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Las tres flores PDF

186 Pages·2014·5.79 MB·Spanish
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n L r.t. IGNACIO ^ANUEL ^LTAMIRANO. IIS I 111 LAS TRES FLORES. TERCERA ED"!J0N CORREGIDA Y AUMENTADA. MÉXICO. TIPOGRAFIA LITERARIA DE FILOMENO MATA. Calle de la Canoa número ¡. 1880. BÎBLISTECA NACIONAL MEXICO tj- 1 : 16.8.63 ()2775Í) '4 ' 5 PHEFA_CIO. 'j/jjas novelillas que contiene este volumen, han te nido fortuna; Ilabent sua/ata libelli. La primera que es una traducción que hice cuando era estudiante no fué publicada sino hasta 1867 en el Correo de Me xico, con el título de La Novia; después reproducida en El Renacimiento con el nombre que lleva aquí Las Tres Flores y luego ha dado la vuelta á la República impresa de nuevo, ya en los folletines, ya en las co lumnas de varios periódicos, que muchas veces se olvi daron de poner el nombre del traductor y de indicar el origen de la novelx En cuanto á la segunda, Julia, fué escrita expresa mente para El Siglo XIX cuando redactaba yo la par te literaria de este acreditado periódico, el más antiguo de la capital, y publicada en él, como variedades det 6 Al.TAMIRANO. domingo con el título de: Una Noche de Julio. Des pués fué reproducida en varios folletines y columnas de periódicos de México y de los Estados, llevando el nue vo nombre Julia con que figura en este volumen. La Navidad et/ las Montañas vio la luz pública, por la primera vez en la colección compuesta de leyen das, artículos y poesías, formada, merced al empeño de mi distinguido amigo Francisco Sosa, dirigida por él, y que se imprimió en el folletín del periódico español la Iberia de que era director el sentidísimo 1). Ansel mo de la Portilla. Esta obrita ha merecido el favor público y aun el elo gio de los críticos. Entre estos debo contar en primer término, para tributarle mi gratitud por sus palabras be névolas, á mi querido discípulo el juicioso joven Ma nuel de Olaguibel que en el periódico El Domingo hizo una larga mención de mi pequeña novela de costum bres, en sus artículos intitulados: Literatura del hogar. Mas tarde, ella fue reproducida en el periódico El Radical. Pero los ejemplares del Album de Navidad se han agotado á tal punto, que me ha sido difícil conseguir aun el que me sirve para esta nueva edi ción. Por eso concluyo, diciendo, como al principio, que mis libritos han tenido suerte, lo cual es debido sin duda alguna, más que á su ningún mérito, á la indul gencia de los lectores. Y por eso también, el Sr. Mata mi editor, se ha de cidido á reunir ert un solo volumen, los tres trabajos que andaban dispersos y que, no se encuentran ya fá cilmente. México, Marzo 29 de 1880. Ignacio <$1 «JUtamirano. LAS TRES FLORES. CUENTO BOHEMIO. I. —¿Crees, Lisbeth, en los juramentos de amor? —Yo creo, Ludwig, en el poder de un padre. —¿Te acuerdxs de las doradas horas que pasábamos •en los grandes bosques de Ehrenfels? —¡Ah! —¡No hay que decir más.... cuando se ama! —lAhl —¿Con que todo está decidido? ¿mañana es la boda? I 8 AI.TAMIKANO. —Mañana. —¿Y tú amas al nuevo esposo, á Enrique, hijo del conde Fausto? —Me caso con él. —Puedes casarte con él sin amarlo, puesto que me has amado sin casarte conmigo. —Ludwig, tus palabras son duras.... —Lisbeth, las tuyas eran falsas. —Un dia me decías: "Aunque me pidieses mi sangre ó mi vida, Lisbeth, tú la tendrías, n —Y un dia tú me dijiste: "Todo lo que quieras de mí, aunque sea mi corazón, aunque sea mi mano, Lud wig, tú lo tendrás, n —Yo contaba sin los otros, Ludwig. —Yo contaba sin tí, Lisbeth. —Mi padre nos separa. —Dios nos unirá. —¡Nunca! Y Lisbeth, la bella olvidadiza, dejó caer la cabeza sobre su mano, calló y se puso á llorar. Una de sus lágrimas cayó abrasadora sobre la frente de Ludwig, su triste amante, que suspiraba bajo el bal con de su ventana. El llevó la mano á su frente y re cibió esta lágrima "perla caida de los negros ojos de Lisbethn—y vencido por el dolor y por el amor, porque mucho amaba Ludwig, le dijo con una voz más dulce: —¿Por qué me has hecho venir? —Para cambiar nuestros adioses.... —Adiós, Lisbeth. —Y... • también para pediros mi anillo de oro. —La única cosa que me quedaba de tf. La niña le dio; la joven le vuelve á tomar. —La joven es muy prudente, la niña lo era menos. BÍBÜ8ÏECA NACIONAL MEXJCQ CUENTOS DE INVIERNO. 9 Lisbcth no dijo nada; pero extendió la mano ahogan do un suspiro. —Hele aquí, dijo Ludwig. Ludwig era alto; la ventana estaba baja. Se enderezó sobre la punta de los pies; ella deslizó su mano á tra vés de las barras del balcon y él puso el anillo de oro en su dedo meñique. —¡Ludwig, tenéis un gran corazonl —Yo no sé, Lisbeth.... pero te amaba. —Quisiera pediros todavía una cosa. —Pídela. —Se ha hablado de nosotros mucho; es necesario que- vengáis á la boda; estaréis alegre!.. reiréis..! se verá que ya no me amáis. — Para eso.... nunca! —Lo quiero. —No contéis con ello, jamas, jamas! —Te lo ruego. —Me has dicho tú.... vendré. —Gracias, querido Ludwig. —Concédeme una gracia á tu vez. -Habla. —Bailarás un wals conmigo. —¿Cuál? —El primero después de media noche. —Sea. —Lisbeth, Lisbcth, decia una voz en el interior de la casa.... ¿en dónde estás? —Aquí estoy; adiós, querido Ludwig. La pequeña mano blanca envió un beso en la som bra. Las luces recorrieron todos los pisos; después la ventanas se cerraron, y tornóse negra la casa del baron de Walder, .padre de la hermosa Lisbeth. io ALTAMIRANO. Sin embargo, I.udwig marchaba triste en la oscuri dad; atravesó el puente de San Juan Nepomuceno, y siguiendo las riberas sombrías del Moldaw, se dirigió lentamente hacia la isla de los Cazadores, que lleva el rio en sus húmedos brazos como un canastillo de flores y de verdura. Lisbeth destrenzó sus hermosos cabellos, consagran do un último pensamiento al primer amor de sus años juveniles. Reprimió los impulsos de su corazón y quiso dormir. El sueño no vino, y ella oyó sonar, una después de otra, las horas de la noche. En el momento en que la primera campanada de media noche resonara en la torre de San Veit, en la noble iglesia de Hardschin, le pareció que alguno había suspirado Muy cerca de ella. —Es el viento que se queja entre los árboles pensó 1 .isbeth. Pero era una noche de Mayo oscura y tranquila; no habia ni un soplo en el aire y las tiernas hojas dormían medio plegadas en las ramas inmóviles. Nada turbó ya el silencio. Lisbeth ocultó su cabeza llena de miedo bajo la almohada, y se durmió pen sando. [1. Es de mañana. Praga se despierta alegre: la noche levanta sus velos de estrellados pliegues; la bruma fina y ligera rueda sobre los techos; la aguda flecha de las altas iglesias desgarra al pasar, cual si fuesen blancos

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la Iberia de que era director el sentidísimo 1). Ansel- mo de la Portilla. Esta obrita ha merecido el favor público y aun el elo- gio de los críticos. viJa ile Robinson. Escogió la parte mas agreste de las monla'iasj construyó una choza, desmotó el terreno, y haciendo algunas excursiones á
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