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LOS SiMBOLOS BiBLICOS PDF

457 Pages·1994·49.112 MB·Spanish
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MAURICE DE COCAGNAC LOS SÍMBOLOS BÍBLICOS Léxico teológico LA LUZ - EL FUEGO - EL AGUA - EL VIENTO, EL SOPLO, EL ESPÍRITU - LA TIERRA - EL CIELO, LA MONTAÑA, LA SUBIDA HACIA DIOS, LA CIUDAD DE LA GLORIA - EL ARBOL- LA VIÑA, EL VINO, LA COPA, LA SANGRE- EL PAN DEL CUERPO Y EL PAN DEL ESPÍRITU - EL BESTIARIO BÍBLICO - EL AMOR DE DIOS POR SU PUEBLO - EL CORAZÓN, EL CUERPO - EL TRABAJO DE LOS HOMBRES - EL REPOSO DE DIOS - LA ACCIÓN PROFÉTICA - EL ACEITE, LA UNCIÓN - LOS RUIDOS, EL GRITO, EL SONIDO DE LOS INSTRUMENTOS - LA ALEGRÍA Y LA FIESTA. LA DANZA Y EL TAMBOR- LA ENFERMEDAD, LA MUERTE Y LA RESURRECCIÓN - LA TIENDA, EL ARCA DE LA ALIAN ZA, LOS PRIMEROS SANTUARIOS - EL TEMPLO. DESCLÉE DE BROUWER LISTA DE SIGLAS EMPLEADAS ACE 16. El aceite, la unción AG 3. El agua ALE 18. La alegría y la fiesta. La danza y el tambor AM 11. El amor de Dios por su pueblo AR 7. El árbol BES 10. El bestiario bíblico CI 6. El cielo, la montaña, la subida hacia Dios, la ciudad de la gloria CO 12. El corazón. ENF 19. La enfermedad, la muerte y la resurrección FU 2. El fuego AC 15. La acción profética LU l. La luz PA 9. El pan del cuerpo y el pan del espíritu RE 14. El reposo de Dios RU 7. Los ruidos, el grito, el sonido de los instrumentos TEN 20. La Tienda, el arca de la Alianza, los primeros santuarios TER 5. La tierra TP 21. El Templo TRA 13. El trabajo de los hombres VEN 4. El viento, el soplo, el Espíritu VI 8. La viña, el vino, la copa, la sangre Título del original francés: Les Symboles Bibliques. Lexique théologique © Les Éditions du Cerf. París 1993 Versión castellana de: M. Montes © Editorial Desclée De Brouwer, S.A. 1994 Henao, 6 - 48009 Bilbao ISBN: 84-330-1050-6 Depósito Legal: BI-2274/94 Impreso en Bikaner Gráfica PREFACIO ¿ Quién no ha tropezado alguna vez con este versículo del Apocalipsis (5, 6) : « Entonces vi, de pie en medio del trono y de los cuatro vivientes y de los ancianos, un eordem, como degollado. Tenía siete cuernos y siete ojos, que son los siete soplos de Dios, enviados a toda la tierra » ? Al que pensara que el Apocalipsis es un libro de imágenes, se le presentarían dificultades insolubles. ¿ Cómo alojar siete ojos en la frente de un cordero ? ¿ Le convienen siete cuernos a un animal recién nacido ? ¿ Cómo a'sbciar la posición de pie con ese « como inmolado » que parece ser su fundamento ? Y, por último, después de habernos sido descrito el cielo con una forma concéntrica, en el que todos los adoradores rodean un centro constituido por el trono y por Aquel que se sienta en él, ¿ cómo podemos representarnos el lugar de este cordero « en medio » de todo lo que ha sido situado anteriormente ? Estas dificultades amenazan con hacer retroceder a los que intentan imaginar lo inimaginable ; siendo que los rechina mientos y las contradicciones de las imágenes que hemos descubierto nos muestran que no tenemos que imaginar, sino intentar abordar lo que está más allá de lo inimaginable. Aquí, cada imagen está cargada de un sentido, y no son las imágenes, sino sus respectivos sentidos, los que tienen que articularse de manera coherente. Está en juego una sistemática propiamente conceptual, pero no está mediatizada a través de términos filosóficos abstractos, sino por medio de unas imágenes cuya razón de ser estriba en ser portadoras de sentidos. Este ejemplo nos pone de manifiesto la viva necesidad que tenemos del léxico teológico de símbolos bíblicos que Maurice de Cocagnac nos presenta en este libro. El que lo siga a lo largo de sus páginas oirá vibrar los símbolos del Apocalipsis y el libro se animará como un drama lírico que engloba el universo. ¿ Se debe a un exceso de modestia el que el autor nos presente esta obra como un léxico ? A decir verdad, el copioso índice analítico con que concluye hace que pueda ser usada como un léxico muy rico. Mas Cocagnac tiene una relación demasiado íntima con la imagen como para haberse contentado con explicarnos la significación de las diversas imágenes que usa la Biblia. El autor las recorre en su encadenamiento dinámico, y resulta muy interesante seguirle en este recorrido, algo que, de ordinario, no ocurre cuando se aborda un léxico. Es, pues, en su contexto natural y en su despliegue espontáneo donde se encadenan estos símbolos. Y tenemos siempre un pie apoyado en los aspectos más concretos de la realidad y el otro intentando encontrar apoyo en la transposición de donde se proyecta el dato revelado. 5 LOS SÍMBOLOS BÍBLICOS Quien se haya implicado en este recorrido accederá a una visión del mundo no formulada, sino experimentada. Todo comienza por la luz, salida de la primerísima palabra. Vienen después los cuatro elementos, bajo su rostro bíblico, esto es, comenzando por el fuego, que deslumbra al hombre cuando intenta fijar los ojos en Dios, y acabando por la tierra, lugar del hombre. El agua y el soplo efectúan la transición. Más adelante, la evocación del cielo dibuja una gran linea vertical ascensional : montaña, subida hacia Dios, ciudad de la Gloria. A continuación, viene la vida y, en primer lugar, el árbol portador de vida, al mismo tiempo glorioso, maldito y benéfico. En lugar central está situada la viña, estrechamente asociada a la copa y a la sangre. Con el vino, bebida vegetal, se empareja el pan, alimento vegetal. A renglón seguido se despliega el mundo animal, algunos de cuyos representantes son portadores de una carga simbólica más marcada. Y, a través de un drama suscitado por el amor que Dios le tiene, entra en escena el hombre, corazón y cuerpo. Un hombre que obra, pero que está invitado a tomar parte en el reposo del Dios que viene. En el hombre en movimiento se pone de relieve el alcance profético de la acción. Alcance capital del gesto de la unción con aceite. Luego, la palabra y el oído se despiertan con todos los ruidos y los sonidos, desde la angustia a la exultación. La alegría· y la fiesta unen gesto y sonido con la danza y el tambor. A esta alegría sirven de contrapunto la enfermedad y la muerte, que son una llamada a la resurrección. Habrá llegado entonces el momento de introducirnos en la tienda, refugio del hombre cuya vida nómada viene Dios a compartir. Desde allí volveremos nuestras miradas hacia el templo, polo de la fe de Israel y luz de las naciones. Que aquellos que deseen familiarizarse con las imágenes bíblicas se pongan en camino. Gracias al effetá pronunciado por Maurice Cocagnac, la Biblia, desde el comienzo del Génesis hasta el final del Apocalipsis, se pondrá a hablarles un lenguaje nuevo. DOMINIQUE BARTHÉLEMY. 6 INTRODUCCIÓN El símbolo constituye para la Biblia la carne misma de su lenguaje. La lengua hebrea se presta admirablemente a esta encarnación : la palabra de Dios es así proferida en todos los tonos. El gran espejo del mundo y todas las facetas del corazón humano despliegan sus riquezas para poner al hombre en presencia de su Dios. El Señor, que ha creado el mundo por su Palabra, hace con todas las cosas una palabra y articula de este modo un mensaje que se dirige al hombre entero : a su inteligencia, a su ardor t!mocional, a su sentido de la belleza. Esta llamada pasa también por el horror y la violencia, tejidas como el telón de fondo del destino trágico de la humanidad. De las actuales investigaciones sobre la simbología sólo retendremos aquí la fórmula de Paul Ricoeur : « El símbolo da que pensar. » Esta proposición revela la generosidad de todo lo que existe, su fuerza significativa y su poder de evocación. Conduciéndolos al corazón de las cosas es como Dios hace entrar al teólogo y al espíritu contemplativo en su misterio. La simbología bíblica no es un sistema de fórmulas codificadas. El verbo de Dios no está guardado con llave, una llave que conservarían celosamente los iniciados de una religión mis térica. Se parece más bien al grano que el sembrador lanza al campo, sin preocuparse demasiado de la rentabilidad de su inversión. Así es el Padre del Cielo, que hace llover su palabra tanto sobre los corazones fértiles como sobre los espíritus secos. Esta obra no depende de ninguna filosofía particular, ni propone tampoco un determinado método pedagógico. Su esfuerzo va dirigido a reagrupar los principales símbolos bíblicos, para permitirles iluminarse mutuamente, ya sea por afinidad o por contraste. En el primer caso, por afinidad, los símbolos pueden reagruparse en constelaciones. Estos conjuntos celestes deben su coherencia al ojo que los reúne. La mirada espiritual, por su parte, ensambla los símbolos de una manera muy original. Revela su afinidad natural cuando las cosas se organizan según sus esencias : la viña, el vino, el lagar, la copa, son realidades de orden vinícola. Sin embargo, la mirada puede romper esta cadena e interesarse por la viña en cuanto campo,· por el vino como licor de embriaguez y de locura. El lagar puede ser el lugar de la vinificación, pero también el lugar de la venganza sangrienta. Un símbolo particular puede entrar en composición en series muy diversas, incluso opuestas. 7 LOS SÍMBOLOS BÍBLICOS En el segundo caso, por contraste, el fondo y la forma pueden revelar la secreta riqueza de las realidades enfrentadas de esta guisa. Sobre el fondo del agua, por ejemplo, se perfilan imágenes con significaciones opuestas : el agua puede ser signo de vida y de fecundidad, pero también puede evocar la muerte. Esta divergencia se manifiesta desde comienzo del Génesis : las aguas del cielo y las aguas abisales no son de la misma naturaleza : la lluvia y el rocío pueden simbolizar la Palabra divina vivificante, mientras que las aguas del abismo, guaridas de mons truos marinos y de demonios malignos, se convierten en el espacio de la« devoración » y de la muerte. Los símbolos juegan así con el contraste. Sobre el horizonte del desierto ardiente o en el ardor de una hoguera, un poco de agua o un viento fresco no puede ser sino algo milagroso o divino. La sombra de la espada, planeando sobre un pueblo fiel o infiel, se convierte sucesi vamente en signo de protección, en imagen de la Palabra, o en amenaza de destrucción. En el límite extremo de esta ambivalencia, ciertos ensamblajes contradictorios se vuelven significa tivos : agua que quema, fuego que refresca. El símbolo, en efecto, juega a veces con la paradoja y el asombro. No tiene miedo al escándalo. Se transmuta : el fuego devorador de la cólera se convierte en el ardor del amor y en el sentimiento acerbo de los celos. La Palabra es un fuego, el Espíritu de Pentecostés desciende en llamas y el abrasamiento del Apocalipsis revela el sentido de la historia y la última realidad de las cosas. El fuego de las horas sombrías se ilumina y el Cordero refracta en su esplendor una nueva creación preservada de toda opacidad. La poesía inspirada de la Biblia mantiene de este modo un hilo conductor entre las diversas etapas de la Revelación. Esta conducción es un trazo de unión entre los diferentes géneros literarios y conserva la permanencia de su propósito. Los símbolos bíblicos están presentados aquí por temas que suscitan múltiples variaciones. Estos conjuntos de signos se mezclan o se distinguen para garantizar la irradiación y la fascinación del texto. A través de esta organización inspirada es como la simbología bíblica revela la vida intensa y el ardor de la Palabra que salva. Esta obra espera ser útil al análisis teológico ; también quisiera servir de ayuda a una lectura sabrosa de la Biblia, a la Lectio divina - la lectura del texto asistida por el Espíritu - que toca el corazón del hombre en el punto exacto donde se encuentran todos los poderes de su alma. Este léxico no es un diccionario que se consulta de manera ocasional. Podemos referirnos ciertamente a él para responder a una cuestión particular, pero su uso es más amplio. La presentación y la cita de los textos bíblicos no forman más que una sola realidad. Deben inducir en el lector el deseo de ir más lejos. Esta investigación puede servirse de medios analíticos ; puede orientarse también hacia la percepción de significaciones ocultas, que sólo el corazón puede revelar. La experiencia de aquellos que leen la Biblia, desde hace mucho tiempo, pone bien de manifiesto que· algunos textos leídos y releídos entregan un buen día un sentido enteramente 8 INTRODUCCIÓN nuevo. La inteligencia, en virtud de una intervención del Espíritu, se concierta entonces cu riosamente con las exigencias de una lucidez profunda, que carecía hasta ese momento de medios de expresión. La yuxtaposición de los textos prepara esta ampliación del sentido. Los veintiún capítulos de esta obra constituyen un marco de investigación, mas la proposición simbólica de la Biblia se prolonga al infinito. La inclusión de un índice puede proporcionar las coordenadas de un trabajo personal sus ceptible de ensanchar el campo de la reflexión. Las concordancias, las oposiciones de sentidos, el asombro suscitado por las ambigüedades, la emergencia de una lógica paradójica permiten penetrar en la espesura de la proposición divina. Los temas y los símbolos se entrecruzan, el tejido bíblico se vuelve en ocasiones demasiado tupido. El recurso a un índice puede mostrarse útil en estos momentos, en él se detallan los componentes de un texto que usa imágenes con profusión, siguiendo un esquema que le deja la mayor libertad. Le agradezco su ayuda a Alice COLLET. Ella se ha encargado de la revisión del texto original de esta obra, así como de su tratamiento informático. 9

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