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La sociedad abierta y sus enemigos PDF

400 Pages·2009·42.48 MB·Spanish
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,1111 1<. POPPER (1902-1994), sin duda uno de los pensadores más inllu J (III('~; dt" nuestra época, es también autor de El mito del mareo conuu¡ "'''1(1111"1/.1".)/ refutaciones, En busca de un mundo mejor, El mundo de PIII""'/II¡'¡n, '/ 1/((1 /II))I/i/ mente o La responsabilidad de vivir, todos ellos igualmente ~!i '111I1í( .ulos por Paidós. ~, ~ ~~: 84-493-/847-5 /S/lN 82020 :i!,t". ~I "/88449"318474 11I.11....1...711._•••' ~~ Karl R. .q~I'ln afirma su propio autor, este libro esboza algunas de las dificultades m.is ~ '!i 11portantes que debe afrontar nuestra civilización, una civilización que no St" ~~ L\ recobrado todavía completamente de la conmoción de su nacimiento, dt" o e r I I ransición de la sociedad tribal o «cerrada», con su sometimiento a las fUt"r/.as ~~-o 1;'1ÓCaS, a la «sociedad abierta», que pone en libertad las facultades cri¡ icas dt"1 sr. ornbre, Popper intenta demostrar, asimismo, que la conmoción producida ., Ir esta transición constituye uno de los factores que hicieron posible LI ('tI :4 I»nición de aquellos movimientos reaccionarios que trataron, y tratan 11)(bv ia, !lo' (' destruir la civilización para volver a la organización tribal: en el f(lIldo, lo ..... ~ I w hoy llamamos totalitarismo pertenece a una tradición quc no es ní 11l:lS IeJI: La sociedad abierta ¡"j;l ni más joven que nuestra propia civilización. El libro puede resultar lfi -ok-mico e intranquilizador (sobre todo por su tratamiento de Platón, Ikgd 9 l\Iarx), pero su sinceridad filosófica, su erudición y el vigor de.sus aq.nIll1l'llllls S ,y sus enemigos )Lrccn completamente invulnerable, una de las obras trasccndcm ales dt" \;1 l ..... ~) Illemporaneidad. .'1t' (~ rJl 1 lila obra de primerísima importancia que debe ser leída por su lllag-islro" '1" 11 ,', I 11 ica de los enemigos de la democracia, antiguos y modernos.' p; ~lltTI{AND RUSSELL UnlwI'11dllll 1I',1)11 m1I1lit 1\la, 11 id \ 16,2 ;1; I'aidm¡ ,..... \\ IV, paidos.com Ii" POPK '11I·(0.'\ 20 Segunda parte LA PLEAMAR DE LA PROFEcíA PREFACIO EL SURGIMIENTO DE LA FILOSOFÍA ORACULAR Capítulo 11. Las raíces aristotélicas del hegelianismo 219 Capítulo 12. Hegel y el nuevo tribalismo. . . .. 244 EL MÉTODO DE MARX Capítulo 13. El determinismo sociológico de Marx .'. 296 Si en este libro se habla con cierta dureza de algunos de los más grandes Capítulo 14. La autonomía dc la sociología. 304 rectores intelectuales de la humanidad, el motivo que nos ha movido a ha­ Capítulo 15. El historicismo económico 315 cerlo no es, ciertamente, el deseo de rebajar sus méritos. Tal actitud surge, Capítulo 16. Las clases . 326 más bien, de la convicción de que si nuestra civilización ha de subsistir, de­ Capítulo 17. El sistema jurídico y social 333 bemos romper con la deferencia hacia los grandes hombres creada por el hábito. Los grandes hombres pueden cometer grandes errores y, tal como LA PROFEGÍA DE MARX esta obra trata de demostrarlo, algunas de las celebridades más ilustres del pasado llevaron un permanente ataque contra la libertad y la razón. Su in­ Capítulo 18. El advenimiento del socialismo. 350 fluencia, rara vez contrarrestada, continúa impulsando por una senda equi­ Capítulo 19. La revolución social . 361 vocada a aquellos de quienes depende la defensa de la civilización, suscitan­ Capítulo 20. El capitalismo y su destino . . . 380 do divisiones en su seno. La responsabilidad por esta división trágica, y Capítulo 21. Valoración de la profecía de Marx 406 posiblemente fatal, recaerá sobre nosotros, si nos mostramos blandos en la crítica de lo que reconocidamente forma parte de nuestro patrimonio inte­ LA ÉTICA DE MARX lectual. Pero nuestra renuencia a censurar una parte del mismo puede de­ Capítulo 22. La teoría moral del historicismo ............ 412 terminar su destrucción total. Este libro constituye una introducción crítica a la filosofía de la política LA COSECHA y de la historia, como así también un examen de algunos de los principios de la reconstrucción social. En la Introducción se indican su objetivo y el Capítulo 23. La sociología del conocimiento. . . . . . . . . . . 425 método de estudio empleado. Aun cuando a veces nos referimos al pasado, Capítulo 24. La filosofía oracular y la rebelión contra la razón. 437 los problemas tratados son los problemas de nuestra propia época; por ello he procurado con todas mis fuerzas plantearlos con la mayor sencillez po­ CONCLUSIÓN sible, a fin de aclarar los males que a todos nos aquejan por igual. Si bien Capítulo 25. ¿Tiene lahistoria algún significado? 471 este libro nada presupone sino amplitud de criterios por parte del lector, su objeto no es tanto elde difundir elconocimiento de las cuestiones tratadas Notas .. 493 como la resolución de las mismas. No obstante, en una tentativa de servir a Adenda. 799 ambos fines, he reunido todos los temas que encierran un interés más espe­ cializado, en las Notas, que ellector encontrará al final del libro. 8 9 .i\\'!¡II\:IH¡~ _ _~~"''''I!"I!![(!!Flrrl!!lm'"""mmlr¡II!'ii'' PREFACIO A LA EDICIÓN REVISADA Si bien gran parte del contenido de este libro había adquirido forma en una fecha anterior, tomé la decisión final de escribirlo en marzo de 1938, el día en que me llegaron las noticias de la invasión de Austria. La tarea de re­ dactarlo se extendió hasta 1943, de modo q~le el hecho de que la mayor par­ te de la obra fuera escrita durante los graves años en que todavía era incier­ to el resultado final de la guerra, puede explicar que algunas de las críticas aquí expresadas resulten de un tono más apasionado y acerbo de lo que se­ ría de desear. Pero no estaban los tiempos entonces como para medir las pa-. labras, o por lo menos esto era lo que yo entendía. En el libro no se hacía mención explícita ni de la guerra ni de ningún otro suceso contemporáneo, pero se procuraba comprender dichos hechos y el marco que les servía de fondo, como así también algunas de las consecuencias que habrían de sur­ gir, probablemente, después de terminada la guerra. La posibilidad de que el marxismo se convirtiese en un problema fundamental nos llevó a tratarlo con cierta extensión. En medio de la oscuridad que ensombrece la situación mundial en 1950, es probable que la crítica del marxismo que aquí se inten­ ta realizar se destaque sobre el resto, como punto capital de la obra. Una vi­ sión tal de la misma, quizá inevitable, no estaría del todo errada, si bien los objetivos del libro son de un alcance mucho mayor. El marxismo solamen­ te constituye un episodio, uno de los tantos errores cometidos por la hu­ manidad en su permanente y peligrosa lucha para construir un mundo me­ jor y más libre. Tal como lo había previsto, algunos críticos me han acusado de mos­ trarme demasiado severo con Marx, en tanto que otros contrastaron lo que consideraron mi benevolencia hacia Marx con la violencia de mi ataque a Platón. Sin embargo, sigo creyendo necesario juzgar a Platón Con un espí­ ritu altamente crítico, precisamente porque la veneración general profesada al «Divino Filósofo» encuentra un fundamento real en su abrumadora obra intelectual. A Marx, por el contrario, se le ha atacado con demasiada fre­ cuencia sobre un terreno personal y moral, de modo que lo que aquí hace falta es, más bien, una severa crítica racional de sus teorías combinada con la comprensión afectiva de su sorprendente atracción moral e intelectual. 11 ,,,,¡I:iIIilIUIIUlmmmmmmll!lll,,,,,,n ':"":1'111111111"'"'_ -'mnwrr! Con ra/,lÍn o sin clla, consideré quc mi crítica era asaz devastadora y que podía permitirme, por lo tanto, buscar las contribuciones reales de Marx, otorgándole a los motivos que sobre él obraron el beneficio de la duda. En RECONOCIMIENTOS todo caso, es evidente que debemos tratar de estimar la fuerza de un adver­ sario si deseamos enfrentarlo con éxito. Ningún libro puede alcanzar nunca una forma definitiva. Cuando cree­ mos haberlo concluido, adquirimos nuevos conocimientos que nos lo ha­ cen aparecer inmaturo. En el caso de mi crítica de Platón y Marx, esa inevi­ table experiencia no fue más perturbadora que de costumbre. Sin embargo, a medida que los años fueron pasando, después de finalizada la guerra, la Deseo testimoniar mi gratitud a todos aquellos amigos que hicieron po­ mayor parte de mis sugerencias positivas y, sobre todo, e! fuerte sentimien­ sible la confección de este libro. Al profesor C. G. F. Simkin, que no sólo to de optimismo que impregna toda la obra, me parecieron cada vez más in­ me ayudó en la elaboración de una versión especial de la obra, sino que genuos. Mi propia voz comenzó a sonar en mis oídos como si procediese de también me brindó la oportunidad de aclarar múltiples problemas, a través un pasado remoto, exactamente como la voz de alguno de esos ilusos refor­ de detalladas discusiones que abarcaron un período de casi cuatro años. A madores socialistas del siglo xvm e, incluso, del siglo XVIT. la señorita Margaret Dalziel, cuya constante ayuda me resultó de un valor Actualmente, he superado esa depresión sombría, en gran parte gracias inestimable en la preparación de diversos esbozos, como así también del a una visita efectuada a Estados Unidos, por lo cual me felicito ahora, al re­ manuscrito definitivo. Al doctor H. Larsen, cuya dedicación al problema visar e! libro, de haberme circunscrito a la adición de nuevos datos y a la del historicismo representó un gran aliento para mí. Al profesor T. K. Ewer, corrección de errores de concepto y de estilo, y de haberme resistido a la ten­ quien leyó todos los originales, efectuando numerosas sugerencias para me­ tación de suavizar eltono de la crítica. En efecto, pese a la actual situación jorarlo. de! mundo me siento tan esperanzado como siempre. Advierto ahora con He contraído una profunda deuda de gratitud con e! profesor F. A. van mayor claridad que nunca, que aun los conflictos más graves provienen de Hayek, sin cuyo interés y afán e! libro no habría llegado a publicarse. El algo no menos admirable y firme que peligroso, a saber, nuestra impacien­ profesor E. H. Gombrich se ocupó de hacer imprimir el libro, tarea a la cual cia por mejorar la suerte de nuestro prójimo. Efectivamente, esos conflictos se agregó la de mantener una permanente y cuidadosa correspondencia en­ no son sino los residuos de la que constituye, quizá, la más grande de todas tre Inglaterra y Nueva Zelandia. Tan útil ha sido su labor, que difícilmente las revoluciones morales y espirituales de la historia: de un movimiento ini­ podría encontrar las palabras adecuadas para expresar lo mucho que le ciado tres siglos atrás, que responde al anhelo de incontables hombres des­ dcbo. conocidos, de liberar sus propios seres y pensamientos de la tutela de la au­ Para la revisión de la segunda edición tuve un valioso auxiliar en las de­ toridad y e! prejuicio: la empresa de construir una sociedad abierta que talladas anotaciones críticas a la primera edición, facilitadas gentilmente por rechace la autoridad absoluta de lo establecido por la mera fuerza del hábi­ el profesor Jacob Viner y e! señor J. D. Mabbott. to y de la tradición, tratando, por el contrario, de preservar, desarrollar y K. R. P. establecer aquellas tradiciones, viejas o nuevas, que sean compatibles con las normas de la libertad, de! sentimiento de humanidad y de la crítica ra­ cional. La voluntad de estos seres no es quedarse cruzados de brazos, de­ Hacemos presente nuestro reconocimiento a los siguientes editores por jando que toda la responsabilidad del gobierno de! mundo caiga sobre la el permiso otorgado para efectuar reproducciones parciales de sus obras: autoridad humana o sobrehumana, sino compartir la carga de la responsa­ George Allen y Unwin, Ltd., por pasajes de Plato To Day, 193Z (Nueva bilidad o los sufrimientos evitables y luchar para eliminarlos. Esta revolu­ York, Oxford University Press) de R. H. S. Crossman, y de A Study of the ción ha creado temibles fuerzas de destrucción, pero esto no impide que e! Principles ofPolitics, 1920, de G. E. G. Catlin; The Clarendon Press, por pa­ hombre llegue a conquistarlas para el bien, en un futuro no lejano. sajes de The Political Philosophies of Plato and Hegel, 1935, de M. B. Fos­ ter; Harcourt, Brace and Company, por pasajes de The Mind and Society, 1935, de V. Pareto, y de Traetatus Logico-Philosophicus, 1921-1922, de L. 12 13 i, ,'liilil,¡.IIIIIIIiII.""""'.i¡;¡;;¡;¡¡¡¡¡;itIlll1l.I••'"#1i1i##MU"""IIM!.,lIfmllrmrrrrm:" , Wittgenstein; Hodder and Stoughton Ltd., por pasajes de Credo, 1936, de K. Barth; Houghton Mifflin Company, por pasajes de History 01 Europe, 1935, de H. A. L. Fisher, y de Marxism: A Post Mortem, 1940, de H. B. Par­ INTRODUCCIÓN kes; profesor A. Kolnai y sus editores (Londres, Víctor Gollancz, Ltd.; Nueva York, Viking Press, 1938), por pasajes de Tbe War Against the West; Little, Brown and Company, por pasajes de The Good Society (Atlantic Monthly Press) de Walter Lippmann, y de Rats, Lice and History, 1935, de No deseo ocultar el hecho de que sólo puedo ver H. Zinsser; The Macmillan Company, por pasajes de A. N. Whitehead, con repugnancia... la inflada fatuidad de todos estos vo­ Process and Reality, pu blicado en 1929; Oxford University Press por pasa­ lúmenes llenos de sabiduría que se estilan en la actuali­ jes de A Study olHistory (publicado con el auspicio del Royal Instituto of dad. En efecto, estoy plenamente convencido de que ... lnternational Affairs) de Arnold J. Toynbee; Rinchart and Company, lnc., los métodos aceptados deben aumentar incesantemente por pasajes de Nationalism and the Cultural Crisis in Prussia /806-1815, estas locuras y torpezas y de que aun la completa ani­ 1939, de A. N. Anderson; Charles Scribner's Sons, por pasajes de Selections quilación de todas estas caprichosas conquistas no po­ [rom Hegel, 1929, reunidos por J. Loewenberg. dría ser, en modo alguno, tan perjudicial como esta fic­ ticia ciencia con su malhadada fecundidad. KANT Este libro plantea problemas que pueden no surgir con toda evidencia de la mera lectura del índice. En él se esbozan algunas de las dificultades enfrentadas por nuestra civi­ lización, de la cual podría decirse, para caracterizarla, que apunta hacia el sentimiento de humanidad y razonabilidad, hacia la igualdad y la libertad; civilización que se encuentra todavía en su infancia, por así decirlo, y que continúa creciendo a pesar de haber sido traicionada tantas veces por tantos rectores intelectuales de la humanidad. Se ha tratado de demostrar que esta civilización no se ha recobrado todavía completamente de la conmoción de su nacimiento, de la transición de la sociedad tribal o «cerrada», con su so­ metimiento a las fuerzas mágicas, a la «sociedad abierta», que pone en li­ bertad las facultades críticas del hombre. Se intenta demostrar, asimismo, que la conmoción producida por esta transición constituye uno de los fac­ tores que hicieron posible el surgimiento de aquellos movimientos reaccio­ narios que trataron, y tratan todavía, de echar por tierra la civilización para retornar a la organización tribal. En él se sugiere, además, que lo que hoy llamamos totalitarismo pertenece a una tradición que no es ni más vieja ni más joven que nuestra civilización misma. De este modo, se procura contribuir a la compresión general del totali­ tarismo y de la significación que entraña la perpetua lucha contra el mismo. Por lo demás, también se procura examinar la aplicación de los métodos críticos y racionales de la ciencia a los problemas de la sociedad abierta. Así, se analizan los principios de la reconstrucción social democrática, princi­ pios éstos que podríamos denominar de la «ingeniería social gradual>, , en 14 15 oposición a la «ingeniería social utópica» (tal como se la explica en elcapítu­ cías históricas de tan vasto alcance? ¿Cabe esperar algo más que la irres­ lo IX). Se ha tratado también de librar de obstáculos e! camino conducente ponsable respuesta de un adivino cuando nos dirigimos a un hombre para al conocimiento de los problemas de la reconstrucción social, mediante la interrogarlo acerca de lo que e! futuro depara a la humanidad? crítica de aquellos sistemas filosóficos sociales que son responsables de! di­ Se trata aquí de la cuestión del método de las ciencias sociales. Eviden­ fundido prejuicio contra las posibilidades de una reforma democrática. El temente, es más fundamental que cualquier debate relativo a cualquier ar­ más poderoso de estos sistemas es, a mi juicio, e! denominado con el nom­ gumento particular en defensa de cualquier profecía histórica. bre de historicismo. La descripción de! surgimiento e influencia de algunas El cuidadoso examen de esa cuestión me ha conducido al convencimien­ formas importantes de! historicismo constituye uno de los principales tópi­ to de que estas profecías históricas de largo alcance se hallan completamen­ cos del libro, que quizá podría definirse como un conjunto de notas margi­ te fuera del radio de! método científico. El futuro depende de nosotros mis­ nales acerca de! desarrollo de ciertas filosofías historicistas. Bastarán algu­ mos y nosotros no dependemos de ninguna necesidad histórica. Existen, sin nas observaciones sobre e! origen de! libro para indicar lo que entendemos embargo, filosofías sociales de gran influencia que sostienen laopinión exac­ por historicismo y la forma en que se relaciona con los demás temas tratados. tamente contraria. Afirman estos sistemas que todo el mundo procuJ&a uti­ Pese a que mi principal interés se encamina hacia los métodos de la física lizar su razón para predecir los hechos futuros; que para un estratega no es (y, en consecuencia, hacia ciertos problemas técnicos que en nada se pare­ ilícito, ciertamente, tratar de prever el resultado de una batalla, y que las cen a los tratados en este libro), también me ha interesado durante muchos fronteras que separan las predicciones de este tipo de las profecías históri­ a110S el problema de! estado algo insatisfactorio de algunas de las ciencias cas de mayor alcance son sumamente elásticas. A su juicio, la tarea general sociales y, en particular, el de la filosofía social. Claro está que eso plantea de la ciencia consiste en formular predicciones o, más bien, en mejorar e! problema de sus métodos respectivos. Mi interés en este prohlema se vio nuestras predicciones cotidianas, colocándolas sobre una base más segura; y considerablemente estimulado por el surgimiento del totalitarismo, como la de las ciencias sociales, en particular, en suministrarnos profecías históri­ así también por la esterilidad de los esfuerzos efectuados por diversas cien­ cas a largo plazo. También creen haber descubierto ciertas leyes de la histo­ cias y filosofías sociales para darle algún sentido. ria que les permiten profetizar e! curso de Jos sucesos históricos. Bajo el En este orden de Cosas hay un punto cuyo esclarecimiento es, en mi opi­ nombre de historicismo, be agrupado las diversas teorías sociales que sus­ nión, particularmente urgente. tentan afirmaciones de este tipo. En otra parte, en The Poverty o] Histori­ Con demasiada frecuencia se escucha la afirmación de que esta o aquc­ cism 11,a pobreza del historicismoi (Económica, 1944-1945), he tratado de lla forma de totalitarismo es inevitable, Infinidad de personas que a juzgar rebatir esas pretensiones y de demostrar que, pese a su plausibilidad, se ba­ por su inte!igencia y preparación debemos considerar responsables de lo san en una idea errónea del método de la ciencia, y especialmente, en el ol­ que dicen, declaran que, en este sentido, no hay ninguna escapatoria. Así, vido de la distinción que debe realizarse entre una predicción científica y nos preguntan si somos realmente tan ingenuos como para creer que lade­ una profecía histórica. mocracia puede ser permanente, o para no ver que sólo es una de las tantas Mientras me hallaba abocado a la crítica y análisis sistemáticos de las formas de gobierno que llegan y se van en el transcurso de la historia. Se ar­ pretensiones del liistoricismo, traté de reunir algunos datos que ilustrasen guye, además, que la democracia, a fin de combatir el totalitarismo, se ve su desarrollo. Las notas seleccionadas con ese fin se convirtieron luego en la forzada a copiar sus métodos, tornándose ella misma totalitaria. O bien se base dc este libro. afirma que nuestro sistema industrial no puede continuar funcionando sin 1,:1 all~lIisis sistemático del historicisrno procura alcanzar cierto rigor adoptar los métodos de la planificación colectivista y entonces, de la inevi­ científico. No es éste, sin embargo, el propósito de nuestra obra. En efecto, tabilidad de un sistema económico colectivista se deduce la inevitabilidad muchas de las opiniones que en ella se expresan son personales. Lo que sí de la adopción de formas totalitarias de vida social. debemos al método científico es la conciencia de nuestras limitaciones: no Esos argumentos pueden parecer suficientemente plausibles; pero la ofrecemos pruebas allí donde nada puede ser probado, ni pretendemos ser plausibilidad no constituye una guía segura en estas cuestiones. De hecho, científicos donde todo lo que puede darse es, a lo sumo, un punto de vista no debe emprenderse el examen de estos argumentos aparentemente razo­ personal. No tratamos tampoco de reemplazar los viejos sistemas filosófi­ nables sin haber considerado antes la siguiente cuestión de método: ¿está cos por otro nuevo, ni de agregar absolutamente nada a todos esos volúme­ dentro de las posibilidades de alguna ciencia social laformulación de prole­ nes llenos de sabiduría, a esa metafísica de la historia y del destino, que se 16 17 ,., estila en la actualidad. Procuramos, más bien, demostrar que esa sabiduría mencionar otro hecho más pequeño aunque no menos importante, la tira­ profética resulta perjudicial y que la metafísica de la historia obstaculiza la nía de un caudillo despótico. aplicación de los métodos rigurosos, aunque lentos, de la ciencia a los pro­ No pretendo sugerir que el historicisrno tenga siempre semejantes efec­ blemas de la reforma social. Por último, procuramos demostrar que pode­ tos. Hay historicistas -especialmente entre los marxistas-que no tienen mos convertirnos en artífices de nuestro propio destino si nos abstenemos el menor propósito de liberar a los hombres del peso de sus responsabilida­ de pretender pasar por profetas. des. Por otro lado, hay algunas filosofías sociales que pueden o no ser con­ Al investigar el desarrollo de! historicisrno hallé que el peligroso hábito sideradas historicistas, pero que predican la impotencia de la razón en la del profetizar histórico, tan difundido entre nuestros rectores intelectuales, vida social y que, por su antirracionalisrno, propugnan la siguiente actitud: llena diversas funciones. Siempre resulta lisonjero pertenecer al círculo ín­ «hay que seguir al Líder Supremo, al Gran Hombre de Estado, o bien, hay timo de los iniciados y poseer la insólita facultad de predecir e! curso de la que convertirse en Líder»; actitud ésta que significa, para la mayoría de la historia. Además, existe la tradición de que los guías intelectuales se hallan gente, el sometimiento pasivo a las fuerzas personales o anónimas que go­ dotados de dichas facultades, y e! no poseerlas puede conducir a lapérdida biernan la sociedad. • del rango. Por otro lado, e! peligro de ser desenmascarados como charlata­ Es interesante observar, con todo, que algunos de aquellos que denun­ nes es muy reducido, puesto que siempre estarán en condiciones de argüir cian la razón y llegan a culparla, incluso, de los males sociales de nuestro que es posible efectuar predicciones de menor alcance; y los límites entre tiempo, lo hacen, por un lado, porque se dan cuenta de que el hecho de la éstas y los oráculos no son rígidos. profecía histórica sobrepasa el poder de la razón y, por el otro, porque no Haya veces, sin embargo, otros motivos quizá más profundos para sos­ pueden concebir que la ciencia social, o la razón en lasociedad, tengan otra tener ese punto de vista hi-storicista. Los profetas que anuncian el adveni­ función que la del profetizar histórico. En otras palabras: no son sino his­ miento de una época de dicha y prospcridad pueden dar expresión con ello toricistas desilusionados, es decir, hombres que a pesar de comprender la a un sentimiento personal de insatisfacción profundamente arraigado, y pobreza del historicismo, no advierten que retienen consigo el prejuicio his­ también puede suceder que sus sueños den esperanzas y aliento a aquellos toricista fundamental, a saber, la doctrina de que las ciencias sociales, para que difícilmente podrían subsistir de otro modo. Pero no debemos pasar tener algún valor, han de ser proféticas. Claro está que esta actitud debe por alto el hecho de que es probable que su influencia nos impida encarar conducir a un rechazo de la aplicabilidad de la ciencia y de la razón a los las tareas cotidianas de la vida social. Yesos profetas menores que anuncian problemas de la vida social y, en última instancia, a la doctrina del poder, de el probable acaecimiento de ciertos hechos como, por ejemplo, la caída fi­ la dominación y del sometimiento. nal en el totalitarismo (o quizá en el «cmprcsarismo»), pueden estar coope­ ¿Por qué todas estas filosofías sociales se vuelven contra la civilización? rando, sin saberlo, y ya sea que les guste o no, para que dichos hechos ten­ ¿Y cuál es el secreto de su popularidad? ¿Por qué atraen y seducen a tantos gan efectivamente lugar. Su dictamen ele que la democracia no ha de durar intelectuales? Personalmente me inclino a creer que la razón reside en su eternamente es tan cierto o tan poco significativo -según elcaso-como la deseo de dar expansión a una insatisfacción profundamente arraigada, fren­ afirmación de que la razón humana no ha de durar eternamente, dado que te a un mundo que no se acerca, ni siquiera lejanamente, a nuestros ideales sólo la democracia proporciona un marco institucional capaz de permitir morales ni a nuestros sueños de perfección. La tendencia del historicismo (y las reformas sin violencia y, por consiguiente, el uso de la razón en los asun­ de las posiciones afines) a defender la rebelión contra la civilización puede tos políticos. Pero, naturalmente, su pesimismo tiende a desalentar a aque­ obedecer al hecho de que el historicismo es en sí mismo, con mucho, una llos que luchan contra el totalitarismo, favoreciendo, en cambio, la rebelión reacción contra elpeso de nuestra civilización y su exigencia de responsabi­ contra la vida civilizada. Puede hallarse otro motivo ulterior para esta posi­ lidad personal. ción destructiva en el hecho de que la metafísica historicista permite alige­ Si bien estas últimas alusiones resultan un tanto vagas, deberán bastar rar a los hombres del peso de sus responsabilidades. Si se sabe de antemano para una introducción. Más adelante serán abonadas con datos históricos, que las cosas habrán de pasar indefectiblemente, haga uno lo que haga, ¿de especialmente en el capítulo «La Sociedad abierta y sus enemigos». En cier­ qué vale luchar contra ellas? Y así, es muy posible que se abandone, en par­ to momento tuve la tentación de colocar ese capítulo al principio del libro, ticular, toda tentativa de controlar aquellas cosas que la mayoría de la gen­ pues por el interés del tópico tratado habría resultado, ciertamente, una in­ te está de acuerdo en considerar males sociales, tales como la guerra o, para troducción más atrayente para el lector. Pero finalmente llegué a la conclu­ 18 19 ,!! l'II'.I""I·'!i"'ill,!illlllllll!l"tff!_~m","m'IIIIII"'"III"nllf!IIIlfltllllllllllnnl!flflllf!lHlnllll!'"I1!ml!llmlllllm!H!!!lIiIjIl1 1 i ' fi !i : 1i i" , sión de que no era posible experimentar todo el peso de tal interpretación Primera parte histórica si no iba precedida por el análisis de los temas tratados en los ca­ pítulos anteriores del libro. Al parecer, es necesario experimentar primero EL INFLUJO DE PLATÓN la conmoción de comprobar la identidad entre la teoría platónica de la jus­ ticia y la teoría y práctica del totalitarismo moderno para poder compren­ der lo urgente que se torna la interpretación de esos problemas. I1 i. ,[1 ¡ En favor de la sociedad abierta (alrededor del año 430 a. C.) Si bien sólo unos pocos son capaces de dar origen a una política, todos nosotros somos capaces de juzgarla. PERICLES DE ATENAS Contra la sociedad abierta (unos 80 años después) De todos los principios, el más importante es que nadie, ya sea hombre o mujer, debe carecer de un jefe. Tampoco ha de acostumbrarse el espíritu de nadie a permitirse obrar siguiendo su propia iniciativa, ya sea en el trabajo o en el placer. Lejos de ello, así en la guerra :11 como en la paz, todo ciudadano habrá de fijar la vista en !1I1 su jefe, siguiéndolo fielmente, y aun en los asuntos más \1 triviales deberá mantenerse bajo su mando. Así, por ejemplo, deberá levantarse, moverse, lavarse, o comer... sólo si se le ha ordenado hacerlo. En una palabra: debe­ rá enseñarle a su alma, por medio del hábito largamente practicado, a no soñar nunca actuar con independencia, ya tornarse totalmente incapaz de ello. PLATÓN DE ATENAS 20 •• [i:.II.;II,.I[[I;¡If¡fHIIIIIllQÍIII.IIIlI .;;M;~~I!IIIIIl!IIl!'II~llillHlIlI11111 1' 1 ' 1 ' ;; ' EL MITO DEL ORIGEN Y DEL DESTINO Capítulo 1 EL HISTORICISMO y EL MITO DEL DESTINO Se halla ampliamente difundida la creencia de que toda actitud verdade­ ramente científica o filosófica, como así también toda comprensión más profunda de la vida social en general, debe basarse en lacontemplación e in­ terpretación de la historia humana. En tanto que el hombre corriente acep­ ta sin consideraciones ulteriores su modo de vida y la importancia de sus experiencias personales y pequeñas luchas cotidianas, se suele decir que el investigador o filósofo social debe examinar las cosas desde un plano más elevado. Así, desde su ángulo, ve a] individuo como un peón, como un ins­ trumento casi insignificante dentro del tablero general del desarrollo huma­ no. y descubre entonces que los actores realmente importantes en el Esce­ nario de la Historia son, o bien las G randes Naciones y su Grandes Líderes, o bien, quizá, las Grandes Clases, o las Grandes Ideas. Sea ello como fuere, nuestro investigador tratará de comprender el significado de la comedia re­ presentada en el Escenario Histórico y las leyes que rigen el desarrollo his­ tórico. Claro está que si logra hacerlo será capaz de predecir las evoluciones futuras de la humanidad. Podrá, asimismo, dar una base sólida a la política y suministrarnos consejos prácticos acerca de las decisiones políticas que pueden tener éxito o que están destinadas al fracaso. Talla descripción sumamente sintética dc la actitud que denominare­ mos historicisrno. Se trata de 11l1a antigua idea o, más bien, de un conjunto de ideas más o menos vinculadas entre sí que han terminado por convertir­ se, desgraciadamente, en parte tan grande de nuestra atmósfera espiritual, que por lo común las damos por sentadas sin ponerlas en tela de juicio. En otra parte he tratado de demostrar que el enfoque historicista de las ciencias sociales ofrece resultados verdaderamente pobres. H e tratado tam­ bién de perfilar un método que, a mi juicio, podría producir mejores frutos. Pero aun cuando el historicisrno sea un método defectuoso, incapaz de producir resultados ele valor, puede resultar útil el estudio de la forma en que se originó y que llegó a difundirse con tanto éxito. Una indagación his­ tórica emprendida con este propósito puede servir, al mismo tiempo, para analizar la variedad de ideas que se ha ido acumulando alrededor de la doc­ trina historicista central, la cual afirma que la historia está regida por leyes 23 ['¡'illi'I¡'!III!¡¡!IIIIIII~IIIII.¡.I.iI*;'M""MIi4Ik1IkM:::¡¡;;;¡;¡;;;;'"UUmIlNlIi1ll4#1 IIMIIIIIIII"" " IH il i rl i i históricas o evolutivas específicas cuyo descubrimiento podría permitirnos interpretados, por lo tanto, como un ataque a la religión. En este capítulo, profetizar el destino del hombre. 1.1 doctrina del pueblo elegido nos ha servido sólo como ejemplo. Su valor Puede hallarse un buen ejemplo de historicismo, al que hasta ahora sólo como tal puede apreciarse fácilmente en el hecho de que sus principales ca­ hemos caracterizado en forma más bien abstracta, en una de sus formas más racterísticas) son compartidas por las dos versiones modernas más impor­ simples y antiguas, a saber, la doctrina del pueblo elegido. Se intenta con tantes del historicismo, cuyo análisis comprenderá el cuerpo principal de ella tornar comprensible la historia mediante una interpretación teísta, es esta obra; nos referimos a la filosofía histórica del racismo o fascismo, por decir, mediante el reconocimiento de Dios como autor de la comedia repre­ una parte (la derecha), y la filosofía histórica marxista por la otra (la iz­ sentada sobre el Escenario Histórico. La teoría del pueblo elegido supone, quierda). En lugar del pueblo elegido, el racismo nos habla de raza elegida en particular, que Dios ha escogido a un pueblo para que se desempeñe (por Gobincau), seleccionada como instrumento del destino y escogida como instrumento dilecto de Su voluntad, y también que este pueblo habrá como heredera final de la tierra. La filosofía histórica de Marx, a su vez, no de heredar la tierra. habla ya de pueblo elegido ni de raza elegida, sino de la clase elegida, el ins­ En esta teoría, la ley del desarrollo histórico responde a la Voluntad de trumento sobre el cual recae la tarea de crear la sociedad sin clases, y la cla­ Dios. He aquí, pues, la diferencia específica que distingue la forma teísta de se destinada a heredar la tierra. Ambas teorías basan su pronóstico históri­ las demás formas de historicismo, El historicismo naturalista, por ejemplo, co en una interpretación de la historia conducente al descubrimiento de podría tratar la ley evolutiva como una ley de la naturaleza; un historicismo cierta ley que rige su desarrollo. En el caso del racismo, se la considera una espiritualista, como la ley del desarrollo espiritual; un historicisrno econó­ especie de ley natural; la superioridad biológica de la sangre de la raza ele­ mico, por fin, como una ley del desarrollo económico, El historicisrno tefs­ gida explica el curso de la historia, pretérito, prcsente y futuro; no se trata ta comparte con estas otras formas la doctrina de que existen leyes históri­ aquí sino de la lucha de las razas por el predominio. En el caso de la filoso­ cas específicas, susceptibles de ser descubiertas y sobre las cuales pueden fía marxista de la historia, la leyes de carácter económico; toda la historia basarse las predicciones relacionadas con el futuro de la humanidad. debe ser interpretada como una lucha de clases por la supremacía económica. No cabe ninguna duda de que la teoría del pueblo elegido surgió de la La índole historicista de estos dos movimientos confiere a nuestra in­ forma tribal de vida social. El tribalismo -la asignación de una importan­ vestigación 11n carácter limitado. ' Más adelante, a 10 largo dcllibro, vol ve­ cia suprema a la tribu, sin la cual el individuo no significa nada en absolu­ remos sobre ellos y tendremos ocasión de remontar su origen a lafuente co­ to-es un elemento que habremos de encontrar en muchas de las formas de mún de la filosofía de Hegel, por 10 cual habremos de ocuparnos, también, la teoría historicista. Otras formas que han superado ya la etapa tribalista del examen de dicho sistema. Y puesto que Hegel5 sigue los pasos, en varios pueden retener todavía cierto grado de colectiuismo; así, puede suceder que puntos fundamentales, de ciertos filósofos antiguos, será necesario exami­ realcen la significación de cierto grupo colectivo -por ejemplo, una clase­ nar también las teorías de Heráclito, Platón y Aristóteles antes de retornar sin la cual el individuo no representa nada en absoluto. Otro aspecto de la a las formas más modernas del historicismo. teoría del pueblo elegido es el carácter remoto de aquello que se 110S pre­ senta como fin de la historia. En efecto, si bien se puede llegar a describir ese fin con cierto grado de precisión, debemos recorrer un largo camino antes de alcanzarlo. Pero el camino no sólo es largo sino también tortuoso, con vueltas hacia derecha e izquierda, adelante y atrás, En consecuencia, resulta posible acomodar convenientemente todo hecho histórico concebible den­ tro del esquema de la interpretación. De tal modo, ninguna experiencia concebible puede refutarlo." Pero a quienes creen en él, les suministra certe­ za en cuanto se refiere al resultado final de la historia humana. En el último capítulo del libro trataremos de efectuar una crítica de la interpretación teísta de la historia, como de demostrar también que algunos de los pensadores cristianos más grandes repudiaron esta teoría por consi­ derarla idólatra. Los ataques contra esta forma de historicisrno no deben ser 24 25 "i!liilll¡li!I'llml"~~.II~"'I"'"IMM'.I,"_••MIII",,"lllIlllllltlllm"'I»11ti"; 11

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