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Los orígenes trágicos de la erudición PDF

173 Pages·1998·4.744 MB·Spanish
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Traducido del inglés por Daniel Zadunaisky ANTHONY GRAFTON Los orígenes trágicos de la erudición Fondo de Cultura Económica México - Argentina - Brasil - Colombia - Chile - España Estados Unidos de América - Perú - Venezuela Primera edición en inglés, 1998 Primera edición en español, 1998 'l apa: Voltairc dans son cabinet de travail, detalle pintura siglo XVIII. Museo Carnavalet, París. Título original: Tragic Origine ofthe Germán Footnote (Les origines trngiqucs de l'irudition) © 1998, Éditions du Seuil Colección La Librairie du XXéme. iiécle; dirigida por Maurice Olender D.R. © 1998, Fondo du Cultura Económica du argentina, S. A. El Salvador 5665; 1414 Buenos Aires Av. Picacho Ajusco 227; Col. Bosques del Pedregal; 14200 México D.F. ISBN: 950-557-260-3 Impreso en Argentina Hecho el depósito que previene la ley 11.723 PREFACIO Muchos libros se refieren a hechos secundarios de la historia: relatan anécdotas marginales, reconstruyen batallas sin importancia o describen a individuos raros. Pero hasta donde se sabe, nadie ha escrito un libro sobre la historia de las notas al pie de página que relatan esos hechos marginales en los tratados históricos modernos. Sin embargo, las notas al pie son importantes para los historiadores. En las ciencias humanas, tienen una función más o menos similar a la que cumplen los informes sobre datos en las ciencias: constituyen el sustento empírico de los suce­ sos relatados y los argumentos expuestos. Sin ellas, una tesis histórica puede ser objeto de admiración o rechazo, pero no se la puede verificar ni refutar. Como recurso profesional e intelectual básico, merecen la misma atención que los historiadores de la ciencia dedican desde hace mucho tiempo a los cuadernos de apuntes de laboratorio y los artículos científicos. Las historias de la historiografía y los manuales para redactores de tesis históricas contienen pasajes acerca de la naturaleza y los orígenes de la nota al pie. Estos abundan sobre todo en las polémicas sobre los buenos tiempos de antaño, cuando los historiadores eran hombres de verdad y las notas eran notas. Suelen sugerir que en cierta época -gene­ ralmente el siglo XIX- y lugar -las universidades alemanas antes de la Primera Guerra Mundial— las notas conocieron una edad dorada de en­ jundia y precisión. Con todo, esos pasajes rara vez se basan en investi­ gaciones profundas y en general tratan de apoyar o refutar los métodos de tal o cual escuela en lugar de reconstruir sus orígenes y desarrollo. Además, los escasos estudios que existen reflejan lógicamente la forma­ ción y el punto de vista especializados de sus autores. Distintos autores han situado el nacimiento de la nota al pie en los siglos XII, XVII, XVIII y XIX, nunca sin fundamentos, pero generalmente sin prestar atención a otros aspectos de esta historia. Uno de los objetos del presente ensayo 7 8 LOS ORÍGENES TRÁGICOS DE LA ERUDICIÓN es sencillamente reunir estos hilos desparramados de la investigación. Otro, más importante, es demostrar que juntos constituyen una histo­ ria tan inesperadamente rica en interés humano e intelectual como mu­ chos episodios más célebres de la historia del pensamiento. La nota al pie no es tan uniforme ni fiable como creen muchos historiadores. Pero es la creación de un grupo abigarrado y talentoso, que incluye a filóso­ fos además de historiadores. Su desarrollo tomó mucho tiempo y siguió un camino zarandeado. Y su historia arroja nueva luz sobre los muchos rincones oscuros de la historia no escrita de la investigación histórica. RECONOCIMIENTO Este tema empezó a interesarme siendo estudiante, cuando leí partes < leí Diccionario de Bayle y ios Stndies in Historiography de Momigliano. (’on unos amigos concebimos la idea de crear un periódico seudoerudi- io y dedicarle un número entero al tema, pero el plan fracasó. Sin em­ bargo, seguí recolectando información. Finalmente, una conferencia sobre la prueba y la persuasión en la historia, realizada en 1993 en el « entro de estudios históricos Davis de la Universidad de Princeton, me impulsó a reunir los materiales y proponer una interpretación. Debo un sentido agradecimiento a Sue Marchand, con quien organicé la con- lerencia, así como a Mark Phillips y Randolph Starn por sus críticas .igudas y constructivas del trabajo original. Una versión revisada de éste lúe publicada con otros trabajos de la conferencia en History and Theory, rheme Isstte 33 (1994). Richard Vann me permitió utilizar algunas de mis formulaciones originales en este libro. Una invitación a pasar el año lectivo 1993-1994 en el Wissenschaft- ••kolleg zu Berlín me proporcionó los medios y el estímulo para abor­ dar la nota al pie por segunda vez. El Wissenschaftskolleg me dio el Tiempo libre para trabajar en la ciudad de Ranke y Meinecke. Gesine ISottomley y el personal de la biblioteca del Wissenschaftskolleg ha­ llaron los materiales más trillados y los más raros con toda facilidad y rapidez. También me guiaron en el magnífico laberinto de las colec­ ciones berlinesas de manuscritos y libros raros. Vaya mi reconoci­ miento al personal del Handschriftenabteilung de la Staatsbibliothek m Berlín Preussischer Kulturbesitz, Haus II, por su ayuda para hur­ gar en las cajas oscuras, verdaderas cuevas de Alí Babá, que contie­ nen el rico Nachlass de Ranke; a las bibliotecas universitarias de la Freie Universitat y la Humboldt Universitat, y aun más a las del Meinecke Instituí y el Seminar für Klassische Philologie de la Freie Universitat. Previamente realicé investigaciones en la Firestone Li- 9 10 LOS ORÍGENES TRÁGICOS DE LA ERUDICIÓN brary de Princeton y la Bibliothéque Nationale francesa; investiga­ ciones complementarias en la British Library, la Fondation Hardt, el Warburg Institute y sobre todo la Bodleian Library en Oxford. Muchos amigos me ofrecieron información y críticas. Agradezco a J. W. Binns, Robert Darnton, Henkjan de Jonge, Erhard Denninger, Carlotta Dionisotri, John Fleming, Simón Hornblower, Reinhart Mark- ner, Reinhart Meyer-Kalkus, Wilhelin Schmidt-Biggemann, J. B. Trapp, Giuseppe Veltri, David Wootton y Paul Zanker, quienes hicieron sugerencias valiosas o formularon preguntas tan útiles como imposibles de responder. Fran^ois Hartog, Glenn Most y Nancy Siraisi criticaron las primeras versiones del texto. Tím Breen, Christophcr Ligota y Wilfricd Nippel me invitaron a presentar mis argumentos ante los asistentes bien informados y contenciosos de sus seminarios. Si Amaldo Momi- gliano no me hubiera enseñado tanto sobre los temas tratados aquí, ja­ más me hubiera atrevido a poner en tela de juicio una o dos tesis suyas. Christel Zahlmann, cuya muerte fue un golpe duro para sus muchos amigos dentro y fuera de Alemania, advirtió el potencial de un libro so­ bre la nota al pie mucho antes que yo; Petra Eggers y Maurice Olcnder me ayudaron a realizarlo. Por último, vaya mi agradecimiento a los que leyeron la primera versión de este libro, publicada por Berlín Verlag en 1994 bajo el título Die tmgischen Urspriinge der deutschen Fussnote, e hicieron sugerencias para la versión inglesa: Sue Marchand y Wilhelm Schmidt-Biggemann, con quienes ya estaba en deuda, y Petcr Millcr. Lawrence Stone y Natalie Davis, sucesivos directores del Davis Cen- ter, hicieron del Departamento de historia en Princeton un centro para la reflexión crítica sobre el método histórico. Ambos historiadores han meditado profundamente y echado luz sobre el carácter de los docu­ mentos de archivo y los problemas de la documentación historie... Como amigos y consejeros, ambos me han brindado, como a muchos otros, su apoyo constante, con frecuencia en la mejor forma para un historiador: la crítica constructiva. Los dos han escrito, y seguirán escribiendo, estu­ pendas notas al pie. Sea este libro un modesto homenaje a dos maestros del oficio que se analiza en sus páginas. Princeton, Nueva Jersey Año Nuevo de 1995 I. NOTAS AL PIE: EL ORIGEN DE UNA ESPECIE En el siglo XVIII, la nota al pie histórica era una forma excelsa del arte li­ terario. Ningún historiador del Siglo de las Luces pudo superar la enver­ gadura épica ni el estilo clásico de Decadencia y caída del imperio romano de Edward Gibbon. Y nada en esa obra regocijó a los amigos ni encole- rÍ7.ó a los enemigos del autor como sus notas al pie.1 Ganaron justa fama por su irreverencia sexual y religiosa. “En sus Meditaciones -dice el histo­ riador acerca del emperador Marco Aurelio, esposo de la notoria ‘corte­ sana’ Faustina— agradece a los dioses por haberle concedido una esposa tan fiel, tan gentil y de modales tan exquisitamente sencillos.”2“El mun­ do —reflexiona el amable anorador- se ha mofado de la credulidad de Marco; pero Madame Dacier nos asegura (y podemos dar crédito a una dama) que el esposo siempre será engañado si la esposa se digna disi­ mular.”’ “El deber -observa el autor en su indagación ostensiblemente seria sobre los milagros en la Iglesia primitiva— no obliga al historiador a introducir su juicio particular en esta delicada e importante polémica.”* “Puede parecer notable -comenta en una nota al pie que desdeña cual­ quier pretensión de recato— que Bernardo de Claraval, quien consigna tantos milagros de su a,migo San Malaquías, jamás presta atención a los suyos, que, a su vez, son cuidadosamente narrados por sus amigos y dis­ cípulos.”5 “El docto Orígenes —y algunos más, dice Gibbon al analizar la aptitud de los primeros cristianos para conservar la castidad- juzgó de suma prudencia despojar de sus armas al tentador.”6 La nota al pie aclara que el teólogo, para evitar la tentación, había recurrido al medio drástico de la autocastración; de paso, revela la opinión que le merecía dicha operación: “Puesto que en general interpretaba las escrituras de manera alegórica, parece poco feliz que justamente en este caso optara por el sentido literal”.7 Estos comentarios alegremente sarcásticos se adhe­ rían como abrojos a las memorias ortodoxas y reaparecían para acosar a su autor en los innumerables panfletos de sus críticos.8 11 12 LOS ORÍGENES TRÁGICOS DE LA ERUDICIÓN El ingenio de Gibbon servía a fines eruditos además de polémicos, así como sus notas al pie no sólo subvertían sino que apuntalaban el arco magnífico de su historia.9 Podía imbuir una cita bibliográfica de la solem­ ne simetría de una perorata ciceroniana: “En la consideración de los gnós­ ticos de los siglos II y III, Mosheim es ingenioso e imparcial; Le Clerc aburrido, pero preciso; Beausobre casi siempre un exégeta; y es de temer que los padres primitivos son con frecuencia calumniadores”.10 Sabía pre­ sentar un paralelismo gracioso con la solemnidad que se suele reservar para encomiar o condenar a un héroe: “Cabe observar que para la enumeración de las deidades sirias y árabes, Milton ha sintetizado en ciento treinta lí­ neas muy bellas los dos grandes y doctos sintagmas que Seiden había com­ puesto sobre tema tan abstruso”." Y era capaz de honrar a ios antiguos estudiosos, esos buenos cristianos en cuyas obras hurgaba en busca de mil y un detalles curiosos, con una combinación singular de desdén jovial por sus creencias y auténtico respeto por su erudición.12 Gibbon creía con jus­ ta razón que una reseña exhaustiva de sus fuentes redactada en el mismo estilo hubiera brindado “solaz además de información”.13 Aunque sus no­ tas al pie aún no eran románticas, poseían todo el romanticismo del gran estilo. Y su “abundancia instructiva” le granjeó los elogios del brillante hu­ manista decimonónico Jacob Bernays, así como de su hermano Michael Bernays, un germanista cuyo ensayo precursor sobre la historia de la nota al pie aún ofrece más información e ideas que la mayoría de sus rivales.11 En la actualidad, los argumentos de los historiadores aún avanzan con paso firme o retroceden vacilantes sobre sus notas al pie. Pero el plomo de la prosa oficial ha reemplazado el oro de la retórica clásica de Gibbon. En el mundo moderno, dicen los manuales para redactores de tesis, los historiadores realizan dos tareas complementarias.15 Deben estudiar todas las fuentes referentes a la solución de un problema y a partir de ellas ela­ borar una nueva narración o argumento. La nota al pie es la prueba de que se ha realizado las dos tarcas. Identifica tanto el indicio primario que garantiza que la sustancia del relato es novedosa como las obras secunda­ rias que no desmienten ese carácter en forma y tesis. Además, identifica el trabajo histórico en cuestión como obra de un profesional. El murmullo de la nota al pie es reconfortante como el zumbido agudo del torno odontológico: el tedio que provoca, como el dolor que provoca el torno, no es aleatorio sino direccional, es parte del costo a pagar por los beneficios de la ciencia y la tecnología modernas.

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