Description:Suspendido por los pulgares, de una cuerda colgante del techo, Boris Martel se encontraba incómodo, pero no malhumorado. Las situaciones desagradables eran siempre provisionales. Tenían un final: si era definitivo y sin solución, de nada servía preocuparse. Y si había solución, ¿para qué preocuparse? Lo único de lamentar era que pesase cerca de los noventa, aunque no hubiese un gramo de grasa. Pero los dedos eran algo muy sensible, muy delicado. Los dedos humanos. Porque los otros dedos, los anónimos que movían los hilos de las marionetas, de los peleles, de todos los guerrilleros de la lucha secreta e implacable, aquellos dedos eran insensibles. Trató de no pensar en el triángulo que unía su pulgar con el resto de la mano. Aquel ejercicio involuntario de suspensión era un poco más doloroso que los practicados con un profesor cosaco, en su adolescencia.