Description:Michael Glenarvon. —Mickey, para los amigos—, era un hombre razonablemente feliz. Su último libro había tenido un buen éxito de público y, por lo tanto, económicamente, y ahora se había retirado a su rancho de Taos para escribir otro. Ésa era una de las causas de su felicidad. La otra era que regresaba de una fiesta, durante la cual, una adorable criatura, mezcla a partes iguales de pétalos de rosa y un bikini de reducidísimas proporciones, le había alentado con bastantes esperanzas. Muy prometedoramente, en realidad. Por tanto, y mientras conducía su coche a setenta millas por hora por la carretera 64, de Santa Fe a Taos, cantaba a todo pulmón «O my darling Clementine», con algunas variaciones impuestas por los sucesivos whiskys y por sus apreciaciones personales sobre las canciones del antiguo Oeste.