Dos fechas marcarán trágicamente el futuro de Enrique Melo y, a la postre, serán el detonante de una serie de acontecimientos que ocurrirán décadas después en su pueblo natal, del cual se autoexilió al cumplir la mayoría de edad huyendo y dejando atrás un pasado que le atormentaba día tras día. El día de su cuadragésimo cumpleaños recibe como regalo un cadáver envuelto en una escenificación teatralmente enigmática que, inconscientemente, hará aflorar sus viejos fantasmas que creía enterrados, los mismos que lo han llevado a deambular, como alma en pena, a lo largo de su luctuosa vida. Durante el siguiente mes, como si de una partida de ajedrez se tratase, donde el tiempo corre inevitablemente, el asesino pondrá en jaque a Enrique y a todo su equipo, llevando a cabo todos sus movimientos dentro de un plan preciso y premeditado, simbolizando sus representaciones macabras por los lugares que lo vieron crecer y que tan bien conoce.