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Los Naufragios del Alma. Psicopatología en Medicina Tradicional China PDF

282 Pages·2013·15.415 MB·Spanish
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T N oty de averán LOS NAUFRAGIOS DEL ALMA PSICOPATOLOGÍA EN M T C edicina radicional hina PRÓLOGO OTY de Naverán, innovadora pero al mismo tiempo rigurosa, nos pre­ T senta este nuevo texto cuyo máximo logro consiste en integrar posibili­ dades terapéuticas al servicio de la persona. Lo asumo en el discreto papel de maestro de ceremonias y me anima a escribir estas líneas el cari­ ño que me une a la autora, de la que voy a hablar más que de su libro. Intentaré resumir la percepción que tengo de Toty, a quien conocí hace mucho tiempo y con la que, a raíz de la presentación de otro libro suyo (“Los Olvidos de la Memoria’、intimé aún más. Este texto que cito es uno de esos maravillosos tra­ bajos que bastan para justificar y definir a una creadora. Derrochando energía me empujó al interior de su libro donde, a pesar de llevar unos cuantos años estu­ diando y trabajando la Medicina Tradicional China, encontré respuestas nuevas para poder aunar más profundamente la Tradición con la práctica médica diaria. Pensando en que toda sabiduría debe ser compartida le planteamos a la auto­ ra una mayor colaboración docente en la U.C.M. y volvió a impresionarme el enorme entusiasmo con que manejaba el proyecto. Miles de ideas bullían en ella, como en un puchero alkímico, para implicar a los alumnos, profesionales de la salud, en una búsqueda incesante e insaciable de nuevas posibilidades con que aliviar a sus pacientes. Queda claro que la autora no precisa muchas presentaciones. Si me permito escribir estas líneas lo hago impulsada por la alegría de comunicar al mundo de la salud que este nuevo libro ya circula entre nosotros para goce y disfrute del personal y, espero, que para revulsivo de todos aquellos compañeros que aún siguen adocenados en las enseñanzas de que el hombre sólo es un conjunto de órganos. Ojalá se permitan leer este texto. Si lo hacen, estoy segura de que llega­ rán a percibir un hombre, sano o enfermo, en el que existe un modelo de uni­ verso de naturaleza infinita. 10 Los Naufragios del alma Espero que los lectores no pretendan encontrar en estos renglones un juicio de la obra. Las labores de disección e interpretación las dejo en sus manos, pero en la cer­ teza de que cada quién lo hará de distinta manera y sacará sus propias conclusiones que,sin duda, serán tan agradecidas con la autora como las mías. Sin embargo, no puedo resistirme a hacer una mención muy especial al capítulo dedicado a la 'Oncología, mi campo de actuación médica durante casi treinta años. Nosotros le damos al enfermo de cáncer, como arma para superar el proceso, toda la artillería pesada de los tratamientos más punteros dentro de la Medicina, pero tendríamos que ser capaces también de implicar al propio paciente en su curación. Todos los oncólogos decimos a nuestros pacientes que sus actitudes ante la enfermedad son importantes para la evolución de la misma. Imaginativamente les hablamos de la importancia de las actitudes positivas y del necesario ánimo de lucha ante las dolencias pero, la mayor parte de las veces, esas bonitas pala­ bras sólo encierran nuestra incapacidad para decirles la manera concreta de poder materializar nuestro discurso. No sabemos, ciertamente, dar pautas que ayuden a convertir el padecimiento en. lección clan los enfermos ew 么 su necesario proceso íntimo de reorientar el rumbo de sus vidas. Toty nos completa este abordaje al paciente, y no sólo en oncología, aportando una ráfaga de aire fresco y retomando conceptos cósmicos que nos permitan ayudar al enferrno a afrontar, sin miedos, su propio camino interior. Sus palabras nos recuer­ dan algo a veces olvidado: la curación se hace desde dentro y el hombre, para ven­ cer sus dificultades, debe asentarse fuertemente en la tierra para poder extender sus brazos hacia el cielo y así, de esta manera, mantenerse armónico. La autora escribe para compartir lo que considera valioso para nosotros mis­ mos y, sobre todo, para nuestros pacientes. Escribe por la necesidad que siente de transmitir sus conocimientos. Escribe realmente por generosidad y se lo agra­ dezco de corazón. Sé que no lo hace por obtener este agradecimiento sino por estar en su íntima naturaleza el amar y el compartir. Sin embargo, quienes la leemos y quienes tenemos el placer de escucharla en sus clases, sabemos que su discurso transcurre con simple elegancia, como si nos tendiera un sedal cuyo indoloro anzuelo tragamos distraídos, inadvertidos de la fuerza con la gue habrá de atráparnos su fe en Jas infinitaspos'i[>iYiàaâes òe cura- ción que tiene el hombre. Gracias, Toty. Que no cese nunca tu infatigable investigación para bien de todos nosotros (aunque bien sé que ello te obliga a robarle tiempo al amor de tu vida). Dra. María Jesús Meis Meis Especialista sénior en Oncología Radioterápica Instituto Madrileño de Salud PRESENTACIÓN “Mantén la unidad de tu voluntad. No oigas con las orejas, sino con la mente. No escuches con la mente, sino con el espíritu: La función de las orejas finaliza en la audición, ln de la mente en las ideas. El espíritu es un silencio listo para comprender todas las cosas.n (Anónimo, siglo I d.C.) A tierra no tiene pintado el ecuador, ni el meridiano de Greenwich: L dividir el mundo en oriente y occidente es una pura cuestión didác­ tica. Lo mismo ocurre cuando hablamos de pureza y mestizaje, de altura y profundidad, del bien y del mal o de enfermedad y salud. En apariencia, todas ellas son oposiciones radicales. Sin embargo, no es eso lo que las hace semejantes. Lo que tienen realmente en común es la necesidad de crear una referencia inmóvil, un punto fijo, un eje cartesiano para poder definir­ se como opuestos. En definitiva, se fundamentan en algo que no existe más que entre las herramientas de la razón humana, en la ignorancia consciente en la que el hombre tiene su cuna y su acicate: su esencia es hermeneútica y su utilidad didáctica. No hay orientes ni occidentes, sino un mundo único que necesitamos comprender si aspiramos a explicar. Por eso, cuando Toty de Naverán comenzó a reinterpretar la psicología occi­ dental al amor de la sabiduría de oriente, cuando decidió sustituir complejos productos químicos por sencillos elementos naturales —masajes, agujas, alimen­ tos— para ayudar a sus pacientes en el reencuentro con la salud, lo que en reali­ dad sucedió es que halló una ruta que conduce al equilibrio, y una nueva luz 12 Los Naufragios del alma comenzó a iluminar al mismo tiempo su camino hacia el conocimiento exterior y sus galerías interiores. No se trata de una luz blanca, diamantina, pura; no es el rayo cegador de ningún dios; no es el láser mágico que penetra como un bis­ turí en las oscuridades de la ignorancia. Es más bien el parpadeo pálido de una lejana y oscilante hoguera que usa como combustible el conocimiento global, el mestizaje del saber, la ardiente inocencia d.e la verdad. El problema —y la ventaja— es que Toty de Naverán, además de terapeuta, es poeta. La comprensión de este libro no sería posible sin ese dato esencial. Y no estoy tratando de justificar el título general de la obra o el de cada capítulo. Nada de esto necesita justificación. Lo que sí se necesita, por parte del lector, es una acti­ tud abierta, desprejuiciada, dispuesta tanto al goce del conocimiento como al de la palabra, porque la palabra es el vehículo y el vestido del conocimiento. Y no hay mejor complemento para la verdad que la belleza. Einstein habló alguna vez de la elegancia de ciertas fórmulas matemáticas que resolvían arduos problemas físicos. Einstein no era precisamente un hombre insensible. El cosmos no sólo está lleno de belleza plástica, también cuántica. La palabra no cura una úlcera crónica de duodeno pero describe el camino que puede llevar a ese sistema digestivo hacia la salud. Por eso no es ocioso el cui­ dado que Toty de Naverán ha puesto en la redacción de esta obra. Llamar a las cosas por su nombre es tarea mucho más ardua de lo que en un principio pudie­ ra parecer, especialmente si queremos que en el nombre esté contenida la esen­ cia nuclear de lo nombrado. Para poder expresar con nitidez lo paradójico del alma humana, la autora ha tenido que acudir a su capacidad metafórica, a su profundo, delicado e íntimo conocimiento del idioma, forjado ya en muchas otras batallas, y, como el poeta que se enfrenta a lo inefable, buscar hasta encontrar la imagen que lo desvele, la palabra que lo haga aprehensible. Y en esa búsqueda de la expresividad ha llega­ do a forjar expresiones de una lucidez extraordinaria, raras veces presentes en un libro terapéutico ni de divulgación. Porque cuando nos enfrentamos a la niebla que cubre los caminos del tránsi­ to interior buscando comprender y cartografiar los estrechos laberintos de la mente, cuando queremos ser más que conciencia, autoconciencia, el primer escollo con el que nos encontramos es con el propio lenguaje, ¿cómo explicar con términos como vademécum,oncología, carcinoma…,que el alma es un navio no siempre a la deriva, pero siempre en peligro, pues el mar de la vida no cono­ ce el reposo? ¿Cómo llevar a un hombre a un reencuentro con lo mejor de sí Presentación 13 mismo —él, o ella—, sano y en equilibrio, hablándole de amnesia. disociativay de distimia, o de somatización' Entonces, qué hacer. Tal vez si hablamos de “las heri­ das del ¿z/ ”todo el mundo comprenda que son curables, como las del cuerpo, 應 como las de la piel, dejen cicatriz o no. Para que el término resulte expresivo y claro, ¿qué nombre podemos darle a nuestro sistema inmunológico, que en los episodios saludables de nuestra vida —gracias a él, los más numerosos— permane­ ce perfectamente inactivo, ausente, al mismo tiempo que mantiene la máxima alerta? ¿Valdría el centinela durmiente, que no dormido? ¿Es suficientemente expresivo? La palabra no cura, ya se dijo, pero es más fuerte que la espada: pier­ de cada batalla, pero gana la guerra, es decir, la paz. Y del mismo modo que ocurre con el lenguaje, sucede con la perspectiva desde la que se aborda el conocimiento del alma humana. Hasta hace muy poco, la medicina oriental y la occidental no sólo parecían distintas —que lo son—, sino opuestas, antagónicas, irreconciliables -que no lo son—. Chomolungma es, para los tibetanos, “la diosa madre del mundo”; en la India, Sagarmetha viene a sig­ nificar “señora o reina del cielo”. Sir George Everest es el nombre del “cartógrafo general” del imperio británico a mediados del siglo XIX. ¿Hay algún hilo conec­ tor de estos tres nombres, procedentes de tres lenguas distintas, que parecen refe­ rirse a tres personas divinas o humanas diferentes? Por ese camino nada, desde luego. Pero si usamos esas tres palabras como un modo de expresar la grandiosidad, el asombro, la desmesura de una montaña cuya cumbre se eleva por encima de todas las demás, hasta clavarse en la mitad del cielo, como si lo gobernara, entonces, tal vez caigamos en la cuenta de que estamos hablando de lo mismo. El monte Everest fue ascendido completo por primera vez en 1953 por una expedición británica cuya cordada final la formaron el alpinista neozelandés Edmund Hillary y el sherpa nepalí Tensing. La conquista se había intentado muchas veces y había costado muchas vidas antes de aquel año: los mejores hom­ bres y el material más moderno habían fracasado. Sólo el Annapurna, el menos elevado de los ochomiles, había sido escalado por los franceses. Para llegar a la cumbre de la montaña más alta de la tierra fue necesario que se unieran el norte y el sur, el oriente y el occidente, la tecnología alpinística europea y el profundo respeto y conocimiento de la naturaleza mítica de aquellas altitudes de un hom­ bre nacido allí mismo, en el Khumbu. Probablemente sea esta la única manera de llegar a lo más alto o a lo más profundo: en íntima colaboración, en verdade­ ra simbiosis. Cuando el hongo y el alga deciden unirse forman el liquen, y el liquen colo­ niza la tierra, la crea, y con el tiempo acaba convirtiendo en blando y cálido 14 Los Naufragios del alma humus la dura y fría esterilidad de la piedra. Los Naufragios del Alma es un libro—liquen, una obra—escalada. Las grandes conquistas de la especie humana nacen y desembocan siempre en el mestizaje. La cultura es hija de muchos padres. Y no sólo la ciencia, también la verdad es mestiza. José Luis MORALES Pozuelo de Alarcón, febrero de 2005 “La locura es el primer paso hacia la ausencia del egoísmo... El objetivo de la vida es que nos arriesguemos a.los secretos y la locura es el único medio para ello.” Gibrán Jalil Gibrán ((Hemos fracasado. Sobre los bancos de arena del racionalismo demos un paso atrás y volvamos a tocar la roca abrupta del misterio•” Urs von Balthasar BREVE HISTORIA DE LA LOCURA EN OCCIDENTE “Amable cosa es enloquecer a tiempo.” Horacio HÍ están... En otro tiempo fue oficio de poetas pero hace siglos que A creyeron encontrar su causa. La causa de la sinrazón convertida en locura. Y ahí siguen, con las voces robadas y el alma herida. Tendremos que desempolvar su historia para ver si encontramos nuevas cau­ sas que mejor expliquen y dignifiquen los extraños comportamientos del alma en vilo. De un alma que, como si pretendiera ser indultada, reclama su lugar en­ tre los desasistidos de todas las edades. Remontémonos tiempo atrás: La Psiquiatría no nació al lado de la medicina. Fue necesario el paso de 20 si­ glos para que esta especialidad ocupara un espacio entre el saber médico. Lo hi­ zo en pleno Renacimiento, entre la Edad Media y el Siglo de las Luces, siendo los países musulmanes quienes primero se hicieron cargo del fenómeno de la lo­ cura. Este hecho se trasladó a Europa, en el siglo XV, merced a la Orden de los Hermanos de San Juan de Dios cuya cuna fue España1. Desde antiguo, los locos lo eran por intervención divina. Como castigo a sus pecados eran poseídos por espíritus malignos que descomponían sus pensamien­ tos y sus actos. Cabe citar, en la Biblia hebrea, pasajes al respecto: “Yahvé te herirá 1 Lope, en su comedia “Los Locos de Valencia", refleja el ambiente del primer “manicomio” del mundo occidental: el 'Hospital de Inocentes’ fundado en 1409 en la ciudad citada. 18 Los Naufragios del alma de locura” (Dt. 28,28). Incluso se esboza algún tipo de Tratamiento que hoy en día podría recibir el nombre técnico de (Músicoterapia’: “Cuando el mal espíritu atacaba a Saúl, David tocaba el arpa. Saúl se sentía aliviado y se le pasaba eL ata­ que del mal espíritu.^ (1 Samuel 16,23) Fue éste un tiempo donde la Hierofanía (lo sacro) no había sido aún sustitui­ da por la Iatrofanía (la enfermedad). La locura era, por tanto, de ámbito sagra­ do bien como consecuencia del pecado o bien como 'regalo5 de los dioses a sus 'elegidos5: Derramaré mi Espíritu sobre los escogidos y profetizarán; tendrán sueños y visiones:’ (J1 3,1) Ya en la antigua cultura greco-latina las Lposesiones’ eran tratadas en los Tem­ plos de Esculapio-Asclepio (Dios de la Medicina). Más tarde, la Teoría Humo­ ral de Hipócrates fue abriendo paso al concepto de locura como 'aquello que padecen los desasosegados de la menté. Hipócrates clasificó las Manías como cau­ sadas por un exceso de Sangre y Bilis Amarilla y las Depresiones como un esta­ sis de Bilis Negra. La locura siguió su curso hasta desembocar en el concepto de ‘Enfermedad Mental5 con todos sus componentes de somaticismos y neurologismos. Así, a fi­ nales del siglo XIX, aparecieron en Europa los primeros Tratados mecanicistas de Patología Mental que fueron abriéndole paso a toda una corriente donde el 'sín­ toma5 era reemplazado por la estructura5 (se habían puesto los cimientos a la psi- cogenética) hasta que Freud se atrevió a desempolvar los oscuros sótanos del psiquismo humano legándonos Teorías que abarcan desde el concepto de 'In­ consciente hasta el de "Pulsión Sexual' pasando por lLa Interpretación de los Sue- ños y el 'Análisis de la Psicopatología de la vida cotidiana. Más tarde fixe D. Pedro Laín-Entralgo quien entrevio el factor anímico de la locura definiendo su drama como ^Mysterium doloris\ Y aparece la psiquiatría como aquella rama de la medicina a la que se le enco­ miendan los tratamientos de esta clase de dolencias. Joham Christian Reil acu­ ña, en el siglo XIX, el término psiquiatría dejando entre sus lindes el tratamiento de la enfermedad mental. La psiquiatría se definió como Ciencia que trataba esta clase de dolencias consiguiendo hacer cautiva a la locura huma­ na dentro de las cárceles de lo inmanente2 • No obstante, se diferenció la sinrazón poética de la patológica siendo exclusi­ vo campo de ésta, la alienación. El 'follis latino del que deriva, en la lengua * A pesar del peso etimológico del término Psiquiatría: “Curación del alma”.

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