PRÓLOGO La obra presente tiene carácter de síntesis. Es una panorámica de con- junto de la disciplina, su desarrollo histórico y sus tradiciones para ayudar a entender la trayectoria intelectual de los geógrafos. En la rica e inabarca- ble producción bibliográfica del mundo actual toda síntesis está abocada a ser selectiva. Ésta lo es. Está dirigida a un público universitario y, en gene- ral, al público culto que pueda estar interesado en esta disciplina. El autor no puede, ni quiere, ocultar que esta obra, como cualquier otra, responde a una particular concepción de la geografía. Es, y constituye, una reflexión personal sobre la historia de la geografía. Esta reflexión parte de la convicción -no compartida por todos los geógrafos-, de que la geo- grafía, a pesar de llevar un nombre milenario, es una disciplina reciente, una disciplina moderna, construida a partir de la segunda mitad del siglo XIX . Reconocer este carácter joven de la disciplina geográfica no significa ignorar la existencia de una tradición de más de dos mil años, amparada por la misma denominación. Supone, simplemente, separar lo que es la his- toria de la geografía de lo que cabe apuntar como sus antecedentes. De igual modo que la alquimia no es la química del medievo. No se trata de una valoración peyorativa de los conocimientos del pasado desde el com- plejo de superioridad de la ciencia moderna. Se trata de reconocer que son dos formas distintas de conocimiento. Con ello el autor comparte una actitud y una concepción extendida en- tre muchos geógrafos (García Fernández, 1985); y que caracteriza obras sig- nificativas de la historia de la geografía y del pensamiento geográfico (Ca- pel, 1981; Glick, 1994). Hacerlo así es un punto necesario para aclarar lo que entendemos por geografía y para ubicar el trabajo de los geógrafos en una sociedad moderna. Lo que distingue la geografía de sus prolongados antecedentes históri- cos, como sucede en otros muchos campos de las ciencias modernas, es un rasgo epistemológico esencial. La geografía moderna se constituye a partir de una ruptura epistemológica que la separa de las formas precedentes de conocimiento sobre el espacio. Corresponde a la fundación de un campo epistemológico, en el sentido que lo planteaba Foucault. Las páginas que siguen pretenden mostrar este proceso de construc- ción de un campo de conocimiento -de una episteme, según Foucault-. La (cid:9) 8 LOS HORIZONTES DE LA GEOGRAFÍA existencia de una milenaria tradición de prácticas y saberes de carácter es- pacial, conocidas como geográficas, no significa continuidad. Por el con- trario, se constituye como una ruptura. Se trata de contemplar la constitu- ción y desarrollo de lo que llamamos geografía. Al prestar atención a la notable tradición previa y a los saberes y prác- ticas de carácter espacial -que tendemos a identificar con la geografía-, sólo se busca rastrear las diferencias que separan la geografía moderna de esa tradición. Al mismo tiempo que valorar y estimar las formas de cono- cimiento que han precedido a la geografía moderna. La geografía es una disciplina moderna, que sólo adquiere sentido en el contexto cultural de la Europa moderna, y que sólo cristaliza, como tal disciplina, en unas condiciones históricas determinadas. La geografía mo- derna es un producto europeo, a partir de un proyecto alemán, aunque se desarrolle, después, con influencias muy diversas. Desarrollo que se identi- fica con un esfuerzo por darle perfil propio, por construir un objeto, por es- tablecer un campo diferenciado, por darle estatuto científico. Este carácter europeo y occidental no es inocuo. Proporciona a la disciplina perfiles es- pecíficos, asociados a la cultura occidental, que es una cultura europea de acusado etnocentrismo. La estructura de la obra pretende facilitar una lectura crítica -esto es, abierta-, de lo que llamamos geografía. Mostrar la diversidad de formas que presenta, señalar sus antecedentes -para diferenciarla de éstos-, in- formar sobre el marco cultural en el que se constituye, resaltar la riqueza y variedad de perspectivas y aportaciones con que se construye. Se trata de indagar sobre el proceso de definición de la disciplina, poner de manifies- to su carácter múltiple y contradictorio. La primera parte se dedica a mostrar las circunstancias en que se pro- duce el esfuerzo intelectual que inventa, en la doble acepción de este tér- mino, de hallazgo y de creación, un campo de conocimiento sobre la Tierra -denominado por ello geografía-, a partir de las prácticas sociales de ca- rácter espacial, que forman parte de la propia sociedad humana y que le acompañan desde su origen. Un campo de conocimiento orientado a la re- presentación de la Tierra. Durante muchos siglos, los atisbos y genialidades de los griegos clási- cos dieron lugar a una rica y variada tradición cultural. En ella se mezclan saberes espaciales, esfuerzos intelectuales, exploraciones y descubrimien- tos, curiosidad, necesidades prácticas, ideas y creencias, prejuicios de dis- tinto orden, que constituyen el magma cultural en el que la geografía mo- derna ha tendido a reconocer una tradición propia. Para muchos autores, geógrafos y no geógrafos, se trata, incluso, de la historia de la geografía. De ahí el interés y la atención prestada a esta primera parte, desde la doble perspectiva del valor intrínseco de esta tradición de saberes y prácticas, y de la necesidad de establecer las diferencias esenciales que separan esa tra- dición del proyecto moderno de geografía. Hacer de ese conocimiento difuso un espacio de saber riguroso acorde con los presupuestos y exigencias del conocimiento científico moderno constituye una aportación novedosa y reciente. PRÓLOGO 9 La segunda parte está dedicada a la constitución del proyecto y a la fundación del campo de conocimiento que conocemos como geografía. Por una parte, sus antecedentes inmediatos, los que hicieron posible su defini- ción. Las circunstancias históricas objetivas y subjetivas necesarias para la cristalización de la geografía como una nueva disciplina, en el sentido ac- tual del término. Desde las condiciones sociales que lo hicieron necesario, a la existencia de las condiciones intelectuales que permitieron darle forma en términos modernos, en el marco de la ciencia. Las condiciones de posibili- dad de que hablaba Foucault. Por otra, el intento, múltiple y diverso, de configurar ese proyecto, dis- tinto del de otras disciplinas interesadas en campos similares, de construir un objeto geográfico específico. Un esfuerzo que tiene lugar desde postula- dos no coincidentes, a través de propuestas alternativas e incluso contra- dictorias. La decantación de la geografía moderna como disciplina tiene muchas caras, enunciados distintos. No se produce un proyecto único sino varios proyectos, alternativos o confluentes, que tratan de constituirse como el proyecto de la geografía moderna: «la historia de la geografía no ha se- guido en todo momento el mismo camino en los diferentes países, tiene sus diferencias en el tiempo, sus escuelas, la geografía continúa y cambia en un doble sentido, porque es una ciencia viva y porque su objeto de estudio cambia también de forma permanente» (Brunet, Ferras y Théry, 1993). Tras esas propuestas alternativas, o confluentes, o contradictorias, se encuentran las distintas filosofías de la ciencia. El telón de fondo de las fi- losofías del conocimiento, que dominan el panorama del pensamiento y de la cultura occidentales en los dos últimos siglos, precisamente en relación con la naturaleza del conocimiento científico, da sentido a las distintas pro- puestas que surgen para constituir la geografía moderna y para establecer sus coordenadas epistemológicas. Estas filosofías son las que explican los distintos modelos de geografía que se desarrollan a lo largo del siglo XX y que pretenden cimentar la geografía moderna. Los distintos enfoques, las diversas concepciones del espacio, los dis- tintos objetos que se proponen como «objeto de la geografía», las diferen- cias metodológicas, los campos o centros de interés considerados, la propia estructura con la que se organiza y jerarquiza el conjunto de ámbitos con- templados por la geografía, tienen su razón de ser en esas filosofías últimas. La geografía no se constituye al margen de las preocupaciones de la socie- dad en que surge; es, por el contrario, un trasunto de tales preocupaciones. La historia de la geografía no es independiente de su contexto cultural. For- ma parte de las tensiones intelectuales del mundo contemporáneo. La tercera parte está dedicada a poner de manifiesto el modo en que se construye el discurso geográfico, es decir, las distintas ramas o campos de la geografía moderna, sus antecedentes, sus variaciones, su ritmo y su tiempo, sus vicisitudes, sus contradicciones, sus discontinuidades. Se trata de descubrir, tras enunciados consolidados, las variaciones semánticas y los cambios de contenidos, de los discursos, de la retórica geográfica. Desde la geografía física a la geografía humana y regional, con sus múltiples campos y subdisciplinas. Es decir, las prácticas concretas de la geografía. (cid:9) 10 LOS HORIZONTES DE LA GEOGRAFÍA Y se trata, por último, de situar las perspectivas de la geografía actual en el umbral del nuevo milenio. Por medio del resumen de los principales interrogantes que se formulan en la actualidad, de las tendencias que se ob- servan, de las propuestas que se debaten. ¿Qué es la Geografía? y ¿para qué sirve la Geografía?, siguen siendo preguntas que se hacen los geógrafos (Unwin, 1992; Peet, 1998). El objeti- vo de esta obra es facilitar una aproximación a esos interrogantes, a través de una reflexión informada sobre la historia de la geografía. Una reflexión que permita a cada uno construir su propia conciencia crítica de tal disci- plina. La inexistencia de obras de este carácter puede justificar el intento abordado aquí, abierto, como es lógico a toda crítica y a toda sugerencia. Una aproximación al proceso de construcción de la disciplina, para ayudar a ubicar los problemas del presente y las perspectivas del futuro, los hori- zontes de la geografía. AGRADECIMIENTOS F. Molinero Hernando es el inductor de este proyecto. Sin su acicate no se habría iniciado ni terminado. Debo agradecerle, además, sus sugerencias sobre el texto. E. González Urruela ha leído el original y sus observaciones y ayuda material han sido de especial utilidad para llevarlo a término. Aun- que el único responsable del mismo sea el que lo suscribe. INTRODUCCIÓN HISTORIA E HISTORIAS DE LA GEOGRAFÍA Hasta fechas muy recientes el interés por el desarrollo de la geografía ha sido escaso. Las historias de la geografía han sido obras esporádicas. Este desinterés tiene que ver con una disciplina en la que ha primado y pri- ma el empirismo y en la que la reflexión sobre sus fundamentos teóricos y sus antecedentes, como cultura y práctica del espacio, ha tenido escaso eco. Los geógrafos comparten una difusa mitología para uso propio, en torno a algunos personajes -Humboldt, Ritter, Ratzel, Vidal de la Blache, Hettner, entre otros-, y ciertos lugares comunes: determinismo y posibilismo, el carácter de disciplina puente, la geografía como síntesis. Una y otros han sido transmitidos de generación en generación, sin mayor preocupación crítica (Glick, 1994). Por otra parte, la generalidad de estas historias, siguiendo en ello la pauta excepcional de A. de Humboldt, representa más bien una colecta del saber y de las prácticas sobre el espacio de las distintas sociedades huma- nas -de hecho, de las sociedades europeas- a lo largo del tiempo (Hum- boldt, 1836-1839). La historia de la geografía se ha contemplado como la historia de los viajes, de los descubrimientos, de la cartografía y represen- tación gráfica de la superficie terrestre, del saber astronómico y cosmográ- fico, entre otros muchos aspectos. Y se ha contemplado, también, como la relación de los personajes vinculados con esas actividades y sus biografías. Se proyecta, sobre los tiempos pasados, el perfil de la geografía mo- derna y se encasillan las obras del pasado en los marcos conceptuales del presente, como geografía física o climatología, bien geografía regional o bien geografía general, en un ejercicio de llamativo anacronismo, del que hay numerosos ejemplos (Pédech, 1976). Convierten en geógrafos a cuan- tos, en sus obras o escritos, aludieran a elementos considerados, hoy, como objeto de la geografía. Lo que llevará a catalogar como geógrafos a los au- tores de relatos de viajes y de historias o crónicas, lo mismo que a explora- dores y navegantes, y recopiladores enciclopedistas. El interés por la historia, desde una perspectiva renovada, surge en el ámbito de los modernos enfoques sobre el desarrollo de la ciencia, es decir, en el campo de la historia de las ciencias. El estímulo proviene de las cre- cientes preocupaciones, de carácter epistemológico y teórico, que surgen entre los geógrafos en el decenio de 1970. Proviene también de la influen- cia de la historia del conocimiento científico. 14 LOS HORIZONTES DE LA GEOGRAFÍA Aparece como una necesidad de facilitar la reflexión sobre el lugar de la geografía, como campo de conocimiento, entre las ciencias y disciplinas actuales. Y se aborda desde la consideración de su papel ante los problemas más relevantes en la sociedad de hoy. El creciente número de obras que tie- nen como objeto el desarrollo teórico de la disciplina y las diversas con- cepciones y filosofías que sustentan el trabajo de los geógrafos distingue la etapa más reciente. En realidad, desde hace apenas un cuarto de siglo. Una perspectiva que caracteriza las aproximaciones más recientes a la historia del pensamiento geográfico (Capel, 1981; Gómez, Ortega y Muñoz, 1982; Stoddart, 1986; Livingstone, 1992; Glick, 1994; Peet, 1998). 1. Las historias de la geografía Los geógrafos contemplan la historia de la disciplina desde postulados no coincidentes. No existe una historia de la geografía sino «historias» de la geografía. Este carácter plural de la historia de la geografía no es la con- secuencia de la diversidad de autores sino de la diversidad de concepciones que subyacen en las obras que abordan su desarrollo histórico. Concepciones que divergen en la definición temporal de la geografía, en el entendimiento de su naturaleza y carácter, y que difieren en la propia consideración de lo que se entiende por historia. Para unos, una historia como mera crónica de acontecimientos y, en su caso, de biografías, como una sucesión de personajes sobresalientes. Para otros, una historia de ideas, en que priman las filosofías, y en la que las singularidades tienen un ca- rácter secundario. En unos casos, se trata de una historia interna, que se re- suelve en el limitado horizonte de la propia geografía. En otros, se aborda como una historia externa, que ubica el desarrollo de la geografía y sus pro- blemas, en el marco de la cultura científica y de la sociedad. Bajo estas aproximaciones, un entendimiento no coincidente de lo que se entiende por geografía. El vocablo no significa lo mismo para todos los usuarios y tiene una amplia variedad de acepciones o aplicaciones. La geo- grafía y lo geográfico pertenecen al acervo de la disciplina de este nombre, pero también al caudal cultural. Los propios geógrafos difieren en su en- tendimiento del significado del término. 1.1. GEOGRAFÍA, TRADICIÓN Y MODERNIDAD El término geografía es polisémico. Se utiliza con acepciones distintas. Identifica, en primer lugar, una disciplina académica. Se emplea, también, para identificar el objeto de esta disciplina con un significado equivalente a espacio o territorio, uso extendido en el habla mediática, con expresiones del tipo de «por toda la geografía española», para referirse a todo el territorio español. Empleo que comparten los propios geógrafos, sobre todo en el ám- bito anglosajón, donde se puede hablar del «poder de la geografía» para re- saltar el papel del territorio o espacio en el mundo moderno (Wolch, 1989). INTRODUCCIÓN: HISTORIA E HISTORIAS DE LA GEOGRAFÍA 15 El término geografía identifica también un saber y cultura sobre el es- pacio, al margen del saber académico, a veces denominado geografía para- lela. Por último, se aplica la palabra geografía para referirse a las prácticas espaciales, que acompañan el desarrollo humano, y se habla de la «geogra- fía de los ingenieros» o la «geografía de los estados mayores». Se utiliza, in- cluso, para identificar el colectivo profesional dedicado al cultivo de esta disciplina (Lacoste, 1976). Polisemia que contribuye a la confusión y que hace difícil acotar el campo histórico de la geografía. La confusión se produce, en primer lugar, respecto de la profundidad histórica de este saber. El carácter milenario del término, procedente de la tradición cultural del saber geográfico, arraigado en la herencia griega, con más de dos milenios, se confunde con la breve historia de una disciplina científica que llamamos también geografía. La confusión se reproduce, en segundo término, respecto de la ampli- tud de este saber. La geografía se identifica con el conjunto de las prácticas de carácter espacial que acompañan la propia naturaleza humana. Con- vierten con ello a la geografía en un saber tan antiguo como la propia hu- manidad. La historia de la geografía no se distingue, en estos enfoques, de la propia historia humana. Viajar, explorar, describir lugares, ubicarlos, ela- borar cartografía o simples esquemas cosmológicos, el relato de los viajes, los inventarios administrativos de carácter territorial, quedan incorporados al amplio saco de la geografía. La aproximación no crítica a la historia de la geografía corre el riesgo de confundir estos distintos planos, que sólo tangencialmente se relacionan. En primer término, el mundo de las experiencias espaciales que, como tal, pertenece a la propia naturaleza humana. En segundo lugar, la esfera de las representaciones espaciales, como ordenación y racionalización de estas ex- periencias: esboza intelectualmente un tipo de representación social, que los griegos, sus inventores, denominaron geografía. En tercer término, el mundo, mucho más restringido y preciso, del proyecto moderno de integrar ese tipo de experiencias como un campo de conocimiento o episteme, de acuerdo con los términos de la modernidad. Algún autor contemporáneo ha empleado los términos «geografía pú- blica» y «geografía académica», respectivamente, para diferenciar esos pla- nos. Es necesario distinguir los saberes prácticos, las propias prácticas es- paciales y las representaciones de las mismas que forman parte de la natu- raleza social, del campo de conocimiento. Aquéllos configuran una cultura del espacio, nuestra cultura, occidental, del espacio. El último, pretende lle- gar a ser una ciencia, o un saber riguroso, sobre el espacio. La historia de la geografía, en sentido propio, hace referencia a un in- tento persistente de darle rango de ciencia; de incorporarla al conjunto de los conocimientos que tienen esa categoría, aunque se haya hecho, en gene- ral, sin una reflexión consciente sobre el significado de ese objetivo (Curry, Poco o nada del proceso histórico de la geografía moderna sería in- 1985). teligible si prescindimos de esta circunstancia: la historia de la geografía mo- derna es la historia de un esfuerzo, desde muy diversos frentes, por elevarla a la condición de ciencia geográfica, en el marco del pensamiento moderno. 16 LOS HORIZONTES DE LA GEOGRAFÍA La geografía se identifica, en sus caracteres y en sus problemas, con este último; forma parte, en el pleno sentido del término, de lo que se ha llamado la modernidad. Es un producto de esta modernidad, que cristaliza en la segunda mitad del siglo XIX. La historia de la geografía es una histo- ria del proceso de construcción de un saber de carácter científico, en el sen- tido que este término adquiere en los tiempos modernos. La construcción de la geografía como disciplina moderna no se pro- duce al margen de los grandes debates sociales que marcan el tiempo de la contemporaneidad, y constituye un producto de este mundo contemporá- neo. No es ajena al mundo de ideas y a los debates que marcan el desarro- llo de la cultura científica en este período. Es, por tanto, la historia de un tiempo próximo y de una disciplina moderna. Concepción que no se co- rresponde con la general percepción de una historia lineal y acumulativa a lo largo de los siglos, basada en el «remontarse sin término hacia los pri- meros precursores» (Foucault, 1976). El punto de partida de esta obra es la consideración de la geografía como una disciplina de carácter moderno, fundada hace poco más de un si- glo, que debe distinguirse de sus antecedentes milenarios y culturales y de las prácticas sociales sobre las que trata. Es habitual utilizar el término «moderna» para separar esta disciplina reciente de los saberes prácticos y de la cultura precedentes (Glick, 1994). Lo que llamamos geografía, entendida como disciplina moderna, no es el producto acabado de un esfuerzo o de una iniciativa atribuible a unos au- tores concretos, en un marco espacio temporal preciso, con fecha registra- da de nacimiento. Es la manifestación de una tensión intelectual y de múl- tiples prácticas individuales y colectivas, coincidentes unas, consecutivas otras, que se dilatan en el tiempo, que comparten un objetivo común: cons- truir una geografía científica. Tras el proceso constructor subyacen las ten- siones y los desgarramientos de la cultura científica, de la propia práctica científica y de la sociedad. 1.2. LA HISTORIA COMO PROGRESO: HITOS PERSONALES Y ARQUETIPOS Los geógrafos, durante mucho tiempo, han contemplado la historia de la disciplina desde postulados evolutivos, como el discurrir de una corriente uniforme desde los orígenes griegos, e incluso con anterioridad, hasta el pre- sente. Como una marcha progresiva en la que la geografía se perfecciona, se enriquece y decanta, en un continuado proceso de desarrollo y progreso. Ese progreso se ha identificado con el paulatino o rápido relleno de los vacíos co- rrespondientes a la terra ignota, es decir, con el conocimiento de la configu- ración de la superficie terrestre, con su representación cartográfica. Esta historia de la geografía tiende a confundirse con la historia de la cartografía, por un lado y, con la de los descubrimientos, por otra. Desde una perspectiva eurocéntrica, hegemónica durante mucho tiempo, o desde la consideración de las aportaciones de otras sociedades, en tiempos más recientes. La atención a las experiencias de los pueblos orientales y a las de