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La vida cotidiana de los misioneros jesuitas en el noroeste novohispano PDF

44 Pages·2002·0.28 MB·Spanish
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LA VIDA COTIDIANA DE LOS MISIONEROS JESUITAS EN EL NOROESTE NOVOHISPANO1 Bernd HAUSBERGER En su expansi(cid:243)n hacia el norte de lo que hoy es MØxico, los espaæo- les encontraron culturas que no se parec(cid:237)an a las de los aztecas y de los otros pueblos del centro y sur del pa(cid:237)s. En el norte hallaron sim- ples agricultores, a veces semin(cid:243)madas, y cazadores-recolectores, que se opon(cid:237)an ferozmente a la expansi(cid:243)n colonial. Eran pobres, poco numerosos y viv(cid:237)an dispersos en un territorio amplio, caluroso y seco. Frente a las reducidas perspectivas de bot(cid:237)n y riqueza y la arrai- gada tradici(cid:243)n guerrera de los habitantes del territorio, entre los espaæoles no hubo nadie que quisiera organizar los medios y las fuerzas necesarias para romper la resistencia ind(cid:237)gena. De esta ma- nera, la expansi(cid:243)n espaæola, que en el territorio de los viejos impe- rios ind(cid:237)genas hab(cid:237)a sido llevada a cabo de un modo rÆpido, se es- tanc(cid:243). En la meseta central comenzaron a avanzar de nuevo, como consecuencia de los descubrimientos de ricas vetas de plata que se hicieron a lo largo de la segunda mitad del siglo XVI; pero en el noroeste el avance qued(cid:243) detenido en las riberas del r(cid:237)o de Sinaloa. En vista de esto, el gobernador de la Nueva Vizcaya, Rodrigo del R(cid:237)o y Loza, invit(cid:243) en 1598 a los jesuitas a enviar misioneros para someter aquella zona a Dios y al rey. Los ignacianos, que hab(cid:237)an llegado a MØxico en 1572, no vacilaron en aprovechar la ocasi(cid:243)n para incursionar en el campo de la evangelizaci(cid:243)n e intentar la rea- lizaci(cid:243)n de una sociedad cristiana entre los pueblos paganos. As(cid:237) como en varias partes de AmØrica del Sur (Paraguay, Chiquitos, Maynas, etcØtera), en el norte de MØxico las misiones ven(cid:237)an a ser una de las t(cid:237)picas instituciones fronterizas del imperio espaæol. All(cid:237), 1 El presente art(cid:237)culo se basa fundamentalmente en la informaci(cid:243)n reunida en mi libro Jesuiten aus Mitteleuropa im kolonialen Mexiko. Eine Bio-Bibliographie, Viena/Munich 1995 (Estudios sobre historia y cultura de los pa(cid:237)ses ibØricos e iberoamericanos 2). Una primera versi(cid:243)n la presentØ en el XX Simposio de Historia y Antropolog(cid:237)a de Sonora, celebrado en Hermosillo, Sonora, del 23 al 26 de febrero de 1995, y fue publicada con el t(cid:237)tulo La vida diaria de los padres jesuitas en las misiones del noroeste de MØxico. Un acercamiento a la historia cotidiana colonial, en la Memoria del XX Simposio de Historia y Antropolog(cid:237)a de Sonora, Hermosillo, 64 BERND HAUSBERGER los jesuitas empezaron su trabajo en 1591 en la villa de Sinaloa (hoy Sinaloa de Leyva), que en ese entonces era el puesto mÆs avanzado del poder espaæol en el noroeste. Se establecieron en los alrededo- res del pequeæo poblado y pronto iniciaron sus actividades entre los diversos pueblos de Sonora (mayos, yaquis, (cid:243)patas, eudeves, pimas), as(cid:237) como entre los tepehuanes y tarahumaras en la sierra de Durango y Chihuahua.2 En el transcurso de un siglo avanzaron hacia el nor- te, tanto en la Tarahumara como en Sonora, y llegaron hasta el sur del actual estado norteamericano de Arizona. En 1697, empezaron la dif(cid:237)cil misi(cid:243)n de Baja California y despuØs, en 1721, entre los coras de Nayarit. Con eso quedan esbozadas las etapas fundamen- tales de la expansi(cid:243)n jesu(cid:237)tica en MØxico. En 1748, para dar un dato preciso, los jesuitas ten(cid:237)an 117 misiones entre los grupos ind(cid:237)- genas nombrados.3 Todo esto requer(cid:237)a un numeroso personal dis- puesto a vivir en tierras y entre gentes que los europeos de los siglos XVII y XVIII calificaban de bÆrbaras y salvajes. Para cubrir esta nece- sidad, la Compaæ(cid:237)a de Jesœs no encontr(cid:243) suficientes elementos en- tre los miembros de sus provincias espaæolas y americanas, por lo que recurr(cid:237)a a un nœmero cada vez mayor de extranjeros que ha- br(cid:237)an de participar en la obra misional. Entre ellos se encontraban italianos, alemanes, belgas, checos y otros. En el noroeste de MØxi- co, el Øxito y la influencia de los jesuitas s(cid:243)lo ten(cid:237)an un l(cid:237)mite, el que pon(cid:237)an dos pueblos n(cid:243)madas que se mostraban reacios a cualquier intento tanto de evangelizaci(cid:243)n como de conquista militar: los seris, en la costa sonorense del golfo de California, y los apaches en el norte y noroeste de Sonora y Chihuahua. Hacia 1752, el nœmero de las misiones jesuitas experiment(cid:243) una primera reducci(cid:243)n, cuando la Compaæ(cid:237)a tuvo que entregar 22 pueblos en la Tepehuana al clero secular.4 El fin del sistema misional jesu(cid:237)tica acaeci(cid:243) en 1767, aæo en que el ilustrado rey Carlos III expuls(cid:243) a todos los miembros de la Compaæ(cid:237)a de Jesœs de los territorios de su corona. La funci(cid:243)n de la misi(cid:243)n cat(cid:243)lica en las zonas perifØricas del impe- rio espaæol en AmØrica era integrar a sus habitantes al sistema colo- 1996, p. 25-70. 2 Sobre los ind(cid:237)genas del noroeste de MØxico y el suroeste de los Estados Unidos existe una amplia bibliograf(cid:237)a, vØase sobre todo: Handbook of Middle American Indians, vols. 4, 6, 8, 11 (parte 2), Austin, 1966-1971. Handbook of North American Indians, vols. 9-10: Alfonso Ortiz (ed.), Southwest, 2 vols., Washington, 1979-1983. Carroll L. Riley, The Frontier People. The Greater Southwest in the Protohistoric Period, 2a. ed. revisada, Alburquerque, 1987. 3 Ernest J. Burrus/FØlix Zubillaga, El noroeste de MØxico. Documentos sobre las misiones jesu(cid:237)ticas, 1600-1769, MØxico, 1986, UNAM, Instituto de Investigaciones Hist(cid:243)ricas, p. 591- 599. (Serie Documental, 18) 4 Peter Gerhard, The North Frontier of New Spain, Princeton, 1982, p. 22, 112-113, 167- 168, 176-177, 222; Susan M. Deeds, Rendering to Caesar. The Secularization of Jesuit Missions in VIDA COTIDIANA DE LOS MISIONEROS JESUITAS 65 nial, no s(cid:243)lo en el campo religioso-espiritual sino en un sentido mu- cho mÆs amplio. Los jesuitas nunca establecieron una clara l(cid:237)nea de separaci(cid:243)n entre el contenido puramente religioso y las implicaciones pol(cid:237)ticas de su empresa. La conversi(cid:243)n consist(cid:237)a en el reconocimien- to de las dos majestades (cid:151)la divina y la terrestre(cid:151) y la rebeli(cid:243)n se consideraba como pecado contra el rey y contra Dios. El proyecto de los misioneros jesuitas tend(cid:237)a, ademÆs, a una transformaci(cid:243)n profun- da de toda la vida social y cultural de los grupos de los que se ocupa- ba. Por ejemplo, se intentaba convencerlos o, si era necesario, obli- garlos a vestirse decentemente y a respetar el sacramento del matri- monio monogÆmico. El vivir vagando libremente por los montes, como lo practican las culturas n(cid:243)madas o semin(cid:243)madas, parec(cid:237)a constituir un modo de vida animal y en contra de la naturaleza humana. As(cid:237), los jesuitas se esmeraban en reunir a la gente dispersa en poblaciones fijas, para lo cual se hac(cid:237)a necesario organizar al mismo tiempo una producci(cid:243)n agr(cid:237)cola suficiente que garantizara el sustento de las nuevas comunidades. Para administrarlas mejor, nombraban una serie de funcionarios ind(cid:237)genas en cada pueblo; los misioneros, sin embargo, se reservaban para s(cid:237) la autoridad suprema e intentaban crear bajo su gobierno una sociedad cristiana ideal, cuyas bases deb(cid:237)an ser la pie- dad, la modestia, la obediencia, la disciplina y el trabajo de sus habi- tantes. Estas ideas gozaban de la completa aprobaci(cid:243)n de la Corona, ya que se propon(cid:237)an crear en las regiones norteæas estructuras socioecon(cid:243)micas similares a las que los espaæoles hab(cid:237)an encontrado en el centro de la Nueva Espaæa, y que a su vez tampoco resultaban demasiado distintas de las comunes en el viejo mundo: una pobla- ci(cid:243)n en su mayor(cid:237)a dedicada a la agricultura, que viv(cid:237)a en aldeas fijas. Esto parec(cid:237)a el modo de vida y el orden socioecon(cid:243)mico normales y a p a r - te permit(cid:237)a la instrucci(cid:243)n sistemÆtica, ademÆs de que posibilitaba la explotaci(cid:243)n econ(cid:243)mica organizada de la gente. A travØs del programa misional jesuita, el noroeste de MØxico fue integrado al dominio espaæol y, en su mayor(cid:237)a, sus habitantes aceptaron el cristianismo, pero de este proceso no result(cid:243) aquella sociedad ideal que hab(cid:237)an soæado y pensado sus creadores. Para explicar este relativo fracaso puede aludirse a varias razones: ideas err(cid:243)neas de los jesuitas sobre la naturaleza humana, sobre el funcio- namiento de culturas y sobre las posibilidades de realizar un cam- bio cultural planeado; profundas divergencias sobre el significado de la misi(cid:243)n entre los misioneros y los colonos espaæoles, quienes aprobaban el programa misional s(cid:243)lo en la medida en que prepara- ra a los ind(cid:237)genas para aceptar su papel de mano de obra y produc- 66 BERND HAUSBERGER tores agr(cid:237)colas explotados; la ambigua posici(cid:243)n del Estado, que que- r(cid:237)a ser el intermediario entre las dos partes defendiendo el sistema misional pero sin quitarles a los colonos todas las posibilidades de aprovecharse de sus habitantes. El Estado deseaba la cristianizaci(cid:243)n y la creaci(cid:243)n de comunidades ind(cid:237)genas estables en el norte, mÆs quer(cid:237)a tambiØn el desarrollo pr(cid:243)spero de la econom(cid:237)a colonial. Este intento de reconciliar dos v(cid:237)as de desarrollo, tal vez no completa- mente opuestas, pero en permanente competencia entre s(cid:237), llevaba a muchas contradicciones y desencadenaba una serie de conflictos. Mientras que los jesuitas intentaban resolverlos recurriendo a las diversas instancias de la administraci(cid:243)n y jurisdicci(cid:243)n colonial, los ind(cid:237)genas, por otro lado, llegaban a reaccionar con rebeliones, que antes de su sofocaci(cid:243)n causaban bastantes v(cid:237)ctimas en ambos ban- dos. Sobre el sistema de misiones que los jesuitas establecieron en el noroeste de MØxico, su funci(cid:243)n, sus Øxitos y sus fracasos se ha escrito mucho.5 El presente texto no entra en el anÆlisis de la labor misio- nera ni de su importancia pol(cid:237)tica y socioecon(cid:243)mica en el estableci- miento del orden colonial. Aqu(cid:237) me limito a llamar la atenci(cid:243)n sobre una de las debilidades del programa misional, la que radicaba en sus mismos propagandistas. Como ha apuntado Solange Alberro, los ind(cid:237)genas no eran los œnicos que sufr(cid:237)an las consecuencias de la conquista y de la colonizaci(cid:243)n, sino que tambiØn los conquistadores y colonizadores espaæoles viv(cid:237)an una aventura perturbadora, si bien infinitamente menos dramÆtica, que implicaba la necesidad de adap- tar sus antaæos conceptos del mundo a la extraæa nueva realidad.6 Lo que era cierto para los espaæoles laicos, lo era en mayor grado para los misioneros jesuitas que obraban como (cid:147)adelantados(cid:148) del proyec- to de colonizaci(cid:243)n hispano en las fronteras del mundo explorado. A los padres empleados en las misiones se les exig(cid:237)a un trabajo tan vasto que ni f(cid:237)sica ni psicol(cid:243)gicamente pod(cid:237)an del todo con su tarea. La Mid-Eighteenth Century Durango, Tucson, 1981 (tesis no publicada de la University of Arizona). 5 Entre los mejores estudios del sistema misional jesuita novohispano se pueden des- tacar: Ignacio del R(cid:237)o, Conquista y aculturaci(cid:243)n en la California jesu(cid:237)tica 1697-1768, MØxico, 1984 (Serie de Historia Novohispana 32); Sergio Ortega Noriega, (cid:147)El sistema de misiones jesu(cid:237)ticas, 1591-1699(cid:148), y (cid:147)Crecimiento y crisis del sistema misional, 1686-1767(cid:148), en Sergio Ortega Noriega-Ignacio del R(cid:237)o (eds.), Historia General de Sonora, vol. 2: De la Conquista al Estado Libre y Soberano de Sonora, Hermosillo, 1985, p. 37-75, 113-150. Para la Tarahumara, vØanse las numerosas publicaciones de Luis GonzÆlez Rodr(cid:237)guez, as(cid:237) como Ricardo Le(cid:243)n Garc(cid:237)a, Misiones jesuitas en la Tarahumara (siglo XVIII), Ciudad JuÆrez, 1992 (Estudios regio- nales 6); vØase tambiØn Luis Navarro Garc(cid:237)a, Sonora y Sinaloa en el siglo XVII, Sevilla, 1967 (Publ. de la EEHA,176); Edward H. Spicer, Cycles of Conquest. The Impact of Spain, MØxico and the United States on the Indians of the Southwest, 1533-1960, Tucson, 1962. 6 Solange Alberro, Del gachup(cid:237)n al criollo. O de c(cid:243)mo los espaæoles de MØxico dejaron de serlo, VIDA COTIDIANA DE LOS MISIONEROS JESUITAS 67 Compaæ(cid:237)a de Jesœs, del siglo XVI al XVIII, se consideraba, con justa raz(cid:243)n, como el grupo mejor formado de la Iglesia Cat(cid:243)lica. Gracias a los r(cid:237)gidos procedimientos en la selecci(cid:243)n y formaci(cid:243)n de nuevos miembros se aseguraba un personal bastante eficiente. Sin duda, los jesuitas dispon(cid:237)an de un alto grado de idealismo. La mayor(cid:237)a se hab(cid:237)an ofrecido voluntariamente para el trabajo entre los paganos, sin dejarse asustar ni siquiera por la posibilidad de sufrir el martirio, pero el abstracto anhelo de sufrimiento, siguiendo el ejemplo de Cristo y de los santos venerados, era una cosa, y la dura y Æspera realidad de la vida entre los indios era otra, y esta diferencia muchas veces superaba la capacidad humana de los padres. C(cid:243)mo los misio- neros viv(cid:237)an esta situaci(cid:243)n, se intenta describir en las pr(cid:243)ximas pÆ- ginas. Las fuentes utilizadas para el presente art(cid:237)culo son mœltiples. Entre ellas figura, sobre todo, la correspondencia que los misione- ros sosten(cid:237)an entre s(cid:237) o con otras personas dentro y fuera de sus provincias de trabajo. (cid:201)sta se conserva en una cantidad sorprendentemente grande en diversos archivos de MØxico, Esta- dos Unidos y otras partes del mundo. AdemÆs, hago uso extenso de algunas relaciones geogrÆficas e hist(cid:243)ricas que los jesuitas publica- ron sobre las regiones en las que ejerc(cid:237)an su profesi(cid:243)n. Se puede objetar que en estos textos (cid:151)especialmente en los del segundo tipo(cid:151) los padres tendieran a engrandecer sus sufrimientos para impresionar al lector o porque simplemente no alcanzaban a percibirse de manera objetiva. Sin em- bargo, creo que no s(cid:243)lo es de interØs averiguar c(cid:243)mo los padres vi- v(cid:237)an (cid:147)de veras(cid:148) en las misiones, sino tambiØn reconstruir c(cid:243)mo se sent(cid:237)an, con todo el contenido subjetivo que eso tuviera, y c(cid:243)mo representaban su papel de humano frente a s(cid:237) mismo y al pœblico. Podr(cid:237)a decirse que un defecto mucho mÆs grande de las fuentes radica en que no testimonian nunca la visi(cid:243)n del ind(cid:237)gena frente a la misi(cid:243)n. Por esto, me limito en el relato en la medida de lo posible a la figura del padre misionero. 1. LOS AGOBIOS 1.1 El trabajo Los jesuitas que sobreviv(cid:237)an el largo viaje a las misiones, que estaba ligado a numerosas dificultades, al llegar a su meta por fin pod(cid:237)an dedicarse al trabajo con los ind(cid:237)genas paganos o ne(cid:243)fitos. Este con- 68 BERND HAUSBERGER sist(cid:237)a en una cantidad de oficios espirituales, administrativos y eco- n(cid:243)micos. Como curas de sus comunidades misioneras, todos los d(cid:237)as ten(cid:237)an que decir la misa, celebrar matrimonios, bautizar a ni- æos, confesar a enfermos y moribundos, enterrar a los fallecidos, y todos estos servicios no s(cid:243)lo se suministraban a los indios, sino muchas veces tambiØn a los espaæoles y mestizos que viv(cid:237)an en los alrededores de las misiones.7 Durante la Pascua o las frecuentes epidemias, que hasta el fin de la Øpoca jesuita segaron la vida de gran nœmero de los ind(cid:237)genas evangelizados, la administraci(cid:243)n de los sacramentos, sobre todo la toma de confesi(cid:243)n, pod(cid:237)a convertirse en una carga abrumadora, y mÆs aœn cuando los padres daban tam- biØn tratamiento mØdico a los enfermos.8 El misionero enseæaba a los indios la doctrina cristiana y en algunas de las misiones se esta- blecieron tambiØn escuelas elementales para niæos indios seleccio- nados. En el campo econ(cid:243)mico, el padre supervisaba los trabajos del campo y administraba los excedentes que se produc(cid:237)an y los ingresos que resultaban. Muchas veces ten(cid:237)an que ocuparse en los trabajos mÆs sucios para dar buen ejemplo a los ne(cid:243)fitos.9 1.2. El extraæo entorno cultural El salto al mundo desconocido de las misiones requer(cid:237)a de los je- suitas el abandono de muchas costumbres viejas y amadas. A la hora de la comida, algunos de los platos en la mesa fueron consu- midos con repugnancia por falta de alternativas.10 En vez de pan MØxico, 1992, especialmente p. 7-8. 7 Padre visitador general Agust(cid:237)n Carta al padre provincial Juan Antonio Balthasar, Chihuahua, 3 de septiembre de 1751, AHH, leg. 2009, exp. 39. Ignaz Pfefferkorn S.J., Beschreibung der Landschaft Sonora samt anderen merkw(cid:252)rdigen Nachrichten von den inneren Theilen Neu-Spaniens und Reise aus Amerika bis in Deutschland, nebst einer Landkarte von Sonora. Von Ignaz Pfefferkorn, elfj(cid:228)hrigen Missionar daselbst, Colonia, 1794-1795, vol. 2, p. 413. 8 (cid:147)(...) la peste de las viruelas entr(cid:243) en estos dos pueblos por los meses mÆs rigurosos de junio, julio, agosto y septiembre (...), pasaban por veinte las confesiones todos los d(cid:237)as (...) qued(cid:243) mi salud algo estragada(cid:148). Padre Juan Nepomuceno Plank al padre visitador general Ignacio de LizasoÆin, C(cid:243)corim, 6 de abril de 1764, AHH, leg. 1164 caja 2. TambiØn: Rela- ci(cid:243)n del padre Felipe Segesser, Tecoripa, 31 de julio de 1737, Segesser (ed.), Berichte, p. 69. 9 Respuesta del padre Alejandro Rapicani a una carta circular del padre visitador Carlos de Roxas, Batuc, 7 de agosto de 1749, AHH, MØxico 278, exp. 17, f. 6-7. Pfefferkorn, Beschreibung, vol. 2, p. 406-407. Para la descripci(cid:243)n de una jornada normal de un misione- ro, vØase por ejemplo: Apuntes sobre el padre Fernando Consag, s.l. s.f., AHPMCJ, Nr. 1536. 10 (cid:147)(...) basta que tengo que aguantar el modo espaæol de preparar las comidas.(cid:148) Relaci(cid:243)n del padre Felipe Segesser, Tecoripa, 31 de julio de 1737, en: Philipp A. Segesser (ed.), Die Berichte des P. Philipp Segesser aus der Gesellschaft Jesu (cid:252)ber seine Mission in Sonora, 1731-1761, en Katholische Schweizer Bl(cid:228)tter, Neue Folge, 2. Jg., Heft 6-9 (Luzern 1886), p. 68 VIDA COTIDIANA DE LOS MISIONEROS JESUITAS 69 ahora hab(cid:237)a tortillas de ma(cid:237)z, y cualquier plato de carne se condi- mentaba con chile y era muy picante, (cid:147)al principio, para un euro- peo, un agobio inimaginable(cid:148), como coment(cid:243) el padre Pfefferkorn.11 El padre H(cid:252)ttl suplic(cid:243) en 1765 con insistencia el env(cid:237)o de cafØ, pero no se sabe si lo recibi(cid:243).12 Con frecuencia falta- ba el vino en la mesa; el aceite era raro y se sustitu(cid:237)a con sebo. Si Øste se agotaba, no s(cid:243)lo faltaba en la cocina, sino tambiØn para las lÆmparas, y los misioneros ten(cid:237)an que quedarse sin luz en cuanto oscurec(cid:237)a; y sin sebo tampoco se pod(cid:237)a hacer jab(cid:243)n, sin el cual el misionero ten(cid:237)a que aguantar llevar las ropas tan sucias que inclu- so resultaba molesto para un europeo del siglo XVIII.13 1.3. La naturaleza Las condiciones naturales resultaban especialmente penosas. El cli- ma en el norte de MØxico se caracteriza por ser muy extremo. Los veranos son extremadamente calientes, los inviernos, y muchas veces tambiØn las noches, fr(cid:237)os. Cuando un jesuita enfermaba reite- radamente en su misi(cid:243)n, se le transfer(cid:237)a a una zona de temple dife- rente, para ver si el cambio le sentaba, pero no siempre esto dio resultado. Al duro clima le correspond(cid:237)a una vegetaci(cid:243)n agreste y llena de espinas. As(cid:237) lo expresa el padre Juan Jacobo Baegert: (cid:147)En cuanto a las espinas en California, su nœmero es sorprendente, y hay muchas, cuyo aspecto causa horror. Parece que la maldici(cid:243)n q u e Dios pronunci(cid:243) sobre la tierra despuØs de la ca(cid:237)da de AdÆn, cay(cid:243) en especial en California e hizo all(cid:237) su efecto(cid:148).14 A eso se aunaban todo tipo de bichos, que pod(cid:237)an hacerle a cualquiera la vida insoportable. As(cid:237), por ejemplo, las misiones de Nayarit se describieron como (cid:147)(...) sumamente calientes y copiosas de mosquitos, alacranes, tarÆntulas, zancudos, jejenes, escorpiones, garrapatas, v(cid:237)boras y cuÆnto gØnero de sabandija Dios cri(cid:243), allÆ tie- (todas las traducciones de las fuentes alemanes son del autor). 11 Pfefferkorn, Beschreibung, vol. 1, p. 61. 12 P. H(cid:252)ttl al padre procurador JosØ Hidalgo, TemØichic, 15 de marzo de 1767, AHH, leg. 325, exp. 92. Memoria que pide el padre Antonio Luis H(cid:252)ttl para el aæo de 1765 para TemØichic, AGN, Temporalidades Indiferente 49. 13 P. Francisco Javier Weiss al padre visitador general JosØ de Utrera, Babor(cid:237)game, 23 de septiembre de 1754, WBS, nœm. 66, p. 305. 14 Johann Jakob Baegert S.J., Nachrichten von der Amerikanischen Halbinsel Californien: mit einem zweyfachen Anhang falscher Nachrichten. Geschrieben von einem Priester der Gesellschaft Jesu, welcher lang darinn diese letztere Jahr gelebet hat, Mannheim 1773, p. 51. 15 P. Crist(cid:243)bal de Lauria, (cid:147)Informe ver(cid:237)dico y fiel de Nayarit y de sus misiones(cid:148), 70 BERND HAUSBERGER ne su lugar(cid:148).15 De especial molestia pod(cid:237)an ser las hormigas: (cid:147)A veces le atacan a uno, cuando estÆ en el sueæo mÆs profundo, y despuØs de todo el esfuerzo de matarlas, no se desembaraza de ellas en ocho d(cid:237)as, a no ser que uno cambie su cuarto y se busque su cama en otro lado(cid:148).16 En 1763, el padre Enrique K(cid:252)rtzel casi muri(cid:243) en (cid:211)navas por la picadura de un alacrÆn17 y, tres aæos mÆs tarde, una araæa pic(cid:243) al viejo padre JosØ RoldÆn.18 El padre Baegert, en su casa en San Luis Gonzaga, Baja California, fue hostigado por tan- tos alacranes, que dijo haber matado en el transcurso de 13 aæos mÆs de medio millar. Una caza tan eficiente requer(cid:237)a estar perma- nentemente alerta. (cid:147)Por esto(cid:148), escribe Baegert, (cid:147)ten(cid:237)a preparado siempre una lezna larga, para clavarlos, nada mÆs al verlos, a la pa- red(cid:148).19 MÆs penosos que los alacranes fueron para Baegert una es- pecie de avispas californianas, cuyo piquete dol(cid:237)a (cid:147)como si alguien le diera a uno de repente una punzada profunda con una aguja candente(cid:148).20 De vez en cuando se meti(cid:243) incluso un zorrillo a su casa, (cid:147)(...) un animalito bien bonito, (...) pero, con todo respeto hay que decirlo, de una orina tan pestilente, que en el cuarto donde por miedo la deja, se le quita la respiraci(cid:243)n a uno, conservÆndose un resto del olor infernal por mÆs que un mes(cid:148).21 Se cuenta que, en una ocasi(cid:243)n, por ese motivo se desmay(cid:243) un padre.22 1.4. Las enfermedades De mayor peligrosidad que los piquetes de las alimaæas eran las mœltiples enfermedades infecciosas ante las cuales sucumbieron tan- to los jesuitas como los ind(cid:237)genas. Peri(cid:243)dicamente se daban epide- mias, contra las cuales los conocimientos mØdicos de la Øpoca resul- taban muchas veces ineficaces. Los misioneros intentaban auxiliarse, Guadalajara, 10 de enero de 1727, AGN, Historia 308, f. 430r. 16 Baegert, Nachrichten, p. 73. 17 P. K(cid:252)rtzel al padre procurador JosØ Hidalgo, (cid:211)navas, 5 de abril de 1763, AHH, leg. 323, exp. 3. 18 P. JosØ Watzek al padre rector JosØ RoldÆn, Onapa, 17 agosto de 1766, WBS, nœm. 66, p. 271 19 Baegert, Nachrichten, p. 69. 20 Ibid., p. 73. 21 Ibid., p. 64. 22 Relaci(cid:243)n del padre Felipe Segesser, Tecoripa, 31 de julio de 1737, Segesser (ed.), Berichte, p. 59. 23 Como ejemplo, vØase uno de los numerosos pedidos de medicamentos: padre Jorge H o s - tinsky al padre procurador JosØ Ferrer, Santo TomÆs, 20 de marzo de 1726, AHH, leg. 282, exp. VIDA COTIDIANA DE LOS MISIONEROS JESUITAS 71 entre otras cosas, con medicinas que encargaban a la ciudad de MØxi- co.23 Con el mismo sentido hab(cid:237)a entre los padres un intenso inter- cambio del uso de las mÆs diversas substancias vegetales, animales y minerales de la comarca.24 Con frecuencia, recurr(cid:237)an a mØtodos medicinales que hoy en d(cid:237)a ya no resultan convincentes. El padre Pfefferkorn, por ejemplo, consider(cid:243) una bebida de excremento hu- mano disuelto en agua con azœcar como el mejor remedio contra la rabia; contra la diarrea, recomend(cid:243) orina con aæil.25 El padre visita- dor de Sonora, el siempre enfermo Manuel Aguirre, intentaba cu- rarse entre otras cosas con grasa de coyote, pero parece que fue mÆs lo que sufri(cid:243) por estos tratamientos que el alivio que recibi(cid:243).26 Tam- poco el padre Juan Steb pod(cid:237)a liberarse de sus permanentes dolores de cabeza, ni aun cuando en la primavera de 1766 parti(cid:243) desde su retirada misi(cid:243)n de Moris a la villa de Chihuahua para que all(cid:237) lo sangraran.27 Mejor suerte tuvo el padre Bernardo Middenforff, quien logr(cid:243) curarse de su tuberculosis con la ayuda de la (cid:145)goma(cid:146), un tipo de resina vege- tal que se encuentra en Sonora. Middendorff escribi(cid:243) mÆs tarde: (cid:147)Tanto como un pulgar disuelta en agua y bebida es bueno contra la expectoraci(cid:243)n sanguinolenta, y yo mismo me he liberado de aquel mal con esta bebida(cid:148).28 En Nayarit, la (cid:147)gomilla de Sonora(cid:148) se reco- mendaba tambiØn como remedio contra la ponzoæa del alacrÆn, junto con la triaca romana, la cÆscara del tempisque y (cid:147)el colmillo del caimÆn raspado, bebido en dos o tres sorbos de agua(cid:148); pero como el medio terapØutico mÆs eficaz se consideraba (cid:147)(...) la ventosa, si pica en parte adonde se puede aplicar, sajando primero el lugar donde 24. 24 VØase por ejemplo: padre Francisco Javier Pauer al padre AndrØs Michel, San Ignacio, 16 de abril, AHH, leg. 323, exp. 3. VØase tambiØn: Relaci(cid:243)n del padre Felipe Segesser, Tecoripa, 31 de julio de 1737, Segesser (ed.), Berichte, p. 47-48. 25 Pfefferkorn, Beschreibung, vol. 1, p. 113-114, vol. 2, p. 187. Sobre la rabia, vØase por ejemplo: padre JosØ Watzek al padre rector JosØ RoldÆn, Taraichi, 9 de septiembre de 1766, WBS, nœm. 66, p. 273. 26 Padre visitador Manuel Aguirre al padre provincial Francisco Zevallos, BacadØguachi, 1 de abril de 1766, AHH, leg. 297, caja 1, f. 287r-288v. 27 Padre Steb al padre provincial Salvador de la GÆndara, Chihuahua, 20 de julio de 1766, AGN, Jesuitas, III-14. Licencia del padre Pedro Pablo Masida al padre Steb, GuazÆpares, 27 de mayo de 1766, AGN, Jesuitas, III-14. 28 W. Junkmann (ed.), (cid:147)Aus dem Tagebuche des mexicanischen Missionarius Bernh. Middendorff aus der Gesellschaft Jesu.(cid:148) In: Katholisches Magazin f(cid:252)r Wissenschaft und Leben (M(cid:252)nster 1845), vol. 1, p. 794. VØase tambiØn: Juan Nentuig, S.J., El rudo ensayo. Descripci(cid:243)n geogrÆfica, natural y curiosa de la provincia de Sonora, 1764, ed. Margarita Nolasco Armas, Teresa Mart(cid:237)nez Peæaloza, AmØrica Flores, MØxico, 1977 (Colecci(cid:243)n Cient(cid:237)fica del INAH 58), p. 62. 29 Breve relaci(cid:243)n geogrÆfica de las misiones que componen la provincia de Nayarit, s.l. s.f. [ca. 1765], AHINAH (MØxico), Fondo Jesuita, carpeta VI, doc 5, f. 6r. A los dientes del 72 BERND HAUSBERGER pic(cid:243), pero es preciso que llegue prontamente antes que el veneno se insinœe en el cuerpo(cid:148).29 Buenos consejos encontraban los enfer- mos tambiØn en el conocido manual mØdico de Juan Esteyneffer, el que hab(cid:237)a escrito especialmente para sus compaæeros en las misio- nes. En Baja California era, despuØs de la Biblia, los misales y los breviarios, el libro mÆs comœn; hab(cid:237)a un ejemplar en cada misi(cid:243)n.30 En conclusi(cid:243)n, se usaba una rara mezcla de tratamientos deri- vados de creencias supersticiosas y de conocimientos emp(cid:237)ricos- modernos. Con todo, tambiØn los espaæoles laicos buscaban el con- sejo mØdico de los jesuitas; en la frontera todos ten(cid:237)an los mismos problemas y hab(cid:237)a que ayudarse mutuamente como fuera posi- ble.31 De esta suerte, el padre Felipe Segesser, que en sus primeros aæos en la Pimer(cid:237)a Alta se encontr(cid:243) varias veces al borde de la muerte, fue llevado en una de esas ocasiones por su amigo Juan Bautista de Anza, el capitÆn del presidio de Fronteras, a su casa, donde su esposa le cur(cid:243) con (cid:147)sus medios caseros(cid:148).32 En otro mo- mento le salv(cid:243) incluso un hechicero, a quien hab(cid:237)an llamado los funcionarios ind(cid:237)genas de su misi(cid:243)n. Segesser escribi(cid:243) a su her- mano sobre esto: (cid:147)(...) me trajeron a mi cama, mientras que dor- m(cid:237)a, a un hechicero, quien sac(cid:243) un objeto como un ch(cid:237)charo de mi boca, y en seguida me fue mejor(cid:148).33 No es fÆcil averiguar en quØ medida los jesuitas hac(cid:237)an uso de los conocimientos de los indios en su lucha contra las enfermeda- des.34 Tomando en cuenta el desdØn con que miraban los mØtodos de curar de los ind(cid:237)genas, siempre mezclados con prÆcticas ritua- les, puede suponerse una escasa adaptaci(cid:243)n de las tradiciones pre- colombinas entre los misioneros. Cuando, por ejemplo, en 1763 las misiones de Nayarit fueron asoladas por una epidemia y los indios, en su deses- peraci(cid:243)n, reunieron dinero para pagar la ayuda de un hechicero, los caimÆn se atribu(cid:237)an tambiØn en el Paraguay calidades medicinales; J. R. Rengger, Reise nach Paraguay in den Jahren 1818 bis 1826, ed. A. Rengger, Aarau 1835, p. 386. 30 Juan de Esteyneffer S.J., Florilegio Medicinal, MØxico, 1712, ed. Mar(cid:237)a del Carmen Anzures y Bolaæos, 2 vols., MØxico, 1978 (Nuestros ClÆsicos 2, Colecci(cid:243)n la Historia de la Medicina en MØxico). W. Michael Mathes, (cid:147)Oasis culturales en la antigua California. Las bi- bliotecas de las misiones de Baja California en 1773(cid:148), en Estudios de Historia Novohispana 10 (1991), p. 438, 440. VØase tambiØn: Luis GonzÆlez Rodr(cid:237)guez, (cid:147)Religi(cid:243)n y comercio de plantas medicinales en el noroeste colonial(cid:148), en Luis GonzÆlez Rodr(cid:237)guez, El noroeste novohispano en la Øpoca colonial, MØxico, 1993, p. 513-543. 31 CapitÆn Lorenzo Cancio al padre JosØ Lorenzo Garc(cid:237)a, San Carlos de Buenavista, 9 de agosto de 1766, BLB, M-M 1716. 32 Relaci(cid:243)n del padre Felipe Segesser, Tecoripa, 31 de julio de 1737, Segesser (ed.), Berichte, p. 25. 33 Ibid., p. 42-43.

Description:
66 Padre Adán Kaller al padre Juan Ulke, México, 8 de marzo 1688, en Welt-Bott, vol. 1, parte 2 (1728), núm. 52, p. 72-75, especialmente p. 73; Kaller
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