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Las raíces y las ramas: fuentes y derivaciones de la Cábala hispanohebrea PDF

188 Pages·2016·3.792 MB·Spanish
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SECCIÓN DE OBRAS DE LENGUA Y ESTUDIOS LITERARIOS LAS RAÍCES Y LAS RAMAS ANGELINA MUÑIZ-HUBERMAN LAS RAÍCES Y LAS RAMAS Fuentes y derivaciones de la Cábala hispanohebrea Primera edición, 1993 Segunda reimpresión, 2012 Primera edición electrónica, 2015 D. R. © 1994, Fondo de Cultura Económica Carretera Picacho-Ajusco, 227; 14738 México, D. F. Empresa certificada ISO 9001:2008 Comentarios: [email protected] Tel. (55) 5227-4672 Se prohíbe la reproducción total o parcial de esta obra, sea cual fuere el medio. Todos los contenidos que se incluyen, tales como características tipográficas y de diagramación, textos, gráficos, logotipos, iconos, imágenes, etc., son propiedad exclusiva del Fondo de Cultura Económica y están protegidos por las leyes mexicanas e internacionales del copyright o derecho de autor. ISBN 978-607-16-2637-0 (ePub) Hecho en México - Made in Mexico A ALBERTO. A MÍRIAM. RAFAEL y TAMARA PRÓLOGO Puede ocurrir que, por no encontrar el libro que resuelva las dudas y las inquietudes que nos aquejan, decidamos inventarlo. Decidamos reunir toda la información que hemos acumulado a lo largo de los años, las notas, las lecturas, los apuntes, los pensamientos dispersos y, pacientemente, los vayamos ordenando. Que llegue un momento en que queramos tener los hilos en la mano, porque el tejido se nos escapa. Y, entonces, sacando datos de aquí y de allá, empecemos a vislumbrar cierto sentido en la historia que nos hemos propuesto. Los estudios de la Cábala, campo de reciente preocupación entre los investigadores del lenguaje, de la filosofía y del misticismo, es un campo complejo y difícil. Un campo que, aparentemente, escapa a la comprobación científica, que encierra prejuicios y que se considera oscuro. Que de no haber sido por obras contemporáneas iluminadoras aún seguiría en entredicho. Como el fenómeno místico se acerca tanto al poético y coincide en utilizar la misma vía —el lenguaje— y los mismos procedimientos —imagen, símil, metáfora, paradoja —, además de la base común —el mito y el mundo del simbolismo—, de ahí la tentación de unir ambos fenómenos. La fascinación del mundo del espíritu, sobre todo en una época como la nuestra en que se nota su pérdida, es otro importante puntal para el desarrollo de esta investigación. He dividido este estudio en dos partes: la primera es un acercamiento a los principios y orígenes que fundamentan el amplio concepto de la Cábala judía; y la segunda es una exposición del proceso de cristianización y de incorporación literaria en determinados autores. Me baso en el sistema de búsqueda de fuentes y derivaciones para centrarme únicamente en aquellas que considero más relevantes. Es, por lo tanto, un estudio selectivo y no exhaustivo. He preferido dividir la temática de acuerdo con ensayos que provean un aspecto parcial de esta inconmensurable disciplina del quehacer humano. Restrinjo la bibliografía, dada su inmensidad, a la que he utilizado exclusivamente para mi propósito. Mi aportación ha consistido en señalar apenas unas sendas en estos estudios, dentro de la literatura medieval y renacentista española. Más que nada he tratado de aclararme algunos conceptos como iniciación a un tema que exige constante estudio y que, dadas sus características, nunca termina de ser interpretado. La clave de la Cábala es una clave que se rehace constantemente y en la cual no puede ponerse punto final. P P RIMERA ARTE FUENTES I. LOS PRINCIPIOS DE LA CÁBALA* EL DESARROLLO del pensamiento cabalista propiamente dicho tiene lugar entre los siglos XII y XIII, en la región de Provenza y posteriormente en España. Su influencia, sin embargo, habrá de llegar hasta el Renacimiento. Convive con movimientos tan inquietantes como puedan ser los de los albigenses y recibe influencias de los gnósticos. Dentro del judaísmo representa una recuperación de elementos míticos y un aire fresco que ventila las puertas de la exégesis bíblica. El erudito moderno que inició los estudios de la Cábala fue Gershom Scholem, quien escribió las obras básicas sobre este tema desde un punto de vista académico. Actualmente son muchos los que estudian los caminos que abrió Scholem. Como el procedimiento interpretativo de los cabalistas acerca de los textos se relaciona con la teoría del lenguaje, los críticos contemporáneos (entre ellos Derrida, Ricoeur, Bloom y otros) se han sentido atraídos por este terreno de investigación. Gershom Scholem nos relata en su correspondencia con Walter Benjamin de qué modo fue avanzando en sus descubrimientos y análisis, y las discusiones que establecían entre los dos. Hasta cierto punto, Scholem consideraba a Benjamin como una especie de místico moderno y, ante su trágica muerte, le dedicó una de sus obras monumentales, Las corrientes principales del misticismo judío. Este libro se publicó en inglés en 1941 y reveló al mundo la extraordinaria riqueza textual y la importancia de la Cábala para la historia del misticismo, de la cultura y del pensamiento. DEFINICIONES La palabra Cábala significa tradición o recepción. Según ésta, se creía que cuando Dios entregó la Ley al profeta Moisés en el Sinaí, hizo una segunda revelación sobre su significado secreto, de cómo debería ser leída la Torá (Pentateuco) y transmitida oralmente a lo largo de los tiempos por los iniciados. Esta última tarea es la que le está destinada a los cabalistas, dedicados a analizar el texto de las Escrituras en hebreo. La lectura textual es la más sencilla, pero no la verdadera, que se encuentra oculta en los espacios blancos entre letra y letra, o en una nueva ordenación de las palabras, o en una lectura de corrido sin interrupción entre palabra y palabra. El uso de la palabra Cábala con esta acepción se origina en el círculo de Isaac el Ciego en Provenza, en 1200. La Cábala es un método de contemplación religiosa y de análisis semántico. Es un sistema teosófico que aspira a conocer a la Divinidad directamente (prescindiendo de la revelación) por medios lingüísticos. Se basa en la comprensión de las emanaciones de Dios o intermediarios divinos, para lo cual emplea ciertas técnicas que le permiten interpretar las letras del alfabeto hebreo, con fines de contemplación mística. En cambio, la Cábala cristiana, según Frances A. Yates, “se diferencia básicamente de la judía en que emplea en forma cristiana la técnica cabalística y en que amalgama dentro del sistema la filosofía y la magia herméticas”.1 Estas últimas con influencia del gnosticismo hebreo y del neoplatonismo. La doctrina de la Cábala parte de la teoría de las emanaciones divinas o sefirot que unen a un Dios trascendente con el mundo. Recurre a símbolos, mitos y misterios de interpretación. Su preocupación fundamental es: 1) la búsqueda del nombre de Dios, que aun en el caso de ser hallado sería impronunciable; 2) el principio de la Torá como un organismo, con cuerpo y alma; y 3) el principio del infinito significado del mundo divino. Enseña a leer no sólo lo escrito, sino aquello que está en los 2 espacios en blanco: de ahí que abra el camino a la imaginación, al misticismo y al simbolismo. Al combinar las diez sefirot con las veintidós letras del alfabeto hebreo, se inicia el camino cabalístico. Las sefirot son los nombres más comunes de Dios, que en su conjunto forman un gran Nombre único. Las sefirot o emanaciones divinas son: Gloria, Sabiduría, Verdad, Bondad, Poder, Virtud, Eternidad, Esplendor, Fundamento y una letra A (álef) impronunciable, que sería el verdadero nombre de Dios. Las veintidós letras, que poseen carácter sagrado, contienen en sí el concepto de Dios. Poder hallarlo depende de las múltiples maneras en que se combinen. Los cabalistas no parten de la idea de que el significado pueda ser comunicado, sino de que hay que saber encontrarlo. La enseñanza es por implicación y no por aseveración. Por eso, las técnicas se transmiten de boca a oído, y es la palabra la que debe ser interpretada. Expresiones frecuentes, como “No puedo decir más”; “Ya lo he explicado por palabra de la boca”; “Esto es sólo para quienes están familiarizados con la ‘sabiduría secreta’ ”, no son figuras retóricas, sino afirmaciones reales. Por eso, muchos pasajes son oscuros y hay muchas diferencias entre las escuelas cabalistas. Entre los temas preferidos están: el éxtasis religioso (nunca se escribió la técnica del éxtasis); la unión del alma y Dios; la sabiduría profética; la ascensión del alma hacia el trono celestial; la meditación y la contemplación. El éxtasis sólo ocurre en contados casos; en general, se mantiene una distancia entre el Creador y la criatura. A pesar de fundamentarse en la tradición, la Cábala procede como la hermenéutica y está abierta a la ampliación. La Torá está plena de significados: algunos se nos comunican en lenguaje humano, pero éstos no son sino los más simples. Su verdadera naturaleza está oculta y para hallarla deben seguirse los tres pasos mencionados.3 1) La búsqueda del nombre de Dios. Se considera que el nombre de Dios es la más alta concentración de poder divino. Su origen proviene de dos fuentes: una mágico-primitiva y otra místico-especulativa. La idea de una estructura mágica en la Torá aparece mucho antes de la Cábala. En el Libro de Job 28:13 se afirma, refiriéndose a la sabiduría: “No conoce su valor el hombre, ni se halla en la tierra de los vivientes.” Y más adelante, se agrega: “Porque encubierta está a los ojos de todo viviente, y a toda ave del cielo es oculta” (Job 28:21). Según la interpretación del rabino Eleazar (siglo III), se alude a la Torá como fuente de sabiduría y, al mismo tiempo, en clave difícil de descifrar. La Torá no fue dada en el orden correcto. Si lo hubiera sido, cualquiera que la leyera podría hacer milagros. La repetición de las historias con variantes y su peculiar orden, que no obedece a modelos cronológicos, es la prueba de que hay un sentido que debe ser encontrado. El orden está oculto y sólo lo conoce Dios: “Dios entiende el camino de ella, y él conoce su lugar” (Job 28:23). Nada es casual en la Torá y, quien la lee o quien la copia, lleva a cabo la más elevada de las tareas. El escribano debe ser absolutamente cuidadoso, pues un error en la copia corre pareja con la destrucción del Universo. Según un texto antiguo que circulaba en Provenza y en España hacia 1200, y que fue comentado por Najmánides, la Torá en su totalidad no es sino los nombres de Dios, por lo cual debe leerse de manera especial para formar dichos nombres. Si la Torá se escribió originalmente con fuego negro sobre fuego blanco, quiere decir que su escritura era continua, sin que hubiera división entre las palabras. Moisés recibió una Torá escrita que debe ser leída como los mandamientos divinos y otra Torá oral que debe ser leída como una secuencia de nombres. Este pasaje de Najmánides muestra la influencia de la tradición mágica aplicada a la lectura. De ahí a la idea de que la Torá no es sólo los nombres de Dios, sino el único gran nombre de Dios, hay sólo un paso. El cambio, entonces, es de mágico a místico. Esta concepción es propia de los cabalistas y aparece, por primera vez, entre los hispanohebreos del siglo XIII. Ezra ben Salomón, cabalista del círculo de Gerona, escribió: “Los cinco libros de la Torá son el Nombre del Sagrado, bendito sea Él.”4 La luz mística que emana de estos libros o Pentateuco es, por lo tanto, el gran Nombre de Dios. Esta misma idea fue retomada por el autor del Zóhar, el libro clásico del cabalismo español. La idea siguiente es que la Torá es el instrumento de la Creación, porque el Nombre tiene poder y emite las leyes y la armonía que gobiernan la existencia. La Torá no está separada de la esencia divina, no fue creada, en sentido estricto o literal, sino que representa la vida secreta de Dios. Para otros cabalistas, la Torá no es sólo el Nombre de Dios, sino la explicación del Nombre de Dios. Se identifica con la sabiduría o hojmá (sofía) de Dios, que es una de las emanaciones divinas o sefirot. La posición más extrema es la de los cabalistas que llegaron a afirmar que Dios mismo es la Torá: las letras serían el cuerpo místico de Dios, y Dios, el alma de las letras. Yosef Gikatila, importante cabalista que escribió su obra a finales del siglo XIII, deriva algunas ideas del Zóhar. Parte de la idea de que la Torá es la explicación del Nombre de Dios: “La Torá entera es una explicación y un comentario del tetragrámaton YHVH (Yavé o Jehová). Y éste es el verdadero significado del término bíblico ‘La Torá de Dios’ (torat YHVH).”5 En otras palabras, la frase torat YHVH no significa la Torá que Dios emitió, sino la Torá que explica a YHVH, el Nombre de Dios. En varios pasajes más, Gikatila menciona que la Torá está tejida con el Nombre de Dios, convirtiéndose en el primero que aplica la noción de

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