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Las redes humanas. Una historia global del mundo PDF

413 Pages·2019·8.553 MB·Spanish
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J. R. McNEILL y WILLIAM H. McNEILL LAS REDES HUMANAS UNA HISTORIA GLOBAL DEL MUNDO CRÍTICA BARCELONA Título original: The Human Web A Bird ’s-Eye View of World History Traducción castellana de: JORDI BELTRÁN Diseño de la cubierta: Joan Batallé Fotocomposición: Fotocomp/4 O 2003 by J. R. McNeill and William H. McNeill O 2004 de la traducción castellana para España y América: Crítica, S.L., Diagonal, 662-664, 08034 Barcelona e-mail: [email protected] http: // www.ed.critica.es ISBN: 84-8432-509-1 Depósito legal: B. 3.139-2004 Impreso en España 2004. — A&M Gráfic, Santa Perpétua de la Mogoda (Barcelona) Para E. D. M. PREFACIO A LA EDICIÓN ESPAÑOLA Con Las redes humanas hemos tratado de ofrecer una historia bre­ vísima de la especie humana en su conjunto con la intención de hacerla accesible a todos los lectores y no sólo a aquellos versados en la mate­ ria. A simple vista, elaborar una historia sucinta del mundo en general puede parecer una empresa contradictoria e imposible. Sin embargo, hay cosas que resultan en ocasiones tan necesarias que deben intentar­ se por grandes que sean las dificultades, y eso es, precisamente, lo que sucede en el siglo xxi con la historia de nuestra especie. Vivimos en una época en la que todo se está internacionalizando a paso de gigante, más aún en el ámbito de lo económico y lo cultu­ ral Muchos de los procesos históricos más importantes que aún se en­ cuentran en pleno desarrollo —aunque no todos, claro está— tienen poco que ver con las naciones-estado y sus fronteras. El estado, que ha servido tradicionalmente como unidad de análisis a los historia­ dores, cobra una importancia cada día menor en la actualidad. La existencia de una ciudadanía informada, sea cual fuere el país del que hablamos, requiere una perspectiva histórica que se extienda a todo el planeta, y no sólo a su nación o región. Esta es una de las razones por las que debe abordarse la historia mundial, por dificultoso que esto pueda resultar. Otra es que las fuerzas de integración e inter- nacionalización no son nuevas: han afectado a los asuntos humanos durante miles de años, y así deben ser presentadas y entendidas. De hecho, la integración económica a través del comercio y la emigración se encuentra entre los motores históricos más antiguos que existen. Una tercera razón por la que resulta necesaria la historia mundial es que la correcta apreciación de la historia de cualquier país o región requiere una contextualización adecuada capaz de hacernos distinguir lo ordinario de lo único. La historia del mundo proporciona la pers­ pectiva más completa posible a la hora de situar lo que conocemos y lo que aprendemos, sea la historia del Imperio de los Austrias, de Es­ X LAS REDES HUMANAS paña, de la provincia de Granada, de la comarca de Las Alpujarras o del pueblo de Trevélez. En este sentido, la historia es como los ma­ pas: el trabajo efectuado en una escala determinada ayuda a iluminar el que se realiza en cualquier otra. Un mapa a gran escala que muestre la disposición de las casas de Trevélez resulta útil para ciertos fines, en tanto que uno del planeta lo es para otros. Los historiadores deben trabajar en todas las escalas, desde la local hasta la mundial, para ha­ cer que la historia local pueda entenderse en su contexto y la mundial pueda descansar sobre la base que proporcionan los ejemplos con­ cretos. La red humana pretende ofrecer un marco que permita entender la historia de la especie humana. No se trata, obviamente, de un estudio exhaustivo ni de la suma de todas las partes de la historia mundial. Ningún historiador sentirá, al escribir la historia de España, la obliga­ ción de incluir la de todas y cada una de sus provincias. Tampoco nece­ sita ningún historiador del mundo presentar la de cada país ni la de cada pueblo. En este caso, lo que importa no son tanto los datos como el marco contextual, y el nuestro se centra en la comunicación y la inte­ racción entre los pueblos. Lo que nos hace humanos y nos distingue de forma decisiva del res­ to de las especies es, por encima de cualquier otra consideración, la fa­ cultad de comunicar una amplia variedad de significados. Es precisa­ mente la comunicación eficaz lo que nos ha permitido vagar en libertad por la superficie del planeta, creciendo en número y en poder a expen­ sas de otras especies, y es, más que ninguna otra cosa, la interacción entre los diversos pueblos y culturas lo que nos ha llevado a modificar nuestras costumbres, desarrollar nuevas habilidades tecnológicas, nue­ vas instituciones y nuevas ideas. Polibio, historiador griego del mundo romano que murió en torno al año 118 a. C., entendió la importancia del mayor grado de comunica­ ción e interacción de que estaba gozando el mundo Mediterráneo en su época cuando escribió: En las épocas anteriores a esta los acontecimientos del mundo esta­ ban como dispersos, porque cada una de las empresas estaba separada en la iniciativa de conquista, en los resultados que de ellas nacían y en otras circunstancias, así como en su localización. Pero a partir de esta época la historia se convierte en algo orgánico, los hechos de Italia y los de Africa se entrelazan con los de Asia y con los de Grecia, y todos co­ mienzan a referirse a un mismo fin. PREFACIO A LA EDICIÓN ESPAÑOLA XI Karl Marx reconoció algo muy semejante, cuando menos en relación con los asuntos económicos, a mediados del siglo xix. En El manifiesto comunista, escribió junto con Engels: Donde antes se satisfacían las viejas necesidades con productos na­ cionales, surgen ahora necesidades nuevas que reclaman para su satis­ facción los frutos de tierras y climas remotos. Donde antes había mercados locales y nacionales autosuficientes, tenemos hoy relaciones comerciales en todas direcciones, una interdependencia universal de las naciones. Las redes humanas tiene la intención de aplicar esta perspectiva a la historia del mundo en general, tal como hizo Marx, aunque no Polibio —pues en su tiempo era imposible—, y extenderla a todos los aspectos de la vida humana, y no sólo a los económicos, tal como hizo Polibio, pero no Marx. En resumen, trata de proporcionar una historia de la era de internacionalización en que nos hallamos sumergidos. Nos complace y nos honra ver Las redes humanas publicado en Es­ paña. Para esta edición no hemos hecho cambio alguno si no es corregir errores de poca relevancia en cuestiones tales como la transliteración de los nombres propios chinos o las fechas relativas a los poetas persas. J. R. McNeill Noviembre de 2003 AGRADECIMIENTOS Este libro está dirigido a quienes quieren saber cómo llegó el mun­ do a ser lo que es y no disponen del tiempo necesario para leer uno o dos estantes de libros de historia. Lo han escrito un padre y un hijo que compartían esa misma inquietud y han tenido la oportunidad de estu­ diar varios de esos estantes. El proyecto empezó cuando el hijo cometió el error de pensar que si Stephen Hawking había logrado comprimir la historia del universo en 198 páginas,x él debía de ser capaz de resumir la de la humanidad en doscientas. Pronto se dio cuenta de que no podía, pero recabó la ayuda de su padre, que ya había escrito una historia de la humanidad (en 829páginas), en calidad de coautor.2 Así empezó una colaboración entre dos historiadores testarudos. Nuestra discusión chis­ porroteó y parpadeó durante varios años, por medio de visitas, llamadas telefónicas y cartas como las de antes. El resultado lo tiene el lector en sus manos. Muchos colegas y amigos nos ayudaron por el camino, principal­ mente leyendo partes del manuscrito e indicándonos nuestros errores. Por esa colaboración damos las gracias a Tommaso Astarita, Harley Balzer, Tim Beach, Jim Collins, JoAnn Moran Cruz, Peter Dunkley, Ca- therine Evtuhov, David Goldfrank, Chris Henderson, David Painter, Scott Redford, Adam Rothman, Howard Spendelow y John Witek, de la C. de J., todos de la Universidad de Georgetown. Por la misma ayuda también damos las gracias a Ian Campbell y Nicola di Cosmo, de la Universidad de Canterbury; David Christian, de la Universidad Esta­ tal de San Diego; Nick Creary, de la Universidad de Marquette; Dennis Flynn y Arturo Giraldez, de la Universidad del Pacífico; Johan Gouds- 1. Stephen Hawking, A Brief History of Time: From the Big Bang to Black Holes, Nueva York, 1988. (Hay trad. cast., Historia del tiempo. Del big bang a los agujeros negros, Crítica, Barce­ lona, 1988.) 2. William H. McNeill, The Rise of the West: A History of the Human Community, Chica­ go, 1963. XIV LAS REDES HUMANAS blom y Fred Spier, de la Universidad de Amsterdam; Alan Karras, de la Universidad de California en Berkeley; John Richards, de la Universi­ dad de Duke, y Cari Trocki, del Queensland Institute of Technology. Agradecemos a Andrew Sherratt, del Ashmolean Museum, la ayuda que nos prestó corrigiendo fechas, datos e interpretaciones relativas a la Prehistoria. Aviel Roshwaldy John Voll, ambos de Georgetown, y John Donnelly leyeron el manuscrito en su totalidad, por lo que merecen un agradecimiento especial. Finalmente, damos las gracias a nuestra ex­ tensa familia por proporcionarnos una red humana en la cual ambos pudimos prosperar y por soportar alegremente nuestras largas conver­ saciones, que a veces amenazaban con apropiarse de los asuntos y las actividades normales de la vida familiar. William H. McNeill y J. R. McNeill Washington, D.C., y Colebrook, Connecticut Introducción REDES E HISTORIA Casi nada podría estar más aislado o ser más inde­ pendiente que las vidas de estos dos que caminan aquí en la hora solitaria que precede al día ... Y, pese a ello, sus rumbos solitarios no eran totalmente autónomos, sino que formaban parte de una pauta en la gran red de las acciones humanas que, a la sazón, se estaba tejiendo en ambos hemisferios desde el mar Blanco hasta el cabo de Hornos. Thomas Hardy, The Woodlanders (1887) Este libro une vino añejo y vino joven para verter la mezcla en un odre nuevo. Algunas de las ideas y perspectivas que se ofrecen aquí son versiones destiladas de las que se propusieron hace medio siglo, en tanto que otras se exponen por primera vez. El odre nuevo que conforma este volumen es el concepto de la centralidad de las redes de interacción en la historia humana. Una red, tal como la concebimos nosotros, es una serie de conexiones que ponen a unas personas en relación con otras. Estas conexiones pue­ den tener muchas formas: encuentros fortuitos, parentesco, amistad, reli­ gión común, rivalidad, enemistad, intercambio económico, intercambio ecológico, cooperación política e incluso competición militar. En todas estas relaciones las personas comunican información y la utilizan para orientar su comportamiento futuro. También comunican, o traspasan, tec­ nologías útiles, mercancías, cosechas, ideas y mucho más. Asimismo, in­ tercambian sin darse cuenta enfermedades y malas hierbas, cosas que no pueden utilizar pero que, a pesar de ello, afectan a su vida (y a su muerte). El intercambio y la difusión de esa información, estas cosas y esas moles­ tias, así como las respuestas humanas a todo ello, dan forma a la historia.

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