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Los Ejercicios del Ver PDF

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ESTUDIOS DE TELEVISIÓN J. Martín-Barbero y G. Rey Colección dirigida por Lorenzo Vilches Después de medio siglo de debate, polémica y controversia en torno a las consecuencias sociales, políticas, económicas y culturales de la tele Los ejercicios del ver visión, los lectores van a disponer por fin de una biblioteca plural de televisión en lengua castellana. La televisión se transforma y se prepara para compartir un siglo de promesas en el campo de la comunicación Hegemonia audiovisual y la cultura a través de nuevas y sofisticadas tecnologias. La colección Estudios de Televisión ofrece un espacio de debate y reflexión sobre y ficción televisiva este mundo a los investigadores sociales, profesionales del medio y a todos aquellos que de una forma u otra participamos en la inmensa red que es la comunicación actual. Otros títulos de la colección ENRIQUE BUSTAMANTE LA TELEVISIÓN ECONÓMICA Financiación, estrategias y mercados J. MARTÍN-BARBERO Y GERMÁN REY LOS EJERCICIOS DEL VER Hegemonía audiovisual y ficción televisiva MILLY BUONANNO EL DRAMA TELEVISIVO Identidad y contenidos sociales ROSA ÁLVAREZ BERCIANO LA COMEDIA ENLATADA De Lucil/e Ba/1 a los Simpson PEDRO L. CANO DE ARISTÓTELES A WOODY ALLEN Poética para cine y televisión ,, ¡ Índice Introducción . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 9 I. Experiencia audiovisual y des-orden cultural l. El «mal de ojo» de los intelectuales . . . . . . . . . . . . . . 15 2. Del malestar al des-orden cultural . . . . . . . . . . . . . . . 20 3. La modernidad de la televisión en América Latina . . . 28 4. Oralidad cultural e imaginería popular . . . . . . . . . . . . 34 5. Diseminación del saber y nuevos modos de ver/leer 40 Primera edición: octubre de 1999 II. Imágenes y política ©by J. Martín Barbero l. El estallido del espacio televisivo . . . . . . . . . . . . . . . . 51 © byG. Rey 2. Los medios como actores sociales: cambios en su ©by Editorial Gedisa identidad . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 56 Muntaner, 460, entr. 1•. 08006 Barcelona 3. Figuras de la democracia, metáforas de lo público . . . . 64 Tel. 93 201 60 OO. Fax 93 414 23 63 4. Visibilidad, guerra y corrupción: la información correo-e: [email protected] como relato . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 78 http://www.gedisa.com III. Narrativas de la ficción televisiva Diseño de la colección Sebastián Puiggrós l. Matrices culturales y formaros industriales . . . . . . . . . 89 2. Los avatares latinoamericanos de la ficción televisiva . . 95 ISBN: 84-7432-753-9 3. Del teleteatro a la telenovela: géneros televisivos Depósito legal: B. 40.299-1999 y modernidad cultural . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 100 Impreso por Romany<iNalls 4. Televisión y literatura: de la transcripción Verdaguer, 1. 08786 Capellades (Barcelona) a la invención . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 123 5. El país como experimento audiovisual ............ 132 Derechos reservados para todas las ediciones en lengua castellana 6. Las narraciones televisivas en los años noventa ...... 139 Queda prohibida la reproducción total o parcial por cualquier medio de impresión, en forma idéntica, extractada o modificada de la versión castellana de esta obra. Notas ......................................... 145 _Impreso en España Bibliografía . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 15 3 Printed in Spain Introducción Los cuerpos se mueven todos al mismo vaivén, los rostros llevan todos la misma máscara y las voces producen el mismo grito. Al ver en rodas las caras la imagen del deseo y al oír de rodas las bocas la prueba de su certeza, cada uno se siente unido, sin resistencia posible, a la convicción común. la creencia se impone porque la sociedad gesticula, y ésta gesticula debido a · la creencia. Maree/ Mauss La palabra se torna, cada vez más, en leyenda de la imagen. Regresamos a una disposición de los «espacios de sentido» en que los elementos imagéricos ocupan una porción creciente en todo. Pero lo que sucede aho ra es algo nuevo: una violencia deliberada toca los la zos primarios de la identidad y de la cohesión social producidos por una lengua común. George Steiner Desde el principio la imagen fue a la vez medio de expresión, de comunicación y también de adivinación e iniciación, de encanta miento y curación. «Más orgánica que el lenguaje, la imaginería procede de otro elemento cósmico cuya misma alteridad es fasci nante.»1 De ahí su condena platónica al mundo del engaño, su reclusión/confinamiento en el campo del arte, y su asimilación a instrumento de manipuladora persuasión religiosa, ideológica, de sucedáneo, simulacro o maleficio. Incluso su sentido estético está con frecuencia impregnado de residuos mágicos o amenazado de Los ejercicios del ver Introducción 10 11 travestismos del poder político o mercantil. Es frente a toda esa lar fin de siglo- está des-ubicando el oficio, y la autoridad, de los in ga y pesada carga de sospechas y descalificaciones que se abre paso telectuales e introduciendo en el mundo de la cultura occidental un una mirada nueva que, de un lado, des-cubre la envergadura actual agrio sabor a decadencia inatajable, producida por el des-orden que de las hibridaciones entre visualidad y tecnicidad y, de otro, rescata las padecen las autorías y las jerarquías. En América Latina la hegemo- imaginerías como lugar de una estratégica batalla cultural. nía audiovisual des-cubre, pone al descubierto, las contradicciones Confundido, por unos, con las identificaciones primarias y las de una modernidad otra, esa a la que acceden y de la que se apropian proyecciones irracionales y, por otros, con las manipulaciones con las mayorías sin dejar su cultura oral, mestizándola con las imagi sumistas o el simulacro político, el actual régimen de la visualidad nerías de la visualidad electrónica. Segundo movimiento: más que se halla aún socialmente dicotomizado entre el universo de lo su una enfermedad de la política, la massmediación televisiva señala blime y el del espectáculo/divertimento.2 Pero en los últimos años, en la dirección de la crisis de la representación y las transformacio la iconografía, la semiótica y el psicoanálisis han ido reubicando la nes que atraviesa la identidad de los medios. Y ello por el estallido que imagen en la complejidad de sus oficios y lenguajes. Pues en la ex vive el espacio audiovisual en sus oficios y alianzas, en sus estruc periencia social que ella introduce emerge la relación constitutiva turas de propiedad y gestión y en las reconfiguraciones del discur de las mediaciones tecnológicas con los cambios en la discursivi so televisivo. Pero especialmente por el adensamiento de las me dad, sus nuevas competencias de lenguaje: desde los trazos magico diaciones de la sensibilidad y la rearralidad de la política, a la vez geométricos del homo pictor al sensorium laico que «revela» el graba espacio de simulación y de reconocimiento social, del hacerse so do o la fotografía, y los relatos inaugurados por el cine y el vídeo. 3 cialmente visible tanto la corrupción como su fiscalización y de Lo sacado a flote en ese recorrido no son sólo las complejidades de nuncia, tanto los dolorosos avatares de la guerra como las luchas lenguajes y escrituras de la imagen, las imaginerías y los imagina por la paz. Tercer movimiento: el de las narraciones televisivas que rios, sino también su desgaste, el vaciado de sentido que sufre la encarnan la inextricable trabazón de las memorias y los imagina imagen sometida a la lógica de la mercancía: la insignificancia corro rios, la geografía sentimental, que del bolero y el tango reencarnó yendo el campo mismo de las imágenes del arte al mismo tiempo en la radionovela, el melodrama cinematográfico y finalmente en que se produce una estetización banalizada de la vida toda, la pro la telenovela. Con todo lo que ahí circula de experiencia del mer liferación de imágenes en las que, como ha dicho Baudrillard, «no hay cado en renovar el desgaste narrativo -juntando el contar cuentos nada que ver». Importa igualmente el ocultamiento de lo real pro con el saber hacer cuentas- pero también con la lucha de los pue ducido por el discurso audiovisual de la información, en el que la blos sur por entrar a contar en las decisiones que los afectan, esto es sustitución de la cifra simbólica, anudadora del pasado y el presente, por el derecho a contar sus historias, y des-cubrir/recrear en ellas por la fragmentación que exige el espectáculo, transforma el deseo -en los relatos que la hacen local y mundialmente reconocible-su de saber en mera pulsión de ver. Por su parte el primado del obje identidad plural. to sobre el sujeto hace de la imagen, protagonista del discurso pu De la secuencia de movimientos que aquí se despliegan no po blicitario, una estrategia de seducción y obscenidad, de puesta en demos salir sin reencontrarnos con el motivo (en jerga musical) que escena de una liberación perversa del deseo cuyo otro no es más que los sostiene y enlaza. Pues el des-ordenamiento cultural que atravesa el simulacro fetichista de un sujeto devenido él mismo objeto. mos se debe en gran medida al entrelazamiento cada día más den De lo que trata este libro es de los avatares culturales, políticos so de los modos de simbolización y ritualización del lazo social con y narrativos del audiovisual, y especialmente de la televisión. Pri los modos de operar de los flujos audiovisuales y las redes comuni mer movimiento: la hegemonía audiovisual -entre otros procesos cacionales. El estallido de las fronteras espaciales y temporales que ,,J~ ~-------------------------· 0.,M Los ejercicios del ver 12 o ~ 1 ellos introducen en el campo cultural des-localizan los saberes des- legitimando las fronteras entre razón e imaginación, saber e infor- ~ mación, naturaleza y artificio, ciencia y arte, saber experto y expe Experiencia audiovisual riencia profana. Lo que modifica tanto el estatuto epistemológico como institucional de las condiciones de saber y de las figuras de razón y des-orden cultural en su conexión con las nuevas formas del sentir y las nuevas figuras de la socialidad. Desplazamientos y conexiones que empezaron a ha cerse política y culturalmente visibles en los movimientos del 68 des- de París a Berkeley pasando por Ciudad de México. Entre lo que di La verdad es que la imagen no es lo único que ha cen los graffitis -«Hay que explorar sistemáticamente el azar»; «La cambiado. Lo que ha cambiado, más exacramente, son ortografía es una mandarina», «la poesía está en la calle», «La inte las condiciones de circulación enrre lo imaginario in ligencia camina más pero el corazón va más lejos»-y lo que cantan dividual (por ejemplo, los sueños), lo imaginario co los Beatles -necesidad de liberar los sentidos, de explorar el sentir, lectivo (por ejemplo, el mito) y la ficción (lireraria o ar tísrica). Tal vez sean las maneras de viajar, de mirar, de de hacer estallar el sentido-; entre la revuelta de los estudiantes y encontrarse las que han cambiado, lo cual confirma la la confusión de los profesores, y en la revoltura-que esos años pro hipóresis según la cual la relación global de los seres hu ducen entre libros, sonidos e imágenes, emerge un des-orden cultural manos con lo real se modifica por el efecto de repre que cuestiona las invisibles formas del poder que se alojan en los mo sentaciones asociadas con las tecnologías, con la globa dos del saber y del ver, al tiempo que alumbra unos saberes-mosaico, lización y con la aceleración de la hisroria. hechos de objetos móviles, nómadas, de fronteras difusas, de inter Marc Augi rextualidades y bricolajes. Si ya no se escribe ni se lee como antes es porqUe tampoco se puede ver ni expresar como antes: «Es toda la axiología de los luga res y las funciones de las prácticas culturales de memoria, de saber, de. imaginario y creación la que hoy conoce una seria reconstitu ción».4 La visualidad electrónica ha entrado a formar parte consti tutiva de la visibilidad cultural, esa que, según A. Renaud, es a la vez entorno tecnológico y nuevo imagihario capaz de hablar cultural mente: de abrir nuevos espacios y tiempos para una nueva era de lo semible. l. El <<mal de ojo>> de los intelectuales En los últimos años la crítica a la televisión se exacerba, desde todos los ángulos, los oficios y las disciplinas. Y no es que falten motivos para la crítica de una televisión que al pluralizarse perma nece, sin embargo, demasiado parecida a sí misma. Pero lo que can sa y hasta irrita, porque -como la propia televisión-casi nunca se sale del circuito cerrado de lo obvio, es la exasperación de la queja. Una buena muestra de esa crítica que no pasa de queja, en su mez colanza de indignación moral con asco estético, es la expuesta por un joven, destacado y progresista escritor colombiano.1 En la tele 1 visión se produce y expresa, según él, la última abominación de 1 nuestra civilización, ya que ella es por naturaleza inculta, frívola y hasta imbécil, tanto que «cuanto más vacuo sea un programa, más éxito tendrá». La causa de esa abominación es «su capacidad de ab sorbernos, casi de hipnotizarnos) evitándonos la pena, la dificultad de tener que pensar». De lo que se concluye: «Apagar) lo que se dice apagar la televisión, eso no lo van a hacer las mayorías jamás». Por lo que se infiere que lo que debe preocuparnos no es el daño que haga a las personas ignorantes (¡los analfabetos algo sacan!) sino el que le hace a la minoría culta, intelectual, estancándola) dis trayéndola, robándole sus preciosas energías intelectuales. Si la cultura es menos el paisaje que vemos que la mirada con que lo vemos, uno empieza a sospechar que el alegato habla menos de la televisión que de la mirada radicalmente decepcionada del pensador sobre las pobres gentes de hoy, incapaces de calma, de si lencio y soledad, y compulsivamente necesitadas de movimiento, de luz y de bulla, que es lo que nos proporciona la televisión. Sólo que ese nos, que incluye al autor entre esas pobres gentes, tiene mu- Los ejercicios del ver Experiencia audiovisual y des-orden cultural 16 17 o ~ cho de ironía pero también no poco de tramposa retórica. Porque si Ahondando en esa cuestión, llevo años preguntándome por qué la incultura constituye la quintaesencia de la televisión se explica el ~ los intelectuales y las ciencias sociales en América Latina siguen desinterés, y en el «mejor» caso el desprecio de los intelectuales por mayoritariamente padeciendo un pertinaz «mal de ojo» que les la televisión, pero también queda ahí al descubierto el pertinaz y hace insensibles a los retos culturales que plantean los medios, in soterrado carácter elitista que prolonga esa mirada: confundiendo sensibilidad que se intensifica hacia la televisión. No deja de ser re iletrado con inculto, las élires ilustradas desde el siglo XVIII, al mis velador que sea sólo la prensa la que cuente con verdadera historia mo tiempo que afirmaban al pueblo en la política lo negaban en la escrita, ya que ello no obedece únicamente al hecho de que ésta sea cultura, haciendo de la incultura el rasgo intrínseco que configu el medio más antiguo, sino a ser el medio en que se _reconocen cul raba la identidad de los sectores populares, y el insulto con que ta turalmente los que escriben historia. La televisión en cambio no paban su interesada incapacidad de aceptar que en esos sectores pu sólo está ausente de la historia escrita -ni aun en los diez volúme diera haber experiencias y matrices de otra cultura. 2 nes de la Nueva historia de Colombia hubo un pequeño sitio para otros El segundo argumento, la fascinación que nos idiotiza, vuelve medios que no fueran la prensa y el cine-sino que es tenazmente por el contrario bien pertinente el nos: «Todos quedamos embele mirada desde un discurso maniqueo, incapaz de superar una crítica sados con eiJa,. Sólo que aquí lo sospechoso es el todos. Dudo mu intelectualmente rentable ... justamente porque lo único que propone cho que la fascinación sea «el modo de mirar de la generación que es apagar el televisor. ¡Hasta los maestros de escuela niegan que ven nació y se formó con la televisión», 3 que se divierte con videojue televisión, creyendo así defender ante los alumnos su hoy mengua gos, que ve cine en la televisión, que baila frente a pantallas gi da autoridad intelectual! Lo que resulta doblemente paradójico en gantes de vídeo, y que en ciertos sectores juega, hace las tareas en un país tan dividido y desgarrado, tan incomunicado como Colom el computador y narra sus experiencias urbanas en imágenes de bia, y en el que la televisión se ha convertido en un «lugar» neu vídeo. Fascinación la que produjo el cine, su sala oscura, el asom rálgico donde en alguna forma se da cita y encuentra el país, en bro del movimiento y los primeros planos sobre las masas popu escenario de perversos encuentros: mientras las mayorías ven allí con lares durante largos años, y la que sigue produciendo en nuestro densadas sus frustraciones nacionales por la «tragedia» de su equipo modo de ver, el de la generación que hemos conservado la devo en el mundial de fútbol de Estados Unidos, o su orgulloso recono ción por la magia del cine -esa que según Barthes hace del rostro cimiento por las figuras que, de las gentes de la región y la indus de Greta Garbo «Una suerte de estado absoluto de la carne que no tria cafetera, dramatizó la telenovela Café, la culta minoría vuelca se puede alcanzar ni abandonar»-y que frustradamente proyectamos en ella su impotencia y su necesidad de exorcizar la pesadilla coti sobre la televisión. Además, ¿cómo reducir a fascinación la relación diana, convirtiéndola en chivo expiatorio al que cargarle las cuen de las mayorías con la televisión en países en los que la esquizofre tas de la violencia, del vacío moral y la degradación cultural. Pero nia cultural y la ausencia de espacios de expresión política potencian entonces la televisión tiene bastante menos de instrumento de ocio desproporcionadamente la escena de los medios, y especialmente y diversión que de escenario cotidiano de las más secretas perver de la televisión, pues es en ella donde se produce el espectáculo del siones de lo social, y también de la constitución de imaginarios co poder y el simulacro de la democracia, su densa trama de farsa y lectivos desde los que las gentes se reconocen y representan lo que de rabia, y donde adquieren alguna visibilidad dimensiones cla tienen derecho a esperar y desear. ves del vivir y el sentir cotidiano de las gentes que no encuentran Lo hasta aquí expuesto son elementos en búsqueda de una críti cabida ni en el discurso de la escuela ni en el que se autodenomi ca que <<explique el mundo social en orden a transformarlo, y no a na cultural? obtener satisfacción o sacar provecho del acto de su negación infor- ; '' Los ejercicios del ver Experiencia audiovisual y des-orden cultural 18 19 mada».4 Lo que trasladado a nuestro terreno significa la necesidad ne es apagarla? Pues lo que esa respuesta implica es que las luchas de una crítica capaz de distinguir la indispensable denuncia de la contra la avasallante lógica mercantil que devora ese medio acele complicidad de la televisión con las manipulaciones del poder y los rando la concentración y el monopolio, la defensa de una televisión más sórdidos intereses mercantiles -que secuestran las posibilida pública que de manos de los Gobiernos la pase a las de las organiza des democratizadoras de la información y las posibilidades de crea ciones de la sociedad civil, la lucha de las regiones, los municipios tividad y de enriquecimiento cultural, reforzando prejuicios racis y las comunidades por construir las imágenes de su diversidad cul tas y machistas y contagiándonos de la banalidad y mediocridad tural, resultarían todas ellas por completo irrelevantes. Pues todas que presenta la inmensa mayoría de la programación-del lugar es esas luchas no tocarían el fondo, la naturaleza perversa de un medio tratégico que la televisión ocupa en las dinámicas de la cultura cotidiana que nos idiotiza, nos evita pensar y nos roba la soledad. ¿Y qué po de las mayorías, en la transformación de las sensibilidades, en los lítica educativa cabe entonces? Ninguna, pues es la televisión en sí modos de construir imaginarios e identidades. Pues nos encante o misma, y no algún tipo de programa, la que refleja y refuerza la nos dé asco, la televisión constituye hoy a la vez el más sofisticado incultura y estupidez de las mayorías. Con el argumento de que dispositivo de moldeamiento y deformación de la cotidianidad y «para ver televisión no se necesita aprender», la escuela -que lo los gustos de los sectores populares, y una de las mediaciones his que enseña es a-leer-no tendría aquí nada que hacer. Ninguna po tóricas más expresivas de matrices narrativas, gestuales y escenográ sibilidad, ni necesidad, de formar una mirada crítica que distin ficas del mundo cultural popular, entendiendo por éste no las tradi ga entre la información independiente y la sumisa al poder eco ciones específicas de un pueblo sino la hibridación de ciertas formas nómico o político, entre programas que buscan conectar con las de enunciación, ciertos saberes narrativos, ciertos géneros noveles contradicciones, los dolores y las esperanzas de nuestros países y cos y dramáticos de las culturas de occidente y de las mestizas cul los que nos evaden y consuelan, entre baratas copias de lo que im turas de nuestros países. Lo que en la voz de uno de los intelectua pera y trabajos que experimentan con los lenguajes, entre el esteti les españoles más lúcidamente críticos significa dos cosas: que «hemos cismo formalista que juega exhibicionistamente con las tecnologías pasado muchos años, o siglos, defendiendo la idea de que un jorna y la investigación estética que incorpora el vídeo y el computador a lero tiene el mismo derecho a elegir a su gobierno que un sabio nu la construcción de nuestras memorias y la imaginación de nuestros clear (con otra moral quizá tiene más) para negarle ahora el derecho futuros. a escoger su programa de televisión» y que «el alejamiento de las élites del medio televisivo cierra el círculo y anima a los programa dores a ser cada vez más burdos, creyendo así abarcar a más perso nas».5 Nuestra crítica del rencor de los intelectuales apunta a des montar ese círculo, que conecta en un solo movimiento la «mala conciencia» de los intelectuales y la «buena conciencia» de los co merciantes de la cultura y a la incomprensión de las ciencias socia les hacia la televisión. Que el conflicto no es de meras interpretaciones lo demuestra la respuesta a esta pregunta, que constituye el fondo del debate aquí enunciado: ¿Qué políticas de televisión caben a partir de una pro puesta que, en forma beligerante o vergonzante, lo único que propo- Experiencia audiovisual y des-orden cultural 21 '~ 2. Del malestar al des-orden cultural '._,'.:.·.l gresod, libera n.u~~trda relación cob~ el pasado, .con nuestro~ diferenrtes ,.::; pasa os, perm1t1en anos recom mar memonas y reaprop1arnos e ea tivamente de una des-centrada modernidad. ' G El des-ordenamiento cultural que vivimos remite en primer térmi no al des-centramiento que atraviesa la modernidad. «Abstraer lamo dernización de su contexto de origen no es sino el reconocimiento de que los procesos que la conforman han perdido su centro, para des plegarse por el mundo al ritmo de la formación de capitales, la in ternacionalización de los mercados, la difusión de los conocimien La línea de cultura se ha quebrado, y también lo ha tos y las tecnologías, la globalización de los medios masivos, la hecho con ella el orden temporal sucesivo. La simulta extensión de la enseñanza escolarizada, la vertiginosa circulación de neidad y la mezcolanza han ganado la partida: los cana las modas y la universalización de ciertos patrones de consumo.» 1 les se intercambian, las manifestaciones cultas, las popu lares y las de masas dialogan y no lo hacen en régimen de Una mínima puesta en historia de ese descentramiento nos revela sucesión, sino bajo la forma de un improvisado cruce que su marca sobre el propio rostro de América Latina: esa «patria del acaba por tornarlas inextricables. El anonimato no signi pastiche y el bricolaje donde se dan cita todas las épocas y todas fica que la autoría sea comunitaria sino que la fuente las estéticas ... Pues somos sociedades formadas en historias híbri se ha desperdigado y, a la postre, extraviado. das en las que necesitamos entender cómo se constituyeron las di V Sánchez Biosca ferencias sociales, los dispositivos de inclusión y exclusión que dis tinguen lo culto de lo popular, y ambos de lo masivo. Peto también cómo y por qué esas categorías fracasan una y otra vez, o se realizan Los desconciertos y las pesadillas del fin de siglo radicalizan nues atípicamente en la apropiación atropellada de culturas diversas,: o tro latinoamericano malestar en la modernidad, ese que no es pensa en la combinación paródica de los plagios''y las taxonomías de Bor ble ni desde el inacabamiento del proyecto moderno que reflexiona ges, en el sincretismo del tango, la samba y el sainete». 2 Habermas -pues ahí la herencia ilustrada es restringida a lo que Inserta en la global, la experiencia cultural latinoamericana de tiene de emancipadora dejando fuera sus complicidades con la ra· este fin de siglo no puede ser pensada por fuera de las nuevas estruc cionalidad de dominio que legitimó su expansión- ni desde el re turas comunicativas de la sociedad, pues ellas configuran buena par conocimiento que de la periferia y de los márgenes hace un discurso te de sus apuestas y sus pesadillas. Nos referimos a la hegemonía de posmoderno para el que toda diferencia se agota en la fragmenta la razón comunicacional que, frente al consenso dialogal del que se ción. La profunda crisis tanto de los modelos de desarrollo como de nutre la «razón comunicativa» según Habermas, se halla cargada los estilos de modernización está resquebrajando un orden, que al de la opacidad discursiva y la ambigüedad política que introduce identificarse con la razón universal nos estaba impidiendo percibir la mediación tecnológica y mercantil, cuyos dispositivos -la frag la hondura del des-ordenamiento cultural que atraviesa la moder mentación que disloca y descentra, el flujo que globaliza y compri nidad. Desde abí se hace perceptible la no contemporaneidad de lo si me, la conexión que desmaterializa e hibrida--agencian el devenir multáneo, esto es la existencia de destiempos en la modernidad que mercado de la sociedad. En ese proceso el protagonismo de las tecno- no son pura anacronía sino residuos no integrados de una economía logías -antes llamadas medios-es cada día mayor. Y se debe espe y una cultura otras que, al trastornar el orden secuencial del pro- cialmente a un doble movimiento: a su instalarse en no importa ' 22 -------'-Lo-s e-jerc-icio-s de-l v-er ------::!.s~ _ ___E_ x:p_er_ ienci_a aud_iovis_u _a_l: _y _des-o_rden_ cultu_ral ___ 23 ~ih tllitl'E qué región o país como elemento exógeno a las herencias culturales u~ administrado». Desde América Latina, N. Lechner ha examinado los y a las demandas locales, y su convertirse en conector universal en lo ~u rasgos que configuran el actual desencanto o «enfriamiento de la global, en dispositivo estructural de producción a escala planetaria. ~ \o política» :4 el surgimiento de una nueva sensibilidad marcada por el La fascinación tecnológica aliada al realismo de lo inevitable pro abandono de las totalizaciones ideológicas y la desacralización de duce densas y desconcertantes paradojas: la convivencia de la opu los principios políticos, acompañando la resignificación de la uto lencia comunicacional con el debilitamiento de lo público, la más pía en términos de negociación como forma de construcción colecti grande disponibilidad de información con el palpable deterioro de va del orden, con el consiguiente predominio de la dimensión con la educación formal, la continua explosión de imágenes con el em tractual y la racionalidad instrumental. Lo que identifica cada día pobrecimiento de la experiencia, la multiplicación infinita de los más la acción política con la comunicación publicitaria. El desen signos en una sociedad que padece el más grande déficit simbólico. cantamiento de la política transforma el espacio público en espacio La convergencia entre sociedad de mercado y racionalidad tecnoló publicitario, convirtiendo al partido en un aparato-medio especiali gica disocia la sociedad en «sociedades paralelas»: la de los conecta zado de comunicación, y al carisma en algo fabricable por la inge dos a la infinita oferta de bienes y saberes, la de los inforricos, y la niería mediática. Y al transformar al pueblo en público acentúa el de los excluidos cada vez más abiertamente tanto de los bienes más carácter abstracto y desencarnado de la relación con las audiencias. A las elementales como de la información exigida para poder decidir que se dirige un discurso político televisado en búsqueda ya no de como ciudadanos. adhesiones sino de puntos en la estadística de los posibles votantes. En América Latina esta experiencia tardomoderna se halla atra Y sin embargo la secularización afecta también a la política en un vesada de un especial y profundo malestar. La desmitificación de las muy otro sentido: el de la crisis de la representación que hace estallar ~ i tradiciones y las costumbres desde las que, hasta hace bien poco, hasta hace poco unificada historia nacional por el reclamo que h>s nuestras sociedades elaboraban sus «COntextos de confianza» 3 des movimientos étnicos, raciales, regionales, de género, hacen del dere morona la ética y desdibuja el hábitat cultural. Ahí arraigan algu cho al reconocimiento de su diferencia, y por ende a su propia memo nas de nuestras más secretas y enconadas violencias. Pues las gentes ria, esto es a la construcción de sus narraciones y sus imágenes. pueden con cierta facilidad asimilar los instrumentos tecnológicos Las relaciones del malestar cultural con la hegemonía audiovi y las imágenes de modernización pero sólo muy lenta y dolorosa sual responden a movimientos y motivaciones de «orden general». mente Pueden recomponer su sistema de valores, de normas éticas Pues el des-orden en la cultura que introduce la experiencia audiovisual y virtudes cívicas. La incertidumbre que conlleva el cambio de épo atenta hondamente contra el tipo de representación y de saber en ca está en nuestra sensibilidad, pero a la crisis de los mapas ideoló que estuvo basada la autoridad. Primero fue el cine. Al conectar con gicos se agrega una fuerte erosión de los mapas cognitivos que nos el nuevo semorium de las masas, esto es con «las modificaciones en el deja sin categorías de interpretación capaces de captar el rumbo de aparato perceptivo que vive todo transeúnte en el tráfico de una gran las vertiginosas transformaciones que vivimos. urbe», el cine «con la dinamita de sus décimas de segundo hizo sal Una segunda dinámica estructural del fin de siglo es la amalgama tar el mundo carcelario de nuestros bares, nuestras oficinas y vi de secularización y desencanto. Ya a comienzos de siglo, M. Weber viendas, nuestras estaciones y fábricas, que parecían aprisionarnos oteaba la hegemonía de la racionalidad introducida por la ciencia de sin esperanza. Y ahora emprendemos, entre sus dispersos escom jando sin piso, «desencantando» las dimensiones mágico-mistéricas bros, viajes de aventuras». 5 El cine hacía parte del crecimiento del de la existencia humana, privando a la realidad ~e sentido y con sentido para lo igual en el mundo que estaba triturando el aura de ese virtiendo la política en organización de la sociedad como «mundo arte que era el eje de lo que las élites han tendido a considerar cul-

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