Description:Hoy se cumplen ochenta y cinco años de la sublevación militar de Jaca (como parte de una compleja conspiración antimonárquica), a la que siguieron la de Cuatro Vientos en Madrid y una huelga general seguida muy desigualmente, pero que provocó alborotos e incidentes varios en muchos puntos de la geografía española. El intento de establecer violentamente la República dejó desde su arranque un número significativo de víctimas, a las que debemos sumar la de dos de sus protagonistas, los capitanes Galán y García Hernández, sentenciados a pena de muerte en Consejo de guerra sumarísimo. Cuando apenas cuatro meses después de estos acontecimientos se proclame de forma sorpresiva la República, serán considerados los mártires que propiciaron con su fracaso el triunfo posterior. Pero algunos de los dirigentes del movimiento fallido manifestarán más tarde una opinión más crítica: ocurrido en Jaca fue un lamentable error, la locura de un exaltado, que redimió su grave culpa dejándose matar en vez de escapar , lo que le valió entrar en la Historia por la puerta roja de los mártires, cuando en realidad sólo censuras merecía por su insubordinación, por su ligereza y por la ausencia total de capacidad en el mando de la acción revolucionaria (…) Cuanta menos sangre costase la operación, mayores serían las probabilidades de arrastrar a la guarnición de la capital de provincia. Corrió la sangre en Jaca sin la menor necesidad desde los primeros momentos. Se perdieron horas y horas en el trayecto, sin justificación posible, y se dio lugar a que desde Zaragoza llegasen cuantos refuerzos fueron precisos para yugular el alzamiento. Ni política, ni estratégica, ni militarmente, tiene la menor justificación la aventura de Fermín Galán.» (Miguel Maura, Así cayó Alfonso XIII.) Presentamos la narración de los hechos tal como los fueron recibiendo los lectores del diario ABC, ya revestido de su carácter monárquico y defensor del orden, aunque todavía promotor del respeto a la legalidad constitucional de la Restauración. Sin embargo, quizás pueda advertirse una cierta deriva ya iniciada hacia la defensa de soluciones cada vez más autoritarias, que culminará durante la Segunda República. Así, la información se presenta, se selecciona y se compone de un modo patente: se subrayan los excesos de los revolucionarios, casi siempre caracterizados como comunistas; se insiste en el escaso seguimiento de la población ante los llamamientos revolucionarios; se repiten de forma un tanto agotadora las abundantísimas adhesiones al rey y a su gobierno; se recalca la recuperación del orden y el fin de la huelga en un sinfín de localidades (lo que no se compadece con la repetición día tras día de estos mensajes tranquilizadores, aplicados a los mismos lugares…) Por otra parte, en cambio, se mencionan poco, y casi se ningunean, a los dirigentes liberales, republicanos y socialistas del movimiento, encarcelados o huidos, y a aquellos otros políticos que rechazando la intentona, defienden la urgencia de la convocatoria de unas elecciones constituyentes por considerar la persona del rey como definitivamente quemada por su colaboración con la dictadura.