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Los Origenes De La Cultura PDF

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Los orígenes de la cultura Conversaciones con Pierpaolo Antonello y Joáo Cezar de Castro Rocha René Girard Traducción de José Luis San Miguel de Pablos E D I T O R I A L . T R O T T A Esta obra se benefició del RA.R García Lorca, Programa de Publicación del Servicio de Cooperación y de Acción Cultural de la Embajada de Francia en España y del Ministerio francés de Asuntos Exteriores COLECCIÓN ESTRUCTURAS Y PROCESOS Serie Ciencias Sociales Título original: Les origines de la culture © Editorial Trotta, S.A., 2006 Ferraz, 55. 28008 Madrid Teléfono: 91 543 03 61 Fax: 91 543 14 88 E-maii: [email protected] h tt p:// www. trotta. es © René Girard, Pierpaolo Antonello, Joáo Cezar de Castro Rocha © Desclée de Brouwer, 2004, para la traducción francesa, revisada y aumentada por René Girard © José Luis San Miguel de Pablos, 2006 ISBN: 84-81 Ó4-854-X Depósito Legal: M. 38.981-2006 Impresión Fernández Ciudad, S.L. CONTENIDO Introducción. «Una larga argumentación, de principio a fin»............... 9 I. La «vida del espíritu».................................................................... 23 II. «Una teoría con la que se puede trabajar»: el mecanismo mimético....................................................................................... 51 III. El escándalo del cristianismo...................................................... 83 IV El hombre, «animal simbólico»................................................... 111 V Fuentes y crítica de la teoría: de Frazer a Lévi-Strauss................ 141 VI. Método, evidencia y verdad....................................................... 157 Conclusión. «Con los medios comunes». Respuesta a Régis Debray.... 187 índice...................................................................................................... 211 7 Introducción «UNA LARGA ARGUMENTACIÓN, DE PRINCIPIO A FIN» «Algunos críticos han dicho de mí: ‘Sí, es un buen ob­ servador, pero no es capaz de razonar’. No encuentro, por mi parte, justificada esta crítica, dado que El ori­ gen de las especies no es, de principio a fin, más que una larga argumentación, y que ha podido convencer a más de una persona competente.» (Charles Darwin, Autobiografía) En La ruina de Kasch, Roberto Calasso dice que René Girard es uno de los últimos «erizos», haciendo referencia a la tipología de Isaiah Berlin, inspirada a su vez en un verso de Arquíloco: «El zorro es un animal que sabe muchas cosas; el erizo en cambio no sabe más que una sola, pero importante»1. Esa «única cosa importante» sería, para René Girard, el chivo expiatorio. Pero Calasso sólo tiene razón en parte, porque Girard conoce al menos una segunda cosa importan­ te: el deseo mimético. Y ha sido partiendo de estas dos asunciones como ha ido desplegando, en más de cuarenta años, «una sola lar­ ga argumentación», como podríamos decir parafraseando a Darwin. Este pensamiento, que parte del origen del mundo, consigue teori­ zar la complejidad que caracteriza nuestra época. Y el presente ensa­ yo constituye un intento de reconstruir, en el curso de una serie de diálogos desarrollados de forma sistemática, ese hilo conductor que Girard ha tenido asido a lo largo de toda su vida, hasta sus últimas 1. Cf. R. Calasso, La ruine de Kasch, Gallimard, París, 1987 (reed. 2002, en la colección «Folio», por la que se cita) [existe versión en castellano: La ruina de Kasch, trad. de J. Jordá, Anagrama, Barcelona, 22001 ]. 9 LOS ORÍGENES DE LA CULTURA elaboraciones de la teoría mimética. El resultado es una síntesis abier­ ta a nuevos interrogantes y a nuevas interpretaciones, que espera­ mos pueda contribuir a situar esta teorización en el centro del debate científico y filosófico actual. Algunas de las conversaciones que contiene este libro —cuya realización ha llevado varios años— han sido publicadas ya en Italia y en Brasil. La versión en lengua francesa ha sido corregida y au­ mentada por el mismo René Girard. Cuando los responsables del libro le han presentado algunas de las críticas que han recibido sus obras nada más ser publicadas, lo que ha hecho el autor ha sido volver a centrarse en los aspectos más interesantes de su pensamien­ to, reformulando sus ya conocidas tesis para lanzarse, a partir de ahí, a otras reflexiones sobre diferentes dificultades de orden teórico o metodológico, así como para proponer algunas líneas de análisis inéditas hasta ahora, como las contenidas en unas cuantas páginas, apasionantes y sugerentes, sobre la India védica. Convencidos los entrevistadores, como lo estamos, de que este nuevo examen de las tesis girardianas no puede dejar de lado el en­ foque existencial, hemos decidido dar a estos diálogos —a menudo muy densos y precisos— el tono que es propio de una autobiografía intelectual (la cual nos ha parecido equiparable a la de Charles Dar­ win, y esperamos que tal cosa no desagrade a Girard). Por supuesto que no pensamos que la vida de nadie se pueda «leer» únicamente a la luz de la obra, o de las ideas, que esa persona ha producido, pero la opción de contar una historia personal enmascara la convicción íntima de que la vida misma y los acontecimientos que la jalonan tienen también su participación en el «largo razonamiento» que la obra desarrolla. Que Darwin subiese a bordo del Beagle «por espíritu aventurero» no es desde luego razón suficiente, pero sí —sin duda— una razón necesaria para que la «larga argumentación» que desplegó siguiera su curso. Lo que más nos llama la atención cuando segui­ mos el recorrido biográfico de Girard —tratando de ir, claro está, un poco más allá de lo que es probable que no se diga en una confesión personal— es el hecho de que, al preservar su libertad sin dejarse en­ casillar en una escuela, moda académica o compromiso institucional alguno, su relación con el mundo se ha transformado en un método de investigación. Lejos de ignorar los mecanismos miméticos y las rivalidades que tanto abundan en los campus universitarios, Girard se las ha apañado para hacerse con un espacio de libertad asombro­ samente amplio dentro de las instituciones en las que ha desarrollado su labor. 10 INTRODUCCIÓN Pensar el mimetismo Dada su «transversalidad», la teoría mimética no ha sido siempre captada en toda su complejidad. Quizás no se ha acabado de en­ tender hasta qué punto potencia las--relaciones interdisciplinares, cómo apunta hacia unas dinámicas intersubjetivas con importantes consecuencias a escala social, ni tampoco el hecho de que, a fin de cuentas, nos propone un relato que remite a los orígenes violentos de nuestra propia cultura, cuyo motor primero fue precisamente el mimetismo, es decir, la imitación. Hay que entender, por lo demás, esta última en sentido antropológico. René Girard ha llevado hasta sus últimas consecuencias una afirmación de Aristóteles en su Poéti­ ca: «El hombre se diferencia de los demás animales en que es el ser que más tiende a imitar» (48b, 6-7). En lugar de tirar por la borda el concepto de mimetismo (como se ha tendido a hacer en la cultura moderna, con la irrupción del Romanticismo, primero, y luego de las vanguardias), René Girard ha devuelto a la imitación su signifi­ cado más amplio, tanto antropológico como social. Se ha esforzado por explicar esa especie de «domesticación» que se le ha impuesto en el mundo contemporáneo al concepto de mimetismo, mostrando que éste implica procesos artísticos y sociales que se llevan a cabo a través de configuraciones cada vez más complejas, basadas siempre en un mecanismo relacional idéntico. Esta hipótesis nos obliga a repensar ciertas nociones modernas, como las de «sujeto» y «deseo». Dice Girard que nuestro deseo surge siempre de la imitación del deseo de otro, tomado como modelo. Y si la sociedad misma no logra introducir una cierta jerarquización entre el sujeto deseante y sus modelos, la imitación tiende entonces a vol­ verse antagonista. La consecuencia de este «mimetismo de rivalidad» es un conflicto potencial entre el modelo y el sujeto, de cara a obte­ ner su objeto común de deseo, un objeto que pierde así importancia al mismo tiempo que la rivalidad se acrecienta. Esta hipótesis, bas­ tante sencilla en el fondo, no sólo permite estructurar las dinámicas relaciónales del individuo, y las distintas configuraciones psicopato- lógicas que se relacionan con la definición de su identidad, sino tam­ bién percibir las funestas consecuencias del mimetismo a nivel social, donde llega a convertirse en la matriz de numerosos conflictos que desembocan en resentimientos y violencias colectivas. La posibilidad misma de la emergencia de la cultura presupone el descubrimiento del mecanismo de control de la violencia que nace de la «mimesis de apropiación». Como estamos viendo, pensar el mimetismo equivale, en último extremo, a pensar la condición humana. 11 LOS ORÍGENES DE LA CULTURA Pero si, en sus libros anteriores, René Girard había puesto de relieve sobre todo las consecuencias negativas de un deseo que com­ porta una dimensión de apropiación antagonista, en éste evoca mu­ cho más explícitamente el valor liberador de la imitación, y el estatus fenomenológico del objeto sobre el que, durante un cierto tiempo, se enfocan todos los individuos que experimentan el deseo. Ya que si el objeto es motivo de conflicto y rivalidad, también puede transfor­ marse en el instrumento que permite apaciguar esa misma rivalidad. Y así, de acuerdo con la concepción girardiana, un mismo principio da cuenta tanto de los aspectos positivos como de los negativos de un determinado fenómeno. La imitación lleva al conflicto, pero también es el fundamento de toda transmisión cultural. El otro es a la vez el modelo y el rival. El chivo expiatorio es lo inmundo y lo puro a la vez, el mal que hay que expulsar y, al mismo tiempo, el elemento trascendente, ya que el equilibrio social únicamente se recupera a través de su muerte, que viene seguida de su divinización. La teoría mimética trata, de este modo, de conciliar los elementos bipolares de fenómenos surgidos a partir de una estructura única aunque am­ bivalente, como es la imitación. La base cognitiva y comportamental de la cultura humana se halla, en efecto, contenida en esta facultad. Es el mecanismo del chivo expiatorio, acontecimiento sistémico que se produce por la canalización o focalización de la violencia colec­ tiva, el que acabará permitiendo —a fuerza de víctimas— levantar el precario edificio de nuestras instituciones y de esas normas éticas que, al poner freno a las derivas demasiado conflictivas y posesivas, favorecen los aspectos positivos del mimetismo (educación, conoci­ miento, arte). Evolución y victimización Como la comprensión de la obra de Girard pasa principalmente por el desarrollo de un debate de carácter filosófico, se olvida fácilmente que la teoría mimética es una de las pocas hipótesis antropológicas que intentan explicar los fenómenos culturales y sociales remontán­ dose a sus orígenes. Los antropólogos, los historiadores, los sociólo­ gos y hasta los científicos que tratan de juzgar y catalogar una teoría social que trate de «la fundación del mundo» y que, en principio, sea compatible con una visión científica, suelen acabar remitiéndose a las teorizaciones de Durkheim. Pero entre uno y otro se alza un siglo de vacío programado, que ha desterrado cualquier consideración sobre el origen de la cultura y de las instituciones, puesto que el momento 12 INTRODUCCIÓN originario se considera, por definición, inalcanzable. Y si a alguien se le ocurre referirse a ello, es siempre para ocultar los orígenes vio­ lentos de esa misma cultura, ya que, según Girard, el motor de todo nuestro saber, de toda nuestra ciencia y de toda nuestra tecnología, es el sacrificio. De modo que el presente, ensayo subraya la pertinencia antropológica y epistemológica de la teoría mimética, tanto de cara a una relectura del mundo contemporáneo como a otra del primitivo. Partiendo de las premisas contenidas en La violence et le sacre2- (1972), René Girard esbozó, en Des choses cachées depuis la fonda- tion du monde3 (1978), una hipótesis sobre la emergencia de la cul­ tura a partir de datos etológicos y etnológicos. En cuanto a insertar la explicación mimética en una visión que era, en un principio, es­ trictamente naturalista y darwiniana, no lo hace explícitamente hasta su reciente libro Celui par qui le scandale arrive4 (2001). Así que nos ha parecido oportuno volver en éste que el lector tiene en sus manos sobre el tema, refiriéndonos a otros aspectos del desarrollo cognitivo y simbólico del Homo sapiens susceptibles de corroborar la hipótesis de la transición de una fase «animal» a otra «cultural». En efecto, en su lenta ascensión evolutiva, el hombre encuentra en el mecanismo victimario un instrumento para controlar la escalada mimética, que podría llegar a expandir la sed de venganza hasta el paroxismo, en el interior del grupo. Canalizar la violencia colectiva y enfocarla sobre un solo individuo considerado responsable de una determinada crisis social (nacida, por lo demás, de causas totalmente contingentes, como pueden ser el hambre o las epidemias) permite a la comunidad reducir el caos al que periódicamente se ve arrastrada. De la ritualización de ese «proto-acontecimiento» surgirían, según Girard, todos los mecanismos de estructuración social: tabúes, nor­ mas e instituciones. Es oportuno poner de relieve que el mecanismo sacrificial como motor originario de nuestra cultura no tiene, en puridad, nada de «mecánico», sino que se trata más bien de un evento sistémico con­ tingente, debido «al azar y la necesidad», por utilizar una expresión de todos conocida. Debido, en efecto, al azar, ya que se trata de un modo eficaz de comportamiento que ha sido descubierto acciden­ talmente por la comunidad primitiva, para canalizar y controlar la 2. Grasset, París. En lo sucesivo esta edición será citada como Violence. [Cf. en castellano La violencia y lo sagrado, trad. de J. Jordá, Anagrama, Barcelona, 52005.] 3. Grasset, Paris. En lo sucesivo, citado como Choses. [Cf. la versión castellana El misterio de nuestro mundo. Claves para una interpretación antropológica, trad. de A. Ortiz, Sígueme, Salamanca, 1982.] 4. Desclée de Brouwer, Paris. En lo sucesivo, citado como Scandale. 13 LOS ORÍGENES DE LA CULTURA violencia en su seno; pero debido también a la necesidad, puesto que resulta ser el mecanismo estructurante que, partiendo de cier­ tas características etológicas básicas, procura el mejor tipo posible de adaptación a las comunidades primitivas. Pues tanto las formas simbólicas (lenguaje y ritos) que el ser humano necesita para prote­ gerse de la creciente complejidad de los grupos sociales, como los nuevos instrumentos cognitivos y las técnicas de adaptación social y cultural, se desarrollan partiendo de este mecanismo. Ahora bien, René Girard no pretende en modo alguno que una necesidad estricta preceda al hallazgo del mecanismo victimario, y es éste, ciertamente, un punto que se presta a malentendidos en relación a la teoría que comentamos. Lo que sí es verdad es que sin el descubrimiento «acci­ dental» de este mecanismo, los grupos sociales primitivos, dominados por estallidos de múltiples rivalidades miméticas, habrían corrido un grave peligro de autodestrucción. Este control sistémico de la violen­ cia llega, por tanto, a ser crucial en un momento en el que coincide con la creación de los mecanismos protoculturales. Importa aclarar este punto si se quiere estar en condiciones de responder a una de las críticas a las que más a menudo se enfrenta la obra girardiana, a saber, que estaría sobredeterminada por la opción religiosa de su autor, lo cual introduciría una vinculación entre su postulado de la universalidad del mecanismo expiatorio y la provi­ dencia divina. En realidad, como queda bien claro en el capítulo «El hombre, ‘animal simbólico’», la aparición «fortuita» de lo sagrado en las culturas primitivas refuta esta crítica, mostrando que se trata de un fenómeno totalmente natural... No dar con el mecanismo en cuestión (y no hacer uso, por tanto, de él) implicaría la destrucción de cualquier grupo humano primitivo, o al menos pondría trabas muy serias al pleno desarrollo de su complejidad. Bajo esta perspec­ tiva, se llega a recuperar el concepto evolucionista de selección de grupo que, tras años de ostracismo, ha sido visto nuevamente como digno de consideración por ciertos filósofos y biólogos, para explicar la emergencia del comportamiento altruista en el mundo animal, y asimismo para justificar la persistencia histórica de creencias y com­ portamientos religiosos en los grupos humanos. Se trata, de todos modos, de un planteamiento que resulta a priori poco evidente para el rígido racionalismo de no pocos científicos y especialistas en cien­ cias sociales. Pese a ciertas limitaciones en su formulación (debidas sobre todo a la formación, muy clásica, de René Girard), la teoría mimética aporta dos contribuciones de gran importancia al debate en curso. En primer lugar, un principio genésico capaz de dar cuenta del naci­ 14 INTRODUCCIÓN miento de la cultura humana con gran economía de hipótesis. En se­ gundo lugar, un nuevo paradigma antropológico de tipo generativo, que explica ciertos aspectos, de apariencia paradójica, del desarrollo cultural y tecnológico de la humanidad (nacimiento de la agricultura, domesticación de animales e impulso^ altruistas de donación). René Girard bien podría, pues, ser considerado «el Darwin de las ciencias humanas», como ha sugerido Michel Serres5. Si la hipótesis de la selección natural explica los mecanismos que regulan la evolución de las especies, por su parte la teoría del chivo expiatorio da cuenta del mecanismo que se encuentra en la base del nacimiento y evolución de la cultura. Por supuesto que todas estas formulaciones no tienen, de momento, más valor que el de meras hipótesis, y que exigirían un mayor espacio, una metodología más afinada y, sobre todo, otras investigaciones ulteriores. Aun así, el diálogo que presentamos per­ mite a René Girard precisar las implicaciones científicas de la inves­ tigación que ha emprendido, y desarrollar los importantes temas de la continuidad evolutiva que se da entre naturaleza y cultura, y del mecanismo de selección que pone en juego el chivo expiatorio, de cara al desarrollo simbólico del ser humano. El crimen no fue perfecto El modo de teorizar, a base de hipótesis y ulteriores comprobaciones, que Girard adopta de forma explícita en sus textos, ha exigido en esta ocasión una reflexión más general, no sólo sobre la metodología, sino también acerca de la epistemología que subyace a sus propues­ tas. Se trata de un planteamiento antipopperiano, no falsable (como, por lo demás, pasa también con el evolucionismo), que se apoya en una utilización de datos antropológicos y etnológicos (comprendidos los mitos y los rituales) basada en la pura evidencia y en la compara­ ción. Tales datos son entendidos por Girard como auténticos «restos fósiles» de la evolución cultural de la humanidad, en medio de los cuales se transparentan sutilmente las huellas del crimen fundacio­ nal. Ahora bien, el hecho de seguir este tipo de metodología, unido a la utilización de las fuentes como indicios, es lo que precisamente constituye el obstáculo principal para la comprensión de la teoría 5. «Por lo que se refiere a los grupos humanos, [René Girard] sería a Darwin lo que Georges Dumézil es a Linneo, dado que propone una dinámica, pone de manifies­ to una evolución y suministra una explicación universal» (M. Serres, Atlas, Julliard, Paris, 1994, p. 220 [Atlas, trad. de A. Martorell, Cátedra, Madrid, 1995]). 15

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