Ya no se puede hablar, como hace unas décadas atrás, de “decadencia de Occidente” o de “crisis de nuestra civilización”; porque hoy la cultura occidental está en las catacumbas. Los grupos dominantes en los países que alguna vez pertenecieron a la Cristiandad o que recibieron su influjo vivificador son al presente abierta o encubiertamente antioccidentales. Occidente está en liquidación, y la masa de sus liquidadores se integra con la concurrencia de fuerzas ideológicas de distinto signo pero similar intención. La “cultura” economicista de la burguesía tecnocrática con su jerga mundialista y su soporte multinacional ocupa uno de los primeros planos en el desbastado escenario. A su lado florecen sectas irracionalistas que buscan develar los misterios del universo con las técnicas gnósticas del teosofismo oriental y la “cultura” periodística de la ciencia ficción. En el frente y golpeando brutalmente a sus puertas está la “cultura” soviética, monolíticamente organizada por los legítimos herederos de Gengis Khan. Y en el seno mismo de las instituciones occidentales que antes trasmitían y creaban su cultura aparece instalada la “Revolución Cultural”, negación global y sistemática de aquella tradición civilizadora. Estos son los signos de los tiempos que corren. Un tiempo indigente, catastrófico y perverso que como no tiene nada de real que ofertar en reemplazo de lo que ataca se complace en llenar la mente de las desviadas masas occidentales con utopías absurdas y con odios negadores. Es la Rebelión de la Nada.
-“Prólogo” en Díaz Araujo, Enrique: La Rebelión de la Nada, Buenos Aires, Cruz y Fierro Editores, págs. 9-10.