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La Teorâia atâomica y la descripciâon de la naturaleza : cuatro ensayos precedidos de una introducciâon PDF

151 Pages·1988·3.307 MB·Spanish
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G, alardonado en 1922 con el Premio Nobel de Física, NIELS BOHR (1885-1962) fue uno de los grandes científicos de nuestro siglo; su teoría de la constitución del átomo y de los espectros atómicos (1913), sus investigaciones sobro la tabla periódica de los elementos (1921-1922), su modelo nuclea de la gota líquida (1936) y su teoría de la fisión (1939) constituye momentos importantes en la historia de la física contemporáneí Pero, además de un maestro de las técnicas de su disciplina, Niels Bohr fue también un filósofo de la naturaleza; así lo demuestran los cuatro ensayos recogidos en este volumen (originalmente publicados entre 1925 y 1929), que analizan mediante un lenguaje accesible al público en general las implicaciones epistemológicas de la teoría cuántica. LA TEORIA ATOMICA Y LA DESCRIPCION DE LA NATURALEZA reproduce la famosa conferencia pronunciada en el Congreso de Como de 1927, en la que Bohr formuló por vez primera su interpretación de la física cuántica como parte de un sistema más amplio y general que denominó «filosofía de la complementaridad». La introducción de MIGUEL FERRERO MELGAR suministra las claves necesarias para entender el pensamiento de Bohr, que tan grande influencia ha ejercido sobre la filosofía del siglo XX y que resulta imprescindible para comprender la historia de esa gran y--' . t ^ . síntesis del microcosmos que es la mecánica cuántica. Alianza Editorial Cubierta Daniel Gil \ Titulo original: Atomic Theory and the Description of Nature — Four Essays with Introductory Survey © Professor Aage Bohr © Prólogo, traducción y notas: Miguel Ferrero Melgar © Ed. cast.: Alianza Editorial, S. A., Madrid, 1988 Calle Milán, 38, 28043 Madrid; teléf. 200 00 45 ISBN: 84-206-2525-6 Depósito legal: M. 2.782-1988 Compuesto en Fernández Ciudad, S. L. Impreso en Lavel. Los Llanos, nave 6. Humanes (Madrid) Printed in Spain INDICE Prólogo....................................................................................... 9 La teoría atómica y la descripción de la naturaleza 47 Prefacio a la reimpresión de 1961....................................... 50 Introducción.............................................................................. 52 I. La teoría atómica y la mecánica................... 72 II. El postulado cuántico y el desarrollo reciente de la teoría atómica................................................................. 97 III. El cuanto de acción y la descripción de la naturaleza 133 IV. La teoría atómica y los principios fundamentales de la descripción de la naturaleza...................... 142 PROLOGO Cuenta Jorge Luis Borges en Ficciones que es un desvarío laborioso y empobrecedor escribir vastos libros para explicar una sola idea que cabe expresar en unos pocos minutos. Mejor es, dice, simular que esos libros existen y hacer una breve re­ seña de ellos. Así, nos relata la siguiente historia. Encontrándose en cierta ocasión él y Bioy Casares cenando en un bar que solían frecuentar, dieron con un libro pertene­ ciente a un viejo conocido de su padre fallecido meses antes. El libro en cuestión era el tomo XI de La primera enciclopedia de Tlón, «vasto fragmento metódico de la historia total de un planeta desconocido». Dejemos de lado, por el momento, la pregunta de quién in­ ventó Tlon. Lo que ahora nos interesa es saber qué rasgos dis­ tintivos lo caracterizan. El primero y más importante de todos es que sus habitantes no conciben el mundo como un concurso de objetos en el espacio, sino como una serie heterogénea de actos independientes que se desenvuelven de modo sucesivo en el tiempo. No entienden que lo espacial pueda perdurar en el tiempo. Dicho a la manera de Borges: «La percepción de una humareda en el horizonte y después del campo incendiado y 9 10 Miguel Ferrerò Melgar después del cigarro a medio apagar que produjo la quemazón es considerada un ejemplo de asociación de ideas.» De ahí que en la literatura de Tlon abunden los objetos que se convocan y se disuelven en un momento, lo que no impide que en las situaciones de simultaneidad se combinen entre sí para deter­ minar otros objetos en un proceso prácticamente infinito. Cree Borges que este planteamiento invalidaría toda cien­ cia, porque explicar un hecho es unirlo a otro y esa vincula­ ción, en Tlon, es un estado posterior del sujeto que no puede iluminar para nada el estado anterior. No obstante, añade, la paradójica verdad es que las ciencias existen allí en casi innume­ rable número. Algo parecido acontece con las escuelas filosóficas. Una niega el tiempo: razona que el presente es indeterminado, que el futuro no existe porque aún no es y que el pasado no tiene realidad sino como presente o como futuro Otra declara que en cada interacción nos desdoblamos, y así cada universo es una multiplicidad de universos y cada hombre una multiplici­ dad de hombres, uno en cada universo 2. Otra, en fin, que todos los procesos tienen lugar única y exclusivamente en nuestro cerebro; las operaciones con los objetos simultáneos se decla­ ran aquí imposibles: sólo el concurso de nuestra conciencia pue­ de generar nuevos fenómenos 3. Entre las doctrinas de Tlon, comenta Borges, la que ha me­ recido mayor escándalo es el materialismo. Con el objeto de ex­ ponerlo de la manera más clara posible y eliminar así toda reti­ cencia contra él un heresiarca ideó —por supuesto, sin éxito— el sofisma de las nueve monedas de cobre, que en su versión más común —juzgue el lector— dice: 1 Vease, por ejemplo, R. Feynman, La nature de la Physique, Editions du seuil, Paris, 1980, pags. 137 y 138. 2 B. de Witt y N. Graham, The Many-Worlds Interpretation of Quantum Mechanics, Princeton University Press, Princeton, 1973. 3 Véase E. P. Wigner, Symmetries and Reflections, Indiana U. P. Blooming­ ton, Ind. 1967. Prólogo 11 El martes, X atraviesa un camino desierto y pierde nueve monedas de cobre. El jueves, Y encuentra en el camino cuatro monedas, algo herrumbradas por la lluvia del miércoles. El viernes, Z descubre tres monedas en el camino. El viernes de mañana, X encuentra dos monedas en el corredor de su casa. Parece ser, comentaban los jerarcas de Tlón, que de se­ mejante historia el pérfido heresiarca quería deducir ni más ni menos que la realidad — id est la continuidad— de las nue­ ve monedas recuperadas. Este, por su parte, argumentaba que era «absurdo imaginar que cuatro monedas no habían existido entre el martes y el jueves, tres entre el martes y la tarde del viernes, dos entre el martes y la madrugada del viernes. Es lógico pensar, añadía, que han existido siempre —siquiera de algún modo secreto, de comprensión velada a los hombres— en to­ dos los momentos de esos tres plazos». No obstante la clara formulación de la paradoja y los es­ fuerzos del «heresiarca», los habitantes de Tlon se limitaron a negarla o ignorarla. En su opinión, todo era fruto de una fa­ lacia verbal basada en el uso inadecuado de unos conceptos que habían sido construidos fuera del dominio en el que ahora se aplicaban. En estas circunstancias, decían, nada tenía de ex­ traño que nos llevasen a conclusiones erróneas. Por ejemplo, los verbos encontrar y perder deberían utilizarse teniendo muy pre­ sente su limitado rango de validez, porque —de lo contrario— su mismo uso presupondría la permanencia de las monedas, es decir, la identidad entre las perdidas y las encontradas, asunto que por lo demás es el que se discute. Algo parecido añadían de la circunstancia herrumbradas por la lluvia del miércoles: semejante frase presupone lo que se trata de demostrar, a saber, la persistencia de las cuatro monedas entre el martes y el jue­ ves. El problema es pues y, en definitiva, un problema deri­ vado de la necesidad de decir a los demás lo que hemos hecho y lo que hemos aprendido: es un problema metodológico y de lenguaje, no de la realidad. A quien esto escribe, no le cabe duda de que esta espléndida historia es fruto de la mente prodigiosa de Borges, y no de 12 Miguel Ferrerò Melgar «sociedad» alguna dirigida por un obscuro hombre de genio. Dicho con otras palabras: Borges inventó Tlón. Lo que será para siempre una incógnita es saber si cuando escribió este relato el escritor argentino tenía in mente la teoría cuántica y algunas interpretaciones de su formalismo o si todo se debe a la casualidad. Porque, como comprobará el lector al ir pasan­ do las páginas de este libro, el mundo real, nuestro mundo, se parece demasiado a Tlón; la «sociedad» que diseñó su compren­ sión en el dominio microscópico tenía su sede en Copenhague; y el hombre de genio —nada obscuro en este caso— que los dirigió se llamaba Niels Bohr. El escribió este libro. Y como habían hecho ya antes Aristóteles, Newton y Einstein, fue ca­ paz de alumbrar una nueva concepción del mundo: el mundo de la complementaridad4. Secuencias para una imagen Niels Henrik David Bohr nació el 7 de octubre de 1885 en el seno de una acomodada familia danesa. Hijo de un famoso fisiólogo, profesor de la Universidad de Copenhague, y de una mujer inteligente y liberal creció, junto con sus hermanos Jenny y Harald, en un ambiente culto y estimulante que les sumergió, desde la más tierna infancia, en un mundo donde las ideas y los puntos de vista conflictivos se examinaban racionalmente, fa­ 4 Existen ciertas dudas respecto a si el término adecuado a utilizar es el de complementaridad o si debería ponerse en su lugar el de complementa- riedad. Si examinamos la correspondiente bibliografía en lengua castellana nos encontraremos, como una cuestión de hecho, que una mitad de las traduc­ ciones emplean uno de ellos y la otra mitad el otro. Nosotros hemos seguido aquí las indicaciones del prólogo del Vocabulario científico y técnico (Real Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales, Madrid, 1983), en el que se solicita «la colaboración de autores, traductores y escritores a fin de que el auge de la Ciencia no deteriore con su terminología la pureza del idio­ ma patrio» (sic, pág. VIII). Pues bien, en la página 390 del mencionado dic­ cionario de la Real Academia de Ciencias puede leerse: «principio de comple­ mentaridad. Aserto según el cual las contradicciones que se presentan al des­ cribir fenómenos cuánticos mediante conceptos clásicos son sólo aparentes y representan aspectos complementarios de una misma realidad física». I 'l ólogo 13 voreciendo así en ellos el desarrollo de la capacidad de análisis necesaria para profundizar en el conocimiento. A pesar de que Niels admiraba las cualidades de su herma­ no, dos años más joven, lo cierto es que todos lo veían como el «especial de la familia» y siempre esperaron alguna contribu- i ión excepcional de él5. La realidad parecía, sin embargo, con- tradecir esta esperanza: Harald obtuvo su doctorado dos años antes que Niels —a los veinticuatro años—, fue reconocido muy joven como un distinguido matemático y ganó una medalla de plata jugando de medio con el equipo de fútbol danés en las Olimpiadas celebradas en Londres en 1908. Todo un récord. Niels, por su parte, hizo un bachiller notable, excepción hecha del lenguaje —asunto al que nos referiremos por extenso más adelante—, acabó con éxito una carrera que no obstante no cabe calificar de extraordinaria y aunque era un buen depor­ tista nunca pasó de suplente en el equipo nacional. En su tesis de licenciatura y en su tesis doctoral (1911) es­ tudió la teoría electrónica de los metales. Parece ser que fue aquí, trabajando sobre ellas, cuando Bohr empezó a darse cuenta tanto de las limitaciones de las teorías clásicas al utilizarlas para estudiar el comportamiento de los electrones, como de la nece­ sidad de introducir un modo radicalmente distinto en la des­ cripción de los procesos atómicos. Algunos autores sitúan tam­ bién en la física el nacimiento del interés de Bohr por las cues­ tiones filosóficas en general y gnoseológicas en particular, aun­ que la verdad parece ser que esa preocupación tiene un origen muy anterior, en el entorno familiar —al que ya nos hemos referido— y en ciertas lecturas tempranas. La opinión del au­ tor de este prólogo es que Bohr fue, ante todo, un gran gnoseó- 5 Este rasgo anecdótico se resalta en todas las biografías de Niels Bohr que hemos consultado y en particular en R. Moore, Niels Bobr. The man, bis science and the world they changed, MIT Press, Cambridge, Massachusetts, 1966; S. Rozental ed., Niels Bohr. His life and work as seen by his friends and colleages, North-Holland, Amsterdam, 1967, y A. P. French y P. J. Kenne­ dy eds., Niels Bohr. A centenary volume, Harvard U. P. Cambridge, Massa­ chusetts, 1985. 14 Miguel Ferrerò Melgar logo6, y precisamente por esa razón trataremos de precisar ahora esos antecedentes. Christian Bohr, su padre, era uno de los personajes en torno a los cuales giraba la vida intelectual de la ciudad de Copenha­ gue. Como fisiólogo estuvo involucrado en una de las disputas filosóficas cruciales de su tiempo: la que enfrentó a los vitalis- tas con los mecanicistas, y en la que terminó inclinándose a fa­ vor de los primeros. Miembro de la Real Academia Danesa de Ciencias y Letras y amante de la polémica, decidió continuar las discusiones de ésta, en unión del filósofo Harald Hóffding y del físico C. Christiansen, en una tertulia de café. Cansados pronto de esas reuniones, trasladaron los encuentros a sus res­ pectivas casas con el motivo de cenar juntos cada quince días. Poco después se incorporó al grupo el filólogo Vilhelm Tomsen y ocasionalmente algún que otro profesor extranjero que visi­ taba Copenhague. Bien, lo que aquí nos interesa es que Niels y Harald asistían a esas discusiones cuando la cita tenía lugar en la casa de Christian Bohr. Es muy probable que Niels haya em­ pezado a apreciar ahí el significado de la discusión como me­ dio de clarificación —en lo que llegó a ser un verdadero maes­ tro, ayudando incluso a los demás a expresar sus propias ideas gracias a la gran capacidad de inspirar afecto y confianza que tenía—, la necesidad de considerar con rigor los temas impor­ tantes y, quizás, las limitaciones del lenguaje ordinario en la descripción de ciertos fenómenos. Lo que sí es seguro es que más tarde, ya en la Universidad, Niels siguió los cursos de Historia de la Filosofía y los de Lógica que dictaba el profesor Hóffding, se sintió atraído por Espinosa y leyó con entusiasmo los Estadios de la vida de Kierkegaard. Las otras raíces del interés de Niels Bohr por la filosofía deben buscarse —más que en William James— en el librito Las aventuras de un es­ tudiante danés, escrito por el poeta y filósofo danés Paul Mar- 6 Una pluma tan autorizada al respecto como puede ser la de Heisenberg, dice lacónicamente «Bohr was primarely a philosopher, not a physicist». Véa­ se el artículo de W. Heisenberg en S. Rozental Niels Bohr..., loc. cit., pág. 95.

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