MARTHA C. (.ilicitud de conciencia: el ataque n la igualdad de respeto Vivir on democracia implica respetar <tl ricrecho de las personas a elegir estilos il<- vnla con los que no estoy de acuerdo*''’ (i ni revista de Daniel Gamper Sachse) Martha C. Nussbaum dixit MARTHA C. NUSSBAUN Libertad de conciencia: el ataque a la igualdad de respeto + "Vivir en democracia implica respetar el derecho de las personas a elegir estilos de vida con los que no estoy de acuerdo" (entrevista de Daniel Gamper Sachse] © Katz Editores Charlone 216 C1427BXF-Buenos Aires Calle del Barco 40, 3° D 28004-Madrid www.katzeditores.com © Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona Montalegre, 5 08001 Barcelona www.cccb.org © Martha C. Nussbaum, 2010 © Traducción: Patricia Soley-Beltran © Entrevista: Daniel Gamper Sachse ISBN Argentina: 978-987-1566-59-4 ISBN España: 978-84-92946-35-8 Diseño de colección: tholon kunst Impreso en España por Safekat S.L. 28019 Madrid Depósito legal: M-17685-2011 índice 9 Libertad de conciencia: el ataque a la igualdad de respeto 63 “Vivir en democracia implica respetar el derecho de las personas a elegir estilos de vida con los que no estoy de acuerdo” (entrevista de Daniel Gamper Sachse) Libertad de conciencia: el ataque a la igualdad de respeto* Sus Señorías quieren la libertad de Conciencia pero, desgraciadamente, sólo para sí (el gran Dios Yo), sólo para sus Señorías. Roger Williams, carta a los gobernadores de Massachusetts y Connecticut (1670) I. IGUALDAD DE LIBERTAD DE CONCIENCIA Cada año, en el Día de Acción de Gracias, miles de pequeños niños estadounidenses se visten como los Padres Peregrinos. Con ademán grave, * Esta conferencia -que resume los argumentos del libro de Nussbaum (Barcelona, Tusquets, Libertad de conciencia 2009)- tuvo lugar en el Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona el 28 de junio de 2010. (cccb) ataviados con altos sombreros y zapatos con hebilla, o con cofias almidonadas y delantal, representan orgullosamente la historia de un grupo de valientes colonos que, huyendo de la persecución religiosa en Europa, emprendieron un peligroso viaje a través del océano y se en frentaron a las duras condiciones del invierno en Massachusetts con el fin de poder adorar a Dios en libertad y a su propia manera. Los que sobrevivieron al viaje lo festejaron con los habi tantes nativos y dieron gracias a Dios. Los ciudadanos estadounidenses atesoran y celebran esta historia, pero rara vez reflexionan sobre su sentido real: que la libertad religiosa es muy importante para las personas y que a me nudo se halla distribuida de forma desigual. La mayoría dominante en Inglaterra no tuvo que correr riesgos para adorar a Dios de acuerdo con su conciencia. Establecieron una ortodoxia y una iglesia oficial que los favorecía a ellos y subordinaba a otros. En la Inglaterra de la que huyeron los Padres Peregrinos, las personas no eran ciudadanos iguales, porque el gobierno bajo el que vivían no respetaba sus derechos de un modo igualitario. Si bien los Peregrinos no fueron expulsados de Inglaterra como anterior mente lo habían sido los judíos, vivían en condi- dones de subordinación. Se les había negado algo muy valioso, y fue con la intención de recuperar ese espacio, tanto de libertad como de igualdad, que cruzaron el océano en tres peque ñas naves. Es fácil olvidar la lección de la primera Acción de Gracias. De hecho, la olvidaron los mismos colonos, que instauraron su propia ortodoxia represiva de la que, a su vez, otros huyeron. Hay personas que gustan de los clubes exclusivos y de las ortodoxias que las sitúan por encima de los demás. Los ancestros de mi madre desem barcaron en el Mayflower, y algunos de mis parientes están obsesionados con una genealo gía triunfalista que afiance la evidencia de que pertenecieron a la exclusiva y socialmente pro minente Sociedad del Mayflower, pero otros no sienten lo mismo. Siglos después, la búsqueda de la libertad de los Peregrinos se ha convertido en la búsqueda de superioridad por parte de una élite de estadounidenses. La tolerancia religiosa no gozó de buena salud entre los des cendientes de los Peregrinos, como lo prueba la exclusión de judíos y católicos romanos de las escuelas privadas locales, los clubes de campo, los bufetes de abogados y los eventos sociales prestigiosos. Cuando más tarde me casé con un judío y me convertí al judaismo, los descendien tes de los Peregrinos no aplaudieron mi elección de vivir de acuerdo con mi conciencia. A las personas les encantan las camarillas que otorgan a sus miembros derechos especiales. A los seres humanos les resulta difícil sostener la igualdad y el respeto por la igualdad. Especialmente en el tema de la religión, que parece tan vital para la salvación de los indivi duos y para la salud de la nación, es muy tenta dor pensar que la ortodoxia es buena y que aquellos que no la aceptan son unos peligrosos subversivos. Cuando las personas sienten miedo o inseguridad, cuando su nación se enfrenta a una amenaza económica o política inusual, el respeto por la igualdad resulta todavía más difícil de mantener y el consuelo de una ortodo xia se vuelve todavía más atrayente. Fue en 1954, durante el pánico de la Guerra Fría y la carrera armamentística nuclear, que los estadouniden ses añadieron “bajo Dios” al Juramento de Lealtad a la bandera, que los niños pequeños recitan cada mañana en las escuelas de muchos estados: no “una nación indivisible, con libertad y justicia para todos”, sino “una nación, bajo Dios, indivisible, con libertad y justicia para todos”. La intención era distinguir los Estados Unidos temerosos de Dios del comunismo sin dios, pero su efecto fue la denigración de ateos, agnósticos, politeístas, miembros de religiones no teístas como el budismo y el confucianismo, y a todos los teístas a quienes no les gusta pensar que Dios juega a tener naciones favoritas, ni que cobija a los Estados Unidos bajo su ala protecto ra sin que importe lo que estén haciendo los Estados Unidos. Todas las democracias modernas tienen mie do y una de las cuestiones que inspira un temor más intenso es el incremento de la diversidad religiosa. Del mismo modo que los Estados Unidos del siglo xix fueron testigos del miedo a la inmigración católica y personas normalmen te razonables se lanzaron a demonizar al con junto de la fe católica romana, argumentando que el catolicismo y los católicos eran incompa tibles con la democracia, actualmente, en Norteamérica y especialmente en Europa, es posible escuchar los mismos argumentos gene- ralizadores y poco sutiles respecto del Islam y los musulmanes. Así como en los Estados Unidos de los siglos xix y principios del xx sólo se trataba bien a los católicos si consentían en ser como todos los demás, si recitaban plegarias protestantes en la escuela y renunciaban a