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Letra por letra PDF

308 Pages·1993·11.961 MB·Spanish
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letra por letra Jean Allouch letra por letra transcribir, traducir, transliterar Traducción de Marcelo Pastemac, Nora Pastemac y Silvia Pastemac. ECOLE IACAN1ENNE DE PSYCHANALYSE Revisión de la traducción: Elisa Molina Diseño de Tapa: Virginia Nembrini Producción Gráfica: March Ríos Producciones © Jean Allouch © Editorial Edelp S.A. Cerrito 520. 5° C. Cap. Fed. Versión en español de la obra titulada lettre pour lettre, de Jean Allouch, publicada originalmente en francés por Editions Éres, Toulouse, Francia, 1984. Hecho el depósito que previene la ley 11.723 I.S.B.N. N° 987-99567-0-2 Nieri lo que dice el analizante, ni en lo que dice el analista hay otra cosa que escritura... J. Lacan, seminario del 20 de diciembre de 1977 En primer lugar, con el pretexto de que he definido el significante como nadie se había atrevido a hacerlo, ¡ que no se imaginen que el signo no es asunto mí<5¡ Muy al contrario es el primero,- ser! también el último.. , Pero es necesario este rodeo. J. Lacan Radiophonie (Radiofonía) in Scilicet, 2/3, p. 65. Al introducir en el psicoanálisis el tríptico transcripción, traducción, transliteración, este libro intenta ceñir este “asunto” dando su consisten­ cia de escrito É ése “rodeo”. Se ha intentado mantener ese camino abierto más acá de aquel punto de caída señalado por iichtenberg cuando hacía notar que «Como io dice magníficamente Bacon (Wamm Organon. L. 1, 45 apha) ‘''Donde el hombre percibe apenas un poco de orden, supone inmediatamente denasiada”>> £Aforistnos, p. de la trad. francesa) Introducción para una clínica psicoanalítica del escrito "En el psicoanálisis todo es falso, fuera de las exageraciones." Adorno1 Un amigo interesado en el psicoanálisis, para quien mi opinión tiene importancia -sin que, por otro lado, ni él ni yo sepamos exactamente por qué-, me confió un día una pregunta que lo preocupaba: “¿Cómo definen ustedes, decía, la salud mental?” Ocurre a veces, con personas que no pretenden tener ninguna competencia, que hasta pueden incluso considerarse como no muy enteradas del asunto, que llegan a ciertas observaciones o interrogaciones de una contundencia muy particular. Me pareció que éste era el caso, y di, con la ayuda de la conversación, una respuesta que, inmediatamente después de haberla emiti­ do, pensé que era del tipo de enunciados de los cuales el locutor sabe, en el momento mismo en que los formula, que dicen más de lo que él quería decir originalmente. La salud mental, tal fue mi respuesta entonces, es pasara otra cosa. ¡Vaya una definición! Notarán ante todo que nos dejaba a los dos en las mismas, puesto que, como yo, este amigo sabía que no basta con imaginarse que se pasa a otra cosa, ni siquiera con hacerlo todo para satisfacer esta imaginación, para que ése sea efectivamente el caso. ¿Existe por ventura siquiera unaoportunidad en que se pueda algún día atribuirle ese pasar aotra cosa a un sujeto? ¿No debemos, por el contrario, rendirnos ante la evidencia de que lo que aparece como cambio en una vida no es más que la tentativa (a veces última) en que esa vida no cesa de no pasar a otra cosa? En ese sentido, 1 ntado por M. Jay, en L'imagination dialectique, Payot, 1977, p.131 10 para una clínica psicoanalítica dél escrito el interés de esta definición de la salud mental tendría un valor independien­ temente de la cuestión de saber si existe quien la satisfaga; muestra así nó ser incompatible con esa designación délos humanos como “tan necesariamente locos” de la cual Pascal excluía que alguien pudiera salvarse. ¿Qué es entonces el encuentro del psiquiatra y su loco sino un intento del primero por volver operante, con respecto al segundo, el deseo de que pasé a otra cosa...que no sea su alienación? Evoquemos la figura de Pinel (se perfila siempre detrás de la de Charcot) organizando toda una puesta en escena, convocando a algunos colegas para hacerlos sesionar, vestidos como es debido, en un simulacro de tribunal revolucionario, para obtener de uno que creía ser objeto de una condena de muerte por haber dicho en público palabras de un patriotismo dudoso, y gracias a la absolución que le sería así (en las formas) significada que renuncie a su creencia delirante, qué acepte finalmente cambiar lo que Pinel ño teme designar como “la cadena viciosa de sus ideas”. Se toma en cuenta aquí, de manera notable, el propio discurso del alienado% Sin embargo, se pasa al costado de la alienación (de hecho, el “tratamiento moral” fracasa) al apoyarse, para contradecirlo, sobre lo que quedaría de razón en el loco, sobre ¡o que le haría admitir, por ejemplo, puesto qüé un tribunal lo absuelve, que ya no le queda más que considerarse no culpable y expulsar de inmediato esos delirantes pensamientos que hacían, de él un postrado permanente. Esta forma de empujar al otro a pasar a otra cosa se encontró nue vame nte, casi tal cual, en el psicoanálisis. Sin embargo, el hecho de que la cuestión de la salud mental sea planteada como tal, pero a pesar de todo en otro lugar diferente del lugar donde ejerce el psiquiatra, introduce un notable desfasaje, sugiere que hay algunos (no son excepcionales ¡os casos de psicóticos que se encuentran en ésta situación) que consideran, al menos como posible, otra forma de “salirse de eso’". De hecho, es lo que dio a entender, en ciertos, momentos privilegiados, el discurso del psicoanálisis. Así, quien se dirige a un psicoanalista, cuando ya no puede sostener el no pasar a otra cosa, “sabe” (por lo menos con esa forma de saber que implica toda efectuación) que no hay otea vía para salir de tal situación que la dé autorizarse a internarse en ella. Si hay aquí una posibilidad pata el pasar a otra cosa, sólo podría advenir siuno pasa, una vez más, por la cosa del otro, lo que equivale a agregar más dé lo mismo. El psicoanalista suscribe a eso en tanto acepta ante iodo reducir su respuesta al monótono “asocie”, es decir, dando la palabra a quien se dirige a él, abriendo así el campo al desarrollo de la transferencia. Pero, se dirá, Pinel tampoco ignoraba que sólo era posible pretender pasar a 2 Ph Pinel, Traite médico-philosophique sur Valiénation mentale ou la manie. Año IX Réd. Cercle du livre précieux, París, 1965, p.53 y 233 a 23.7. introducción 11 otra cosa si se pasaba por la cosa del otro. ¿Acaso no es justamente eso lo que él ponía enjuego cuando recomendaba “domesticar”, e incluso “domar” (son sus propias metáforas) al alienado? De aquí se desprende que esta forma de decir no es suficiente y que la cuestión estriba más bien en la distinción de los diferentes modos de ese pasaje; si bien es concebible, en efecto, que no son todos equivalentes, de cualquier forma conviene delimitar con precisión lo que los diferencia. Como toda cuestión elemental, ésta es difícil de tratar. Si domesticar al alienado para alejarlo de su alienación aparece efectivamente como una forma de llevarlo a presentarse en un terreno que será otro para él (aquel donde todos están consagrados a “la utilidad pública” - última frase del tratado de Pinel), se intuye, sin embargo, que ese tipo de relación con el otro difiere sensiblemente de la que se instituye para alguien apartir del momento en que se le da la palabra. Sin embargo, esto sigue siendo confuso en parte, y todo ocurre como si, en lo inmediato, no fuera posible explicitar los diversos modos de ese pasaje con las palabras de todos los días. Así, por ejemplo, no se está en condiciones de poder simplemente nombrarlos, establecer una lista de ellos y, de esta manera, contarlos. Ante esta dificultad, ¿lograremos enfrentamos, por ejemplo, a la oposición de lo que dependería de la sugestión y de lo que estaría exento de ella? Podemos, en efecto, pensar la domesticación como una forma de sugestión y recordar que este término, desde un punto de vista nocional, y también práctico, sirvió durante un tiempo para designar cierto modo de acceso -¿o quizás debamos decir de no-acceso?- a la alteridad. Sin embargo, incluso si consideramos el camino abierto por Freud como algo que se inscribe a contrapelo de ese intento, no podríamos extraer de allí ninguna bipartición para una clasificación de los diversos modos de este acceso/no acceso. En efecto, resulta evidente que la sugestión plantea una cuestión en el psicoaná­ lisis mismo (Freud da testimonio de esto) y no podría ser tomada entonces simplemente como lo que el psicoanálisis rechazó para constituirse. El descartar toda oposición demasiado reduccionista parece acrecentar la dificultad. Con todo, ofrece la ventaja de dar un lugar a lo que se llama la experiencia. Se calificará a ésta de “clínica” por el hecho de que se podrá ver, en la clínica, uno de los intentos mayores de producir una descripción -si no un análisis- de los diversos modos de la relación con la alteridad, de las formas a la vez variadas y variables con que cierta alteridad no cesa de ser aquello a lo que un sujeto se enfrenta, aquello a lo cual responde en su síntoma (neurosis), a veces aquello a lo que responde en su existencia (psicosis) o en su carne (enfermedades llamadas “orgánicas”).

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