JUAN CARLOS UBILLUZ (Lima, 1968) Doctor en Literatura Comparada por la Universidad de Texas, en Austin. Entre sus publicaciones destacan Sacred Eroticism. Georges Bataille and Pierre Klossowski in the Latin American Novel (Bucknell University Press, 2006), Nuevos súbditos. Cinismo y perversión en la sociedad contemporánea (Instituto de Estudios Peruanos, 2006) y Contra el sueño de los justos. La literatura peruana ante la violencia política (con Alexandra Hibbett y Víctor Vich; Instituto de Estudios Peruanos, 2009). Recientemente ha publicado la novela No tengo nada que ver con eso (Reservoir Books, 2017). Asimismo, ha participado como coautor y coeditor en Industrias culturales. Máquinas de deseo en el mundo contemporáneo (Red para el Desarrollo de las Ciencias Sociales en el Perú, 2008), Cultura política en el Perú. Tradición autoritaria y tradición anómica (Red para el Desarrollo de las Ciencias Sociales en el Perú, 2010) y La pantalla detrás del mundo. Las ficciones fundamentales de Hollywood (Red para el Desarrollo de las Ciencias Sociales en el Perú, 2009). Es profesor de cine, literatura y psicoanálisis en la Pontificia Universidad Católica del Perú y la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. SECCIÓN DE OBRAS DE LENGUA Y ESTUDIOS LITERARIOS LA VENGANZA DEL INDIO JUAN CARLOS UBILLUZ LA VENGANZA DEL INDIO Ensayos de interpretación por lo real en la narrativa indigenista peruana Primera edición, FCE Perú, 2017 Primera edición electrónica, 2018 © 2017, Juan Carlos Ubilluz © 2017, Fondo de Cultura Económica del Perú S. A. Berlín, 238; Miraflores, Lima 18 www.fceperu.com.pe D. R. © 2017, Fondo de Cultura Económica Carretera Picacho-Ajusco, 227; 14738 Ciudad de México Comentarios: [email protected] Tel. (55) 5227-4672 Cuidado de la edición: Felipe Aburto Corrección: Marco García Falcón Diagramación: Víctor Rojas Diseño de portada: Giselle Adrianzén Se prohíbe la reproducción total o parcial de esta obra, sea cual fuere el medio. Todos los contenidos que se incluyen tales como características tipográficas y de diagramación, textos, gráficos, logotipos, iconos, imágenes, etc., son propiedad exclusiva del Fondo de Cultura Económica y están protegidos por las leyes mexicanas e internacionales del copyright o derecho de autor. ISBN 978-9972-663-97-0 (impreso) Registro del Proyecto Editorial N° 31501221701179 Hecho el Depósito Legal en la Biblioteca Nacional del Perú N° 2017-15394 ISBN 978-607-1656-83-4 (ePub) Hecho en México - Made in Mexico Índice Prólogo Introducción 1. Ventura García Calderón y el discreto placer en la venganza 2. José María Arguedas y la venganza ardiente 3. Ciro Alegría y la disciplina de la justicia 4. Carlos Eduardo Zavaleta y el atravesamiento del fantasma de venganza Últimas notas Bibliografía Prólogo ESTE ES, antes que nada, un libro sobre interpretación literaria. Se expondrá un método psicoanalítico de interpretación que se adentra en lo real del goce del relato para examinar sus lazos con el sentido. Se trata de recuperar el contacto con una dimensión “subjetiva” soslayada en los estudios académicos. Los serios doctores temen que el uso de términos como goce, placer, deseo y fantasma determine una pérdida de objetividad. Mi intención no es disuadirlos sino cambiar los parámetros del problema: atravesar la clásica oposición entre lo objetivo y lo subjetivo para auscultar un campo de experiencia objetivamente subjetivo. El carácter paradójico del término puede sorprender a muchos, pero no al psicoanalista que lidia a diario con el inconsciente. ¿No es acaso el inconsciente una máquina de pensar que se impone objetivamente al individuo y forma su disposición subjetiva a las cosas? De manera similar, un relato literario se impone al lector. Este puede, por supuesto, resistir la imposición, incluso con éxito, pero eso no elimina la “pretensión” objetiva del relato de involucrarlo en una posición subjetiva. Y a lo que aspira una interpretación por lo real es a entender cómo el relato está estructurado para producir en el lector una manera de gozar y desear. Pero La venganza del indio es también un libro político. No podría ser de otro modo: todo relato indaga (de manera consciente o inconsciente) en la posibilidad de una sociedad mejor. Por eso, como lo afirma Fredric Jameson, la política es el “horizonte absoluto de toda lectura y toda interpretación” (1981: 17). No fue la especulación política sino el respeto a la inmanencia del texto lo que condujo, por ejemplo, a Doris Sommer a visibilizar el lazo entre los amantes en las novelas latinoamericanas y la fundación de una soñada comunidad nacional. Asimismo, el análisis textual en este libro no se desentiende de la política. No solo porque le es imposible sino porque los relatos indigenistas lo exigen a gritos. Que así sea se debe al abierto compromiso que mantienen con el proceso de emancipación del indio, pero también a que requieren en la actualidad una interpretación que problematice su filiación ideológica con el socialismo y que, a su vez, los separare de la agenda pospolítica contemporánea. En efecto, la interpretación por lo real permite sondear en los relatos indigenistas tanto la proximidad como la distancia entre el deseo de venganza y su elaboración política, de manera que se complejice, por ejemplo, el vínculo o la escisión que cierta crítica marxista establece demasiado rápido entre los alzamientos indígenas y la lucha de clases. Entiéndase bien: no quiero minimizar la importancia del marxismo en los relatos indigenistas o en la comprensión crítica de los mismos. Quiero más bien abordarlos desde un tipo de (psico)análisis que precise con mayor detalle los distintos anudamientos entre la “pasión insurreccional”, la particularidad andina y el universalismo socialista. La interpretación por lo real permite también ubicar en los relatos indigenistas una dinámica libidinal violenta y expansiva que se resiste a su apropiación pospolítica en el presente. Llamo pospolítica a una lógica que condena la política de emancipación universal en nombre de la política identitaria, el consenso democrático y la atención humanitaria a la víctima.1 En los estudios del indigenismo, esta lógica –manifiesta en algunos seguidores de la decolonización– se expresa en el intento de desvincular el deseo de justicia del indio de la política socialista, con el fin de relocalizarlo en la política local de las comunidades andinas o en la revalorización de saberes ancestrales. Y se muestra igualmente en la práctica de diversas instituciones culturales –museos, universidades, ministerios– de canonizar a los autores indigenistas como defensores de los derechos humanos, del ethos democrático o del diálogo intercultural. La venganza del indio señala que la narrativa indigenista aspira a comprometer al lector en la política socialista, pero a la vez examina, sin apoyarse en principios o conceptos pospolíticos, cómo esta narrativa se pregunta sobre si el socialismo es la solución correcta para las comunidades andinas o sobre si este proceso político convoca en el ciudadano el deseo de justicia social o el deseo vindicativo de someter a los explotadores a un terrible castigo. En ese sentido, la narrativa indigenista es una piedra en el zapato en nuestra época. También lo es este libro. No hay lugar en él para la sutura ideológica. Tampoco para los solemnes bustos de escritores, la victimización de los luchadores indios o el repliegue del universal en plena era de la globalización. Lo que tiene lugar es una nueva manera de interpretar relatos que no se ciega ante la urgente necesidad de separar los deseos de Otro Mundo que recorren los relatos indigenistas de la apropiación normalizadora de Este Mundo. Introducción JOSÉ CARLOS Mariátegui definió la literatura indigenista peruana como una corriente emparentada con las reivindicaciones sociales del indio (1995: 237-238). No le faltaba razón: al menos en el campo de la narrativa, el indigenismo ha seguido de cerca o se ha inspirado en movimientos como la gran sublevación del sur y las tomas de tierra campesinas.1 Muy lejos del dogmatismo, la narrativa indigenista no solo ha hecho suyo el deseo de emancipación del indio sino que ha indagado sobre su potencia y su sentido ideológico. A lo largo de sus cuentos y novelas, se desarrollan preguntas perspicaces sobre la relación entre los indios y la nación, la cosmovisión andina y el socialismo, y las comunidades indígenas y el partido vanguardista. Quizás no exista en la historia del Perú una corriente literaria que haya acogido con tanta vitalidad la potencia y la apertura de un proceso de emancipación todavía en curso. La narrativa indigenista se fragua como un pensamiento político vibrante, pero este es el resultado de una indagación artística convulsa que recoge temática y formalmente los efectos del gamonalismo en el cuerpo del indio. No solo se trata en ella de denunciar la injusticia, de proponer metas sociales y de instalar la utopía en el horizonte. Se trata también de hacer sentir el ardor de la herida abierta, la intensidad del sueño con la muerte del amo y el febril resentimiento ante la dificultad para convertir la mano temblorosa en un puño. Así, en las páginas que siguen, me detendré en la dialéctica entre la rabia y los deseos de venganza y de justicia en seis de los cuentos más conocidos del indigenismo: “La venganza del cóndor” de Ventura García Calderón; “Warma kuyay”, “Los escoleros” y “Agua” de José María Arguedas; “Calixto Garmendia” de Ciro Alegría; y “Juana la campa te vengará” de Carlos Eduardo Zavaleta. Mi intención no es solo dar cuenta de una dinámica libidinal que a menudo pasa desapercibida en los estudios sobre el indigenismo, sino también servirme de ella para echar una nueva luz sobre las posiciones políticas que atraviesan sus más conocidos relatos. Conviene aclarar que utilizo el término “indigenismo” de una manera amplia,2 tributaria de una de las definiciones elaboradas por Antonio Cornejo Polar. Para Cornejo Polar, el indigenismo se gesta a inicios del siglo XX y su “horizonte genérico” es “la lucha contra la oligarquía” (2005: 27).3 Pero, a la vez, reconoce que el “socialismo es ininteligible sin una cierta relación de base con la ideología socialista” (2005: 33). Suscribo ambos asertos y me limito a ordenarlos de una manera particular. Pienso que la fuerza nuclear del indigenismo se halla en la confluencia a fines del siglo XIX e inicios del siglo XX de importantes insurrecciones indígenas –Atusparia (1885), Rumi Maqui (1915) y la gran sublevación del sur (1920-1923)–, la intensa actividad de los anarquistas peruanos –las incesantes huelgas acaecidas entre 1904 y 1919, y que concluyeron en la conquista de la jornada laboral de ocho horas– y una serie de acontecimientos a escala global como la Comuna de Paris (1881), la Revolución mexicana (1910) y, más importante aún, la Revolución de Octubre (1917) que significó la apertura a una nueva época. En otras palabras, es la confluencia entre las luchas indígenas y la ascendencia del proletariado local y global lo que asigna al pensamiento político y estético sobre el indio una urgencia reivindicatoria afín al socialismo. Y es a partir de esta relación (a menudo vaga pero siempre candente y convulsa) que el indigenismo se amplía para adquirir un “horizonte antioligárquico” que incluye obras no socialistas e incluso “reaccionarias”. En este sentido, considero narrativa indigenista a todo relato que se ocupa de la situación del indio a partir de los “vientos de emancipación” generados por la secuencia de luchas descrita. Tal consideración me exige dos aclaraciones. La primera es que mi uso del término “indio” es también amplio. Por “indio” me refiero no solo a los pobladores autóctonos del Perú que el imaginario nacional identifica con la sierra (a pesar de que muchos de ellos vivían en la costa desde antes de la Conquista) sino a todo individuo o grupo social que experimenta radicalmente la condición de no-ciudadano en el contexto del Perú semifeudal. Por ello, he incluido un cuento de Zavaleta cuyo personaje principal es una mujer campa de la selva peruana que trabaja como empleada doméstica en la señorial Tarma, y otro de Ciro Alegría cuyo protagonista es un hombre mestizo que se ve despojado de sus tierras por el poder gamonal. “Indio” quiere decir en este libro todo aquel que ocupa el lugar estructural de un indio de la sierra: a saber, el lugar de un individuo que no es realmente ciudadano y que, por tanto, es propenso a devenir víctima del despojo de algún “señor”. La segunda aclaración es que lo que distingue a los indios en la narrativa indigenista es su gran descontento con ese lugar. Esto es evidente en la narrativa de Arguedas y Alegría, donde se trata de tirar abajo a los grandes hacendados. Pero no lo es tanto en Cuentos andinos (1920) de Enrique López Albújar o en La venganza del cóndor (1924) de Ventura García Calderón, donde se obvia la existencia de los alzamientos indígenas. No obstante, lo que se aprecia tanto en los indios criminales de López Albújar como en los indios vengativos de García Calderón es que odian con virulencia su situación social.4 Aunque los cuentos de ambos autores estén llenos de epítetos racistas que fijan a la “raza de bronce” en el letargo y la sumisión, muchos de sus personajes indios se muestran furiosamente indómitos. Y aunque esos relatos ignoren las insurrecciones indígenas, siempre recogen al aumento en la rabia y el deseo de venganza del indio propio de los “nuevos tiempos”. Es este nuevo estado de ánimo violento el que los diferencia del indio “buen salvaje” en El padre Horán de Narciso Aréstegui (1848) o en Aves sin nido (1889) de Clorinda Matto de Turner.