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Las guerreras Maxwell. Desde donde se domine la llanura PDF

13 Pages·2012·1.78 MB·Spanish
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Las guerreras Maxwell. Desde donde se domine la llanura 032-LASGUERRERASMAXWELL.indd 1 23/05/12 08:27 Lospersonajes,eventosysucesospresentadosenestaobrasonficticios.Cualquiersemejanza conpersonasvivasodesaparecidasespuracoincidencia. Nosepermitelareproduccióntotaloparcialdeestelibro,nisuincorporación aunsistemainformático,nisutransmisiónencualquierformaoporcualquier medio,seaésteelectrónico,mecánico,porfotocopia,porgrabaciónuotros métodos,sinelpermisoprevioyporescritodeleditor.Lainfraccióndelos derechosmencionadospuedeserconstitutivadedelitocontralapropiedad intelectual(Art.270ysiguientesdelCódigoPenal). DiríjaseaCEDRO(CentroEspañoldeDerechosReprográficos)sinecesita fotocopiaroescanearalgúnfragmentodeestaobra.Puedecontactarcon CEDROatravésdelawebwww.conlicencia.comoporteléfonoenel 917021970/932720447. ©delasfotografíasdelacubierta,BillSpiers/Dm_Cherry/Shutterstock ©delafotografíadelaautora,Archivodelaautora ©MeganMaxwell,2012 ©EditorialPlaneta,S.A.,2012 Avda.Diagonal,662-664,08034Barcelona(España) www.esenciaeditorial.com www.planetadelibros.com Primeraedición:juliode2012 ISBN:978-84-08-00756-2 Fotocomposición:VíctorIgual,S.L. Depósitolegal:B.17.723-2012 Impresiónyencuadernación:Cayfosa(ImpresiaIbérica) ImpresoenEspaña–PrintedinSpain Elpapelutilizadoparalaimpresióndeestelibroescienporcienlibredecloro yestácalificadocomopapelecológico. 032-LASGUERRERASMAXWELL.indd 2 23/05/12 08:27 Las guerreras Maxwell. Desde donde se domine la llanura Megan Maxwell Esencia/Planeta 032-LASGUERRERASMAXWELL.indd 3 23/05/12 08:27 Paratodaslasmujeresguerrerasseandelaépocaquesean. Y enespecial alas guerrerasMaxwell,porser como sony nodejarse vencernunca.Osquiero 032-LASGUERRERASMAXWELL.indd 4 23/05/12 08:27 1 dD Castillo deDunstaffnage,1348 Las risas y los aplausos sonaban mientras la luz de los hachones iluminabaelsalóndelcastillodeDunstaffnage.Losjuglaresame- nizaban el ala derecha del salón, la gente hablaba y bebía, y unos malabaristasentreteníanalosmáspequeñosenelpatiodearmas. Una vez acabada la actuación para los niños, el sonido de las gaitas tomó el patio de armas, y donde hasta hacía poco tiempo caritas embobadas habían observado a los malabaristas, ahora reían, danzaban y cantaban los guerreros con sus mujeres y las mozasdelpueblo. Aquella celebración se debía a que el laird Axel McDougall y su encantadora esposa, Alana, habían tenido su segundo y espe- radohijo.Cincoañosatráshabíanacidounaniña,alaquehabían llamadoJaneAugustaMcDougall,yapesardequeAxelenloque- cía de amor por la pequeña, que era una preciosidad, como gue- rrero y laird de sus tierras anhelaba un varón. Su sucesor. Así, cuando Darren Alexandre McDougall, nombre que le impusie- ronalpequeño,llegóalmundo,su felicidadfue completa. Para el bautizo se organizó una gran fiesta. Axel quería mos- trar al futuro laird McDougall, y en apenas unos días, el castillo deDunstaffnagese llenódeluz,clanes,guerrerosy vecinos. LadyGillian,lajovenhermanadellairdMcDougall,reíajunto albuenoycomplacientedesu abuelo,Magnus. 5d 032-LASGUERRERASMAXWELL.indd 5 23/05/12 08:27 DMeganMaxwelld —Eraunimpertinente,abuelo—semofó—.Esetontoapro- vechó mi distracción para intentar besarme, y no me quedó más remedio que blandir la espada y darle su merecido. —Muchacha, ¿otra vez? Divertido por lo que le contaba, Magnus sonrió. Su intrépida nietaeraunamujerdeunvalorincalculable,ynosóloporquesu propiasangrecorrieraporlasvenasdeella.Aquellamenudabel- dad tenía el coraje de un guerrero, y eso hacía que se metiera en incesantes problemas. E igual que atraía a los hombres por su belleza, loshacíahuirpor su carácter. Con una cristalina carcajada que hinchó el corazón del ancia- no, ellaasintió. —Abuelo, nome quedó másremedio. ¡Fue repulsivo! Gillianeraunajovendecabelloclarocomoelsol,yteníaunos expresivos y maravillosos ojos azules. Pero para desgracia de su hermano e incluso de su abuelo, era demasiado rebelde, y se la conocíapor el apodode la Retadora. Su hermano Axel, a pesar de adorarla, se enfadaba con ella todos los días al ver y sentir en sus propias carnes los continuos retosqueGillianlelanzaba.Enmásdeunaocasión,trasbatallar con la joven, Axel, desesperado, hablaba con el abuelo, y juntos reconocían que le habían consentido en exceso. Pero el enfado les duraba poco. Gillian era lista y embaucadora, y sabía que con una increíble sonrisa, o un dulce pestañeo, volvía a tenerlos a su merced. Los guerreros, cuando llegaban a Dunstaffnage, caían rendi- dos a sus pies. Pero tras ser testigos de su soberbia, su carácter desafiantey su altivez duranteun par de jornadas conella,huían despavoridos, y el que no lo hacía se arrepentía de no haberlo hecho cinco días después y escapaba, para regocijo de la joven y desesperaciónde lossuyos. D6 032-LASGUERRERASMAXWELL.indd 6 23/05/12 08:27 DLasguerrerasMaxwell.Desdedondesedominelallanurad Sólo un guerrero, algunos años atrás, había sido capaz de lle- gar al corazón de lady Gillian, pero tras haberse sentido traicio- nada por él, su carácter se había endurecido y había cerrado la puertaalamor. Aquella tarde, mientras la gente del castillo se divertía, Axel McDougall, sus hombres y dos de sus grandes amigos, los lairds Duncan McRae y Lolach Mckenna, bebían cerveza en sus jarras, y Alana, esposa de Axel, Megan, mujer de Duncan, y Shelma, hermanadeMeganyconsortedeLolach,sehacíanconfidencias. —CreoqueJohannaesdemasiadopequeñaparatenersupro- piocaballo.¡PorDios,Megan!,sólotieneseisaños—dijoAlana. —Yo tenía su misma edad cuando mi padre me regaló a Lord Draco. Creo que es bueno que Johanna sepa montar a caballo, y no tardaré mucho en subir a la grupa de Lord Draco a la pequeña Amanda.—AlnotarlamiradaescandalizadadeAlana,Meganle indicó con una sonrisa—: ¡No me mires así, Alana! Mis hijas, en unos años, serán dos mujeres, y quiero que sepan defenderse en unmundodehombresporquenuncasesabeloquepuedepasar. YpermítemequetedigaquedeberíasdejarqueGillianenseñara a Jane ciertas cosas que tarde o temprano le vendrán muy bien. Aloíraquello,Alanasetensó.Aúnrecordabaconhorrorasu cuñada Gillian, con su pequeña hija, galopando bosque a través enunacarreraenloquecida. —Axel y yo hablamos muy seriamente con Gillian. No que- remosquenuestrahijasemateporlasenseñanzasdesualocada tía.Esmás,deseocriaraJanecomounadama,yaunqueadoroa Gillian, no estoy de acuerdo con lo que a veces pretende incul- carle. Shelmasuspiró.Gillianleshabíacontadoamargamentecómo su hermano y Alana le habían prohibido enseñarle a la pequeña Janecualquiercosaque nofuerapropiadeunadelicada dama. 7 d 032-LASGUERRERASMAXWELL.indd 7 23/05/12 08:27 DMeganMaxwelld Megan,ShelmayGilliansehabíanconocidoañosatrás,cuan- dolasdoshermanashabíanllegadoalcastillohuyendodelamal- dad de sus tíos ingleses. Desde el primer momento, Gillian se había sentido atraída por aquellas dos muchachas, y tras forjarse una verdadera amistad entre ellas, cada una había enseñado a las otras artes como el manejo de la espada, el tiro con arco o a ras- trear.PeroAlananoeracomoellas.Alanaeraunabuena,dulcey delicada mujer. Todos la adoraban por su plácido carácter, pero suvisióndelavidaydeloquesuponíaserunamujereracomple- tamentedistinta a la de lasotras tres. —¡Por san Ninian, Megan! —se quejó Alana, escandaliza- da—.Amandaapenastienecuatroañosyyalaquieressubiraun caballo. Y a Johanna, con seis, pretendes enseñarle el arte de la guerra. ¿Por qué? ¿Para qué? ¿Acaso dudas de que Duncan y su clanseancapacesdeprotegerlasdelospeligrosqueenunfuturo laspuedan acechar?. Megan miró al cielo, y tras suspirar con templanza, volvió la vista a su hermana, que sonreía. —Séquemimaridoymiclan—dijo—sedejaríanelalmayla vida antes de permitir que a mis hijas les ocurriera nada..., pero ¡yo! quiero que sepan defenderse por sí mismas y que aprendan por mí lo que nadieles va a enseñar. Shelma, al ver la cara de horror de Alana, sonrió, mientras observaba a Gilliansentarse a su lado. —Alana,debesentenderquelasenseñanzasquenuestrospa- dresyabuelosnosproporcionaronamihermanayamínoshan ayudado mucho. ¿Crees que mi padre pensó alguna vez que mi hermanaoyocorreríamoslospeligrosalosquefinalmentetuvi- mosque enfrentarnos? Alana negó con la cabeza, e iba a contestar cuando Gillian dijo: D8 032-LASGUERRERASMAXWELL.indd 8 23/05/12 08:27 DLasguerrerasMaxwell.Desdedondesedominelallanurad —¡Oh,Dios!,meimaginodequéhabláis,ysientodecirosque miqueridacuñadaymiadoradohermanonoosentenderán.Para elloscualquieradelascosasquenosotrashábilmenteconeltiem- po hemos aprendido son indecentes y poco adecuadas para una dulceyfinadoncella. Molesta, Alana levantó el mentón para mirar a aquellas tres que se reíanentrecodazos,yapostilló: —Por supuesto. Yo no apruebo esa clase de educación. Mi hija será educada como lo fui yo. Aprenderá el arte de coser, y todo menester que se precie a su delicadeza y feminidad, y te gusteono,Axelyyotedejamosmuyclaroquenoqueremosque leenseñesaJaneningunadetuslocas habilidades. Gillian,trasmirarlaconsusespectacularesojosazules,esbozó una sonrisa que dio a entender mucho a sus dos amigas, y con cariño,leindicó asu cuñada: —Note preocupes,queridaAlana;mequedómuy claroy... Enesemomento,seoyeronunasfuertesrisotadasyvocesque provenían del portón de entrada, de modo que las jóvenes deja- ronsuconversaciónyprestaronatenciónalorigendeaquelalbo- roto. Con curiosidad observaron que entraban dos mujeres y unos highlanders escandalosos, barbudos y con pinta de bestias. Trassaludarseentreellosconimproperiosqueturbaronaladul- ce Alana, el grupo se dispersó. Entonces, Gillian blasfemó al re- conocer a uno de los hombres que había llegado con aquellos guerreros. —¡Maldita sea!, el que faltaba —murmuró, volviéndose para nomirar. HabíallegadoNiallMcRae,hermanodeDuncanycuñadode Megan. Ésta cruzó una sonrisa con él, aunque se le heló al ver a unadelasjóvenesque loacompañaba. —¿Quiénessonésas?—preguntóShelma concuriosidad. 9 d 032-LASGUERRERASMAXWELL.indd 9 23/05/12 08:27

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