No hay país que pueda pensar su circunstancia y valorar sus opciones de desarrollo y seguridad sin tener en cuenta su capacidad de producir un esquema efectivo y viable de nación.
Una comunidad nacional definida como Estado tiene una historia compartida, una serie de símbolos y mitos, componentes culturales, religiosos, étnicos, lingüísticos y hasta telúricos que la explican y le permiten percibirse como un ente diferenciado de otros. Somos mexicanos, no brasileños ni canadienses. Serlo se debe a una multiplicidad de factores y, de manera muy señalada, a un sentido de pertenencia. Concebirnos parte de algo otorga entidad y fuerza a la entelequia nacional. La nación se convierte así en un concepto de contornos difusos, porque no es un hecho racial ni lingüístico ni religioso el que determina su esencia. Se puede ser mexicano de muchas maneras. El sentimiento patrio, sin embargo, es algo claramente identificable por sus componentes.