El transporte une personas, pone en marcha la maquinaria económica y es un pilar fundamental para el desarrollo de un país y el avance social.
El incremento de las rutas comerciales y de pasajeros y el número de vehículos que circulan por las vías, se han multiplicado a lo largo de las décadas. En este sentido, el transporte no sólo debe medirse por la cantidad de mercancías o pasajeros que se mueven a lo largo de un período de tiempo, sino también en la calidad del tránsito, su efectividad y sus ventajas e inconvenientes.
La calidad del transporte terrestre se logra no sólo con mejores vehículos, también mediante la construcción de más y mejores infraestructuras y con un nivel de preparación y madurez de los conductores, más concienciados con la seguridad vial.
Sin embargo, el transporte impone un reto: los accidentes. Las leyes, los
medios de comunicación y los propios fabricantes de vehículos nos trans
miten un claro mensaje para prevenir los accidentes y reducir sus cifras y
sus consecuencias. En el período que va del año 1972 a 2012 los siniestros
en Chile se han triplicado prácticamente (de 26.727 han pasado a 61.791
en 2012) y el parque de vehículos ha superado los tres millones.
Los vehículos son más seguros, más rápidos y permiten viajar de una for ma más cómoda; las infraestructuras se construyen con más medidas de seguridad y en menos tiempo. Pero esa tecnología hay que saber mane jarla y tiene sus límites. La estadística y los datos sobre los accidentes de tránsito demuestran que de todos los factores de riesgo que confluyen en un accidente, el principal de todos ellos es el conductor.