mató, la ma t(¡!)). Le inyecté un suero y Metekash fue a descansar a la IJtJqueña choza de confinamiento que se levanta en cir- 25