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Linguistica Y Psicoanalisis PDF

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traducción de SILVIA RUI'/ MORENO t revisada por LUISA RUIZ MORF.NO y ANDRFA SILVA SANTOS LINGÜÍSTICA Y PSICOANÁLISIS Freud, Saussure, Hjelmslev, Lacan y los otros por MICHEL ARRIVÉ prefacio de JEAN-CLAUDE COQUET siglo veintiuno editores m __________________________________ siglo veintiuno editores, s.a. de c.v. CERRO DEL AGUA 248, DELEGACIÓN COYOACAN, 04310, MÉXICO. D.F pollada de* patricia reyes baca edic ión al cuidado de Josefina anaya primera edición en español, 200 I <0 si^lo xxi editores, s.a. de c.v. en coedición con la benemérita universidad autónoma de puebla isbn 008-23-2281-2 primera edición en [Vanees, 1087 ■<) librairie des méridiens, klinrksieck, parís título original: linguistique et psychanalyse: freud, saussure. hjelmslev, latan et les nutres dri r< líos reservados conforme a la ley impieso y hecho en mexico/prinled and made in mexico SABER ESCUCHAR Y PODER HABLAR- PRESENTACIÓN A LA TARDÍA VERSIÓN ESPAÑOLA El título que hemos escogido para encabezar estas líneas contiene en sí mismo toda una teoría de la enunciación. Teoría que muy bien podría desarrollarse tanto a partir de la lingüística como del psicoanálisis. Y sobre todo desde este ultimo, si continuamos le­ yendo la frase de donde esas palabras fueron extraídas.1 Dicha frase es uno de \osgraffitli cuya reproducción aparece en la portada y que Silvia Rui/ Moreno, traductora de este libro, escribió en los muros del Nenio psiquiátrico de Córdoba. He ahí las dos disciplinas que están concernidas en este estudio filológico, erudito y minucioso, de Michel Arrivé. Y aunque no aparezca nombrada, también hay otra disciplina que de manera no protagónica y subterránea está implicada en esa relación. Me refiero a la semiótica, (pie por ser una teoría de la significación tiene obligados intereses y proyectivos propósitos que se encuen­ tran anclados en la “y” que va de la lingüística al psicoanálisis. Desde este último ángulo es desde donde surgió, para quien escribe estas páginas, la estimulante intuición de que era en el espacio inlcrdisciplinario de la semiótica donde la lingüística y el psico­ análisis tenían algo provechoso que decirse. Y de que desde ese diálogo podía la semiótica sacar partido para una teoría del sujeto, la cual, después de haberse desarrollado en la semiótica narrativa, se siguiera desenvolviendo en la semiótica de las pasiones. Esta sugerencia, que provenía no sólo del núcleo duro de la reflexión teórica sino de la práctica de análisis de textos concretos, tuvo la más persuasiva corroboración en un hecho simbólico: un gesto intelectual que fue ejercido por una figura de autoridad. En efecto, en el año escolar 1985-1986, quizás con el coincidente motivo de la aparición de este libro en francés, Michel Arrivé -que por su parte gozaba de reconocido prestigio- fue invitado por Grei- 1 “Saber escuchar y poder hablar es la única posibilidad de cura. Todo lo demás es inútil y dañino/’ m 8 SABER ESCUCHAR Y PODER HABLAR.. mas a su célebre Seminario de los días miércoles. La intuición que tenía por entonces de que la Semiótica no dejaba de tener algo que ver en la ya veterana discusión entre lingüistas y psicoanalistas se vio para mí confirmada. Si el maestro compartía su lugar en el estrado para escuchar atentamente lo que el profesor Arrivé tenía que decir al auditorio, compuesto tanto por aprendices como por consagrados semiotistas de la Escuela de París, estaba avalando, por ese solo hecho, la pertinencia de la discusión en el más celoso espacio disciplinario de la semiótica. Y era imposible que Michel Arrivé no fuera oído con atención, pues sus dotes docentes lo ha­ cían dominar el escenario: caminaba y explicaba con elocuencia en un ámbito donde generalmente los expositores 110 se movían de su sitio y casi no usaban más cjue la palabra como medio de expresión. Claro está que también otros lo secundaban en el interés de la relación interdisciplinaria sobre la que él llamaba la atención. Puesto que, más allá de la cuestión epistemológica, estudiosos co­ mo Jean Pet.it.ot e lvari Darrault, entre otros, han dado como algo natural en la práctica de sus investigaciones la cooperación de las tres disciplinas en juego. Pero no fue sino hasta 1993 cuando pudimos invitar a Michel Arrivé para que se hiciera cargo en Puebla de uno de los seminarios de Especialización en Semiótica que veníamos organizando en la IJAP desde tiempo atrás. Fue entonces -después de un intenso curso de dos semanas sobre el tema de su libro, curso en el que el pro­ fesor Arrivé había puesto singular esmero para que sus estudiantes aprendieran la lección- cuando tuve la iniciativa de traducir la presente obra al español, lengua a la que, curiosamente, no había sido todavía traducida mientras sí lo había sido a numerosas olías. Le hice, entonces, a Michel Arrivé la propuesta de traducción. En el momento en que él manifestó su acuerdo invité a María Isabel Filinich para que hiciéramos el trabajo de manera conjunta. Pre­ sentamos así, entre las dos, el proyecto a Siglo XXI Editores y luego de ser aprobado nos dispusimos a llevarlo a cabo. Pero ese proceso se iniciaba en un momento en que ambas estábamos sobrecargadas de tareas académicas. Y fue así como el proyecto se tornó azaroso y se vio interrumpido varias veces. María Isabel Filinich, después de traducir el prólogo deJ.C. Coquet, decidió no continuar con nuestra sociedad de tradilorns, salvándose justo a tiempo de con­ vertirse en cazadora de citas, dada la obsesionante tarea a la que obliga un libro como éste, que está minado de referencias biblio­ SABER ESCUCHAR Y PODER HABLAR. 9 gráficas. Su relevo lo tomó, desde Córdoba, Silvia Ruiz Moreno. Con Silvia comenzó la etapa de las concreciones; la cual tampoco estuvo exenta de interrupciones y demoras. Ella parecía salir de los descensos al infierno y esta labor de traducción sería hecha en el margen que tales descensos habían dejado: un treinta por ciento de capacidad para el trabajo, según informa un certificado que le había sido extendido en el hospital. Entonces, demostrar con esta traducción que desde un pequeño espacio se pueden hacer con responsabilidad y rigor tareas de envergadura, era la esperanza más alta. Y Silvia tradujo todo el libro. A partir de ahí debía venir la labor conjunta de pulir esa primera versión y, sobre todo, de encontrar e incorporar las citas de los textos referidos en sus co­ rrespondientes traducciones oficiales. Pero ese ejercicio compar­ tido, que nos hubiera dado a ambas certeras razones de confianza en el futuro, no alcanzó a tener lugar. El abandono radical y defi­ nitivo de Silvia me dejó con el compromiso candente de cumplir con el autor, que amablemente había acogido mi iniciativa, con el editor, que quedó a la espera del manuscrito, y, además, con ella, que había hecho su parte. Ése era el testimonio de un logro obte­ nido: me dejó una versión elaborada, los disquct.cs listos, los bo­ rradores, sus notas y las citas que había hallado, muchas de las cuales se me perdieron en la desolación sin término. Gracias a la intervención tónica y atinada de Andrea Silva Santos este demorado proyecto vio su fin. Habiendo recibido el manus­ crito ya prácticamente acabado, no nos quedó, con Andrea, más que hacer de secretarias de Silvia. Tal como Lacan les pidió a sus estudiantes del Seminario III que hicieran ante el testimonio de incomparable valor del presidente Schreber, “aparentemente nos contentaremos con hacer de secretarios”... Andrea, acostumbrada a manejar la bibliografía de su especia­ lidad, facilitó la engorrosa localización y captura de las citas de aquellos autores traducidos al español que venían del lado del psi­ coanálisis. Y en cuanto a la revisión de la traducción misma, el hecho de combinar su celo de psicoanalista con mi interés de se- miotista hizo que la versión definitiva resulte, creo yo, finalmente aceptable para las disciplinas en cuestión. Lograr este acuerdo no ha sido fácil puesto que teníamos que confrontar nuestras propias perspectivas (cada una tenía su propio modelo de lector, el psico­ analista o el lingüista, al que quería dirigirse y de cuyo juicio epis- témico recelaba) y las de los textos que teníamos entre las manos. 10 SABER ESCUCHAR Y PODER HABLAR. Porque hay que tener en cuenta que no era con un solo lexto con el que teníamos el compromiso de una buena transposición al es­ pañol, ya que el autor, por su parte, ha hecho sus reflexiones, sus análisis y sus citas a partir de textos que en algunos casos son versiones francesas de autores de otras lenguas. Ahora bien, cuan­ do esos autores han sido traducidos al español, lo fueron de sus lenguas originales y esas traducciones autorizadas no siempre coin­ ciden exactamente con lo que Michel Arrivé ha leído en la versión francesa. El caso más notable es nada menos que el de Freud. Para las citas de Freud, habíamos acordado, con el editor, utili­ zar la versión de James Strachey dado que hoy es la más consultada. Y así lo hicimos, aunque no dejamos de cotejar la versión de López Ballesteros -que gana en estilo y claridad lo que tal vez pierda en fidelidad conceptual- pues Silvia había trabajado con ella y porque nos ocurría, a veces, que la traducción de López Ballesteros coin­ cidía mejor con la francesa citada por el autor. Todo este trabajo de obligada intertextualidad ha arrojado pro­ blemas de, al menos, un doble interés. Nos encontramos, por ejem­ plo, con que Michel Arrivé, cuando cita la traducción francesa de las obras de Freud, y por ser lingüista, se refiere naturalmente a “la” Grundsprache, puesto que para él este término designa “la len­ gua profunda”. Pero en la traducción española dice “el” Grund­ sprache porque se traduce como “el lenguaje profundo”. ¿Qué ha­ cer? ¿Decidirnos por lengua o lenguaje dada la diferencia conceptual que existe entre los universos semánticos que recubren cada uno de esos términos? Y como el mismo Michel Arrivé lo recuerda cuando se refiere al título del libro de Stekel, en alemán, al igual que en otras lenguas, no existe un término específico para designar de manera inde­ pendiente el concepto de lengua y el concepto de lenguaje. Y para alguien formado en las ciencias del lenguaje es muy difícil conten­ tarse con semejante indiferenciación, provocada por la transposi­ ción de un contenido de un idioma a otro donde sí es posible manifestar la complejidad y la riqueza semántica de ese contenido mediante la particularización de dos lexemas. Tal posibilidad, que es la que brindan el español, el italiano o el francés, por ejemplo, ha dado lugar al discernimiento de distintas instancias del proceso semiótico. Avance éste sin retorno que ha permitido establecer sus correspondientes objetos y objetivos de estudio. A nosotras, sin embargo, no nos ha quedado más que interrum­ SABER ESCUCHAR Y PODER HABIAR... 11 pir cualquier disquisición teórica y apegarnos a las traducciones oficiales que ocasionan la jerga del gremio y que son las que circu­ lan en los medios profesionales, donde también circulará este libro. Aunque no hemos dejado de hacer por ello nuestra propia pun- tualización, enmarcándola entre corchetes. Y así lo hemos hecho en otros casos y cada vez que hemos necesitado señalar este tipo de discordancias. Otro término que hemos debido traducir (capítulo 2 de la pri­ mera parte) según el uso, aunque sin estar de acuerdo, es investís- sement por investimiento. Si bien estos dos términos suenan pareci­ do, en francés y en español, sus contenidos no son de ningún modo equivalentes, pero en la jerga de lingüistas, semiotistas y psicoana­ listas se habla de “investir” y de “investimiento” para designar no se sabe bien qué cosa ni qué función. Creo yo que una discusión esclarecedora sobre una traducción homofónica que proviene de una misma fuente semántica del alemán nos haría ver hasta qué punto nuestro hablar sonambúlico nos hace traicionar el espíritu de una teoría, como el psicoanálisis o la semiótica, donde la signi­ ficación, que surge más bien desde la interioridad del propio pro­ ceso, está lejos de ser una dignidad que se alcanza o una investidura que se otorga, así como se adquiere o se adjudica un ropaje en un movimiento que proviene del exterior, tal como lo indica la tra­ ducción española del término en cuestión. Con estos mínimos aunque fundamentales ejemplos he querido mostrar cómo este ejercicio de ir de un texto a otro hace surgir la necesidad de la interpretación, lo cual puede ser aprovechado para un interés que vaya más allá de las aclaraciones terminológicas y conceptuales. Lo que en realidad importa es que este ejercicio de lectura y confrontación de lo que los psicoanalistas y los lingüistas han dicho sobre el inconsciente y el lenguaje puede colaborar con el diálogo y la discusión interdisciplinaria entre la lingüística y el psicoanálisis que está todavía lejos de darse. Y dicho esto así resulta curioso porque esa situación comunicativa es un acontecimiento que se ha retrasado mucho tiempo, aunque a veces pareciera que ya se hubiera dado, o que a esta altura del desarrollo de ambas disciplinas ya se debería haber dado. E incluso uno tiene la impre­ sión de que es una discusión que ya se cerró, cuando ni siquiera pudo abrirse sin verse perturbada por equívocos y malentendidos. Cuando Michel Arrivé escribe este libro él tiene la misma impre­ sión de que se trata de una discusión tardía y hay que considerar 12 SABER ESCUCHAR V PODER HABLAR aún que el libro apareció hace ya muchos años. No obstante, él prepara el umbral de una situación venidera y lo hace con buen humor: su escritura es irónica, está llena de preguntas que en oca­ siones él mismo, en tanto investigador, se hace y que en otras ocasiones les hace a sus interlocutores. En esa atmósfera, también los sabios fundadores y los integrantes de los gremios en cuestión son vistos con benevolente desacralización. Me ha parecido que poner de relieve estas características de estilo tiene su interés, pues­ to que conservar esas sutilezas en el pasaje del francés al español ha sido uno de nuestros mayores y más dificultosos empeños. De modo que la aparición de la versión española de Lingüística y psicoanálisis es una larga deuda que comienza a saldarse y significa ofrecer una base certera para dar inicio a una revisión sin conce­ siones de lo que tenemos como un saber adquirido. Uno de los valores fundamentales de esta obra es el de obligar a releer la bibliografía, hoy clásica, de la gran época de las ciencias humanas y sociales, donde la preocupación por los problemas del lenguaje ocupaba un lugar central. (Ion esto quiero destacar que el aporte generoso, porque es claro y didáctico, de Michel Arrivé no es el de la proposición sino el de la sugerencia, no el de decir sino el de leer y hacer leer: en la lectura minuciosa y detenida emergen por sí solas las líneas que relacionan todo gran pensamiento con otro. Quizás 110 sea del todo excéntrico pensar que si las ciencias no están hechas más que de diferencia es porque la semejanza, que también las constituye, las aqueja por igual. En Córdoba y en Puebla, con Silvia y sin ella LUISA RIJIZ MORENO Programa d<* Semiótica y Estudios de la Significación, uap PREFACIO Leyendo a Michel Arrivé, recordaba yo las palabras de un pianista célebre a quien se le pedía que indicara las reglas de su arte. Tocar exactamente lo que está escrito en la partitura. Tal fue, en resumen, la respuesta. Después volvió sobre lo dicho, como ganado por cier­ to escrúpulo, y planteó a su vez una pregunta: “Pero, ¿qué quiere decir ‘exactamente’?” Este retornar sobre el propio discurso, este “metadiscurso” según el término propuesto y analizado aquí mis­ mo por M. Arrivé, es una ley común del lenguaje antes de conver­ tirse en la actividad propia del teórico. De hecho, las páginas con­ sagradas en este libro al camino a menudo dificultoso del pen­ samiento, tanto del que procede de los lingüistas como del de los psicoanalistas, podrían ser consideradas con justeza como Lerdones sobre la exactitud. Y no es que nuestro autor quiera hacer las veces de maestro o que, víctima del señuelo de la comunicación, se es­ fuerce por alcanzar exageradamente la claridad. Es cierto que la busca. Lo dice y lo repite. Sin embargo, su tarea, me parece, es la de seguir, hasta donde es posible, el nacimiento y la evolución de los conceptos teóricos; dar cuenta, en la medida en que haya lugar, de su “carácter huidizo”, léase, de su “fragmentación”; marcar los puntos de estabilidad o de inestabilidad; delimitar los campos de validez. Para decirlo brevemente, este ensayo de M. Arrivé tiene las virtudes de prevenir saludablemente a los lectores -iy vaya que los hay!- que se inclinan a formular juicios definitivos: Saussure no es tan simple (simplista) ni Lacan tan complejo (confuso) como perezosamente se quisiera creer. Cito a Saussure y a Lacan poique ellos forman como los dos polos de atracción visualizados por M. Arrivé, pero, por supuesto, no son ellos los únicos cjue son sometidos a la prueba del análisis; agreguemos, al menos, por el lado de los lingüistas, a L. Hjelmslev y É. Benveniste, y, por el lado de los psicoanalistas, a Freud, el fundador. Ambas disciplinas se han ocupado del lenguaje, aunque es cier­ to que de manera desigual y diferente. Ellas recurren quizás al mismo vocabulario de base y parecen compartir varios conceptos [13]

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