Description:Alexander Jaffa dedicó unos segundos a mirar con toda atención a la señorita Potters. ¿Por qué negarlo? Ésta era una chica preciosa, de brillantes cabellos rojos, ojos verdes, boca roja y besucona, al parecer, y tenía un cuerpo que dejaba en ridículo a cualquier estatua de esas griegas de pretendida belleza. En resumen, la señorita Loretta Potters era lo que en términos vulgares se llama un bombonazo de los que entran dos en docena. Y, colmo de colmos, era joven, deportiva, olía a salud y a frescor, y, por último, sólo con verla inspiraba deseos de vivir. En cambio, Alexander Jaffa tenía casi sesenta años, parecía que tenía ochenta, y, por si esto fuera poco, tenía que permanecer la mayor parte del día en aquella maldita silla de ruedas con mandos electrónicos. Era como un coche, con marcha atrás, adelante en tres velocidades, tenía radios, frenos de discos, maniobrabilidad pasmosa… Pero era una silla de ruedas. Y en cierto modo, le sentaba bien a Alexander Jaffa, que era un tipo… desagradable, para expresarlo en términos suaves.