Joyce McDougall LAS MIL Y UNA CARAS DE EROS La sexualidad humana en busca de soluciones PAIDÓS Buenos Aires Barcelona México Título original: The many faces ofEros © Joyce McDougall Traducción de Jorge Piatigorsky Cubierta de Gustavo Macri 392.6 Me Dougall, Joyce CDD Las mi! y una caras de Eros : la sexualidad humana en busca de soluciones.- Ia ed. 28 reimp.- Buenos Aires : Paidós, 2005. 328 p. ; 22x14 env (Psicología Profunda ; 10214) Traducción de: Jorge Piatigorsky ISBN 950-12-4214-5 1. Sexualidad I Piatigorsky, Jorge, trad. El título Ia edición, 1998 Ia reimpresión, 1998 2a reimpresión, 2005 Quedan rigurosamente prohibidas, sin la autorización escrita de los titulares del copyright, bajo las sanciones establecidas en las leyes, la reproducción total o parcial de esta obra por cualquier medio o procedimiento, comprendidos la reprografia y el tratamiento informático, y la distribución de ejemplares de ella mediante alquiler o préstamo públicos. © 1998 de todas las ediciones en castellano Editorial Paidós SAICF Defensa 599, Buenos Aires e-maii: [email protected] www.paidosargentina.com.ar Queda hecho el depósito que previene la Ley 11.723 Impreso en la Argentina - Printed in Argentina Impreso en Talleres Gráficos D’Aversa, Vicente López 318, Quilines, en enero de 2005 Tirada: 750 ejemplares ISBN 950-12-4214-5 ÍNDICE Prólogo. La búsqueda de soluciones...... .......................... 11 Parte I Feminidad y sexualidad 1. Los componentes homosexuales de la sexualidad femenina..................................................... ......................... 29 2. La analista y su analizante................................................. 45 3. Sexualidades femeninas, tema y variaciones............ 61 Parte II Sexualidad y creatividad 4. Sexualidad y creatividad.................................................... 85 5. Creatividad e identificaciones bisexuales........................103 6. Trauma, sexualidad y creatividad.....................................131 Parte III Sexualidad y soma 7. Sexualidades arcaicas y psicosoma................................\159 8. El olfato que ataca y la piel que llora..............................177“ 9. Del cuerpo hablante al cuerpo hablado...........................201 Parte IV Las desviaciones del deseo 10. Las soluciones neosexuales................................................223 11. Neonecesidades y soluciones adictivas............................239 12. Desviación sexual y supervivencia psíquica...................261 Parte V El psicoanálisis en el diván 13. Desviaciones en la práctica psicoanalítica.....................283 14. Más allá de las sectas psicoanalíticas: en busca de un nuevo paradigma.....................................301 Referencias bibliográficas.........................................................315 A la memoria de Piera Aulagnier, psicoanalis ta inspirada, investigadora infatigable, amiga irreemplazable, dedico este libro en reconocimien to por nuestros treinta años de amistad. PRÓLOGO LA BÚSQUEDA DE SOLUCIONES Existe este otro universo, el del corazón del hombre, del que ignoramos todo, que no nos atrevemos a explo rar. Una extraña distancia gris separa a nuestra páli da inteligencia del continente pulsante del corazón del hombre. Los precursores apenas han desembarcado en esta playa. Y ningún hombre, ninguna mujer conocen el interior de este misterio cuando, más oscuros aun que el Congo o el Amazonas, fluyen los ríos del corazón, desbordantes de plenitud, de deseo y de zozobra. D. L. Lawrence The Heart of Man LA SEXUALIDAD HUMANA, ¿UNA BÚSQUEDA ETERNA? En sus orígenes mismos, la sexualidad humana es esen- cialmente traumática. Los múltiples conflictos psíquicos que surgen del choque entre las pulsiones internas y la fuerza coactiva y despiadada del mundo externo se inician en el pri mer encuentro sensual del bebé con el seno. La indistinción entre las pulsiones eróticas y sádicas inaugura la era del amor “caníbal”. La noción de un “otro” como objeto separado de uno mismo nace de la frustración, la rabia y la tendencia a una forma primaria de depresión de la que todos los bebés ha cen la experiencia con el objeto primordial del amor: el seno- universo. La abolición de la diferencia entre uno mismo y el otro es la condición misma de la felicidad. No sorprende en tonces que, en el curso del viaje psico analítico, encontremos rastros de lo que se puede denominar la sexualidad arcaica, con la marca de una fusión de libido y mortido en la cual el amor no se distingue del odio. La tensión que emana de esta dicotomía, con todo su potencial depresivo, exige una búsque da incesante de soluciones, búsqueda destinada a convertirse en el basamento vital de todas las formas de sexualidad y amor adulto. El reconocimiento de la alteridad es seguido por el descu brimiento, igualmente traumático, de la diferencia entre los sexos. Hoy sabemos que este descubrimiento no está vincula do en primer lugar a los conflictos edípicos, como había con cluido Freud, sino que sobreviene mucho antes de la fase edí pica clásica. Las investigaciones efectuadas durante muchos años por Roiphe y Galenson (1981) son instructivas al respec to. Sus observaciones demuestran que, mucho antes del pe ríodo durante el cual los niños luchan con los conflictos an gustiosos inherentes a la crisis edípica, la diferencia en sí es fuente de angustia para los niños de ambos sexos. Además, de esas investigaciones surge que el descubrimiento de la di ferencia sexual tiene un efecto de maduración (diferente en uno y otro sexo), una vez que se supera la angustia hasta cierto punto. En la fase edípica, con su dimensión a la vez homosexual y heterosexual, el niño se ve obligado a llegar a una conciliación con el deseo imposible de poseer a los dos progenitores, de pertenecer a los dos sexos y de encarnar los dos órganos geni tales. A medida que asume su monosexualidad ineluctable, el cachorro de hombre debe compensar de otras maneras su re nuncia a los deseos bisexuales. (Estas “otras maneras” serán exploradas en los capítulos dedicados a la creatividad y a las desviaciones sexuales.) El descubrimiento de la diferencia se xual conduce a la representación, lentamente adquirida, de la identidad de género, según Stoller (1968) define este término. Sobre esta base el niño llegará a identificarse como un sujeto “masculino” o “femenino” -no por herencia biológica, sino a través de representaciones psíquicas transmitidas por el in consciente de los dos progenitores, así como por su ambiente sociocultural-. El psicoanálisis tiene una contribución específica que ofre cer a la comprensión de las aberraciones o los conflictos psí quicos concernientes al sentimiento de identidad sexuada y sexual, en cuanto estos conflictos arraigan en las experiencias de la primera infancia. Aunque la sensaciones anatómicas del bebé varón son diferentes de las del bebé niña, ello no signifi ca que sus sentimientos respectivos de identidad sexual, en tanto representaciones psíquicas, sean hereditarios. Freud (1905) subraya que los objetos del deseo sexual no son inna tos: a nosotros nos corresponde descubrirlos; además dice que es en nuestra primera infancia cuando se deciden los senti mientos de identidad personal y de orientación sexual, y que en la pubertad los redescubrimos. Litchenstein (1961) lo ha señalado: nuestro sentimiento de identidad se asemeja a Jano, en cuanto su construcción se eri ge, por un lado, sobre “lo que se me parece” y, por el otro, so bre wlo que es diferente de mí”. “La identidad del animal es incambiable, mientras que el hombre debe luchar sin cesar para definirse, para adquirir una identidad que no está fun dada en automatismos innatos.” Es evidente que la adquisición del sentido de las identida des personal y sexual impone el duelo de una serie de ilusio nes relacionadas con el deseo de poseer “lo que es diferente de uno”. Como nos lo enseña la experiencia clínica (sin olvidar el autoanálisis), este proceso no se despliega sin dolores y sacri ficios. Algunos niños son mejor ayudados que otros en este trabajo de duelo al que nadie escapa. Dos conceptos centrales relativos a los orígenes de la iden tidad sexual constituyen el telón de fondo de los capítulos si guientes, a saber: el sentido fundamental de la bisexualidad psíquica y la importancia de los fantasmas de la escena primi tiva en la estructura psicosexual del ser humano. LA BISEXUALIDAD PSÍQUICA Aunque Freud (1905, 1919, 1930) se haya mostrado indeci so acerca de la prevalencia de los factores genéticos en la bi sexualidad, insistió no obstante en esta última como estructu ra psicológica universalmente presente en los seres humanos. Puesto que la mayoría de los niños tienen dos progenitores, cabe esperar que, sea cual fuere su sexo, la criatura se sienta atraída libidinalmente por la madre y el padre, y desee obte ner el amor exclusivo de una y otro; de hecho, todo niño que* rría poseer los misteriosos órganos sexuales del hombre y de la mujer, dotados de su poder fantasmatizado. Una de las he ridas narcisistas más escandalosas para la megalomanía in fantil es la infligida por la obligación de aceptar nuestra mo- nosexualidad biológica. ¿Por qué medios esperamos integrar estas demandas bise xuales en nuestra estructura psíquica, mientras asumimos la identidad anatómica predestinada? Después de treinta años de reflexión y dé observaciones clínicas al respecto, mé he convencido de que la confusión que engendran esos anhelos bisexuales en la organización precoz de la estructura psicose- xual gravita sobre numerosos aspectos de nuestra vida adul ta. Por ello las diferentes maneras en que tratamos de resol ver nuestro deseo imposible de ser y tener los dos sexos exige una exploración realizada desde los puntos de vista teórico y clínico. LIBIDO: ¿HOMOSEXUAL O HETEROSEXUAL? Se impone la definición de estos conceptos de “libido homo sexual” y “libido heterosexual”. Con el nombre de libido Freud designaba todos los aspectós de la energía sexual instintiva del individuo. Más tarde subrayó que la energía libidinal po día orientarse hacia personas de sexo diferente, así como in vestirse en el propio. En consecuencia, la expresión “libido ho mosexual” designaría en primer lugar la parte de libido orientada en la infancia hacia el progenitor del mismo sexo. Desearía aquí llamar la atención sobre un elemento poco re conocido, a saber: los deseos homosexuales de los niños de ambos sexos tienen siempre dos objetivos; uno es el deseo de poseer sexualmente al progenitor del mismo sexo, y el segun do, igualmente poderoso, es él deseo de ser el progenitor del sexo opuesto, a fin de obtener todos los privilegios y prerroga tivas de los que se supone dotado cada progenitor. Es impor tante diferenciar estos dos objetivos complementarios y de al guna manera contradictorios, pues ellos coexisten en cada ni ño, ¡y perduran en el inconsciente de cada adulto! Además, el hecho de tomar en cuenta estos deseos primarios puede cam biar nuestra comprensión de las diferentes maneras en que las dos corrientes se expresan en los adultos homosexuales y heterosexuales. DE LA HOMOSEXUALIDAD PRIMARIA La sexualidad de la niñita la empuja a querer poseer se- xualmente a la madre, penetrar su vagina (lo que a menudo se representa como trepar por el interior de la madre), comer la para incorporarla totalmente y apropiarse de tal modo de sus poderes mágicos. La niña desea también ser penetrada por la madre, ser el objeto único de su amor en un mundo que excluye a los hombres, y tener hijos con ella. Al mismo tiem po, desea ardientemente ser un hombre como el padre, tener sus órganos genitales con todos los poderes y cualidades que les atribuye y, de esta manera, desempeñar en la vida de la madre el mismo papel que el padre. Abordaremos esta conste lación en los capítulos dedicados a la sexualidad femenina. De manera análoga, el niño varón desarrolla su propia for ma de homosexualidad primaria, e imagina que es el parte naire sexual de su padre, por lo general fantasmatizando, que incorpora oral u analmente el pene paterno y que, al tomar posesión de este órgano genital y sus privilegios, él mismo se convierte en el padre.1 Al niño varón también lo invaden otros fantasmas, como el de ocupar el lugar de la madre, con la es peranza de que el padre le haga un bebé en lo que él imagina como su propio espacio interno. Esto me trae a la mente el recuerdo, que conservo muy vi vo, de una discusión entre mi nieto Daniel, entonces de cuatro 1. Estos fantasmas de incorporación en los niños de ambos sexos recuer dan las creencias de las tribus primitivas, según las cuales comiendo el cora zón del león (o la leona) se puede adquirir su fuerza, su poder y su invencibi lidad. Se comprende que esta forma fantasmática de posesión implica la destrucción del otro y provoca sentimientos confusos de culpabilidad y depre sión, tanto en el varón como en la niña.