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Manos consagradas : la historia de Ben Carson PDF

257 Pages·2014·4.337 MB·Spanish
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Gifted Hands. The Ben Carson Story, Título del original: Review and Herald Publishing Association, Hagerstown, MD, Estados Unidos, 1990. Dirección editorial: Aldo D. Orrego Traducción: Claudia Blath Diagramación: Verónica Leaniz Tapa: Rosana Blasco IMPRESO EN LA ARGENTINA Printed in Argentina Primera edición Segunda reimpresión MMVII - 4M Es propiedad. © Review and Herald Publishing Association (1990). ©ACES (2005). Queda hecho el depósito que marca la ley 11.723. ISBN 978-987-567-171-3 Carson, Ben Manos consagradas : La historia de Ben Carson / Ben Carson / Dirigido por Aldo D. Orrego - 1a ed, 2a reimp - Florida: Asociación Casa Editora Sudamericana, 2007. 256 p.; 21 x 14 cm. Traducido por: Claudia Blath ISBN 978-987-567-171-3 1. Autobiografía. I. Orrego, Aldo D., dir. II. Blath, Claudia, trad. III. Título. CDD 920 Se terminó de imprimir el 26 de septiembre de 2007 en talleres propios (Av. San Martín 4555, B1604CDG Florida Oeste, Buenos Aires). reproducción total o parcial Prohibida la de esta publicación (texto, imágenes y diseño), su manipulación informática y transmisión ya sea electrónica, mecánica, por fotocopia u otros medios, sin permiso previo del editor. 102582— i Dedicatoria Este libro está dedicado a mi madre, SONYA CARSON, quien fundamentalmente sacrificó su vida para garantizar que mi hermano y yo corriéramos con ventaja. ■índice ¡Capítulo 1 '“Adiós, papá” ............................. i Capítulo 2 Cómo llevó la carga................ i Capítulo 3 Ocho años de edad................. I Capítulo 4 Dos factores positivos........... I Capítulo 5 El gran problema de un chico I Capítulo 6 Un temperamento terrible..... I Capítulo 7 El triunfo del ROTC.............. I Capítulo 8 Elecciones universitarias........ I Capítulo 9 Cambio de reglas.................... Capítulo 10 Un paso serio......................... Capítulo 11 Otro paso hacia adelante........ I N I) i c !■: Capítulo 12 El verdadero rendimiento.........129 Capítulo 13 Un año especial..........................143 Capítulo 14 Una niña llamada Maranda.......156 Capítulo 15 Congoja.......................................166 Capítulo 16 La pequeña Beth.........................180 Capítulo 17 Tres niños especiales..................191 Capítulo 18 Craig y Susan..............................201 Capítulo 19 La separación de los gemelos .. 219 Capítulo 20 " El resto de la historia.................233 Capítulo 21 Asuntos familiares.................... 240 Capítulo 22 Piensa en grande...................... 247 Introducción Por Candy Carson ,l\ l ás sangre!¡Ya! El silencio de la sala de operaciones se interrumpió con la orden increíblemente calma. Los gemelos habían recibido 50 unidades de sangre, ¡pero la hemorragia no había cesado! -Ya no hay más sangre del grupo específico -fue la respues- i ;i . I .a utilizamos toda. Como resultado de este anuncio, estalló un pánico contenido cu la sala. Se había agotado hasta el último litro de sangre tipo \ B negativo* del banco de sangre del Hospital Hopkins. Sin em- Ilargo, los pacientes gemelos de 7 meses de edad, que desde su nacimiento estaban unidos en la parte posterior de sus cabezas, necesitaban más sangre o morirían sin siquiera tener una opor­ tunidad de recuperarse. Esta era su única oportunidad, su única < ipción, para tener una vida normal. Su madre, Theresa Binder, había buscado por todo el mundo de la medicina y sólo halló un equipo que estuviera dispuesto a siquiera intentar separar a sus gemelos y preservar ambas vidas. ( )tros cirujanos le dijeron que no podría hacerse; que uno de los bebés tendría que ser sacrificado. ¿Permitir que uno de sus preciosos hi/os muriera? Theresa ni siquiera podía soportar pensar en eso. I‘.l grupo sanguíneo fue cambiado país mantener la privacidad. 7 8 M A N O S C O N S A G R A D A S Aunque estaban unidos por la cabeza, incluso a los siete meses de edad tenían su propia personalidad: uno jugaba mientras el otro dormía o comía. ¡No, no podía hacer eso en absoluto! Después de meses de búsqueda descubrió al equipo del Johns Hopkins. Varios del equipo de 70 miembros comenzaron a ofrecerse para donar su propia sangre, al percibir la urgencia de la situa­ ción. Las 17 horas de ardua, tediosa y meticulosa operación en pacientes tan pequeños transcurrieron bien, y todos los detalles fueron tenidos en cuenta. Los bebés habían sido anestesiados con éxito después de algunas horas, un procedimiento complejo ya que compartían los vasos sanguíneos. La preparación para el bypass cardiovascular no les había llevado mucho más dempo de lo esperado (los cinco meses de planificación y los numerosos ensayos generales valieron la pena). A los jóvenes aunque expe­ rimentados neurocirujanos tampoco les resultó pardcularmente difícil llegar hasta el lugar de la unión de los gemelos. Pero, como resultado de los procedimientos del bypass cardiovascular, la san­ gre perdió sus propiedades de coagulación. Por consiguiente, todo lugar de la cabeza de los pequeños que podía sangrar, ¡san­ graba! Afortunadamente, en poco tiempo el banco de sangre de la ciudad pudo localizar la cantidad exacta de unidades de sangre que se necesitaban para continuar la cirugía. Al usar todas las ha­ bilidades, trucos y dispositivos conocidos en sus especialidades, los cirujanos pudieron detener la hemorragia en un par de horas. La operación continuó. Finalmente, los cirujanos plásticos sutu­ raron las últimas capas de piel para cerrar las heridas, y terminó la operación. ¡Los gemelos siameses (Patrick y Benjamín) estaban separados por primera vez en la vida! El extenuado neurocirujano que había diseñado el plan de la operación era hijo de un gueto de las calles de Detroit. I Capítulo 1 “ A D I Ó S , P A P Á ” \ • Y tu papá ya no va a vivir más con nosotros. ¿I\>r qué no? —volví a preguntar, conteniendo las lágrimas, «imple-mente no podía aceptar la extraña finalidad de las palabras il< un madre— ¡Amo a mi papá! I ,1 también te ama, Bennie... pero tiene que irse. Para siem- |.i< y I Vro por qué? No quiero que se vaya. Quiero que se quede .iqii! con nosotros. I iene que irse. ■¿Yo hice algo para'que él quiera dejarnos? ¡( )h, no, Bennie! Para nada. Tu padre te ama. Me largué a llorar. T,monees haz que vuelva. No puedo. Simplemente no puedo. Sus fuertes brazos me abrazaban fuertemente, tratando de ( onlortarme, de ayudarme a dejar de llorar. Gradualmente mis ■.olio/os cesaron, y me tranquilicé. Pero tan pronto como ella dc|o de abrazarme y me soltó, comencé otra vez con las pregun 1.1 s. O 10 M A N O S C O N S A G R A D A S —Tu papá... —mamá hizo una pausa, y, chico como era y todo, yo sabía que ella estaba tratando de encontrar las palabras apro­ piadas para hacerme entender lo que yo no quería aceptar. —Bennie, tu papá hizo algunas cosas malas. Cosas realmente malas. Me pasé la mano por los ojos. —Puedes perdonarlo entonces. No dejes que se vaya. -Es más que sólo perdonarlo, Bennie... —Pero yo quiero que esté aquí con Curds, conmigo y conti­ go- Una vez más mamá trató de hacerme entender por qué papá se había ido, pero su explicación no tenía mucho senddo para mí a los 8 años. Al mirar hacia atrás, no sé cuánto de la explicación de la partida de mi padre asimilé en mi razonamiento. Incluso lo que entendí, quería rechazarlo. Tenía el corazón roto porque mamá me dijo que papá nunca más volvería a casa. Y yo lo ama­ ba. Papá era cariñoso. Muchas veces no venía a casa, pero cuando estaba me sentaba sobre sus rodillas, feliz de jugar con­ migo cada vez que se lo pedía. Tenía mucha paciencia conmigo. Especialmente me gustaba jugar con las venas de la parte de atrás de sus grandes manos, porque eran muy grandes. -¡Mira! ¡Volvieron a su lugar! Yo me reía, y trataba de hacer toda la fuerza posible con mis manitos para que las venas no subieran. Papá se quedaba sentado y callado, y me dejaba jugar todo el dempo que quisiera. A veces me decía: —Me parece que no tienes demasiada fuerza. Y yo presionaba aún más fuerte. Por supuesto que nada de eso funcionaba, y pronto perdía el interés y me ponía a jugar con otra cosa. Aunque mamá decía que papá había hecho algunas cosas malas, no podía pensar en mi padre como “malo”, porque él “ A D I Ó S , P A P Á ” I I mi tupie había sido bueno con mi hermano, Curtis, y conmigo. A u 11 ■. papá nos hacía regalos sin que hubiera alguna razón espe- i i.il l\ use que te gustaría -decía indiferente, y me guiñaba sus nni IIIos ojos. Mui lias tardes la molestaba a mi madre o miraba el reloj has- i.i i|in sabía que era la hora en que papá salía de trabajar. Luego illa (nrricnilo a esperarlo, y me quedaba mirando hasta que lo vi la venir laminando por nuestro callejón. ¡Papá! ¡Papá! -gritaba, corriendo a su encuentro. I I me lomaba entre sus brazos y me llevaba hasta la casa. I su se acabó en 1959, cuando tenía 8 años y papá dejó la i a a para siempre. Para mi corazón joven y adolorido el futuro se un Ii.k la eterno. No podía imaginar la vida sin papá, y no sabía si < m lis, mi hermano de 10 años, o yo lo volveríamos a ver. * * * Nu se por cuánto tíempo seguí llorando y haciendo pregun- i.n el día en que papá se fue; sólo sé que fue el día más triste de mi hl i Y mis preguntas no cesaron con las lágrimas. Por semanas I>1 uuliarilee incesantemente a mi madre con cualquier argumento IH imI>lr que mi mente podía concebir, tratando de encontrar al- l'im.i lumia para lograr que;ella hiciese que papá regrese a casa. < iótno podemos arreglárnoslas sin papá? ¿Por qué no nuil íes que se quede? I ;.l estará bien. Estoy seguro. Pregúntaselo a papá. No vol­ ví i.i a hacer cosas malas otra vez. Mis ruegos no marcaron ninguna diferencia. Mis padres ha­ blan decidido todo antes de hablar con Curtis y conmigo. Se supone que las madres y los padres deben estar juntos I>< isistía Se supone que ambos deben estar con sus hijitos. Sí, hennie, pero a veces simplemente no sale bien.

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