KARL-OTTO APEL LA TRANSFORMACIÓN DE LA FILOSOFÍA TOMO II EL/1 PRIORI DE LA COMUNIDAD DE COMUNICACIÓN Versión castellana de ADULA COR TINA, JOAQUÍN CHAMOURO y JESÚS CONILL taurus Título orig'iiial:' Transfonnáliün dcr Fhilosopliie. © SüUKKAMP Verlag, Frankfurt am Main, 1972, 1973. ISUN: 3-518-07765-1 <14Ü0> © 1985,-TAURUS EDICIONES, S. A. Príncipe de Versara, 81, 1." - 28006 MADRID ISBN: 84-3C&-9956-2 (Obra completa) ISBN; 84-306-1254-8 (Tomo II) Depósito Leiíiil; M. 28.518-1985 M-Ri&'BD IN SPAIN I CIENTÍSTICA, HERMENÉUTICA Y DIALÉCTICA REFLEXIÓN Y PRAXIS MATERIAL: UNA FUNDAMENTACIÓN GNOSEO- ANTROPOLÓGICA DE LA DlALÉCTíCA ENTRE HEGEL Y MARX > Las siguientes relkxioncs no pretenden ser una contribución directa a ia interpretación de 1 lep,cl. Mi propósito es más bien exponer -con alguna independencia y libertad experimental- iin cnlbqLíe propio del problema de la dialéctica. liUo es inclu so motivo de un cierto temor a un excesivo acercamiento a Me- De allí que mi propósito sea el de ilustrar mi tema en la his toria de la lílosolui inlUiida por Hegel, y primordialmentc en los extremos polarmente opuestos de dicha historia. Tales ex tremos me parecen situarse, por un lado, en el llamado «criti cismo dialéctico» tal como lo describió S. Marck en su libro Dic Diak'klik in dcr Philosophk' ücr Ch'f^enwan (!^>^29-.'íl), y, por otro, en el «materialismo dialéctico». En el criticismo dialéctico, que intenta mediar entre Kant y Hegel -y que va de R. Honigswald a Th. Litl-, la problemática gnoseológica de la dialéctica llegó a tratarse de la Ibrma más sutil, y dentro del radio de esta problemática lúe ahí donde tal vez se logró alcanzar e! más alto nivel de rellexión critica de toda la fiiosolía contemporánea, El relativamente escaso efecto en la actualidad de aquella extrema hiperestiüzación de la dia léctica idealista se halla en curiosa,contradicción con ese eleva do nivel de su pensamiento, Muy opuestamente a este su polo contrarió se sitúa la dialéctica materialista del llamado «mar xismo ortodoxo», que sin duda representa la fuerza impulsora del método hegeliano en la historia universal. ' Casi estaríamos tentados a demostrar aquí, no sin cierto ci nismo filosófico-histórico, la falta de efectividad de toda críti ca sutil y de todo lo que viene históricamente hiperestilizado y superelaborado. ¿No ha acontecido a menudo en la iiisloria del pensamie.nto la aparición dc'un, nuevo comieir/.o que equivalía a yna,repririiitivizaciÓri -sencillaniente un arrojaniienlo de las tres'críticos en pro del retorno'al int'uitivismo plástico y a la impiulsividád emocional? .- ' • • Pero no lan^ evidente quij-este sea aquí el caso. Por una parte podemos dudar de que el «Dianuil», radicalmente sim plificado, es decir, prácticamente anquilosailo en un dogma, tenga hoy ante sí un gran futuro íllosófico. Mas, por otra parte, el marxismo en general debe su fuerza impulsora no sólo a mo tivos extracienlíficos, sino también al hecho de que -en con traste con el idealismo crítico- parece encarnar el lado sustan cial de la dialéctica hegeliana que es la renovación material de la situación histórica, esto es, la orientación en el mundo desde una perspectiva filosófica de la historia. Este hecho estaría a su vez condicionado por el hecho de que Marx hizo valer de modo efectivo uno de los dos elemen tos constitutivos de la dialéctica en general (y en forma tácita también de la dialéctica hegeliana): la «praxis material» o, me- jpr dicho, el momento material de la praxis hurnana, iijcluyen- dótanlbieii el'momento de la mediación p'raclico-íiiáterial en el serio del conocimiento. Frente a elib, ia dialéctica crítica del ideall^tao trascendental se rímitá en lo esencial a establecer las condiciones de la reflexión diiiléctiqá y la dialéctica, de estas misiií'as'bóndiciones de la reflexióri de manera ibrriíal'y. Univer sal rpente válida. De esta forma, sin duda hace valer irrefutable mente los presupuestos trascendentales, irreductihleinen,te es- pifiluáles,dé la dialéctica frente al marxismo^ pero, ren'uijlcian- do de árijterriário a .establecer lina relación matcnal explicativa y válorátíyá entre la'fiíoiiofia' y'el contenido empírico del óVúndo. V'd ci^ítica dialéctica -así ocurre cóhiá «autogradácíóii deí espí ritu» dé Th. Litt'- tiene que íelegar él conletiido empírico del mundo a las ciencias partiéülárési Estas lo elaboran -c'ón arre glo; a'los planteamientos pertinentes-de forma univérsalmente válida','Wientlras'que la filósona dialéptica de látellexiónse en- carga'dé dá'r cuenta'de fónria u'niversalniente válida de los pre- suf)üesfos trascendentales de la cojriciencia que están en.ta base de dichas ciencias. Sin embargo, ésta división del trabajo que tíermite al la filotíóíía entregarse únicamente a una reflexión formal y úlliii'lá sobre las condiciones de posibilidad y validez de las' ciencias particulares desatiende una exigencia htimana esencial -rsi no la exigencia humana esencial- de orientación en I Cfr. Th. Lrrr, Denkcn iirjii Stin.. Sluagart, iy48: Uensch imd mil. Mu nich, 1948.-?.' cd., Hejdciberg,, 1961; HiXii-L, m'.vHc/i (finir kriiiscíwn Erneue- el mundo. Las ciencias particulares obtienen la validez univer sal de sus enunciados en la medida en que ésta es alcanzada mediante su consolidación en la perspectiva implícita en sus planlcainienlos; dicho de otro modo: mediante abstracciones básicas de la realidad siluacional concreta que posibilitan la idealidad de sus leyes. En esta medida, la validez universal de la experiencia científica y la validez universal de la fundamen- lación iílo.súlíca de dicha experiencia están muy lejos de ofre cer juntas una «imagen del mundo» universalmente válida. Ahora bien, una «imagen del mundo» que fuera como tal universalmente válida es de lodo punto imposible, puesto que a toda «imagen del mundo» le corresponde una perspectiva'. No obstante, una de las tareas de la filosona es, a mi parecer, el logro de una orientación en el mundo «válida para el presente» que, por una parte, haya sido mediada por los resultados mate riales de las ciencias particulares y, por otra, deje traslucir los planteamientos fundamentales y las idealizaciones de las cien cias particulares en su unilaleralidad abstracta. Así, los resulta dos de las ciencias del espíritu -en cuanto resultados de la re llexión hermenéutica de la humanidad sobre la interpretación vigente del mundo procedente de sus más diversos sistemas históricos de referencia- es claro que sólo esperan ser liberados por la filosofía de su cuasi-objetividad abstracta e integrados dentro de una orientación en el mundo válida en el presente. Si tal no ocurre, resulta inevitable la aporía existencial del histo- ricismo relativista tal como la encontramos, por ejemplo, re presentada en el hombre sin uiribiilos de Musil Esto mismo, la constitución de una imagen material del mundo mediada por la ciencia que al mismo tiempo explique históricamente los planteamientos y abstracciones de las cien cias particulares limitándolos así críticamente en su significa ción, es lo que parece lograr la clialéclica tnateriulisia del mar- .\ismo. Pero ciertamente logra esta interpretación sustancial del mundo como situación con ayuda de una concepción filosófica de la historia que evidentemente se halla sujeta a un proyecto dogmático del futuro. Como consecuencia, a medida que va quedando atrás la época en que se forma el proyecto normativo del futuro va perdiendo su poder clarificador de la situación. Ello está a su vez en evidente conexión con la falta de media ción de la dialéctica materialista por la rejlexión critica propia de una «conciencia en general» universalmente válida que ante - Vid. mi urlícuio «Kann es cin wisscii.schal'liichcs "Wclt-Bild" übcrluiuplge- bcn?» en '/A'ÍLSÍIIIÍJÍ fürphiio.sophische l'onchuitfí, vol. XVI, lase. 1, pp. 28-57. J Vid. al respecto E. lli.iNri;L, «IDer Mann oline Eigenschallen uiid clie Tra- dilion», en Wis.semi:l¡nll und iVeliljild, Vieiia, 196Ü. 11 toda interpretación material de la situación, por sugestiva que fuere, pudiera imponer un posible distanciamiento y la posibi lidad, de interpretaciones de diverso tipo. Pero con ello parece que nos vemos,devueltos de nuevo a la posición del criticismo dialéctico, que del desmoronamiento del sistema hegeliano del mundo creyó poder salvar la sola función formal de una dialéc tica de la ¡lulogradación reilexiva de la conciencia''. En vista de este dilema querría plantear nuevamente la cues tión, en torno a la esencia y, en relación con ésta, a la virtuali dad déla dialfiíctica. De un modo heurístico partiré del supues to de que.fo decisivo es poner en relación uno con otro de un modo crítico los dos momentos,constitutivos de la dialéctica . tai como, ide fornua aislada, vienen destacados enla historia de la illosonajntluida por Hegel: «reflexión» y «praxis material». jDesde un punto de vista sisíem.áticQ.; eílo desembocaba mi jui- ,GJQ eniuna investigación «gnosecantropológica». Pero desde un punto de vista histórico, nos lleva ál.terreno de lo que, entre Hegel y Marx ha, permanecido impensado. , EneslM dirección de la esenciít ¡ir\pi;ní>ada de la dialéctica lapun^íí a jiji, juicio, y no de forma casual, la definición negati- ¡Ví>mente ^distanciada de, un neotomista que pretende con ella ,caracterizar la posición unitaria, .báfíica del ^pensamiento,«mo- ;,derm^ta» de Hegel, Marx, y Heidpgger, al tiempo que; poner al descubierto..,sus dificultades., ,íakob Hoinmes, el crítico . del .«cr.os; técnico» del mundo moderno, habla así de, la dialéctica ,en.su¡libroJDÚ' kristr4<-r freihí'il{1^ii\isb0ní\,,. JQ58, p. 24);., Sfigún qliíjjtptlos lo.s sercs,paríiculíircs,Jus co,>;as y el; honibi'i; que las, .utiliza no tienen su ser propip.en lo .queellos spn por naUíialexa,. sino Utn s.i,)lo,cn el 'diálogo (SiíiXr.xto?) y en la unidad que éste instituye entre,(filos-en^e! diálogo ^íjicré decir ültimamenle en una píálica del hombre con las COSÍAS en, la que el hombre )| laá'éósüs se aproximan Üircetáiftéhleeiiii-e si para íorinar uiiá unidad. Los libros de Hornmes, que Rrovocáh iiña fásdnación im- pfegriüda'de enojo, me parecen -en ocasionéis- dotados de'una clarivideíicíá cjue viene alinicntada por su íobj'a -o, niíijór di cho, jior sii fóbóulia. No es que considere su derinición de la dialéctica total y^süstancialmenté acertada; menos aún recono cería su njüiiera'en extremo forzada de armonizar á Hegel con Marx y Heideggér Como una interprctacipÍT! histprica. I^ero CIV., por ejemplo, Th. LiIT, Ak'imh und Well, cil., p. 336, nota 63. 12 considero que liommes sí puede, con su crítica veiiemente de una meni ficción que para é! contiene la clave del pensamiento motlerno, abrirnos los ojos a la conveniencia de iin desarrollo realmente positivo.de la esencia impensada de la dialéctica en tre Hegel y Marx. Dicha conveniencia viene fortalecida por el hecho de que recientemente H. O. Gadamer haya proyectado , partiendo, del inismo Heidegger-quien inspira a liommes su crítica negativa- una «filosotla hermenéutica»* que, en,contra posición al criticismo dialéctico, pretende realizar la inspira ción sustancial de la dialéctica hegeliana como un mediar-se del presente con su tradición histórica. \in este sentido, Gada mer ha intentado, en perfecto acuerdo con la definición de .liommes, explicar !a esencia de la dialéctica de.sde el diálogo, limitando en consecuencia en su propia lilosofíü Ja inteligibili dad del ser sin más al horizonte lingüístico del «universo;her- nienéutico». He de admitir que la «hermenéutica» de Gadamer me pare ce desarrollar.una auténtica posibilidad de filosofía dialéctica. Por ello querría inleiitar exponer desde ella con un poco de de talle el problema de una dialéctica ,v//.v/«N('/tí/ de la historia. La «hermenéutica» de Gadamer es capaz de nwstrar ante todo que precisamente lo exigido por la crítica de Hommes-la autonomía necesaria para salvar al ser-desde-sí de las», cosas del «eros técnico» del mundo nioderno- aúii hoy tiene que encon trar afirmación dentro del marco del filosofar dialéctico y de ningún modo como «mala metafísica» en el sentido prckantia- rid o prehegeliano. Ese ser-desde-sí de las cosas, sólo puede re velarse como el «lenguaje de las cosa.s» dentro del «universo hermenéutico» del lenguaje humano e iniponerse frente al <<proceder-desde-sí» de! hombre metódicamente «disponedoD> de las cosas (yo mismo he intentado en una ocasión concebir esta relación como una dialéctica entre «fisiognomía» y «tec- nognomía» en el seno de la apertura lingüística del mundo''. No obstante opino que una «filosofia hermenéutica» en el sentido de Gadamer no significa aún «la» solución al problema de la dialéctica, y ello es así porque no establece de modo sufi cientemente radical la mediación recíproca entre las versiones extremas de la dialéctica que caracterizamos al comienzo: la idealista trascendeniai de la auiogradúciÓH de la conciencia le- jlexiva y, de otro lado, la dialéctica de Ifi praxis, material, sino que, más bien, se mantiene al margen de ella. 5 Cir, 11. G. GADAMÜK, Wahrhvil und Meilunk'. Grumhü^v eincr ¡Mloso- phisclwn Hcrmeni'Utik; Tubinea, 1960. Véase asimismo mi breve recensión en //í.'«W.víiíi://f«, vol. 2 (1963), pp. 314-22. '' CTr. «TcchnoitnDmic, cinc erkcnnlnisanlliropoiogischc Kalcgorie», en Konkrcle Vernuiift, t'vst.schrijtJür E. Hotluukcr, Honn, 1957, pp. 61-78. 13 Que una «hermenéutica niüsóHca» se mantiene ai,margen de la dialéctica de la praxis material, es cierlámente una tesis tlüe, con respecto a la concepción básica de tiadanicr, no pue de ya sostenerse con la misma evidencia que respecto a la de Dilthey. La'hermenéutica de^ Dilthey se concebía a, sí misma conio herHicnéütica dé'la «Historia del espíritu»; yonu) tal pei"- ntanecía sujeta -cóii tyda su acomodación iiietódiqa, al ideal de la cieiVci'a Üel posiiivisiho- a la concepciói\, hc|;cliana i,le la his toria coino alitodcspliciiúélnniil'ncnlé del espíritu; es íiiáSi por su tendencia psicológico-pósilivisia,titie reehi|)laza el pensa miento cspéculati'Jo por [i\ conipn'nsiónn'vividpra, hacía del contenido hííilóiiéü del espirilu algo supviesUunenic coíiipren- sible de porsí en cada uno de sus tesiímbniói^. Por eso, frente a la concepción dilthéyaria dé la hermenéutica apai;ecc la Íntica marxista de Uis ideó'Iógíás, la cual subraya el coiidicióiiamienlo práctico-matéríívl de lok contenidos de ¡a denomi'ni|da historia del espíritu como corrección sistemática e |iistóVicaniente ne cesaria'. ., , ' •. ' , Otras son ias círcunsta'ncias eii una filosofía íiernieiiéulica que -como en él Caso de Gadánier- tiene po'r. mptjvo- básico y terna específico rió la interpretación de lá «Jiístoria del espíri tu», sino de lá «historia del ser», En este caso, la comprensión históricamente válida nó viene pó,sibilitada por la autoiienetra- ción dei espíritu eh el sentido de Hégel -por más que frente a la hiüt'oríá del espíritu ó á' !a teoría de !a.s concepciones del mundo de Dilthéy, aliíBas comprensivas de, ua inódo-mera mente empírico, lériueve con Hégel la pregunta, especulativa por la verdad-; sino'por lá j<<prodiictiyjdad del tiempo». El «coniprendér'méjoi» lá tradición ¿lesde el solo poder especula tivo del eái)íritii que sé'conéibé a'HÍ-ii,i,ismo es reempla/ado por el «córhfirendt'r' disiinto» lo 'anté'rior' por parte dé Jos-iniérpre- tes posteriores, (üS ciiáles cíáiitiriúán perteneciendo ellos')nís- ;ierto modo t¡e abre en Gádámér el espacio para Ja temática de,una ' De Ibrniü ¡l'iiáloga a está' corrección, así como a la bcliayituista- pragmaüsui, flii lici.'ho resultar A: GL'lileiV K\\ IU'4.» cilición dé su.libro Dcr Mensch.i: igualmüñte m Unmimh iind üpüíkuhw; iVénte a la lilüsiifia'.herme- nculica de la cullura deDili|hey -,y de nuevo en conexión c^ii lleiiel- cfcarác- ler mediado dé los cóiucaidos espiriluales.de ia cul,lura por las «in.'iliiuciynes» radicas, lo ciiic qüici'e decir; por las condensaciones conliiíj;enlcs de la praxis conductual humana, las cuales no .son inmedialainenle comprensibles como le- nómenos espirituales. Vki ai rcsflectp nti articulo «A. íjchlens "l'hilosopliie der Instiintionen"», en l'hilo.wpliisclu' Rnmlsi.lmu. 10 (lS>f).'!), pp. 6 y ss. (su- /jív;, lomo I, pp. 191 y ss.). • ' » Cfr. C)Ai>.\Mi:n, o/). (7'í:,"p. 280. ' ' 14 mediación dialéctica de los contenidos del espíritu por la pra xis material y conlingenlej Esta mediación del sentido espiri- ' tual iiniveisal por loen sí ño-uni versal y contingente de la pra xis láctica está ya contenida en la situáción-modülo que es el •diálogo, situación que Gadamer quiere poner a la base de la • probícmálica de toda conipíensióii histórica. Si se reconoce se riamente qiiie la hermenéutica lllosólica' noliene únicamente por lema la comprensión inmediata de contenidps de sentido espirituales*y obj'etivados\ sino la inserción del hombre total en '' el acontecer mediado por la tradición que vienepróducicndose desde tiempo inmemorial (incluyendo la «aplicación»'práctica del diálogo. hernienéulicOi como sucede, por- ejemplo, en la «aplicación» del derecho en-el dictamen judiGÍai^o en la «re- I producción» .artística que acontece-en la representación de ün draMia-.u en la interpretación de ini concierto),'entonces queda claro que.el proyecto fundamental ontológicó de una «ciencia del espíritu» pura ocfcuna «lílosolia del espíritu» se halla aquí superado. No solamciVlo en la.reconstrucción -con frecuencia dillcil- de la situación de diálogo con culturas del pasado por medio de las ciencias del espíritu fracasa la comprensión inme diata del espíritu por el espíritu; ya en la situación lílosóllca modelo del diálogo actual entre contemporáneos dentro del mismo.inundo cultural, y. participando úc los «contenidos de las,palabras», de-uii mismo lenguaje materno no solamente se !'produce; en.la comprensión una intcleccióri inmediata de los conLeiíidos, mejilales de sentido y sus relaciones'lógicas'(en el senlidoinás amplio, incluyendo las relaciones de'campo, in- ina¡lentes al lenguaje, de los conjenidos de las palabras), sino ..tarjíbiéiii una •mediación de la ciiptación inliritivá de ias pala- bnls del; otro por ¿ü «uso !irigüística»'fáctico en el sentido más aa?p!io,.es decir, por su conducía práctica mundana. Este rno- pie.hlo mediador aparece en una forma extrema cuando ambos interlocutores emplean términosaparentcmenle iguales grama- liíiaimenle, pero no participan en el mismo «juego lingüístico» (Wittgenslein) respecto,del correspondiente comercio práctico con el mundo. Tal sería el caso .entre representantes dé diferen tes intereses, vitales prácticos, por ejemplo entre sujetos perte necientes a diferentes clases sociales. Aquí ya .no basta, por tíinto, hacer posible con Dillhey la jiiediaeión práctica de la comprensión del sentido por Ja reproducción de los actos vi- venciales del otro, sino que se hace necesaria -y, nótese bien, ya en el diálogo directo-, una objetivación critica de la forma de vida practica del otro para así coiiii:)iehder, por medio de tal distanciamiento, el auténtico significado de suspalabras. En tal medida, dentro de la «cohuinicación» directa del «.ser en el mundo» iiue acontece en el diálogo' tiene además su ori- •15