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Manual de terapia de conducta PDF

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ÍNDICE 1. Tabaquismo............................................................................................................ 11 Jesús Gil Roales-Nieto - Ana Gil Luciano 2. Alcoholismo............................................................................................................ 93 Elisardo Becoña Iglesias 3. Adicciones a sustancias ilegales............................................................................. 167 Roberto Secades Villa - Olaya García Rodríguez - José Ramón Fernández Hermida 4. Juego patológico..................................................................................................... 233 Francisco J. Labrador 5. Obesidad, trastorno por atracón y síndrome de ingesta nocturna......................... 315 Carmina Saldaña 6. Anorexia y bulimia................................................................................................. 405 Marta Isabel Díaz García 7. Dolor crónico.......................................................................................................... 485 María Isabel Comeche Moreno - Miguel A. Vai.lejo Parfja 8. Trastornos del sueño............................................................................................... 549 María Isabel Comeche Moreno 9. Trastornos de conducta infantil.............................................................................. 603 Cristina Larroy 10. Trastorno por déficit de atención e hiperactividad................................................ 659 Francisco J. Ruiz - Carmen Luciano - Enrique Gil - Adrián Barbero Manual de Terapia de Conducta. Tomo I Miguel Angel Vallejo Pareja (Coordinador) 11. Trastornos asociados a la vejez.............................................................................. 721 Rocío Fernández-Ballesteros - Marta Santacreu - Ma Dolores López - Ma Ángeles Molina 12. Violencia, impulsividad e ira................................................................................. 793 Ma Fe Rodríguez Muñoz 13. Nuevas perspectivas en el tratamiento de los trastornos de la personalidad............................................................................................................ 855 Carmen Luciano - Sonsoles Valdivia-Salas 14. Esquizofrenia.......................................................................................................... 931 Serafín Lemos - Mercedes Paíno - Oscar Vallina - Ma. Purificación Fernández - Eduardo Fonseca — 10 — 1 TABAQUISMO Jesús Gil Roales-Nieto Universidad, Almería Ana Gil Luciano Universidad Autónoma de Madrid 1. INTRODUCCIÓN Tabaco y alcohol son las sustancias adictivas de uso más generalizado en la historia de la humanidad, aunque por motivos bien distintos. Se con­ sidera adicción tabáquica o tabaquismo al consumo habitual de productos elaborados del tabaco, especialmente cigarrillos, en forma que supone un riesgo para la salud a medio o largo plazo. A esto habría que añadir el riesgo para la salud provocado para otras personas presentes, fenómeno conocido como fumar pasivo. El consumo de tabaco por habitante y año ha ido creciendo desde los años 40 hasta los años 80 en los que alcanzó su cota máxima (Gonzá­ lez y cois., 1997). Según datos de la Encuesta Nacional de Salud, en 1987 el 38,35% de la población española consumía tabaco, tendencia que des­ cendió ligeramente en las encuestas realizadas en 1993 y 1995 (36,18% y 36,91% respectivamente), y que posteriormente ha tenido un descenso mantenido hasta los datos de la última Encuesta Nacional de Salud disponi­ ble, en la que el 29,5% de la población española fumaba (26,44% fumador diario; 3,06% fumador ocasional). En lo que respecta a su distribución por sexo, en los datos de la Encuesta Nacional de Salud de 2006 el 35,3% de los hombres y el 23,9% de las mujeres fumaba (Ministerio de Sanidad, 2006). España, con un 26,4% de fumadores diarios, porcentaje similar al observa­ do en Lituania, Alemania o Francia, se encuentra en un nivel cercano a la media de la UE (Regidor, 2009). La razón primera para intentar la erradicación del tabaquismo reside, que duda cabe, en las consecuencias para la salud derivadas del consumo crónico de tabaco fumado. Por tomar sólo el más definitivo de sus produc­ tos, parece ya claro que la esperanza de vida se ve acortada, para cualquier — 13 — Manual de Terapia de Conducta. Tomo II Miguel Angel Vallejo Pareja (Coordinador) rango de edad, a causa del uso del tabaco. Una persona entre 30 y 35 años, que fume como promedio dos paquetes de cigarrillos diarios, tiene una es­ peranza de vida 8 ó 9 años menor que si no fumase; siendo las tasas de mor­ talidad asociadas al tabaco proporcionales a la tasa de consumo diario y a los años como fumador (Schwartz, 1987). 2. MODELOS EXPLICATIVOS DEL TABAQUISMO En general, el estudio de ésta como el de otras adicciones debe situarse en un punto de confluencia entre las investigaciones comportamentales, biológicas y sociales, acorde a su naturaleza. En el ámbito estricto de la Psi­ cología, aunque numerosas investigaciones conductuales han contribuido a establecer una tecnología para la prevención y el abandono del tabaquis­ mo, muy pocas, sin embargo, se han orientado a dilucidar con precisión los mecanismos que ponen en marcha este hábito. Por ello, en este apartado procederemos de lo general a lo particular, invirtiendo la mejor lógica in­ ductiva por una de carácter deductivo. Así, después de revisar muy breve­ mente algunos de los modelos elaborados para la explicación del tabaquis­ mo, presentaremos la opción analítico-funcional, primero estableciendo los postulados fundamentales de este modelo para la explicación de la con­ ducta adictiva en general, para después particularizar sobre la explicación del tabaquismo. En uno de los primeros modelos teóricos que intentaron explicar la adquisición del tabaquismo, Tomkins (1966a, 1966b) propuso la aplicación de su teoría general de la afectividad (Tomkins, 1962, 1963). Su modelo parte del hallazgo de que las razones típicas para probar con los cigarri­ llos suelen ser la curiosidad, la conformidad con los patrones del grupo de compañeros o amigos, la rebelión, el inconformismo y la identificación con los adultos. Estas razones representan, para este modelo, casos especiales de fumar por afectos positivos (en los cuales se genera un sentimiento de afectividad positiva) o fumar por afectos negativos (en los cuales se reduce un sentimiento de afectividad negativa). De esta manera, el modelo afecti­ vo del tabaquismo desarrollado por Tomkins sugiere que fumar se emplea como una forma de regular los estados emocionales internos, produciendo reacciones emocionales positivas y reduciendo las reacciones emocionales negativas provocadas por diversas situaciones. Fumar motivado por la curio­ sidad sería un caso de fumar por afecto positivo, ya que implicaría afectos positivos de excitación e interés; mientras que fumar motivado por la con­ formidad con el grupo sería un caso de fumar por afecto negativo, ya que el individuo fumaría para evitar los sentimientos negativos que acompañan al rechazo por parte del grupo. Estas fuentes de afectividad subyacentes son — 14 — 1. TABAQUISMO (Jesús Gil Roales-Nieto — Ana Gil Luciano) las variables clave para continuar fumando ya que este modelo postula que sin la implicación de estas cargas afectivas, fumar cesaría con la simple ex­ perimentación. Otro de los primeros modelos elaborados para explicar el tabaquismo fue el modelo ecológico (Mausner y Platt, 1971; Mausner, 1973), que par­ te de la configuración del comportamiento basándose en un componente de input (el ambiente, con sus tres aspectos biológico, social y físico), un componente mediador (formado por una serie de constructos hipotéticos o sistemas mediadores), y un componente de output (la conducta), en una suerte de esquema procesual lógico repetido por la mayoría de los modelos de índole cognitiva. Uno de los inputs es el cigarrillo en sí mismo como una entidad bioló­ gica que proporciona una variedad de efectos farmacológicos. El ambiente social incluye la conducta de fumar de otros y las reacciones de otros ante la conducta de fumar del fumador, a la vez que las diversas maneras en las que la sociedad legitima fumar y que se evidencian en múltiples aspectos físicos del ambiente (p.ej., mesas con ceniceros, áreas especiales para fumadores, disponibilidad, exhibición y publicidad del tabaco), que proporcionarían un marco social que reforzaría la tendencia a fumar. Los constructos o me­ diadores se refieren tanto a los múltiples mecanismos fisiológicos que son afectados por el consumo de tabaco como a las señales producidas por los varios aspectos del consumo de un cigarrillo, y a lo que los creadores del modelo denominan «eventos dentro de la cabeza». En términos del modelo ecológico, fumar cada cigarrillo «es una fun­ ción de la interacción entre los inputs de cada situación y las consecuencias de fumar» (Mausner, 1973, pág. 117). Por otra parte, la conducta de «fumar un cigarrillo» es considerada como un complejo patrón de conductas que puede incluir toda una amplia variedad de otras conductas diferentes de fumar en sí misma (p.ej., beber una taza de café, escuchar música, escribir a máquina, conducir un coche, hablar con amigos en una fiesta, interac- cionar con un cliente, etc.), por lo que «fumar un cigarrillo» consiste, en realidad, en una red integrada de inputs, «eventos dentro de la cabeza» y conductas colaterales asociadas. Fumar puede cumplir tres funciones desde el punto de vista de este modelo. La primera función se derivaría de las propiedades estimulares del cigarrillo, en cuanto pueden proporcionar placer al fumador, o recu­ peración cuando está cansado, o reducir su tensión, o liberarle del males­ tar producido por el descenso de los niveles de nicotina. Estas funciones del cigarrillo son debidas a los efectos farmacológicos de sus componentes, — 15 — Manual de Terapia de Conducta. Tomo II Miguel Angel Vallejo Pareja (Coordinador) pero también a la estimulación proveniente del aire caliente y del impacto sensorial de la manipulación del cigarrillo encendido con las manos y la boca. Otras funciones tienen que ver con los aspectos sociales de fumar (co­ hesión social, forma de conducta expresiva, etc.). 2.1. Modelo analítico-funcional Como hemos señalado en otro lugar (Gil Roales-Nieto, 1996) desde una aproximación funcional (p.ej., Luciano, 1989, 1996), las conductas adictivas son explicables bajo las mismas condiciones que cualquier otra conducta, entendiéndose como el resultado de combinaciones de ciertos (a) factores de control que incluyen un organismo con unas características biológicas y un repertorio comportamental concretos (en el sentido de ha­ ber dispuesto o no de modelos reforzados de consumo, reglas acerca de los efectos de las sustancias, contacto directo con drogas...); (b) un estado motivacionaldeterminado (p. ej., condiciones de privación social, dolor, an­ siedad, deseo de placer...); (c) unas condiciones contextúales generales y es­ pecíficas determinadas (p.ej., ambiente específico escolar, familiar, laboral, comunitario, presencia o no de substancias en el entorno cotidiano, etc.); y (d) las consecuencias automáticas y/o sociales derivadas de la autoadminis­ tración de la substancia. Las drogas cumplen un papel funcional de refor­ zadores positivos o negativos de aquellos comportamientos que han llevado a su consecución y consumo y de los contingentes a ello. Como tales, son capaces de dotar de función a los elementos presentes en la situación de reforzamiento de modo que acabarán probabilizando el inicio de la cadena conductual. En este sentido, como señalaron Thompson, Griffiths y Pickens (1973), a la hora de explicar la ocurrencia y persistencia de la autoadministración de drogas, hemos de contemplar que las propiedades reforzantes de las substancias adictivas pueden variar de un sujeto a otro, dado que las con­ secuencias automáticas del consumo interaccionan con las variables antes mencionadas (biológicas, de repertorio conductual, motivacionales...), así como por el grado en que la conducta de consumo está bajo ciertos contro­ les estimulares y programas. Enfocado así, el comportamiento adictivo puede ser adquirido a tra­ vés de la exposición a modelos de consumo, por moldeamiento directo de dicha conducta o por seguimiento de instrucciones, y la vía de adquisición determinará en parte la fuerza de la conducta y su resistencia al cambio (Luciano, 1989, 1996). De igual manera, el tipo de substancia determina aspectos importantes del patrón de adquisición, de modo que para algunas — 16 — 1. TABAQUISMO (Jesús Gil Roales-Nieto - Ana Gil Luciano) substancias, el inicio del consumo sólo es posible merced a que las con­ tingencias sociales asociadas son más potentes que las automáticas, gene­ ralmente de un carácter aversivo que desaparece tras varios episodios de consumo, como es el caso particular del tabaco fumado. Poco a poco las contingencias automáticas propias de cada droga terminarán por convertir­ se en el elemento clave de control. Así pues, el modelo explicativo de la conducta adictiva se conforma a partir de estos principios generales, de tal modo que las casuísticas o combi­ naciones específicas de sus elementos, que expliquen la adquisición de unos u otros tipos de adicción, y en unos u otros tipos de individuos, deben ser explícitamente elaboradas por la investigación que determine qué tipos de sujetos, con qué contextos o repertorios de riesgo, están expuestos, según qué condiciones, a desarrollar uno u otro tipo de conducta adictiva. Desde esta perspectiva, un aspecto central será determinar si las condiciones gene­ rales suficientes y necesarias para iniciar el consumo, se dan o no. Esto es, si de forma previa al consumo se dan: (1) un individuo motivado para comen­ zar a consumir droga en tanto, (a) tenga modelos o instrucciones que seña­ len las consecuencias, (b) se encuentre inmerso en situaciones aversivas y no disponga en su repertorio de respuestas alternativas de escape, y (c) su repertorio personal «permita» plantearse tal opción; a la vez que (2) una substancia disponible1. Condiciones ambas que delimitarían la ocurrencia pri­ maria del consumo, a partir de la cual, si se da (3) un organismo sensible a las consecuencias automáticas y sociales que acompañan al consumo (con la necesidad de que, según el tipo de substancia, si las primeras son aversivas las segundas sean potentes) aquéllas otorgarían una funcionalidad a la ex­ periencia que facilitaría o perjudicaría la búsqueda de nuevas experiencias o ensayos. De tal manera que a partir del contacto, si, a su vez, se dan (4) la repetición funcional de las condiciones en (1) y (2) que llevaron al primer contacto (sumando el aspecto motivacional que representa haber sido ex­ puesto a las consecuencias reforzantes de la substancia o a las sociales, se­ gún el tipo de drogas), y (5) la persistencia de las condiciones mencionadas en (3) para algunas drogas, o su cambio adaptativo en el caso de otras como el tabaco, la cadena de acontecimientos conduce a la instauración de un consumo crónico de la substancia. La tarea de interés consiste en delimitar con la mayor de las precisiones posibles las condiciones que producen un sujeto motivado, especialmente si el interés primario se deriva hacia la prevención. Información que permi­ 1 Que si es o no legal (por su condición jurídica o por la edad del individuo) exigirá introducir en la explicación unas u otras variables. — 17 — Manual de Terapia de Conducta. Tomo II Miguel Angel Vallejo Pareja (Coordinador) tirá predecir el desarrollo de conducta adictiva, en combinación con el aná­ lisis del resto de las condiciones necesarias, que por su naturaleza resultan más objetivas y fáciles de establecer. Todo modelo que recoja todos y cada uno de los tipos de variables im­ plicados en la génesis de la adicción debe ser lo suficientemente general, como para incluir los niveles de interacción señalados anteriormente como marco teórico general a partir del cual particularizar las diferentes opciones posibles, o procesos de moldeado conducentes al consumo crónico de uno u otro tipo de substancias. Es decir, ora una opción en la que primen ciertas condiciones familiares como detonante; ora otra en la que se produzca el control de las contingencias sociales proporcionadas por el grupo de com­ pañeros ya adictos o iniciados, del grupo subcultural correspondiente con la regla establecida del consumo como elemento diferencial e identificador, o del apego a modelos determinados; ora el caso de un proceso paulatino de consolidación en el uso de sustancias farmacológicas como respuesta al dolor; o el enfrentamiento a demandas excesivas o a tensiones de conviven­ cia, y un largo etc. que fácilmente el lector informado puede intuir. En cual­ quier caso, difícilmente puede encerrarse en un modelo teórico la enorme riqueza de situaciones que, dadas unas ciertas condiciones contextúales y personales, van a conducir a un individuo a convertirse en adicto al uso de una substancia, cuya contemplación teórica, por otra parte, no resul­ ta epistemológicamente imprescindible. Desde esta perspectiva, el modelo aplicado al tabaquismo, tiene sus raíces en los postulados teóricos aplicados al tabaquismo por Hunt y Matarazzo (1970) y especialmente Ferster (1970), así como en el modelo conductual desarrollado principalmente por Pomer- leau (1980). Desde este punto de vista se trata de enlazar funcionalmente ciertos hechos que aparecen reiteradamente señalados en los estudios que se han ocupado de analizar tanto la adquisición como el mantenimiento de la conducta de fumar. Hechos de naturaleza comportamental y biológica, y referidos a las variables enjuego en el ámbito psicológico y farmacológico. En primer lugar, el reforzamiento social típicamente representado en for­ ma de presión social de los compañeros (aunque también ha de contemplarse en formas de seguimiento de reglas funcionalmente vinculadas a conceptos de emancipación y autonomía personal, igualdad, etc., y al control por modelos) se tiene por el principal responsable de la adquisición del hábito de fumar, en tanto facilitador del contacto o primera experiencia con la substancia. Ini­ cialmente, fumar representa en sí mismo una experiencia aversiva que, con la práctica, y como consecuencia de la puesta en marcha del mecanismo de ha­ bituación (o tolerancia), llegará a convertirse en una experiencia reforzante (tanto positiva como negativa), de forma que acabará por ser mantenida por — 18 —

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