La luna se alza en la noche, escucha cómo aúllan los lobos. Alexandra conoce su secreto. Alexandra, señora de los cuervos, no cree en el amor. No necesita volver a hacerlo porque prefiere divertirse con Gabriel. Prefiere las relaciones sencillas, sin ataduras. El problema es que las responsabilidades se le han empezado a acumular desde que se tiene que hacer cargo de su hermana adolescente y de otros asuntos que... En fin, será mejor que los solucione ella misma porque no quiere preocupar a su padre; ya sabe cómo se toman las cosas los lobos, en especial en su familia. Gabriel está seguro de que, aunque él y Alexandra pasen la mayor parte del tiempo fingiendo que no se conocen de nada, salvo cuando están en la cama, él vendería el alma al diablo por poder retener a su lado a la escurridiza joven. Lo que ignora es que esconde secretos que podrían separarlos para siempre ¿Podrá resistirse a descubrirlos aunque ello signifique alejarse aún más de ella? Alexandra y Gabriel han definido las reglas de su no relación, pero esto no parece ser suficiente, porque parecen destinados a encontrarse en los lugares más extraños, incluso en los que ambos quieren evitar. No saben que el tiempo corre en su contra y que, a veces, la razón no puede decidir sobre el corazón. ¿Seguirán comportándose como extraños cuando la muerte les pise los talones? Y más importante aún, ¿Alexandra tendrá suficiente galletas de coco para sus cuervos?