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Las teorias de la causalidad PDF

150 Pages·1977·4.975 MB·Spanish
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LAS TEORIAS DE LA. CAUSALIDAD M. Bunge- F. Halbwachs- Th. S. Kuhn J. L. Rosenfeld - Piaget Las teorías de la causalidad ~~~~ Uf1iVHI~IOAO ~lllUI,A Otl Pilm B8BliOTECA co~~P~A Ediciones Sígueme - Salamanca 1977 Tradujo: Miguel A. Quintanilla Título original: Les théories de la causalité © Presses Universitaires de France, París 1971 © Ediciones Sígueme, 1977 Apartado 332 -Salamanca (España) ISBN 84-301-0446-1 Depósito legal: S. 40. 1977 Printed in Spain Gráfi<;as Ortega, S. A. Pc.Uig6no El Montalvo -Salamattca, ~1977 Contenido . I d ., J. PIAGET: ntro uccton. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . ... 9 TH. S. KuHN: Las nociones de causalidad en el desarro llo de la física . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .... 11 FR. HALBW ACHS: Reflexiones sobre la causalidad física .. 25 M. BUNGE: Conjunción, sucesión, determinación, causa- lidad....... . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .... 47 L. RosENFELD: Consideraciones no filosóficas sobre la causalidad en física. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . ... 71 J. PIAGET: La causalidad según E. Meyerson . . ...... . 91 Introducción Los trabt9os de nuestro Centro internacional de epistemología genética por su naturaleza misma exigen una colaboración interdisci plinaria. En ifecto, el estudio de la formación de las nociones u opera ciones elementales tendría significación epistemológica sólo a condición de comparar estos conocimientos iniciales con sus estadios superiores y su resultado final en el seno de las diferentes formas del pensamiento científico. Ahora bien, esta comparación requiere la colaboración de especialistas en la epistemología de las ciencias en cuestión~ ae histo riadores que hqyan estudiado su pasado, de lógicos, de cibernéticos, etcétera, pues, si no, el trabtdo de los psicólogos dedicados a la génesis perderla toda motivación. Y asi, dedicados como estamos desde hace tiempo al estudio de la causalidad, hemos recurrido a los constjos y ios estimulas de físicos, epistemólogos o historiadores de las ciencias tan eminentes como L. Rosenfeld, Th. S. Kuhn, M. Bunge y J. M. Souriau, que han asistido a nuestros simposios,y como F. Halbwachs, a quien debemos un agradecimiento especial por la fidelidad y la ifi cacia de sus constjos durante muchos años. En este volumen se encon trarán reunidas algunas de sus contribuciones, a las que hemos aña dido un estudio del que suscribe sobre E. Mryerson, CJ!Yas ideas sobre la causalidad, tan diferentes de las nuestras, exigían un minucioso exa men en cuanto que son estimulantes en sus propias paradrijas. Es inútil recordar que cada uno de los autores de esta obra perma nece fiel a su propia perspectiva y que las opiniones pueden por lo tanto divergir. Particularmente el pesimismo de Kuhn en cuanto al pro blema de los progresos de la explicación causal está ligado a su mJ!Y co nocida concepción de la sucesión de <<Paradigmas», mientras que en al gunos de los capítulos siguientes la evolución de las explicaciones se interpreta de forma más optimista. J. PIAGET \ 9 Las noc1ones de causalidad en el desarrollo de la física 1 Th. S. Kuhn ¿Cuáles son las razones por las que a un historiador de las ciencias le pueden pedir los psicólogos de la infancia que es criba sobre un tema como el de la causalidad en física? Una de las primeras respuestas es muy evidente para todos los que están familiarizados con las investigaciones de Je an Piaget. Sus importantes trabajos sobre las nociones de espacio, velo cidad, tiempo o sobre la propia realidad, en el niño, han pues to de manifiesto constantemente sorprendentes paralelismos con las concepciones sostenidas por hombres de ciencia de épocas precedentes. Si tales relaciones existen por lo que res pecta a la noción de causalidad, su dilucidación debe interesar tanto al psicólogo como al historiador. Hay también una razón diferente, más personal, válida quizá solamente para el historiador que soy yo y para el grupo de psicólogos de la infancia de Ginebra. En efecto, hará unos veinte años que descubrí, por una parte, el interés intelectual 1. Versión revisada de una comunicación presentada en el XI sim posio de epistemología genética, Ginebra, del 27 de junio al 1 de julio de 1966. 11 de la historia de las ciencias y por otra, y casi al mismo tiempo, los estudios psicológicos de Jean Piaget. Desde ese momento los dos han estado, en mi espíritu y en mi trabajo, en profunda interacción. Una parte de lo que sé sobre la manera de plantear cuestiones a los científicos desaparecidos la he aprendido al examinar los interrogatorios de Piaget con niños. Recuer do muy vivamente cuánto gravó esta influencia mi primera conversación con Alexandre Koyré, el hombre que, más que cualquier otro historiador, ha sido mi maestro. Le dije que fue a partir de los niños de Piaget cómo había aprendido a com prender la fisica de Aristóteles. Su respuesta -que era la fí sica de Aristóteles la que le había enseñado a comprender a los niños de Piaget- confirmó perfectamente mi impresión de la importancia de lo que yo había aprendido. Incluso en estos dominios, como el de la causalidad, en los que quizá no esta remos completamente de acuerdo, estoy orgulloso de reco nocer la huella de Piaget. I Si el historiador de la física quiere triunfar en un análisis de la causalidad, debe, me parece, tomar conciencia de dos pun tos, por lo demás ligados, en los que esta noción difiere de aquellas a las que está acostumbrado. Al igbal que en otros análisis conceptuales, debe comenzar por la observación de palabras tales como «causa» y «porqué» cuando aparecen en las declaraciones y los escritos de los hombres de ciencia. Pero estas palabras, a diferencia de las que se refieren a con ceptos tales como posición, movimiento, peso, tiempo, etc., no aparecen regularmente en un texto científico y cuando lo hacen, la declaración tiene un carácter especial. Uno se siente inclinado a decir, siguiendo en esto una observación hecha con otros propósitos por J. B. Grize, que el término «causa» aparece en primer lugar en el vocabulario metacientifico, y no científico, del físico. Esta constatación no pretende sugerir que la noción de causa sea menos importante que los conceptos más típicamente técnicos, tales como la posición, la fuerza o el movimiento. 12 Pero sugiere que los instrumentos de análisis disponibles fun cionan de manera un poco diferente en los dos casos. Al ana lizar la noción de causa, el historiador o el filósofo debe ser mucho más sensible que de costumbre a los rasgos del len guaje y de la conducta. Debe observar no solamente la frecuencia de términos tales como «causa» sino también los contextos particulares en los que se evocan tales términos. Recíprocamente, debe basar el aspecto esencial de su análisis en la observación de los con textos en los que, aun cuando aparentemente se ha propor cionado una causa, ningún término parece indicar qué parte de la comunicación global consiste en su referencia. Antes de haber terminado, el analista que proceda de esta manera está muy cerca de concluir que en comparación, por ejemplo, con la palabra posición, la noción de causa tiene componentes psicológicos y lingüísticos esenciales. Este aspecto del análisis de la noción de causalidad está muy próximo a otro en el que Piaget ha insistido desde el principio, cuando afirma que debemos considerar el concepto de causa en un sentido restringido y en un sentido amplio. El primero deriva, pienso yo, de la noción incialmente ego céntrica de agente activo al que un sujeto empuja o atrae, sobre el que ejerce una fuerza o manifiesta un poder. Esto está muy cerca del concepto de causa eficiente en Aristóteles: noción que funcionó por vez primera significativamente en fisica técnica durante el siglo xvn en el análisis de los proble mas de colisión. En cuanto el segundo es, al menos a primera vista, muy diferente. Piaget lo ha descrito como la noción general de explicación. Describir la causa o las causas de un acontecimiento es explicar por qué sucede y las propias explica ciones físicas son generalmente causales. Sin embargo reco nocer esto es confrontar de nuevo la subjetividad intrínseca de algunos de los criterios que gobiernan la noción de causa. El historiador y el psicólogo son conscientes del hecho de que una secuencia de palabras que proporciona una explicación en una etapa del desarrollo de la física o del niño únicamente pueden conducir a las cuestiones ulteriores de un estadio si guiente. ¿Cesan las cuestiones cuando se dice «la manzana cae en 13 dirección a la tierra a causa de la fuerza de gravedad», o bien hay que responder buscando además la causa de la propia fuerza de gravedad? Una estructura deductiva especificada puede ser una con dición necesaria para la adecuación de una explicación causal, pero no es una condición suficiente. Cuando se analiza la cau sación uno debe, por consiguiente, informarse de las reaccio nes particulares que, sin recurrir a una fuerza mayor, pondrían fin a una regresión de las cuestiones causales. La coexistencia de dos sentidos de causa hace que se com plique también otro de los problemas que hemos mencionado brevemente más arriba. Por razones al menos parcialmente históricas, la noción estrecha de causa se toma a menudo como la noción fundamental y se adapta a ella el concepto amplio de causa, lo que con frecuencia conduce a su deformación. Explicaciones que son causales, en el sentido estrecho, pro porcionan siempre un agente y un paciente, una causa y un efecto subsecuente. Pero hay otras explicaciones de fenómenos naturales y vamos a examinar ahora algunas, a partir de las cuales no se deriva como causa ningún suceso anterior al fe nómeno, ni ningún agente activo. Nada se consigue, y no po cos artefactos lingüísticos se crean, al declarar que las explica ciones de este tipo son causales porque una vez que han sido dadas, nada hay en ellas que no pueda considerarse como la causa que se buscaba. Además, en otras circunstancias, estas mismas cuestiones habrían evocado respuestas causales en sen tido restringido. Finalmente las propias cuestiones serían real mente causales. Si es que puede trazarse una linea de demarca ción entre una explicación causal y no causal, esta línea de penderá de matices que no son relevantes aquí. Tampoco es útil trasformar las explicaciones de este tipo -verbal o ma temáticamente- en una forma que permita el aislamiento, en un estadio anterior, de unos hechos como causa. Se puede presumir que siempre podrá hacerse una transformación se gún una de las técnicas ingeniosas ilustradas por el punto de vista de Bunge 2 pero el resultado será frecuentemente prívar a la expresión así trasformada de su potencia explicativa. 2. Ver M. Bunge, Conjtmción, sucesión, determinación, causalidad, infra p. 47. 14

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