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Los Sitios de Zaragoza PDF

468 Pages·2009·5 MB·Spanish
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La versión original y completa de esta obra debe consultarse en: https://ifc.dpz.es/publicaciones/ebooks/id/2916 Esta obra está sujeta a la licencia CC BY-NC-ND 4.0 Internacional de Creative Commons que determina lo siguiente: • BY (Reconocimiento): Debe reconocer adecuadamente la autoría, proporcionar un enlace a la licencia e indicar si se han realizado cambios. Puede hacerlo de cualquier manera razonable, pero no de una manera que sugiera que tiene el apoyo del licenciador o lo recibe por el uso que hace. • NC (No comercial): La explotación de la obra queda limitada a usos no comerciales. • ND (Sin obras derivadas): La autorización para explotar la obra no incluye la transformación para crear una obra derivada. Para ver una copia de esta licencia, visite https://creativecommons.org/licenses/by- nc-nd/4.0/deed.es. Los Sitios de Zaragoza: Alimentación, enfermedad, salud y propaganda De la froioeconómica Los Sitios de Zaragoza: Alimentación, enfermedad, salud y propaganda Coordinadora M.ª Lourdes de Torres Aured INSTITUCIÓN «FERNANDO EL CATÓLICO» (C.S.I.C.) Excma. Diputación de Zaragoza ZARAGOZA, 2009 Publicación número 2.892 de la Institución «Fernando el Católico» Organismo autónomo de la Excma. Diputación de Zaragoza Plaza de España, 2. 50071 ZARAGOZA Tels.: [34] 976 288 878/879 - Fax: [34] 976 288 869 [email protected] © Los autores © De la presente edición, Institución «Fernando el Católico». ISBN: 978-84-9911-007-3 DEPÓSITOLEGAL:Z-2580/2009 PREIMPRESIÓN: Ebro Composición, S. L. Zaragoza. IMPRESIÓN: Soc. Coop. Librería General. Zaragoza. IMPRESO EN ESPAÑA-UNIÓN EUROPEA PRESENTACIÓN Sobre los Sitios de Zaragoza, en estos últimos años, se han organi- zado congresos magníficos, se han escrito libros excelentes y se han im- partido magistrales conferencias. Pero a los autores de esta obra, y a la Institución «Fernando el Católico» como editora, nos cabe el honor de ser los pioneros en plasmar en un único volumen la recopilación de to- dos los aspectos variados y cotidianos de la vida de los zaragozanos en los inicios del convulso siglo XIX, en torno a los acontecimientos de los Sitios: cómo vivían, comían y luchaban; cómo eran la sociedad, la ga- nadería, la agricultura, la sanidad; cómo se hacían el aceite, el vino, la cerveza, los fermentados lácteos, la matacía o las conservas; cómo se organizaban la veterinaria, la medicina, la cirugía, la enfermería, las bo- ticas y los hospitales. Cómo era la subsistencia… con hambre, con mie- do, y también con valor y arrojo. Al pensar primero en un contenido dietético y gastronómico, nos pa- reció insuficiente hablar sólo de alimentación, con su acompañamiento de lo que era la agricultura, la ganadería o la veterinaria. ¿Y por qué no hablar también de enfermedad y de salud, de la sanidad en general? Pe- ro faltaban algunos capítulos que ayudaran a que se comprendiera, fal- taba que nos contaran, cómo con hambre, con epidemias, sin medidas de prevención de salud… los zaragozanos ¡aguantaban sin rendirse! Y entonces apareció claramente lo que faltaba por contarnos y el motivo al que se debía esta pervivencia… ¡las arengas de los líderes! La valen- tía de los mensajes de propaganda, con los vecinos que luchaban y con los externos que tenían que ayudar. La Guerra de la Independencia se inició para Aragón en la mañana del 24 de mayo de 1808, en Zaragoza, cuando un practicante de cirugía del Hospital Real de Ntra. Sra. de Gracia —Carlos González— se colo- có en su sombrero la escarapela roja que los partidarios de Fernando VII habían adoptado como emblema; y seguidamente le fueron imitan- do más y más zaragozanos. ¡Una vez más los sanitarios tomaban la ini- ciativa en favor de la Justicia! Aunque no debemos confundir la lucha por la libertad con la lucha por la liberación de la invasión francesa, que fue por lo que se comba- tió y se murió en Zaragoza. Los franceses, que traían verdaderos aires de libertad, de cultura, de ilustración,… los intentaron implantar en Es- [5] NOTA PRELIMINAR paña, en Aragón, con métodos de sometimiento y con desprecio hacia los españoles, sus costumbres y su monarquía. Esa invasión y ese des- dén, un español, un aragonés, no los podía entender ni acatar. Y ésa fue la desgracia de tanta lucha, miseria, desesperación y de tantos muertos; ya que una vez alcanzada la victoria, con la inestimable ayuda de los británicos, ¿acaso se alcanzó libertad y cultura con Fernando VII? En opi- nión de estos autores, desde luego, ¡no! Al contrario de lo que pasa en otros levantamientos en los que la «gente de bien y de orden», junto a los patriotas de pacotilla y palmeros de siempre, observan desde sus bien pertrechadas casas la matanza de lo que para ellos es la chusma, en los dos Sitios de Zaragoza, junto al pueblo levantisco estaban los generales y los soldados; las condesas y duquesas, los marqueses, condes y barones; los clérigos y religiosos; los labriegos de postín y los braceros pobres; los médicos, cirujanos, boti- carios y practicantes; y las enfermeras-cuidadoras, y todas las mujeres. Y desde fuera, un pintor. Un pintor que dibujó una serie de grabados que tituló «Los desastres de la guerra», espectaculares y conmovedores. Llama la atención que Goya titulara el penúltimo grabado «La Muerte de la Verdad». Y es que las guerras asesinan personas, creencias y valores; pero en la Zaragoza asediada permanecía incólume su verdad, que era ¡no a la invasión! Los zaragozanos creían firmemente que con la libera- ción tendrían libertad, porque sin libertad no hay vida. Por la libertad se muere y por la libertad se mata. Sólo con libertad, se vive. Deseamos hacer constar nuestro agradecimiento a la Ilma. Sra. Car- men Izquierdo, condesa viuda de Bureta, por abrirnos los archivos del Palacio Bureta y por seguir el proceso con tanto entusiasmo. Y, también, a la Diputación Provincial de Zaragoza y a su Institución «Fernando el Católico», por haber editado este libro con tanta calidad, minuciosidad, primor y mimo, como pone en todas sus publicaciones. Y, por supuesto, también hacemos constar de antemano nuestro agradecimiento a los lectores de estos capítulos, de quienes esperamos que disfruten tanto leyéndolos, como nosotros rebuscando en la histo- ria y escribiendo estas páginas. MARILOURDES DE TORRES AURED Coordinadora [6] CRISIS DE SUBSISTENCIAS, HAMBRE Y VIOLENCIA EN ZARAGOZA ALREDEDOR DE 1808 JOSÉ A. ARMILLAS VICENTE UNIVERSIDAD DE ZARAGOZA «La alimentación es un universo de leyes y re- glas, al mismo tiempo natural y sociocultural […], un lugar de encuentro y de síntesis de lo biológico, económico, social y cultural». * M. Calvo (1989) INTRODUCCIÓN Es aserto asumido generalmente que si la alimentación responde a una necesidad biológica, la gastronomía, en cambio, es una manifesta- ción cultural. La primera, por tanto, tiene carácter imperativo, estrecha- mente relacionado con la salud y la supervivencia. La segunda, en cam- bio, es un prisma certero a cuyo través se aprecia la situación social, la abundancia e, incluso, el refinamiento. Ya en 1805, Alexandre Grimod de la Reynière señalaba la tendencia hacia la glotonería en las mesas bien abastecidas de los poderosos1, determinadas por la necesidad de la ostentación de su situación social y económica. En la evolución cultural y, por ende, en el desarrollo gastronómico, las modas exportadas por la Ilustración francesa vendrían a determinar que el «buen gusto», vinculado en origen al ámbito de las artes y las letras, aca- baría definiendo uno de los sentidos más sensuales proporcionados por la Naturaleza. El propio Voltaire, en su Diccionario Filosófico (1764), de- * CALVO, M.: «La diversité des pratiques alimentaires dans le macro-espace social», en Pel- tre, J.P. & Thouvenot, C.: Alimentation et régions. Actes du Colloque Cuisines, régimes ali- mentaires, espaces régionaux. Presses Universitaires de Nancy, 1989, p. 385. 1 AZCOYTIA, C.: Historia de la cocina occidental.Ed. Adamaramada. Madrid 2004. [7] JOSÉ A. ARMILLAS VICENTE fine el concepto en sus dos acepciones con las siguientes palabras: «El Gusto, ese sentido, ese don de discernir nuestros alimentos, produjo en todas las lenguas conocidas la metáfora que expresa, con la palabra gus- to, el sentimiento de las bellezas y de los defectos en todas las artes: es un discernimiento inmediato, como el de la lengua y el del paladar, y que precede, como él, a la reflexión; es como él, sensible y voluptuoso hacia lo bueno; rechaza, como él, lo malo con tesón […]. Como el mal gusto en lo físico consiste en preferir siempre los condimentos demasiado pi- cantes y demasiado rebuscados, así el mal gusto en las artes es apreciar únicamente los adornos complicados y no sentir la bella naturaleza»2. No abundaban en Zaragoza a comienzos del siglo XIX las casas en cuyas mesas pudiesen caber disquisiciones filosóficas acerca del buen gusto o las reglas que en las cocinas egregias disponían los criterios ex- portados de Francia. Pero se mantenía una dieta tradicional vinculada a los tres productos mediterráneos esenciales: los cereales panificables, la vid y el olivo; dieta que se vería enriquecida con los productos de su huerta, las frutas de sus regadíos —que describe minuciosamente Igna- cio Jordán de Asso3—, la presencia de una ganadería básicamente lanar, las aves de corral y la inevitable presencia del cerdo doméstico, base de una elemental industria conservera que debía prolongar la vigencia del más rentable de los animales domésticos hasta el sacrificio de sus con- géneres al año siguiente. En capítulos difíciles de medir estarían los hue- vos —esenciales en la alimentación humana— y los pescados del Ebro y del Canal Imperial —barbos, madrillas y anguilas— de presencia ha- bitual en el Mercado y en la venta ambulante. Sin embargo, lejos de una aparente suficiencia abastecedora, queda- ban al margen de tal situación los asalariados que no contaban con algu- na parcela de tierra propia, y los que carecían en sus domicilios de algún pequeño huerto con el que incrementar los recursos de su dieta. La ele- vación de los precios de los productos básicos a causa de las crisis de sub- sistencias, quebraban el precario equilibrio en el que se debatían los ha- bitantes de una urbe como Zaragoza, muy sensible a la sucesión de malas cosechas a causa de las inclemencias del tiempo o por los desastres me- teorológicos. Los motines del pan que conmovieron toda España a lo lar- 2 AROUET, F. M., «Voltaire»: Dictionaire Philosophique. Ámsterdam 1764. Cfr. Flandrin, J. L.: «De la dietética a la gastronomía, o la liberación de la gula». En Flandrin, J. L. & Montanari, M. (dirs.): Historia de la alimentación. Ed. Trea, S.L. Gijón 2004, p. 864. 3 ASSOYDELRÍO, I. de: Historia de la Economía Política de Aragón. Zaragoza 1798. Edi- ción de la Estación de Estudios Pirenaicos con prólogo e índices de José Manuel Casas Torres. Zaragoza 1947. [8]

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reció insuficiente hablar sólo de alimentación, con su acompañamiento rrera, no obstante parece que su uso era fundamentalmente medicinal y control de las prácticas religiosas (ayunos, fiestas de guardar, confesión.
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