Clara Ribalta, durante veinticinco años, es la hermana Nazaret dentro de un asilo de ancianos en Córdoba. Después, un deslumbrador descubrimiento de su intimidad la transformará de nuevo en Clara Ribalta. Las afueras de Dios trata del itinerario físico y espiritual de esa mujer, que vive y ama hasta la muerte y más allá. El amor es el alimento único de su cuerpo y de su alma. En muchas de sus manifestaciones: el divino, con su noche oscura, y también el humano; el que asciende a las cumbres más altas y el que se entrega con la entrega del cuerpo; el amor franciscano a todas las criaturas y, sobre los demás, el amor a los ancianos, que configura su vida entera. Su experiencia, en el convento y fuera de él, le ha permitido comprender que es imposible amar a los hombres en Dios: hay que amar a Dios en los hombres; que los otros no son el infierno: los otros son precisamente Dios. Y le ha permitido llegar a la conclusión de que la ciencia añade años a la vida humana, pero no añade vida a tales años, y ésa es la empresa en la que todos hemos de participar. Y le ha permitido intuir que nuestro universo no fue creado de una vez; que ha de recrearse sin cesar por el hombre, habitante de las afueras de Dios pero su delegado y su continuador: la promesa «Seréis como Dioses» del Tentador en el Paraíso no fue una vana falacia. Situada en esas afueras, se mueve Clara a los impulsos de su corazón. Hasta que, al fin, le es dado conocer y saborear una aproximación inefable a lo que constituye la última razón de ser de su mundo.