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La Revolucion de la Riqueza – Alvin y Heidi Toffler PDF

485 Pages·2011·1.52 MB·Spanish
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Tabla de contenidos Introducción PRIMERA PARTE: REVOLUCIÓN 1 La riqueza como punta de lanza, 2 La criatura del deseo SEGUNDA PARTE: FUNDAMENTOS PROFUNDOS 3 Olas de riqueza, 4 Los fundamentos profundos TERCERA PARTE: LA REORDENACIÓN DEL TIEMPO 5 El choque de velocidades, 6 La industria de la sincronización, 7 La economía arrítmica, 8 El nuevo fluir del tiempo CUARTA PARTE: ESTIRANDO EL ESPACIO 9 El gran círculo, 10 Lugares de más alto valor añadido, 11 La dimensión espacial, 12 Un mundo desprevenido, 13 Impulsos regresivos, 14 El empuje hacia el espacio QUINTA PARTE: LA CONFIANZA EN EL CONOCIMIENTO 15 La ventaja del conocimiento, 16 El «petróleo» del mañana, 17 La trampa del conocimiento obsoleto, 18 El factor Quesnay, 19 Filtrar la verdad, 20 Destrozar el laboratorio, 21 Los gestores de la verdad, 22 Coda: convergencia SEXTA PARTE: PROSUMO 23 La mitad oculta, 24 Los prosumidores de la salud, 25 Nuestro tercer empleo, 26 La inminente explosión del prosumidor, 27 Más «almuerzos gratuitos», 28 La tormenta de la música, 29 La hormona de la «producividad», 30 Coda: los canales invisibles SÉPTIMA PARTE: DECADENCIA 31 El evangelio del cambio, 32 Implosión, 33 La corrosión de los alambres, 34 Complexorama, 35 La solución Sepúlveda, 36 Coda: después de la decadencia OCTAVA PARTE: EL FUTURO DEL CAPITALISMO 37 El juego final del capitalismo, 38 La conversión del capital, 39 Mercados imposibles, 40 La gestión del dinero del mañana NOVENA PARTE: LA POBREZA 41 El viejo futuro de la pobreza, 42 Doble pista hacia el mañana, 43 Romper la coraza de la pobreza DÉCIMA PARTE: LA NUEVA TECTÓNICA 44 ¿La próxima sorpresa de China?, 45 El próximo anillo de bambú de Japón, 46 El extraviado mensaje para Europa, 47 En el interior de Estados Unidos 48 Fuera de Estados Unidos, 49 El invisible juego de juegos EPÍLOGO: EL PRÓLOGO ES EL PASADO Notas La revolución de la riqueza ALVIN Y HEIDI TOFFLER Introducción Todos los libros se escriben en un arco temporal, el lapso comprendido entre su concepción en la mente del autor y su aparición en letra impresa. Y al igual que el embrión en el seno materno resulta afectado por cuanto ocurre fuera del útero, el libro en gestación se ve sin duda afectado, durante ese trance, por los acontecimientos que han afectado al escritor. A tal punto que incluso un libro sobre el futuro no deja de ser producto inexorable del tiempo en que fue redactado. El «lapso» de tiempo que requirió la escritura de este libro fueron los doce años que jalonan la llegada del siglo XXI, y nadie razonablemente atento a lo que pasaba en el mundo podía librarse de los dramáticos titulares de dicho período. El ataque con gas letal sarín por parte- de una oscura secta en el metro de Tokio... la clonación de la oveja Dolly... el proceso de destitución de Bill Clinton... la descodificación del genoma humano... el temido y frustrado ataque del cambio de milenio a nuestros ordenadores... la difusión del sida, el SARS (síndrome respiratorio agudo severo) y otras enfermedades... el ataque del 11 -S... la guerra de Irak y el gran tsunami de 2004, seguido por el huracán Katrina en 2005. Estos sucesos de los noticiarios tenían su parte complementaria en otros dramas económicos y empresariales: la crisis asiática de 1997-1998... El auge de las empresas «punto com», la quiebra y la recuperación de la Bolsa... la introducción del euro... la carrera del precio del petróleo... la sucesión de escándalos empresariales, los desmesurados déficits fiscales y comerciales de Estados Unidos y, sobre todo, el ascenso de China. Sin embargo, y pese a los reportajes sobre empresas y economía con que nos bombardeaban la prensa, internet, la televisión y los teléfonos móviles, el tema principal —una transformación histórica de la riqueza- se extravió o fue enterrado bajo la avalancha de quisicosas[1] menores. Nuestra tarea en estas páginas consistirá en explicar ese tema perdido. La riqueza no solo procede de los campos, las fábricas, las oficinas y las máquinas. Y la riqueza revolucionaria no es solo cuestión de dinero. Hoy día, hasta los observadores más obtusos reconocen que Estados Unidos y otros muchos países caminan hacia economías del «conocimiento» impulsadas por la inteligencia. Pero el pleno impacto de este cambio —sobre las personas y sobre países y continentes enteros— aún no se percibe. El último medio siglo no ha sido más que un mero prólogo. En la actualidad, la importancia del conocimiento en la creación de riqueza crece a un ritmo constante y está a punto de alcanzar un nivel mucho más alto y traspasar ulteriores fronteras, a medida que cada vez más lugares del mundo se conecten a un banco de inteligencia planetario que no cesa de crecer, cambiar y ser más accesible. En consecuencia, todos nosotros, ricos o pobres, viviremos y trabajaremos con la riqueza revolucionaria o sus consecuencias. El término «revolución» se utiliza tan despreocupadamente en la actualidad, ya sea ligado a nuevas dietas como a agitaciones políticas, que buena parte de su significado se ha difuminado. En este libro utilizaremos dicho término en su sentido más amplio; comparados con la magnitud de la revolución a que nos enfrentamos, un crack bursátil o un cambio de régimen, la introducción de nuevas tecnologías o incluso guerras y desmembramientos de estados no tendrían cabida en él. El cambio revolucionario que consideramos en estas páginas es un trastorno similar — aunque más radical si cabe— al de la revolución industrial, cuando miles de cambios sin relación aparente se unieron para formar un nuevo sistema económico, nada menos que acompañado de un nuevo estilo de vida, una nueva civilización llamada «modernidad». Para que la riqueza pueda considerarse verdaderamente revolucionaria ha de ser transformada no solo en cantidad, sino en el modo de ser creada, asignada, puesta en circulación, gastada, ahorrada e invertida. Además, como explicaremos más adelante, debe cambiar el grado de lo que es tangible o intangible. Solo cuando los cambios se produzcan en todos estos niveles, cabrá denominar justificadamente «revolucionaria» a la riqueza. Todo esto, como demostraremos, está ocurriendo ya, a una velocidad sin precedentes a escala global. Sobre la otra palabra del título, «riqueza», hay que decir que, si bien casi todos nosotros vivimos en una economía monetaria, en estas páginas la riqueza no remite únicamente al dinero. También vivimos en una economía paralela, fascinante y en gran medida inexplorada, en cuyo seno satisfacemos muchas necesidades vitales o deseos sin necesidad de pagar por ello. Es precisamente la combinación de ambas —la economía monetaria y la no monetaria— la que conforma lo que denominaremos, en estas páginas, el «sistema de riqueza». Mediante la revolución simultánea de ambas economías interactivas, estamos creando un poderoso sistema de riqueza sin precedentes históricos. Para captar el significado de esto, conviene reconocer que ningún sistema de riqueza existe por sí mismo. Un sistema de riqueza solo es un componente, aunque muy poderoso, de un macrosistema todavía mayor, cuyos otros componentes —sociales, culturales, religiosos y políticos— están en constante retroalimentación con él y entre sí. Juntos forman una civilización o estilo de vida, más o menos compatible con el sistema de riqueza. Por esta razón, cuando hablamos de riqueza revolucionaria, tenemos constantemente presentes sus vínculos con todos los otros subsistemas, de modo que revolucionar la riqueza, tal como estamos haciendo, es introducir el cambio —y la resistencia de los intereses creados— en todas esas y también en muchas otras esferas de la vida. La riqueza revolucionaria se apoya en estas ideas centrales, que, una vez comprendidas, podrán ayudarnos a entender los cambios y conflictos en colisión, y sin sentido aparente, que se suceden a nuestro alrededor. Pese a no ser economistas profesionales, hemos pasado la mayor parte de nuestras carreras escribiendo sobre economía y política social, estrategias de desarrollo y temas empresariales. Entretanto, hemos dado conferencias en innumerables universidades, testificado ante el Comité Conjunto del Cotiptcso nos hemos reunido con líderes empresariales de todo el mundo y hemos asesorado a presidentes o primeros ministros en la transición de una economía industrial a otra basada en el conocimiento y la alta tecnología. Pero la economía necesita asentarse en la vida real, incluso más que otras disciplinas. Para cada uno de nosotros, la «vida real» en nuestra juventud incluyó cinco inolvidables años trabajando en fábricas, en prensas de troquelar y líneas de montaje, construyendo automóviles, motores de aviación, bombillas, bloques de motor y otros productos, arrastrándonos a través de conductos en una fundición de acero, taladrando y realizando otras formas de trabajo físico. Hemos aprendido a fabricar desde abajo. También sabemos, por experiencia propia, lo que es estar desempleados. Desde la aparición de El shock del futuro, el primero de nuestros libros sobre el cambio y el futuro, su publicación en unos cien países nos ha proporcionado un extraordinario acceso directo a gente de todas las esferas de la vida: niños de los suburbios venezolanos, de las favelas brasileñas y de las villas miseria argentinas; multimillonarios de México, Japón, la India e Indonesia; asesinas encarceladas en California; ministros de Economía y presidentes de bancos centrales, y premios Nobel, por no mencionar a reyes y reinas. Todos ellos representan muchas tipologías personales, todas las religiones (y ninguna), todas las ideologías políticas, todos los grados de codicia o preocupación social, idealismo y cinismo. Experiencias tan diversas han aportado un contexto de vida real a todas las abstracciones económicas. Está claro que nadie conoce el futuro con certeza, sobre todo el cuándo sucederá algo con certeza. De modo que, a lo largo de estas páginas, el uso del tiempo en futuro (como en «ocurrirá») siempre hay que entenderlo como la versión taquigráfica de «probablemente ocurra» o «creemos que ocurrirá». Así evitaremos aburrir al lector repitiendo continuamente estas salvedades y precisiones. Cabe recordar, asimismo, que hoy día los hechos cada vez tienen una vida más corta, y que la gente no para de moverse arriba y abajo y en redondo, de modo que un ejecutivo identificado con la empresa A o un profesor con la universidad B tal vez hayan pasado a la empresa o la universidad C cuando se lean estas líneas. Además, los lectores no han de olvidar una última e ineludible realidad: toda explicación es una simplificación. PRIMERA PARTE: REVOLUCIÓN 1 La riqueza como punta de lanza Este libro trata del futuro de la riqueza visible e invisible, una forma revolucionaria de riqueza que redimirá nuestras vidas, nuestras empresas, y el mundo en general en los años que se nos echan encima a toda prisa. Para explicar lo que esto significa, las páginas que siguen analizarán desde la vida familiar y los empleos hasta las urgencias del tiempo y la creciente complejidad de la vida cotidiana. Se enfrentarán a la verdad, las mentiras, los mercados y el dinero. Arrojarán una nueva luz sobre la colisión entre el cambio y el anticambio en el mundo que nos rodea y en nuestro propio interior. La revolución de la riqueza actual abrirá incontables oportunidades y nuevas trayectorias de vida no solo para los empresarios creativos de negocios, sino también para los empresarios sociales, culturales y de la educación. Abrirá nuevas oportunidades para atacar la pobreza tanto en el interior de cada país como a escala mundial. Pero esta invitación a un futuro brillante irá acompañada de una advertencia: no es que los riesgos se estén multiplicando, sino que ya dan vértigo. El futuro no es para los pusilánimes. Hoy día nos bombardean blogs y correos electrónicos. EBay nos convierte a todos en comerciantes. Los grandes escándalos empresariales asaltan los titulares. Hay medicamentos que son declarados demasiado peligrosos y se retiran del mercado. Se envían robots a Marte que aterrizan con exquisita precisión. Pero los ordenadores, los programas informáticos, los teléfonos móviles y las redes fallan constantemente. El calentamiento está que arde. Las células de combustible están a la vuelta de la esquina. Los genes y las células madre desencadenan feroces controversias. El nano es el nuevo Grial tecnológico. Entretanto, bandas de delincuentes callejeros1 procedentes de Los Ángeles campan por toda Centroamérica formando casi un ejército, y aspirantes a terroristas de trece años de edad parten desde Francia hacia Oriente Próximo.2 En Londres, el príncipe Harry se disfraza de nazi en un momento en que el antisemitismo asoma de nuevo su asquerosa cabeza.' En África, el sida está barriendo a una generación entera, mientras que en Asia nuevas enfermedades extrañas amenazan con extenderse por todo el mundo. Para escapar —o, al menos, olvidarse— de esa especie de caos, millones de personas se refugian en la televisión, donde los reality shows falsean la realidad. Miles de personas forman «pandillas relámpago» que se reúnen para sacudirse entre sí con almohadas.4 En otros sitios, los participantes en juegos online pagan miles de dólares de dinero contante y sonante por inexistentes espadas virtuales que sus yoes virtuales pueden utilizar para ganar castillos o doncellas virtuales.5 La irrealidad se extiende. Y, lo que es más importante, las instituciones que en otras épocas dotaban de coherencia, orden y estabilidad a la sociedad —escuelas, hospitales, familias, tribunales, organismos reguladores, sindicatos—, se ven sacudidas por la crisis. Contra este trasfondo, el déficit comercial estadounidense alcanza niveles sin precedentes/' Su presupuesto nacional se tambalea como un borracho. Los ministros de Economía de todo el mundo se preguntan en voz alta si habrían de arriesgarse a desencadenar una depresión global reclamando los miles de millones prestados a Washington. Europa se vanagloria por la ampliación de la Unión Europea, pero el desempleo en Alemania alcanza su cota máxima en cincuenta años,7 y los franceses y holandeses rechazan por abrumadora mayoría la Constitución europea propuesta. Mientras tanto, se nos dice una y otra vez que China se va a convertir inexorablemente en la próxima superpotencia. La combinación de acciones económicas de riesgo y fracasos institucionales enfrenta a los ciudadanos estadounidenses con problemas personales potencialmente devastadores. Y se preguntan al respecto si el día de mañana percibirán las pensiones para las que han trabajado o si podrán tolerar los vertiginosos precios de la gasolina y la asistencia sanitaria. Les atormentan las pésimas escuelas. Les preocupa que el delito, las drogas y la moral-del-todo-vale acabe destruyendo la vida civil. ¿Cómo, quieren saber todos, afectará este aparente caos a nuestras carteras? ¿Acaso tendremos siquiera cartera? La moda del mes No solo los mortales corrientes encuentran difícil responder a estas preguntas, sino también los expertos. En las empresas, los consejeros delegados fusionan, desinvierten, se doblegan ante el mercado, buscan la competencia dura el primer mes, la sinergia al mes siguiente, la última moda en gestión un mes más tarde, sucediéndose cual pasajeros que se empujan mutuamente en la cola del torno en hora punta. Estudian las previsiones económicas más recientes, pero los propios economistas acaban atontados, como si vagaran en torno a un cementerio de ideas muertas. Para descifrar este nuevo mundo, hay que evitar toda la charlatanería de economistas de cabecera y expertos empresariales cuando predican acerca de los «fundamentos empresariales». Es necesario explorar por debajo de las obviedades obsoletas. Por eso, en estas páginas nos centraremos en los «fundamentos profundos» por explorar, de cuáles de los denominados fundamentos dependen en última instancia. Una vez hecho esto, el aparentemente loco mundo actual se ve diferente, menos loco, y de las sombras surgen muchas oportunidades anteriormente desapercibidas. Resulta que el caos solo es parte de la historia. Y el propio caos genera nuevas ideas. La economía del mañana, por ejemplo, mostrará oportunidades empresariales significativas en campos como la hiperagricultura, la neuroestimulación, la asistencia médica personalizada, los nanocéuticos,[2] nuevas y raras fuentes de energía, sistemas de pago clasificados, transporte inteligente, mercados instantáneos, nuevas formas de educación, armas no letales, fabricación de ordenadores portátiles, dinero programable, gestión del riesgo, sensores de privacidad que nos indiquen cuándo estamos siendo observados —de hecho, todo tipo de sensores—, más una abrumadora miríada de otros bienes, servicios y experiencias. No podemos saber con certeza cuándo serán o no rentables dichas oportunidades, o de qué forma convergerán. Pero la comprensión de los fundamentos profundos revelará la existencia, incluso ahora mismo, de nuevas necesidades y de industrias y sectores no identificados con anterioridad, una enorme «industria de la sincronización», por ejemplo, y una «industria de la soledad». Para predecir el futuro de la riqueza, también es necesario no solo examinar el trabajo que llevamos a cabo por dinero, sino el trabajo no remunerado que todos nosotros realizamos como prosumidores. (Se explicará más adelante, pero puede impresionar a la mayoría de la gente saber lo que podemos llegar a producir de no remunerado al cabo del día.) También echaremos un vistazo al «tercer trabajo» invisible que muchos de nosotros desarrollamos sin siquiera saberlo. Puesto que el presumo va camino de estallar, el futuro de la economía monetaria ya no puede ser comprendido, y mucho menos pronosticado, al margen de la economía que tiene al prosumidor por sujeto. De hecho, ambas son inseparables y, conjuntamente, forman un «sistema de riqueza». Y una vez entendido esto —y los canales mediante los que ambas se alimentan entre sí—, alcanzamos penetrantes percepciones sobre nuestras vidas privadas de hoy y de mañana. Restricciones laxas Los sistemas de riqueza nuevos no se presentan a menudo y no llegan solos. Cada uno trae consigo una nueva forma de vida, una civilización. No solo nuevas estructuras empresariales, sino nuevos formatos familiares, nuevos tipos de música y de arte, comidas nuevas, modas y paradigmas de belleza física, nuevos valores y nuevas actitudes hacia la religión y la libertad personal. Todo ello interactúa con el nuevo sistema de riqueza emergente y lo moldea. El Estados Unidos actual actúa como punta de lanza de esta nueva civilización, construida alrededor de un modo revolucionario de crear riqueza. Para bien y para mal, miles de millones de vidas en el mundo entero están siendo cambiadas por esta revolución, que hace emerger o decaer, con su impacto, a naciones y regiones enteras del planeta. En la actualidad, millones de personas de todo el mundo aman u odian a Estados Unidos. Algunos fanáticos querrían reducir Estados Unidos a cenizas, junto con quienes lo habitan. Las razones aducidas van desde su política en Oriente Próximo y su negativa a firmar distintos tratados internacionales hasta lo que consideran sus ambiciones imperiales. Pero aunque la paz reinase en Oriente Próximo, o si todos los terroristas del mundo se volviesen pacifistas, e incluso si las democracias florecieran como madreselvas, el resto del mundo seguiría contemplando a Estados Unidos, cuando menos, con inquietud. Esto se debe a que el nuevo sistema de riqueza que está desarrollando Estados Unidos amenaza por su propia naturaleza a viejos y enquistados intereses políticos y económicos en todo el mundo. Además, el auge del nuevo sistema de riqueza del país ha ido acompañado de controvertidos cambios en los papeles de las mujeres, las minorías étnicas y raciales, los gays y otros grupos. El hecho de que la cultura emergente en Estados Unidos promueva una mayor individualidad es percibido como una amenaza para la comunidad. Peor todavía, puesto que ha relajado algunas de las restricciones tradicionales en cuanto a sexo, moral, política, religión y estilo de vida, impuestas al individuo en épocas económicas anteriores, se considera que seduce peligrosamente a los jóvenes hacia el nihilismo, el libertinaje y la decadencia. En resumen, la combinación de la riqueza revolucionaria y los cambios sociales y culturales asociados a ella quizá tenga que ver más con el antiamericanismo global que la habitual letanía de razones citada por los medios de comunicación. Sin embargo, como veremos, el sistema de riqueza revolucionaria ya no es un monopolio de Estados Unidos. Hay otras naciones que compiten por alcanzarlo. Y no está claro durante cuánto tiempo conservará Estados Unidos su liderazgo. Guitarras y antihéroes Las raíces de la riqueza revolucionaria pueden encontrarse en 1956, año en que, por primera vez, los empleados y funcionarios superaron en número a los trabajadores en Estados Unidos." Este viraje radical en la composición de la fuerza de trabajo fue, probablemente, el punto de partida de la transición de una economía industrial, basada en la mano de obra, a otra basada en el conocimiento o el trabajo de la inteligencia. El sistema de riqueza basado en el conocimiento sigue denominándose «nueva economía» y, por comodidad, a veces lo seguiremos denominando de ese modo aquí, pero lo cierto es que los primeros ordenadores, todavía enormes y caros, estaban emigrando de las oficinas del gobierno al sector empresarial hacia mediados de la década de 1950.9 Ya en 1962, Fritz Machlup, economista de Princeton, mostraba que la producción de conocimiento en Estados Unidos en la mencionada década crecía más deprisa que el producto interior bruto."' Suele describirse la década de 1950 como una época mortalmente gris. Pero el 4 de octubre de 1957, la Unión Soviética lanzó el Sputnik, el primer satélite artificial en órbita alrededor de la Tierra, lo que desencadenó una gran carrera espacial con Estados Unidos, que aceleró radicalmente el desarrollo de la teoría de sistemas, las ciencias de la información y el software para programación y formación en tareas de gestión de proyectos. También centró su atención en las ciencias y las matemáticas en las escuelas de Estados Unidos. Todo ello empezó a dotar a la economía de nuevos conocimientos relacionados con la riqueza. También empezaron a cambiar la cultura y la política. Igual que hace siglos la revolución industrial trajo nuevas ideas, formas artísticas, valores y movimientos políticos de la mano de la nueva tecnología, lo mismo empezó a llevar a cabo la economía del conocimiento en Estados Unidos. En la década de 1950 tuvieron lugar la universalización de la televisión y la aparición de Elvis Presley, la guitarra eléctrica Fender Stratocaster y el rock and roll." Hollywood pasó de héroes y finales felices a hoscos antihéroes, representados por actores como James Dean y Mar- Ion Brando. Los escritores beatniks y sus seguidores hippies glorificaron el «hacer sus propias cosas», un ataque directo a la conformidad apreciada en las sociedades industriales de masas. La década de 1960 estuvo marcada por las protestas contra la guerra de Vietnam y el auge de los movimientos por los derechos civiles, los derechos de los homosexuales y la igualdad de las mujeres. Hacia 1966, la Organización Nacional a favor de las Mujeres (NOW)'2 señalaba que «la tecnología actual ha eliminado virtualmente el atributo de la fuerza muscular como criterio para desempeñar la mayoría de los empleos, a la vez que intensifica la necesidad de la industria de Estados Unidos de inteligencia creativa». La NOW exigía el derecho de las mujeres a participar en términos de igualdad en la «revolución creada por la automatización» v en la economía en general. Mientras que la televisión y la prensa mundiales se centraban en tan dramáticos acontecimientos, apenas se prestaba atención al trabajo de los científicos más prestigiosos, financiado por el Pentágono, sobre una nueva y oscura tecnología llamada ARPANET,"[3] predecesora de lo que habría de cambiar el mundo con el nombre de internet. Con estos antecedentes, la creencia común de que la «nueva» economía fue el producto de la burbuja financiera de la década de 1990, y de que pasará, es ridícula. Noticias para la risa tonta La historia registra innumerables ejemplos de «revoluciones» que reemplazaron a viejas tecnologías, e incluso gobiernos, sin que alterasen significativamente a la propia sociedad ni a la gente. En cambio, las verdaderas revoluciones reemplazan

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Foresight, «el establecimiento de nuestros períodos de tiempo libre se está haciendo luchar contra la idea de que hacerlo era afeminado.
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