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Los diversos estratos Peri archon, Recherches Augustiniennes vol. 72 1987, 5 - 65. Origen of Alexandria PDF

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Preview Los diversos estratos Peri archon, Recherches Augustiniennes vol. 72 1987, 5 - 65. Origen of Alexandria

Los diversos estratos redaccionales del Peri Archon de Orígenes Presentación A modo de lección inaugural del curso académico 1985-1986 en la Facultad de Teología de Barcelona leí un trabajo que llevaba por título « El Peri Archon d’Orígenes. Radiografia del primer tractat de teologia dogmático-sapiencial » (Barcelona 1985), en el que ofrecía un primer ensayo sobre la posibilidad de distinguir diversos estratos en la composición literaria del Peri Archon, dimanantes todos de la pluma del propio Orígenes. Esta hipotética estra­ tificación del Peri Archon actual fue tomando cuerpo y aquilatándose a medida que avanzaba mi traducción al catalán del Tractat sobre els Principis, en la que me había propuesto conjugar la versión íntegra al latín realizada por Rufino con los extractos y fragmentos griegos conservados por la Filocalíá y por Justiniano, además de los excerpta procedentes de la traducción latina llevada a cabo por Jerónimo. La invitación de los directores de la « Tenth Inter­ national Conference on Patristic Studies », Oxford 24-29 de agosto de 1987, a leer y a someter a discusión mi ensayo sobre « Los diversos estratos redaccio­ nales del Peri Archon de Orígenes» en el seno del «Master Theme» consa­ grado al Alejandrino ha permitido reelaborar los materiales en vista de una nueva y definitiva publicación. Agradezco a los responsables de « Recherches augustiniennes » de haber acogido mi trabajo en el seno de sus publicaciones. Dado el carácter restringido de dicha « lección inaugural », he integrado en versión al castellano la mayor parte de los materiales que la componían, con las consiguientes modificaciones y puntualizaciones debidas a las sugerencias recibidas y al progresivo aquilatamiento de la hipótesis basilar, ampliando notablemente el texto sobre todo en la parte relativa al tercer estrato, el más delicado y difícil de detectar, pero también el de mayor trascendencia de cara a una valoración global de la obra de Orígenes. 6 JOSEP RIUS-CAMPS Endre von Ivanka1, en su intento de distinguir entre el Orígenes predicador (homilías), comentarista o exegeta, y el Orígenes sistemático del Peri Archon, hace desde un principio esta aseveración categórica que nos implica a todos : « Porque nadie discutirá que el contenido didáctico de la obra rtepi dp^cov es una desfiguración de la genuina tradición cristiana en un sentido cercano a la gnosis y al neoplatonismo» (p. 481). En consecuencia, hablará seguidamente de « las innegables herejías contenidas en el Peri Archon » (p. 482). En el fondo critica a Orígenes de haber « reinterpretado las verdades salvíficas del pecado original y de la redención como momentos constitutivos de una ontologia » (p. 481), hasta el punto de afirmar con un neologismo audaz que « realidades salvíficas y realidades ontológicas (Heilsgeschehen und Seinsgeschehen) son para Orígenes una misma cosa » (p. 486). Me he extendido en este juicio, pues es muy indicativo de la corriente que desde el intento de reconstrucción del original del Peri Archon abordado por Karl Fr. Schnitzer2, pasando por la edición crítica de Paul Koetschau3, quien se sirvió largamente de aquélla, y por el opúsculo de Franz-Heinrich Kettler4, hasta la reciente traducción-reconstrucción llevada a cabo por Herwig Gorge- manns y Heinrich Karpp5, no ha dejado de tener — sobre todo en el mundo ger­ mánico — sus sostenedores. Véase como botón de muestra el juicio emitido por los dos últimos críticos : « A fin de cuentas, la historia de la salvación tuvo que ceder el lugar en Orígenes a un sistema ontològico y, en consecuencia, su victoria sobre gnósticos, marcionitas y eclesiásticos tradicionalistas costó demasiado cara. Es comprensible, pues, el debate entablado contra su esbozo de sistema » (p. 21). La polémica viene de lejos. En parte, estalló ya en vida de Orígenes. Pero sobre todo se encendió a raíz de la traducción al latín del De principas por obra de Rufino. Jerónimo reaccionó frente a esta traducción benévola y que intentaba presentar al público latino los aspectos más positivos del libro, traduciéndolo de nuevo, más literalmente, y extractando los pasos más comprometedores en una carta dirigida a Avito. La intervención del emperador Justiniano, enviando al patriarca Menas un florilegio de los veinticuatro pasajes más impugnables acompañados de diez anatematismos preparará la condenación de Orígenes. Los concilios que lo condenaron, según palabras de Henri de Lubac6, « han reasumido los términos infamantes de los textos preparados por Justiniano, 1. E. von Ivanka , Der geistige Ort von Ilept áp^mv zwischen dem Neuplatonismus, der Gnosis und der christlichen Rechtgläubigkeit, en Scholastik IV (1960) 481-502. 2. K. F. Schnitzer , Orígenes über die Grundlehren der Glaubenswissenschaft. Wie­ derherstellungsversuch (Stuttgart 1835). 3. P. Koetschau , Orígenes. Werke. Fünfter Band. De Principas [IIEPI APXQNJ (GCS 22 [V]) (Leipzig 1913). 4. F.-H. Kettler , Der ursprüngliche Sinn der Dogmatik des Orígenes (Berlin 1966). 5. H. Görgemanns — H. Karpp , Orígenes vier Bücher von den Prinzipien (Darmstadt 1976). 6. Exégèse médiévale. Les quatre sens de l'Écriture, 1/1 (Paris 1959). LOS DIVERSOS ESTRATOS DEL « PERI ARCHON » 7 quien a su vez se hizo eco amplificándolas, corregiéndolas, completándolas, de las acusaciones apasionadas formuladas más de un siglo antes por Epifanio y Teófilo » (p. 255). Aflora bien, según De Lubac, « el “ concilio ” de 543 en realidad nos es más que un edicto de Justiniano que los obispos de su sínodo permanente y los cinco patriarcas tuvieron que aprobar bajo las presiones del todopoderoso emperador » y, a propósito del Concilio Ecuménico V, dice : « la condenación de 553, la única que seria verdaderamente capital, la que se atribuye a este V concilio, no fue sino un acto extra-conciliar, logrado por Justiniano antes de la apertura oficial del concilio, y que no figura en las actas de las deliberaciones » (p. 256). Finalmente, en lo que atañe al Decreto de Gelasio, « que tan duro es para Orígenes, es — según el propio De Lubac — obra de un autor privado, que escribía lejos de Roma y que seguía ciegamente a san Jerónimo » (ibid). He mencionado a Jerónimo y a Justiniano porque buena parte de la tradi­ ción textual indirecta, si exceptuamos los dos grandes pasajes conservados por la Filocalía, proceden precisamente de la Carta a Avito del primero y de la Carta a Menas del segundo. Y no hablemos ya de los Anatematismos que han seducido a más de un autor del s. xx y que, por influjo de la edición crítica de Koetschau, siguen intimidando a más de uno. Ciertamente Orígenes ha tenido y sigue teniendo sus defensores. Las traduc­ ciones de Manlio Simonetti7, de Marguerite Harl8 y de Henri Crouzel9 son mucho más matizadas. Sin embargo, los argumentos de autoridad, vengan de donde vengan, son siempre externos al texto y a lo máximo a que se llega es a contrabalancear los unos con los otros. Mi convicción, por otro lado, es que Orígenes no tiene necesidad de traductores benévolos al estilo de Rufino ni de apologetas modernos equipados con los refinados instrumentos de la crítica científica. Su obra vale por sí misma, y el Peri Archon no constituye excepción. La última palabra debe tenerla siempre el texto. Se me podría objetar que el texto del Peri Archon no nos ha llegado en su version original, excepción hecha de los dos grandes extractos de la Filocalia, sino a través de la traducción tendenciosa de Rufino. En este aspecto, es de lamentar que, al menos, no se nos haya conservado la de Jerónimo, que pretendía ser más literal (sólo se han conservado los extractos enviados a Avito). Con todo, podemos hacernos una idea bastante aproximada del tenor primitivo del texto gracias a los esfuerzos de la moderna crítica textual. Mi contribución, sin embargo, va en otra dirección. Tengo la convicción de que el Peri Archon no fue redactado de una sola vez, sino que la obra actual es el resultado de la sedimentación de diversos estratos, a medida que el propio Orígenes descubría en su composición nuevas implicaciones que lo forzaban a 7. M. Simonetti , I Princìpi di Origene (Turin 1968). 8. M. Harl — G. Dorival — A. le Boulluec , Origène. Traité des Principes (Peri Archôn) (Paris 1976). 9. H. Crouzel — M. Simonetti , Traité des Principes, 5 vol. (Paris 1978-1984). 8 JOSEP RIUS-CAMPS ir cada vez más a fondo a la raíz del problema. Si esto fuera así, nos permitiría adentrarnos en sus sucesivas intenciones y emitir un juicio de valor sobre las soluciones propuestas que las tuviera en cuenta. 1. El título de la obra «Perl Archon» Para determinar el sentido exacto del tratado Sobre los principios, Ilepi ápxcov, que Orígenes ha desarrollado en tres ciclos, se ha hecho recurso obviamente tanto a los diversos significados del término áp%f| que depara la semántica como a la existencia de obras de otros autores con títulos parecidos. Empecemos por el sentido del término « principio ». El propio Orígenes, comentando Jn 1,1 : «En el principio existía la Palabra», enumera los múlti­ ples significados que adquiere ese término no sólo entre los filósofos griegos sino también en las Escrituras. Después de escrutarlas, dice, « uno se dará cuenta de que según la Palabra de Dios también este término tiene una significación múltiple ». Aduce seis acepciones, de las cuales sólo una es aplicable a nuestro caso : « No es absurdo que uno llame también ‘ principio ’ al Dios del universo, alegando que es obvio y manifiesto que el Padre es ‘ principio ’ del Hijo y el Creador es ‘ principio ’ de las creaturas : en una palabra, que Dios es ‘ prin­ cipio ’ de los seres. Estimulado por el dicho : “ En el Principio existía la Palabra ”, entendiendo por ‘ Palabra ’ el Hijo, concluirá que se dice de él que ‘ estaba en el Principio ’ por el hecho de ‘ estar en ’ el Padre » (ComJn I 17 : V § 102). Por el modo cómo presenta esta interpretación y por el hecho que no la asumirá a continuación está claro que no tiene ningún interés en hablar del Padre como ‘ Principio ’ único tanto del Hijo como del universo. De hecho, el Principio del universo, nos dirá a continuación, es el Hijo en cuanto que es la Sabiduría personal de Dios, el paradigma de toda la creación. Tampoco no la asume, por lo que parece, en el tratado Sobre los principios, de otro modo no trataría de los ‘ principios ’ (en plural) y habría hecho hincapié en ella al hablar de Dios Padre. Desde Eusebio (CMarcell I 4), todos los autores que se han negado a dar a dicho término el sentido de « principios fundamentales (Grund­ prinzipien) del ser », según el significado banal que tenía en la filosofía griega, se han refugiado en este teologúmeno. En consecuencia, prefieren entenderlo en el sentido de « enseñanzas fundamentales (Grundlehren) de la fe cristiana ». Por lo que hace a las obras contemporáneas que llevan títulos parecidos, tanto filosóficas como eclesiásticas o gnósticas10, difícilmente se puede deducir el sentido que quiso darle Orígenes a su obra del mero hecho que se sirva de un título parecido. Cierto que su predecesor en la Escuela alejandrina, Clemente, tenía previsto escribir un tratado homónimo Sobre los principios. Pero, ¿ puede afirmarse, sin más, que « Orígenes ha llevado a cabo quizás lo que precisamen- 10. Koetschau , GCS V, pp. XIV-XV ; Simonetti , Princìpi, 27-28 ; Crouzel -Simonetti , Principes I, 12-15, etc. LOS DIVERSOS ESTRATOS DEL « PERI ARCHON» 9 te su predecesor se había propuesto, pero que no había llevado a término, ofreciendo un complemento cristiano a la exposición de aquél sobre las enseñanzas fundamentales del paganismo »n ? Habrá que examinar de cerca los pasajes en que Clemente ha dejado constancia de su propósito. 2. El frustrado tratadito de Clemente « Sobre los Principios » No cabe duda que Orígenes es deudor a su predecesor en la Escuela alejan­ drina de haber emprendido la tarea de componer un tratado Sobre los princi­ pios. Clemente tenía el propósito, anunciado en repetidas ocasiones (Str III 13,1 ; 21,2 ; IV 2,1 ; V 140,3 ; VI 4,2), de componer un tratadito Sobre los principios en el seno de las Estrómata, tratado que debería ir seguido de otro Sobre la profecía (IV 2,2 : cf. I 158,1 ; IV 91,1 ; 93,1 ; V 88,4), a modo de preparación para el desarrollo central Sobre la contemplación de los misterios (f| ércoTiTEÍo) o Teología propiamente dicha (xó OsoA-oyucóv eìòoc) (IV 3). Clemente divide, en efecto, la Filosofía mosaica en cuatro partes : 1) Históri­ ca ; 2) Etica ; 3) Física (q quena) Beco pía) ; 4) Teología (tó Oeo^oyiKÓv eïôoç, i) ÉTiorcxEÍa) (I 170, 1-2). La Teología es designada por él como « el verdadero conocimiento de la Naturaleza gnóstica » (f| xco ovn yvcoaxticq quoioXoyía) en contraposición a la contemplación de la naturaleza sin más, o bien « la verda­ dera Iniciación divina en los grandes misterios » (q 0eía ovxcoç íepoqavxía) en contraposición a la Iniciación en los pequeños misterios que depara la Física (IV 3,2). Del preámbulo de la Estrómata IV es fácil deducir que tanto el tratado Sobre los principios como el tratado Sobre la profecía, enunciados después de los que corresponden a la Etica (1,1-2) — que pasará a desarrollar a continuación (4,1 ss)—, y previos al que habría debido ser el desarrollo culminante de las Estrómata, la Teología o Contemplación de los misterios, pertenecen de lleno a la Física (q quemo) Gsoipía)11 12. El primero no parece reducirse a un conjunto de 11. Koetschau , GCS V, p. XV : « Orígenes hat in diesem (Werke) vielleicht eben das, was sein Vorgänger nur beabsichtigt, aber nicht ausgeführt hatte, ausgeführt und eine christliche Ergän­ zung zu dessen Darstellung der heidnischen Grundlehren geboten. So mag — continúa — die An­ regung zu der Abfassung von fiept dp%(5v dem Orígenes wohl von Klemens gegeben worden sein ; das Verdienst aber, die christlichen Glaubenslehren zum ersten Male systematisch und in Verbindung mit Lehren griechischer Philosophen dargestellt zu haben, gebührt allein dem Oríge­ nes ». 12. A. Méhat , Étude sur les ‘ Stromales ’ de Clément d’Alexandrie (Paris 1966), parece confundir la Epóptica o Teología con la Física : « ‘ Contemplation époptique ’ et ‘ contemplation physique ’ sont des synonimes » (p. 149). La confusion se refleja ya en la traducción de Str I 15,2 : « (Mon ouvrage) consignera les dogmes que se sont donnés les hérésies les plus connues ; il leur opposera tout ce que doit dispenser une prudente pédagogie et qui fait partie de la gnose dans l’ordre de la contemplation époptique » (p. 148 [la cursiva es del propio traductor ]). F. Overbeck , Die Teppiche (Basilea 1936), traduce con exactitud : « Auch was die hervorrangenden Ketzereien lehren, wird sie anführen und ihnen alles entgegenhalten, was vor der auf dem Schauen beruhenden Erkenntnis festgestellt werden muss » (p. 172 [la cursiva es mía]). Como habrá apreciado el lector, no es lo mismo lo que debe ser propuesto en forma de 10 JOSEP RIUS-CAMPS noticias doxográficas sobre los filósofos griegos (cf. V 140,3 ; VI 4,2), sino que habría contenido así mismo una discusión cerrada sobre la dependencia de los herejes — en especial los Marcionitas — de la filosofía griega (III 13,1) y un examen de las oposiciones insinuadas por los filósofos y propugnadas por los Marcionitas (21,2). El segundo no se habría circunscrito al libro profetico del Génesis sobre el origen del mundo, sino que habría intentado demostrar a par­ tir de las Escrituras — tanto la Ley y los Profetas como el Evangelio — que hay un solo Dios y Señor todopoderoso contra los heterodoxos (IV 2,2-3 ; 3,2-3 ; cf. 91,1 ; 93,1). Todos estos tratados habrían de servir de propedéutica para el desarrollo central sobre la verdadera Teología13. Pero Orígenes va más lejos que su predecesor. Su ITepì àp%rôv no consistirá en un tratadito más, constitutivo de la Física, sino que adquirirá categoría de escrito independiente. La exposición dogmática, de cariz claramente anti­ gnóstico y, en especial, antimarcionita, constituirá el núcleo primitivo de la obra ; en cambio, la exposición de tipo sapiencial, muy cercana a la Epóptica de Clemente14, formará parte de una ulterior consideración, según veremos más adelante. « Según esto, los Principios (úpxaí) — objeto de ese Tratado — no son únicamente los artículos del símbolo eclesiástico, examinados a la luz de las Escrituras y de la Tradición apostólica, sino sobre todo los Principios del Conocimiento sapiencial, involucrados de modo misterioso en las Escrituras, propedéutica (öaa TtpootKovo|iT|0fjvai K<x0f|KEi) que el conocimiento por experiencia que deriva de la contemplación misma ("riïç Kottà if|v èrtojmKf|v Oecopíav yvéaecoç) : la primera es anterior (npootKovopéco rige genitivo, traducido por Overbeck con la prep. « vor ») a la Epóptica, y no sinónima. La frase de Clemente está plagada de compuestos a base de la preposición upo— : <xà> àvayKaiœç Exovta itpoStaA-titpOfivai tfjç (puaucfiç Oeœpiaç rcpoTtapcm0e|iévT) (este gen. es partitivo : « exponiendo con anterioridad la parte de la Física que necesariamente debía presuponerse » ; Overbeck lo ha traducido erróneamente como si estuviera regido por la prep. tipo— : « was notwendigerweise vor der Betrachtung der Natur vorausgenommen werden muss ») Kai tà êgjtoôcov torágEva tri dtKo7.ou0íq npoarcoXoopévT)... 7ipoKEKa0apgÉVT|ç -riïç yfjç... ó «poaycbv... tà upó goornptcov... npoJtaiôetaç (15,2-3). Exactamente los mismos compuestos que repetirá en el preámbulo de la Estrómata IV 3,1-2 : npoXéyea0ai... npoKEKafiapgévcov xai jtpoóiateruTttopévwv tcöv npoi'oxopr|0fivat sai Jtpojtapa5o0fjvat Seóvtcov . 13. Es en el seno de la Física, y no en el de la Epóptica, donde se deberán refutar las opinio­ nes de los herejes. A. Le Boulluec , La polémique antiguos tique dans le Peri Archôn, en H. Crouzel — G. Lomiento — J. Rius-Camps (edd.), Origeniana, « Premier Colloque Internatio­ nal des études origéniennes (Montserrat, 18-21 septembre 1973)» (Bari 1975), pp. 57-58, siguiendo a Méhat, distingue dos etapas solamente : el ncpì ápxcov doxográfico y el cristiano : « L’exposé nepì àpxràv y devient tó OeoLoyucòv eiôoç. Mais cette fois les seules objections à combattre viennent des hérétiques ». En el plan, en cambio, que Clemente se había propuesto desarrollar, la refutación de las herejías, acoplada al tratado « Sobre la profecía », debía tener lugar con anterioridad a la Epóptica (cf. Str IV 2,2-3 ; 3,2-3 ; cf. 91,1 ; 93,1), es decir, dentro de . la Física. Esto es muy importante, de otro modo se confunde lo propedèutico con la teología propiamente dicha. 14. Cf. In Cant Prol : Vili 75, donde divide la filosofía en tres partes : 1) « Moralis » o Etica ; 2) « Naturalis » o Física y 3) « Inspectiva » o Epóptica/Teología. Cf. mi monografía sobre El dinamismo trinitario en la divinización de los seres racionales según Orígenes (Roma 1970), pp. 421-423. LOS DIVERSOS ESTRATOS DEL «PERI ARCHON» 11 pero debidamente encubiertos para que no fueran objeto de irrisión y de despre­ cio por parte de los simples15 ». Del tratadito de Clemente, muy condicionado todavía por los tratados homónimos en boga entre los filósofos, al tratado Sobre los principios desarro­ llado por Orígenes en tres ciclos hay una notable evolución. El ttepi áp%cov de Clemente se quedó en un mero proyecto. Sobre su alcance podemos barruntar algo a partir del enunciado de Sir IV 2,1 : « Debemos tratar de conocer a fondo las enseñanzas propuestas tanto por los Griegos como por los demás (filósofos) bárbaros Sobre los principios de la Naturaleza {xa nspi áp%&v ((mmo/toyn- 0évta, parte integrante, a saber, de la Física), en la medida en que sus opi­ niones han llegado hasta nosotros, así como discutir a fondo las principales teorías formuladas por los filósofos ». No creo que Clemente tuviera ya en proyecto un Ilepì ápx<»v cristiano16. Clemente distingue, sí, entre f| 'EMcnvucfi áW|0£ia y f| ko 0’ f|pàç (cf. Sir I 98,3). La primera es una TtpoTtatóeía o instrucción preliminar tou yvcocxucoñ, del individuo ideal, según Clemente (99,3). Sin embargo, será Orígenes quien, siguiendo las huellas de su predecesor, dará un paso decisivo y se distanciará definitivamente tanto de las categorías pedidas en prèstito a la filosofía griega o a las religiones mistéricas como del mismísimo término « gnóstico » que reivin­ dicaban para sí las sectas heterodoxas. El individuo ideal para Orígenes ya no será el yvcoaxiKôç, punto culminante de la trilogía de Clemente, sino el icveupa- tiKÓg. El predominio de la terminología bíblica es todo un síntoma. Así pues, en buen método, además de los sentidos que pueda tener este término en los filósofos griegos o en la Escritura y de la existencia de un género literario más o menos estereotipado, la única forma de salir de dudas sólo puede consistir en un análisis minucioso de la obra y, en concreto, de la finali­ dad o finalidades que se pretenden. 3. El plan de la obra Hasta hace relativamente poco (la edición crítica de Koetschau todavía la asume) se aceptaba sin más la división tradicional en cuatro libros, división que, si bien es muy antigua y se remonta probablemente al propio Orígenes, se ha evidenciado que responde exclusivamente a criterios de orden editorial (la capacidad de los pliegos de papiro). La división propuesta por Basilius 15. Dinamismo, 427. 16. Le Boulluec , La place de la polémique antignostique, 57, lo afirma sin más : « Quand on voit comment l’expression tà nEpt ápzfflv <poauAoyT|0ÉVT(i est remplacée (?) par f| ¿TuSpopfi ifjç 0£OÀ.oyfaç on est tout prêt â lire dp%ti sous 0eôç, et à saisir comment se fait le passage de la section TtEpi àpxâv d’un manuel scolaire à un Ilepì dpxcciv chrétien » El interrogante es mío. pexà ttiv ént5popf|v TflÇ Qœ^oyiaç indica que, tras el planteamiento filosófico, se ha hecho ya incursión en otro de cariz teològico ; sólo en el seno de esta nueva perspectiva tiene sentido un tratado Sobre la profecía. 12 JOSEP RIUS-CAMPS Steidle17, en tres ciclos, respondería mejor al plan original. En cada uno de estos ciclos se exponen desde diversos puntos de vista los tres principios que lo engloban todo : Dios, creaturas racionales, mundo. (En el tercer ciclo se invierte el orden de los últimos principios.) A manera de introducción Orígenes habría prepuesto un Prefacio. No todos, sin embargo, han aceptado sin más esta división. Así, Górge- manns-Karpp consideran que « no da razón de la relativa independencia de los 18 tratados (del que menos, del tratado sobre las Escrituras de IV 1-3) ni del ‘ sentido longitudinal ’ que se puede reconocer en su sucesión dentro de la composición global18 ». En cambio, añaden, la división tradicional en cuatro libros hace que el lector se dé cuenta de ese « sentido longitudinal ». Me parece interesante su observación por lo que atañe al tratado de inspiración de las Escrituras y al de hermenéutica. La presencia de estos dos tratados (más ade­ lante comprobaremos que no son ni tres ni uno sino dos) constituye un reto muy serio a la disposición de los materiales en tres ciclos sucesivos. En el primer coloquio sobre Orígenes celebrado en Montserrat el año 1973, un grupo de estudiosos dirigidos por Marguerite Harl presentó una serie de estudios tendentes a descubrir el verdadero plan de la obra19. Sus conclusiones han sido asumidas en las dos versiones más recientes del Peri Archon en lengua francesa20. En el « Plan del Peri Archôn » que nos presenta M. Harl21, además del Prefacio, se distingue una Primera parte (correspondiente al llama­ do Primer ciclo por Steidle : I l-II 3) o Exposición general y una Segunda parte (correspondiente al llamado Segundo ciclo : II 4-IV 3) en la cual se tratan Cuestiones particulares siguiendo exactamente el orden en que han sido enume­ radas en el Prefacio. Cierra la obra una « reasunción de los sujetos de la prime­ ra parte » (que correspondería al llamado Tercer ciclo : IV 4). Se insiste en el hecho que, al menos por lo que hace a los tratados de la Segunda parte — en perfecta correspondencia con los enunciados del Prefacio —, « la obra está constituida por una serie de tratados relativamente autónomos22 ». Esta divi­ sión, sin embargo, conlleva una serie de problemas : 1) En primer lugar, los artículos enumerados en el Prefacio se presentan como si éste finalizase con el artículo noveno relativo a las Escrituras, cuando la enumeración de artículos continúa con la larga disquisición sobre la ausen­ cia del término « incorpóreo » en las Escrituras (Praef §§ 8b-9) y con dos artí­ 17. B. Steidle , Neue Untersuchungen zu Orígenes’ Ilepi ápx<»v, en ZNW 40 (1941) 236-243. 18. Görgemanns -Karpp , Prinzipien, 16. 19. M. Harl , Structure et cohérence du Peri Archôn, en Origeniana, pp. 11-32 ; G. Dorival , Remarques sur la forme du Peri Archôn, ib., pp. 33-45, y A. Le Boulluec , La place de la polémique antignostique dans le Peri Archôn, ib., pp. 47-61. 20. Véase, supra, nn. 8 y 9. 21. Harl , Structure, 14-20; Principes, 20-21. 22. Crouzel -Simonetti , Principes, I 19. LOS DIVERSOS ESTRATOS DEL «PERI ARCHON » 13 culos más relativos a los ángeles y a los astros (§ 10a). Ahora bien, estos tres enunciados corresponden precisamente a la susodicha « Exposición general23 ». 2) En segundo lugar, de los dos tratados homónimos « De fine vel consum- matione » (I 6) y « De consummatione [mundi] », Expi xsâooç (III 6), ninguno de ellos enunciado en el Prefacio, intercalados el primero dentro del tratado « Sobre las naturalezas racionales » (I 5-8) y el segundo después del tratado « Sobre el mundo » (III 5), sólo del segundo hay constancia en dicho « Plan global » y, todavía, adosado al tratado « Sobre el mundo ». Con todo, el primero, además de contener un desarrollo Ilepi rékovq, contiene otro que debería intitularse üspi áp%fjc;, hasta el punto que dicho tratado debería llamarse con propiedad « Sobre el principio y el fin ». El segundo, en cambio, es sencillamente un tratado Ilspi xéXovq. Ahora bien, justamente en la Segunda parte o Segundo ciclo del Peri Archon se presenta, después del tratado « Sobre el alma » (II 8), otro tratado Ilepi ápxfib, acerca del cual los códigos latinos dan la siguiente descripción : « De mundo et motibus rationabilium creatura- rum vel bonarum vel malarum et de causis eorum » (II 9), y que se corres­ ponde, en parte, con el primero (I 6 : « Sobre el principio y el fin »), en lo concerniente a la cuestión relativa al « principio ». En dicho « Plan global » del Peri Archon ese tratado ha sido adosado sencillamente al tratado Sobre el alma (II 8) : nótese, sin embargo, que tanto la referencia al « mundo » como a las « naturalezas racionales » (en el titulillo y en el desarrollo consiguiente) no se avienen con éste. 3) En tercer lugar, la numeración del 1 al 9 de los tratados que componen la « Segunda parte » no tiene en cuenta para nada la presencia de tres doxologías : una primera, al término de la Segunda exposición ciclica24 sobre Dios — el alma — el mundo (III 5,8 fin) ; una segunda, al término del primer Apéndice « Sobre la inspiración divina de las Escrituras » (IV 1,7 fin) ; y una tercera, truncada (falta el « Amen » final), al término del segundo Apéndice « Sobre el método hermenéutico » (IV 3,14 [26] fin), seguida de la digresión sobre el término «incorpóreo» (IV 3,15 [27]). Con tal de dilucidar, pues, el plan global de la obra hay que reseguir paso a paso, si bien a la inversa, los múltiples trazos que ha ido dejando Orígenes en su composición. Acabamos de mencionar algunos (volveremos en seguida sobre ello), pero hay otros más. 23. Harl , Structure, 24, n. 38, se ha dado cuenta de esta anomalía : « L’interprétation de la fin de la Préface est délicate : quelques lignes (§ 10, p. 16,1-8) semblent ajouter une ultime question, sur les anges et les bonnes puissances, mais rien de tel ne vient après le traité d’herméneutique ». 24. Prefiero mantener, de momento, la terminología « Primer/Segundo/Tercer ciclo », o bien « Primera/Segunda/Tercera exposición cíclica ». 14 JOSEP RIUS-CAMPS 4. El Prefacio En el prefacio de una obra el autor hace su declaración de intenciones. Pero tanto o más importante que lo que se explicita, son los presupuestos que se traslucen de lo que él dice y, dado el caso, los posibles estratos que deje entre­ ver la redacción final. Tanto los partidarios de interpretar el título en sentido filosófico, « Principios fundamentales del ser » (« Grundprinzipien des Seins »), a la manera de las grandes sistematizaciones de la filosofía griega, como los que propugnan una interpretación básicamente teológica, « Enseñanzas fundamen­ tales de la fe cristiana » (« Grundlehren des christlichen Glaubens »), como si se tratase de un tratado de dogmática, deberían dar razón : a) del encabezamiento del Prefacio ; b) de la confesión del propio Orígenes sobre su pasado filo­ sófico ; c) de los móviles que lo han inducido a redactar la regla de fe, regla que condicionará la estructura de la obra ; d) de la gran importancia concedida a las Escrituras como fuente de conocimiento por experiencia del misterio de Dios ; e) de la presencia de un cuerpo extraño que no se aviene con la enu­ meración de los artículos de la regla de fe, la digresión sobre la apelación « incorpóreo » ; f) del añadido de dos cuestiones conexas, una vez enumerados ya los artículos fundamentales y después de haber rematado su enumeración con el artículo referente a las Escrituras como objeto formal de la búsqueda ; finalmente g) de la metodología a seguir, enunciada en el colofón del Prefacio. a) El encabezamiento del Prefacio La obertura de una obra literaria o musical contiene, como se ha dicho, los trazos indispensables para comprender las intenciones del autor. Orígenes da comienzo con esta comprobación : « Todos los que creen y están plenamente convencidos de que “ la gracia y la verdad han venido por medio de Jesús Mesías ” (Jn 1,17) y que Cristo es ‘ la Verdad ’, según lo que él mismo dijo : “ Yo soy la verdad ” (14,6) no extraen el conocimiento de experiencia que estimula a los hombres a vivir feliz y razona­ blemente de otra fuente que no sean las propias palabras de Cristo y su enseñanza » (PArch Praef 1 : V 6,13). La Verdad, base del conocimiento sapiencial, fruto de la experiencia del Espíritu, sobre la cual quiere tratar Orígenes (nótese la triple repetición del término), no es una verdad cualquiera ni tampoco la verdad filosófica, sino la Verdad personificada en Cristo y que ha sido comunicada a los creyentes mediante sus propias palabras y su enseñanza. Los dos testimonios de Juan aducidos por él — y, en consecuencia, la distinción entre la Verdad personal y las múltiples verdades participadas — se hallan claramente diferenciados en el Comentario de Jn 1,17 : « La Verdad substantivada (cf. Jn 14,6, que acaba de citar) y, para decirlo así, prototipo de la verdad que hay en las almas racio­ nales, Verdad a partir de la cual han sido acuñadas una especie de imágenes de sí misma por los amantes de la Verdad, no ‘ ha venido por medio de ’ ningún otro, sino que ‘ ha venido ’ (a la existencia) por obra de Dios » (ComJn VI 6 : § 38 : cf. también fg 9).

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