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Las Funciones Del Conflicto Social PDF

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Traducción de Bertha Bass, Ruby Betancourt y Félix Ibakra revisada por Manuel Sánches Sarto LAS FUNCIONES del CONFLICTO SOCIAL FONDO DE CULTURA ECONÓMICA MÉXICO - BUENOS AIRES Primera edición en inglés. 1956 Primera edición en español, 1961 La edición original de esta obra fue registrada por The Free Press, Glencoe, 111., con el titulo The Functions of Social Conflict. Derechos reservados conforme a la ley © 1961 Fondo de Cultura Económica Av. de la Universidad 975 - México 12, D. F. Impreso y hecho en México Printed and made in México PREFACIO Esta obra es un esfuerzo tendiente a aclarar el concepto de conflicto social y, a la vez, a examinar el uso de este concepto en la investigación sociológica empírica. Los conceptos pueden imaginarse como no siendo ni verdaderos ni falsos; son adecuados o inadecuados, cla­ ros o confusos, eficaces o ineficaces. Son instrumentos destinados a captar aspectos sobresalientes de la realidad y, por consiguiente, “constituyen definiciones (o prescrip­ ciones) de lo que se observa”.1 Antes de que los “hechos” puedan hablar, es necesa­ rio ordenarlos de acuerdo con algún esquema concep­ tual. El divorcio entre la investigación, concebida como una búsqueda de “hechos”, y las teorías, que con dema­ siada frecuencia se remontan más allá del alcance de los hechos, es la causa de muchas de las fallas de la sociolo­ gía. En nuestra opinión, el análisis conceptual periódico sirve para mitigar estos dos géneros de deficiencia. Este estudio trata de aclarar y consolidar los esque­ mas conceptuales pertinentes a los datos del conflicto social. No ofrece los resultados de una investigación nue­ va, sino que espera estimular ese tipo de investigaciones. Pretende impulsar la formulación de nuevas encuestas, a partir de las contribuciones del pasado. Aunque el concepto de conflicto social es de primor­ dial importancia para la comprensión de grandes áreas de las relaciones sociales, ha permanecido casi totalmente desatendido por los sociólogos en los últimos años. En otra ocasión 2 el autor intentó buscar las razones de esta negligencia con respecto a los cambios, ocurridos en los últimos cincuenta años poco más o menos, que han su­ frido las imágenes, socialmente modeladas, que los soció­ logos norteamericanos han tenido sobre sí mismos, y de los cambios acaecidos en su público potencial o efectivo. El primer capítulo de esta obra resumirá alguno de esos hallazgos. Al lector que se interese en ellos se le reco­ miendan estudios más profundos. Este libro se ocupa principalmente de diversas afir­ maciones básicas extraídas de las teorías sobre el conflicto social, en especial de las teorías de Georg Simmel. Tales afirmaciones, a su vez, se amplían al relacionarlas con otros descubrimientos de naturaleza teórica o empírica. Se ha definido de diversas maneras el conflicto social. Para los fines de este estudio en particular, se supondrá provisionalmente que significa una lucha con respecto a valores y derechos sobre estados, poderes y recursos es­ casos, lucha en la cual el [propósito! es neutralizar, dañar o eliminar a sus rivales. Esta definición, considerada como instrumento de trabajo, sirve sólo como punto de partida. Nuestro^objetivo principalson las funciones más que las disfunciones del conflicto social, es decir, aquellas consecuencias del conflicto social que incrementan más bien que disminuyen la adaptación o ajuste de determi­ nadas relaciones o grupos sociales. En vez de ser sólo un factor “negativo” que “disocia”, el conflicto social puede realizar muchas funciones específicas, en los gru­ pos y en otras relaciones interpersonales; por ejemplo, puede contribuir al mantenimiento de las fronteras de grupo, y evitar que los miembros de un grupo se sepa­ ren de él. Si nos aferramos al punto de vista de que el conflicto social es necesariamente destructor de las rela­ ciones en cuyo seno ocurre, ello conduce, como más ade­ lante veremos, a interpretaciones muy deficientes. Si nos concentramos en los aspectos funcionales del conflicto social, esto no implica negar que ciertas formas de con­ flicto son realmente destructoras de la unidad del grupo, 0 provocan la desintegración de estructuras sociales es­ pecíficas. Sin embargo, cuando nos concentramos en ellos, podemos restituir el equilibrio del análisis que se ha inclinado en otra dirección.8 Sostengo que quienes cavilan acerca de la disensión entre patricios y plebeyos lo hacen sobre las mismas causas que en mi opinión contribuyen mayormente a la libertad [de Roma]; porque aun cuando las ta­ chan de ser el origen de la confusión y del tumulto, no consideran los efectos saludables que producen; al parecer olvidan, o nunca han sabido, que en toda comunidad los puntos de vista y las inclinaciones de nobles y comunes deben ser necesariamente muy dis­ tintos, cuando no absolutamente diferentes, y que todas las leyes que favorecen la libertad se han de­ bido a esa diferencia. Nicolás Maquiavelo: Discursos políticos. Lib. I, cap. iv. El choque de doctrinas no es un desastre, sino una oportunidad. Alfred North Whitehead: La ciencia y el mun­ do moderno. El lado malo es el que produce el movimiento que hace la historia, al generar una lucha. Carlos Marx: La miseria de la filosofía. A Rosa Esté estudio no hubiera podido ser escrito sin las ense­ ñanzas, la crítica sagaz y los consejos y consultas amisto­ sas del profesor Robert K. Merton. Mi gratitud hacia él es tal, que apenas puede expresarse adecuadamente por medio de una simple nota de agradecimiento. Con mi esposa, Rose L. Coser, del Wellesley College, he compartido durante muchos años un compañerismo de trabajo basado en la fe común y llevado a la perfec­ ción por el matrimonio. En estricto derecho esta obra debería publicarse bajo la firma de ambos, puesto que amplias porciones de ella deben mucho a su habilidad analítica. Su constante estímulo y su crítica constructiva han sido de valor incalculable. Mis amigos Gertrude McPherson, que perteneció al Wellesley College y James MacPherson, antes en el Smith College, fueron de gran ayuda al editarse una primera versión de este estudio. Les estoy profundamente agra­ decido. Los profesores Richard Hofstadter, Seymour M. Lip- set, Robert S. Lynd y David B. Truman, de la Colum- bia University, leyeron una primera versión de este libro e hicieron numerosos comentarios críticos de gran valor. Varios de mis colegas de la Brandéis University, espe­ cialmente los profesores Frank Manuel y Bernard Rosen- berg (ahora en el Harpur College), leyeron el manuscrito e hicieron de él valiosas observaciones. Debo especial agradecimiento a Amber Harrington que ayudó mucho en la compilación del índice y en la lectura de las pruebas de imprenta. Finalmente, me complazco en reconocer que siempre estaré en deuda con mis amigos Jeremiah Kaplan y Ned ti Polsky de la Free Press. A no ser por su interés y coope­ ración, es posible que este estudio no se hubiera pu­ blicado. Lewis A. Coser Waltham, Mass., febrero de 1956 Una de las primeras sesiones (1907) de la American So- ciological Society, que acababa de fundarse, tuvo como tema central de discusión el conflicto social. La. princi­ pal conferencia fue leída por el sociólogo darwinista Thomas N. Carver. Dijo Carver: “Puede haber mu­ chos casos en que haya una completa armonía de intere­ ses, pero esto no origina problemas y por consiguiente no necesitamos ocuparnos de ello.” 1 Carver pensaba que sólo cuando impera la desarmonía y el antagonismo puede decirse que existe un problema moral y científico. Es importante subrayar que en la discusión subsi­ guiente, en la cual participaron los sociólogos más des­ tacados de la época — Giddings, Ross, Ward, Hayes, entre otros— , casi nadie dudó de la importancia que Carver había asignado al estudio del conflicto. Las únicas obje­ ciones que se hicieron fueron las relativas a su rígida interpretación económica. En la vigesxmasexta sesión anual de la American So- ciological Society efectuada en 1930, el conflicto social fue nuevamente el tema principal de la discusión. En­ tonces Howard W. Odum afirmó en su discurso presi­ dencial,2 citando a otro sociólogo: “El conflicto social es sociológicamente un terreno inexplorado... La socio­ logía del conflicto todavía está por escribirse.” Pero esa reunión hizo poco para llenar ese vacío, y en las sesiones se dio la impresión clara de que los miembros de la So­ ciedad ya no consideraban como una preocupación cen­ tral el estudio del conflicto social. Una generación más tarde, Jessie Bernard, en la American Journal of Sociology* preguntó una vez más: “¿Dónde está la moderna sociología del conflicto?”, y continuó diciendo que “desde la época de los primeros precursores como Smail, Park y Ross, poco es lo que se ha ‘3

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