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Maffesoli, Michel Ensayos Sobre La Violencia Banal Y Fundadora [2012] PDF

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Preview Maffesoli, Michel Ensayos Sobre La Violencia Banal Y Fundadora [2012]

Colección Ciencias Humanas Michel Maffesoli Ensayos sobre la violencia banal y fundadora Traducción ele Ariel Sha.lon1 � Dedalus Editores Colección Ciencias Humanas Michel Maffesoli Ensayos sobre la violencia banal y fundadora Traducción ele Ariel Sha.lon1 � Dedalus Editores Índice Maffcsn,Ml iichcl Ens.1vsoo�h rlc:v ii olcnbr;rni<.11l v llandad-ol.1 r.ctd-.. B w:noc; 1\ircD1,c,d:. !121011,2.., 216p . ; 21x·11 c 11(1C.ie ncia" hum�.11.1,) ISBN 'J78-'J87-28200-0-� 1. Soriolodge1 Ll; 1C ultura. 1. Tíwlo e D n 101, PREFACIO A LA Cic\1 lOiU\m'f,,l��(ctr..i Cnr\'ru.lllh' 'ld die.c"1.1 \l.1fe 1c,f :.;l1u,i·idr:rul�rPl t'rm'· .g"rmc:, ct1"cl .u 1Sc1c'lAr1,·i11.:1dc1 c.cl1kb 1C lcn' nurhClri.lu\t"1'·;cn11.:tltlnt 1" otAorlt�:if-CJ.l1umlh 1pu 1rnhd�1.lrcn1 : fd1lre n.:1 ci"u1 <;.\Omnht.icc1hc1it• n."' ·: \r.c PREFACIO A LA TERCERA EDICIÓN �) Fr.menn. t:\ rccnhuc. SEGUNDA EDICIÓ. 21 E.. . 1.1 ohr.r1u.h hl.'..cnn ld .n1u n·o cid Pr\l�dre.11\1y:u1,d;l l..11 1P uhlil·\�·11l',irncOr1\1.nU.ll j1lO . lllt."lT'Olll td. :-tlpti �\l dd INTRODUCCIÓN i\ lini1:d1ec ..r uA1n t0o" E.xtr;111Jcro:; ele Fr.111t:1;1 y dd Scnicio de Coopnadvy n1\ nuin Cuhur.11 dc l;1 Emh.q,1d.\ de INVARIANCIA DE 1r .111,·1.1 en l:t A1gc111in:1. LA VIOLENCIA 25 CAPÍTULO l'IHMEHO DINÁMICA DE LA l. El fenómeno VIOLENCIA 35 Tiruloor iginEJa.lllli.:< .r ur In 11iolmfl' hnnn/c elJi mdatric<• 2. La destrucción de disidencia 35 3. Algunos aspectos útil 47 � 2009, CNllS1:: ditiPn:n1sr,i s. 4. La palabra y de la violencia 59 «) 2009, Michel Maffcsnli O del at radltc1c\irciSichnla: l om 5. El deseo de la orgía 90 Jo colectivo 121 I" cdiciet'lnne spañnoolv:i embdree2 0 12 CAPÍTULO Sí::GUNDO De<lalEud>i tores EL DINAMISMO Feilpe Valiese 855, llucnAoisr e/\>r,g cntina. l. La forma dionisiaca, DIONISIACO 151 infi>��dedaluscdictkodraelsu.sc.oemd.iatro,r [email protected] www.dcdaluscditorcs.c<•m.ar expresión del 2. Figuras del exceso cuerpo colectivo 151 Discidieoc oleccyi nó1nb icrCtrau:d ekl {ihcDiirns ei10 lGG Diagra111a.:iún: Arid Shalnm CAPÍTULO TEncrno ISBN 978-987-28200-0-8 LA MASA: RESISTENCIA Hechoe lt lepc.iqsuet miatroc laa le1)1'. 7 23 Y SOClALIDAD 17[) l1 11preesnn/ \rge11tina CONC'LUSIÓt\ Ningunpaa rrdee c srpau hlirnn1i\nnc,l uiedldo i scidielo a c ubierptuae.d see rr eprod11cid.1. :tl111acoc t1rrn:cthn1s meintm iadnac ra:ltg unnaip orn ingúmne dioy,as eac k'ctrqiurní,m ico, SOBRE EL NOMADISMO 111cdnc.ii.p:tokd,oi ,g itdaegl r,a hacoi dt'lenf otocospiipnae .rm iso prevdieole ditor. O LA ERRANCIA Y LA CONQUISTA DE LOS MUNDOS 197 Índice Maffcsn,Ml iichcl Ens.1vsoo�h rlc:v ii olcnbr;rni<.11l v llandad-ol.r1 .ctd-.. 216p . ; 21x·11 c 11(1C.ie ncia" hum�.11.1,) ISBN 'J78-'J87-28200-0-� 1. Soriolodge1 Ll; 1C ultura. 1. Tíwlo e D n 101, PREFACIO A LA TERCERA EDICIÓN PREFACIO A LA SEGUNDA EDICIÓ. Cc1 OU\'f,l��c. ruhldi.c.1 l.1e 1c, :;u,idrulP 'm g,1.1c1'lA1i1d1c.l1b 1 c i\lim,(tr.iCn\'r.lll' 'd e"1 \ff.l1·i:r�rltr'·."rmc: ct"cl u Scr,·11.:c ck Fr.menn. t:\ rccnhuc. INTRODUCCIÓN E.. . 1.1 ohr.r1u.h hl.'..cnn ld .n1u n·o cid Pr\l�dre.11\1y:u1,d;l l..11 1 INVARIANCIA DE LA VIOLENCIA i\ lini1:d1ec ..r uA1n t0o" E.xtr;111Jcro:; ele Fr.111t:1;1 y dd Scnicio de 1r .111,·1.1 en l:t A1gc111in:1. CAPÍTULO l'IHMEHO DINÁMICA DE LA VIOLENCIA l. El fenómeno de disidencia 2. La destrucción útil Tiruloor iginEJa.lllil.:< .r ur In 11iolmfl' hnnn/c el 3. Algunos aspectos de la violencia 4. La palabra y la orgía � 2009, CNllS1:: ditiPn:n1sr,i s. 5. El deseo de Jo colectivo «) 2009, Michel Maffcsnli O del at radltc1c\irciSichnla: l om CAPÍTULO Sí::GUNDO I" cdiciet'lnne spañnoolv:i embdree2 0 12 EL DINAMISMO DIONISIACO De<lalEud>i tores l. La forma dionisiaca, Feilpe Valiese 855, llucnAoisr e/\>r,g cntina. expresión del cuerpo colectivo infi>��dedaluscditores.com.ar, www.dcdaluscditorcs.c<•m.ar 2. Figuras del exceso Discidieoc oleccyi nó1nb icrCtrau:d ekl {ihcirn Diagra111a.:iún: Arid Shalnm CAPÍTULO TEncrno LA MASA: RESISTENCIA Y SOClALIDAD ISBN 978-987-28200-0-8 Hechoe lt lepc.iqsuet miatroc laa le1)1'. 7 23 l1 11preesnn/ \rge11tina CONC'LUSIÓt\ SOBRE EL NOMADISMO Ningunpaa rrdee c srpau hlirnn1i\nnc,l uiedlo O LA ERRANCIA Y LA CONQUISTA DE LOS MUNDOS :tl111acoc t1rrn:cthn1s meintm iadnac ra:ltg unnaip or 111cdnc.ii.p:tokd,oi ,g itdaegl r,a hacoi dt'lenf otocopia. Prefacio a La tercera edición · En una época fuertemente consagrada a la insignificancia o, lo que viene a ser lo núsmo, a la búsqueda frenética de la novedad, quizás no sea en vano recordar que hay constantes �ntropológicas que, siempre y renovadamente, nos atraviesan a todos y, desde luego al ser social en su totalidad La violencia , . es una de ellas. AJ releer estas páginas publicadas, por primera vez, en 1D78, me doy cuenta ele que quizás no sea posible decir algo nuevo sobre este eterno problema. Corno máximo, a la luz de una actualidad que rebosa en ejemplos al respecto, podemos recor­ dar, en contra ele cierta bonachonería que muy frecuentemente hace las veces de pensamiento, que no podemos conformarmos con aullar, al unísono, pidiendo la paz universal. La irenelogía, sin duela muy estimable, no debe impedirnos analizar esa pole­ mología que, volens nolens, caracteriza nuesLra naturaleza hu­ mana, esa hommerie1, retornando la expresión ele MouLaignc, 1 Montaígnc llama /io1111111'l'i1• al desl'O i1H'sc·n1pulnso dl' clo111i11<11·1u11 q11l' (':\r;1(·t1'r1z¡1 al hon1l>re (llo111,11w) (11. del t.). Prefacio a La tercera edición · En una época fuertemente consagrada a la insignificancia o, lo que viene a ser lo núsmo, a la búsqueda frenética de la novedad, quizás no sea en vano recordar que hay constantes �ntropológicas que, siempre y renovadamente, nos atraviesan a todos y, desde luego al ser social en su totalidad La violencia , . es una de ellas. AJ releer estas páginas publicadas, por primera vez, en 1D78, me doy cuenta ele que quizás no sea posible decir algo nuevo sobre este eterno problema. Corno máximo, a la luz de una actualidad que rebosa en ejemplos al respecto, podemos recor­ dar, en contra ele cierta bonachonería que muy frecuentemente hace las veces de pensamiento, que no podemos conformarmos con aullar, al unísono, pidiendo la paz universal. La irenelogía, sin duela muy estimable, no debe impedirnos analizar esa pole­ mología que, volens nolens, caracteriza nuesLra naturaleza hu­ mana, esa hommerie1, retornando la expresión ele MouLaignc, 1 Montaígnc llama /io1111111'l'i1• al desl'O i1H'sc·n1pulnso dl' clo111i11<11·1u11 q11l' (':\r;1(·t1'r1z¡1 al hon1l>re (llo111,11w) (11. del t.). l () l l que es inútil C' ingenuo reducir a la angeología. El que quiere energía que mantiene en movimiento la historia del mundo. Es hacercleángcl ... � , también esta tensión la que hace de cada uno de nosotros un Df'.i('mos est.o a los moralistas ele todas las estirpes. Sobre ser vivo. Alguien que vive en su propia ambigüedad, alguien C'I terna de la viokncia, he aprendido, de Julien Freund, que me que vive porque la alteridad lo constituye. Heráclito veía en el psf"imuló a leer a GPorg Simmel, lo importante que era pensar a combate la fuente de toda existencia. Y como un eco lejano, contrapelo. Poner las convicciones y las creencias entre parén­ Rimbaud recuerda justamente: "Yo es otro". Todo señala que t.c'sis p;1ra describir mejor Jo que está. ahi. El hecho, también, la armoriía es conflictual y que sólo hay equilibrio en la buena · ele que eslcmws ah:í enfrentados a Jo trágico en toda su ambi­ gestión ele la diferencia. � valencia. La violencia cs, al mismo tiempo, 1?_ar�� y fundadora. Dentro del moralismo imperante es frecuente privilegiar un En l'st·e sc->nt.ido me-' conformaré con recordar lo que pode­ unanirnismo de principio. ¡Todos somos hermosos, todos so­ mos llamar, en Pl scnUdo griego, tres leornnias: cosas a con­ mos amables! Muy diferente es la vicia real, que reposa sobre t cmplar, objt·t os sobre los cuales meditar. Teorernas que, ele un un orden trágico estructural. Es lo que aparece precisamente modo punzantc, aparccC'n a lo largo ele las páginas que siguen. en ese gran relato fundador que es el cristianismo, para el que Teoremas que, como la leclio divina del n10naquismo medie­ la cruz, "escándalo para los sabios ele este mundo", va a servir va.l, permiten rumiar cosas esenciales a fin ele consustanciarse de signo ele adhesión. Lo mismo sucede con el freudismo, que con ellas y, a partir clt� ahí, poder pensar y actuar en consecuen­ ve en la "muerte del padre", individual y colectivo, el origen ele la civilización. ¡Y qué decir del marxismo, para el que la "lucha cia, consecuente1nent.c'. de clases" es el motor esencial ele la historia! La vicia cotidiana no es la excepción. Desde las burlas familiares, ele las que nos Teorc·mn 1: rmri.r¡olenr>mi.qo · hablan los etnólogos y que pueden ser de una rara violencia, El clt'St ino aparl'cc cuando la historia tiende a Lomar for­ a las escenas hogareñas y otras polernologías conyugales que ma. Los arquetipos son su expresión. Arquetipos que subrayan marcan la vida ele las parejas, hay un amplio espectro ele agresi­ que-> toda vida en socipclad es tributaria de figuras arraigadas vidades que atraviesan la vida ele todos los días, y dan testimo­ profunclamerlt'e. Así sucPde con las figuras que inauguran la nio ele que la vida no es "un largo y manso río". Su sabor debe historia dC' la humanidad en su versión semítica, fundamento mucho a las especias que lo conclimentan:.-- dC' la tradición occidental: Adán y Eva tenían dos hijos, Caín y También se ha observado que Ja iniciación era un modo efi­ Abt'l, hermanos y enemigos, como se sabe. El Hermano ene­ caz ele socializar a las jóvenes generaciones. Y dicha iniciación núgo aparece-' como una a.rnbivalencia fundamental, una lucha no estaba exenta de brutalidad, ni de novatadas, ni siquiera de a muerte que podemos encontrar en numerosas mitologías. ma.ldad pura. Es ilustrativo advertir que las sociedades tradi­ En swna, la tensión es la matriz de todas las cosas. Es la cionales no despreciaban las pruebas iniciáticas en sus pro­ cedimientos de admisión. Y resulta pueril, incluso contrapro­ ··1·:1 q111· q1ii1·n· lt;w1·1· d1· ;111,1.(t'i ... ltaec de bestia". l"rase ele Pascal que sef1<1la que nadie ductivo, si no peligroso, pretender erradicar las novatadas y p111'<i<' <'S('apar ;1 s11 nat.11rall'z:i ani111al por m;is reglas morales qui• se impong;1 (n. ctcl l.). cualquier otro tipo ele manifestación estudiantil, todos modos l () l l que es inútil C' ingenuo reducir a la angeología. El que quiere energía que mantiene en movimiento la historia del mundo. Es hacercleángcl ... � , también esta tensión la que hace de cada uno de nosotros un Df'.i('mos est.o a los moralistas ele todas las estirpes. Sobre ser vivo. Alguien que vive en su propia ambigüedad, alguien C'I terna de la viokncia, he aprendido, de Julien Freund, que me que vive porque la alteridad lo constituye. Heráclito veía en el psf"imuló a leer a GPorg Simmel, lo importante que era pensar a combate la fuente de toda existencia. Y como un eco lejano, contrapelo. Poner las convicciones y las creencias entre parén­ Rimbaud recuerda justamente: "Yo es otro". Todo señala que t.c'sis p;1ra describir mejor Jo que está. ahi. El hecho, también, la armoriía es conflictual y que sólo hay equilibrio en la buena · ele que eslcmws ah:í enfrentados a Jo trágico en toda su ambi­ gestión ele la diferencia. � valencia. La violencia cs, al mismo tiempo, 1?_ar�� y fundadora. Dentro del moralismo imperante es frecuente privilegiar un En l'st·e sc->nt.ido me-' conformaré con recordar lo que pode­ unanirnismo de principio. ¡Todos somos hermosos, todos so­ mos llamar, en Pl scnUdo griego, tres leornnias: cosas a con­ mos amables! Muy diferente es la vicia real, que reposa sobre t cmplar, objt·t os sobre los cuales meditar. Teorernas que, ele un un orden trágico estructural. Es lo que aparece precisamente modo punzantc, aparccC'n a lo largo ele las páginas que siguen. en ese gran relato fundador que es el cristianismo, para el que Teoremas que, como la leclio divina del n10naquismo medie­ la cruz, "escándalo para los sabios ele este mundo", va a servir va.l, permiten rumiar cosas esenciales a fin ele consustanciarse de signo ele adhesión. Lo mismo sucede con el freudismo, que con ellas y, a partir clt� ahí, poder pensar y actuar en consecuen­ ve en la "muerte del padre", individual y colectivo, el origen ele la civilización. ¡Y qué decir del marxismo, para el que la "lucha cia, consecuente1nent.c'. de clases" es el motor esencial ele la historia! La vicia cotidiana no es la excepción. Desde las burlas familiares, ele las que nos Teorc·mn 1: rmri.r¡olenr>mi.qo · hablan los etnólogos y que pueden ser de una rara violencia, El clt'St ino aparl'cc cuando la historia tiende a Lomar for­ a las escenas hogareñas y otras polernologías conyugales que ma. Los arquetipos son su expresión. Arquetipos que subrayan marcan la vida ele las parejas, hay un amplio espectro ele agresi­ que-> toda vida en socipclad es tributaria de figuras arraigadas vidades que atraviesan la vida ele todos los días, y dan testimo­ profunclamerlt'e. Así sucPde con las figuras que inauguran la nio ele que la vida no es "un largo y manso río". Su sabor debe historia dC' la humanidad en su versión semítica, fundamento mucho a las especias que lo conclimentan:.-- dC' la tradición occidental: Adán y Eva tenían dos hijos, Caín y También se ha observado que Ja iniciación era un modo efi­ Abt'l, hermanos y enemigos, como se sabe. El Hermano ene­ caz ele socializar a las jóvenes generaciones. Y dicha iniciación núgo aparece-' como una a.rnbivalencia fundamental, una lucha no estaba exenta de brutalidad, ni de novatadas, ni siquiera de a muerte que podemos encontrar en numerosas mitologías. ma.ldad pura. Es ilustrativo advertir que las sociedades tradi­ En swna, la tensión es la matriz de todas las cosas. Es la cionales no despreciaban las pruebas iniciáticas en sus pro­ cedimientos de admisión. Y resulta pueril, incluso contrapro­ ··1·:1 q111· q1ii1·n· lt;w1·1· d1· ;111,1.(t'i ... ltaec de bestia". l"rase ele Pascal que sef1<1la que nadie ductivo, si no peligroso, pretender erradicar las novatadas y p111'<i<' <'S('apar ;1 s11 nat.11rall'z:i ani111al por m;is reglas morales qui• se impong;1 (n. ctcl l.). cualquier otro tipo ele manifestación estudiantil, todos modos 1..-), 12 de ritualizar las sociabilidades juveniles. Puede haber cariño en el combate. Y el puli.etazo no está le­ Duelos caballerescos, capoeim brasileña, .fight club ... jos de la caricia. El enemigo puede ser amado. En todo caso, se Cuentos y leyendas, tradiciones tribales, películas y otras co­ lo respeta. Claro que la riña puede ser sangrienta. Pero pued�e reografías muestran ampliamente que el combate es una es­ ser, también, lo que une a los hermanos de sangre. ¡Algo m ­ lructura antropológica que nos hace ver que en el animal hu-. cho más valioso que los falsos hernianos! A este lazo de sangte mano hay también animalidad. Con tocia la brutalidad que ésta1 lo encontramos en todas las efervescencias festivas. La cruel­ confiere. dad siempre está, en potencia y ritualizada. La "chusn�a" d�el f Sin duda, la tradición occidental encerró a este ani?'nal hu­ suburbio tiene un código de honor cuyas raíces son pr�ofund . mano en el rol de sujeto racional. Sujeto pensante encerrado Desde los ladrones justicieros, con10 Robín Hood o landnn, en sí mismo. Desde Descartes hasta Max Stirner la singularidad hasta los "patateros" contemporáneos, siempre hay cierta me- del ego racional es la que tiende a prevalecer. Un ego puramen­ sura en la expresión de la violencia. . � te cognitivo, despojado de sus humores y múltiples secreciones Dije bien, expresión: la violencia tiene que exp·esarse�, salir. instintuales. Las emociones, las pasiones y otros afectos ya no De este modo el cuerpo individual y el cuerpo social se p:eden "teiennceanp adrearzeocnhaom eliee nctiou ddaedl aynoi"a. en lo que Carl Schmitt llama el pcounrgteamr. pCoartáarnseias sd peu tieedmepno osb isnemrveamrsoer ieanle Usl,'\G c. lu "y oaJ ·as " m e1 o edp uolrat1vioa n, e.e ns . Esto nos hace advertir que sólo hay vida en sociedad en la un headbanging o en los pagos de los "metaleros", en los� varia­ tensión mnigoleneniigo. El enemigo es el que me cuestiona. Y dos entusiasmos donde se lanza al aire a un jugador clest cado:, así me permite ser. "Al reconocerlo como enemigo, reconozco a un músico idolatrado o a un simple asistente de un rec�ital _d dquesep poujaerd ed ec ulaess tcieorntaerzmase "y. eYle l ola sp rqoupieiot1 1dcleels c, uqeuset,i osinna mduiednat, os oens mmúa s(itcea c toercrneos.p Poanrdae c aa dvao su,n loec dteo re, sctooms cpalesotasr llaa )l,i slt�a e exsp erxets�1o1��1ns 1 ds1e- mortíferas. Ja animalidad humana ünpide que se vuelva bestiali_dad. � es?e Esta capacidad de cueslionamiento es jusi.amente lo q11e puñetazo que, pese a ser violento, no puede evitar ser car nos • funda la dependencia mutua. Amigo/enemigo están encadena­ en ese lanzamiento al aire de un participante de una h1steu_a dos uno al otro en un desarrollo sin fin. O mejor dicho el "fin" colectiva, lo que se epifaniza es ese deU.cacto monsl.ruo que llega cuando ya no hay enemigo. La muerte es, en efecto, el constituye nuestra naturaleza humana. . . aplacamiento absoluto. O en otros términos: el anonadamiento Recordemos aquí el coro de Ant·ígona, que repite tranqui- del otro implica necesariamente el anonadamiento ele sí. Esa es lamente: "múltiples son las figw-as del terror", aunque "la más la paradoja. Necesito el cuestionamient.o del enemigo para ser terrible es el hombre". Sí. ¡El hombre es un animal monsLruoso! yo mismo. Carl Schrnitt lo resume en una fórmula provocadora: Pero sólo cuando reconoce esta monstruosidad puede expre­ "Pienso, luego tengo enemigos; tengo enemigos, luego soy yo sarse, ser verdaderamente él mismo. Y no es un simple saber mismo". Este extravío subversivo d<'I "ubjetivismo cartesiano racional, es más bien w1 saber incorporado. resulta luminoso, ya que uestra 0 en ci<' -; épo< el El cuerpo, en efecto, ocupa un Jugar en eso que somos. pri.mum u�ln.t.fonis es ju' 1enr<,· t 1e funcl<. lazo Sl al Cuerpo individual y cuerpo social. En uno Y otro caso hay 1..-), 12 de ritualizar las sociabilidades juveniles. Puede haber cariño en el combate. Y el puli.etazo no está le­ Duelos caballerescos, capoeim brasileña, .fight club ... jos de la caricia. El enemigo puede ser amado. En todo caso, se Cuentos y leyendas, tradiciones tribales, películas y otras co­ lo respeta. Claro que la riña puede ser sangrienta. Pero pued�e reografías muestran ampliamente que el combate es una es­ ser, también, lo que une a los hermanos de sangre. ¡Algo m ­ lructura antropológica que nos hace ver que en el animal hu-. cho más valioso que los falsos hernianos! A este lazo de sangte mano hay también animalidad. Con tocia la brutalidad que ésta1 lo encontramos en todas las efervescencias festivas. La cruel­ confiere. dad siempre está, en potencia y ritualizada. La "chusn�a" d�el f Sin duda, la tradición occidental encerró a este ani?'nal hu­ suburbio tiene un código de honor cuyas raíces son pr�ofund . mano en el rol de sujeto racional. Sujeto pensante encerrado Desde los ladrones justicieros, con10 Robín Hood o landnn, en sí mismo. Desde Descartes hasta Max Stirner la singularidad hasta los "patateros" contemporáneos, siempre hay cierta me- del ego racional es la que tiende a prevalecer. Un ego puramen­ sura en la expresión de la violencia. . � te cognitivo, despojado de sus humores y múltiples secreciones Dije bien, expresión: la violencia tiene que exp·esarse�, salir. instintuales. Las emociones, las pasiones y otros afectos ya no De este modo el cuerpo individual y el cuerpo social se p:eden "teiennceanp adrearzeocnhaom eliee nctiou ddaedl aynoi"a. en lo que Carl Schmitt llama el pcounrgteamr. pCoartáarnseias sd peu tieedmepno osb isnemrveamrsoer ieanle Usl,'\G c. lu "y oaJ ·as " m e1 o edp uolrat1vioa n, e.e ns . Esto nos hace advertir que sólo hay vida en sociedad en la un headbanging o en los pagos de los "metaleros", en los� varia­ tensión mnigoleneniigo. El enemigo es el que me cuestiona. Y dos entusiasmos donde se lanza al aire a un jugador clest cado:, así me permite ser. "Al reconocerlo como enemigo, reconozco a un músico idolatrado o a un simple asistente de un rec�ital _d dquesep poujaerd ed ec ulaess tcieorntaerzmase "y. eYle l ola sp rqoupieiot1 1dcleels c, uqeuset,i osinna mduiednat, os oens mmúa s(itcea c toercrneos.p Poanrdae c aa dvao su,n loec dteo re, sctooms cpalesotasr llaa )l,i slt�a e exsp erxets�1o1��1ns 1 ds1e- mortíferas. Ja animalidad humana ünpide que se vuelva bestiali_dad. � es?e Esta capacidad de cueslionamiento es jusi.amente lo q11e puñetazo que, pese a ser violento, no puede evitar ser car nos • funda la dependencia mutua. Amigo/enemigo están encadena­ en ese lanzamiento al aire de un participante de una h1steu_a dos uno al otro en un desarrollo sin fin. O mejor dicho el "fin" colectiva, lo que se epifaniza es ese deU.cacto monsl.ruo que llega cuando ya no hay enemigo. La muerte es, en efecto, el constituye nuestra naturaleza humana. . . aplacamiento absoluto. O en otros términos: el anonadamiento Recordemos aquí el coro de Ant·ígona, que repite tranqui- del otro implica necesariamente el anonadamiento ele sí. Esa es lamente: "múltiples son las figw-as del terror", aunque "la más la paradoja. Necesito el cuestionamient.o del enemigo para ser terrible es el hombre". Sí. ¡El hombre es un animal monsLruoso! yo mismo. Carl Schrnitt lo resume en una fórmula provocadora: Pero sólo cuando reconoce esta monstruosidad puede expre­ "Pienso, luego tengo enemigos; tengo enemigos, luego soy yo sarse, ser verdaderamente él mismo. Y no es un simple saber mismo". Este extravío subversivo d<'I "ubjetivismo cartesiano racional, es más bien w1 saber incorporado. resulta luminoso, ya que uestra 0 en ci<' -; épo< el El cuerpo, en efecto, ocupa un Jugar en eso que somos. pri.mum u�ln.t.fonis es ju' 1enr<,· t 1e funcl<. lazo Sl al Cuerpo individual y cuerpo social. En uno Y otro caso hay

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