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La Racionalidad En Las Ciencias Sociales PDF

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Raymond Boudon L a ra c io n a lid a d EN LAS CIENCIAS SOCIALES Ediciones Nueva Visión Buenos Aires j Boudon, Raymond La racionalidad en las ciencias sociales - 1a ed. - Buenos Aires: Nueva Visión, 2010 144 p.; 20x13 cm. (Claves) ISBN 978-950-602-608-0 Traducción de Víctor Goldstein 1. Ciencias sociales I. Goldstein, Victor, trad I. Titulo. CDD 300 Título del original en francés: La rationalité © Presses Universitaires de France, 2009. Traducción de Víctor Goldstein ISBN 978-950-602-608-0 Cet ouvrage, publié dans le cadre du Programme d’Aide á la Publi­ caron Victoria Ocampo, bénéficie du soutien de Culturesfrance, opérateur du Ministére Franjáis des Affaires Etrangéres et Euro- péennes, du ministére Fran^ais de la Culture et de la Communica- tion et du Service de Coopéralion et d’Action Culturelle de l’Ambassade de France en Argentine. Esta obra, publicada en el marco del Programa de Ayuda a la Publicación Victoria Ocampo, cuenta con el apoyo de Culturesfran­ ce, operador del Ministerio Francés de Asuntos Extranjeros y Europeos, del MinisterioFrancés delaCulturay déla Comunicación y del Servicio de Cooperación y de Acción Cultural de la Embajada de Francia en Argentina. © 2010 por Ediciones Nueva Visión SAIC. Tueumán 3748, (1189) Buenos Aires, República Argentina. Queda hecho el depósito que marca la ley 11.723. Impreso en la Argentina /Printed in Argentina INTRODUCCIÓN La idea de que la razón es el rasgo distintivo del hombre es común a la filosofía griega y al cristia­ nismo. Aristóteles hace de la razón la facultad que permite que el ser humano acceda a representacio­ nes fundadas de lo real y lo guíe en su acción. El cristianismo asegura que la razón es lo propio de todos los hombres. Pretende que la razón domine las pasiones. La noción de racionalidad es mucho más tardía. Sólo en el .siglo xx se vuelve corriente. Hunde sus raíces en las tentativas que se desarrollan sobre todo a partir de los siglos xvn y xvm para estudiar la lógica del comportamiento humano en un espíritu científico. Estos esfuerzos están asociados sobre todo a los nombres de Pascal, de Laplace, de Condorcet o más tarde de Bentham. Esta ambición científica es indisociable de la noción de racionalidad. La declinación de la noción de razón en raciona-idad se impuso porque designa movimientos de pensamien­ to que se cristalizaron progresivamente al punto de constituirse en disciplinas autónomas: la teoría de la de­ cisión, la teoría de juegos, la ciencia económica y la psicología cognitiva. Estas disciplinas siguen siendo muy activas en nuestros días. La ciencia económica es una disciplina científica de punta a punta, la teoría de la decisión y la teoría de juegos son discipli­ nas transversales que interesan tanto a la ciencia política o a la sociología como a la economía, pero tienen una identidad innegable. Más reciente, la psicología cognitiva estudia en particular los des­ víos entre los comportamientos reales y aquellos que la racionalidad esperaría observar. Las ciencias humanas no pueden escapar a la explicación de los comportamientos individuales, incluso cuando, como la economía, la sociología, la ciencia política o la antropología, tratan acerca de fenómenos colectivos. Porque estos últimos siempre son el efecto de comportamientos individuales. Los individuos responsables de estos fenómenos tienen un pasado y se inscriben en un entorno social: no son átomos suspendidos en un vacío social. Las ciencias sociales deben tenerlo en cuenta. Pero no pueden ser consideradas sólidas a menos que la explicación que proponen de los comportamientos individuales res­ ponsables de un fenómeno colectivo obedezca a las reglas del pensamiento científico. Si no pueden rati­ ficar esta condición, no suficiente pero sí necesaria, no pueden tener la pretensión de que se les reconozca una categoría científica. Ahora bien, en ciertos casos la explicación de un comportamiento —para utilizar la distinción clásica de Aristóteles— puede apelar a causas eficientes, como cuando un individuo manifiesta tal comportamiento porque fue víctima de una lesión cerebral; en otros a causas finales, como cuando un individuo realiza tal acción con el objeto de obtener tal efecto. A. Schütz oponía dentro del mismo espíritu los Weil- y los Wozu- Molive: los motivos de tipo porque y los motivos de tipo °l objeto de. Las ciencias sociales —las de las ciencias humanas que tratan acerca de fenómenos colectivos— evocan por supuesto explicaciones del comportamiento apelando a causas eficientes distintas de las causas neurológicas. Pueden ser de carácter cultural, como cuando la creen­ cia de un individuo en el dogma de la Trinidad es explicada porque él interiorizó esa creencia bajo el efecto de la socialización; biológica, como cuando un comportamiento es interpretado como resultante de un proceso de adaptación al medio natural; o psicológica, como cuando un acto es presentado como el efecto del instinto de imitación que supuestamente dominaría al ser humano. De manera general, existen dos tipos fundamenta­ les de explicación del comportamiento: aquella, racio­ nal, que explica el comportamiento del individuo por su intención de satisfacer un deseo o alcanzar un objetivo. Y aquella otra, a-racional, que lo explica por fuerzas que más o menos escapan a su control. Aquí preferire­ mos el concepto de a-racionalidad al de irracionalidad, más familiar pero polisémico. Esta distinción plantea dos cuestiones a las ciencias sociales: la primera es saber si es recomendable preferir uno de estos dos tipos de explicación. La segunda remite a la definición de las nociones de racionalidad y de a-racionalidad. Un d esafío pedagógico, cien tífico y p olítico Lejos de ser meramente teóricas, estas cuestiones son de una importancia práctica decisiva. Una comisión oficialmente establecida por el gobierno francés en 2008 fue encargada de evaluar los manilales de ciencias económicas y sociales dis­ ponibles. En olios descubrió muchos rasgos que los alejaban de lo que normalmente se espera de obras de iniciación a disciplinas científicas. La Academia de Ciencias Morales y Políticas, por su lado, a comien­ zos del año 2008 constituyó un grupo de trabajo que recogió la opinión de expertos extranjeros sobre el mismo tema. El informe que resultó de esto fue presentado a la prensa, y desemboca en reservas semejantes (carta de la Academia de Ciencias Mora­ les y Políticas del 8 de julio de 2008, 10" año, n- 352). Señala que el análisis |de los problemas económicos y sociales tal como se presentó en los manuales destinados a las clases de ciencias económicas y sociales] demasiado a menudo se reduce a la expresión de una serie de opiniones. Todo esto corre el riesgo de inculcar en los alu rnnos la idea de que se pueden tratar esos problemas complejos a partir de análisis superficiales y de que, en este campo, discursos de calidad científica muy desigual pueden ser puestos en el mismo plano. Esto corre el riesgo de orientar al futuro ciudadano hacia un relativis­ mo generalizado. Este diagnóstico es revelador de las ineertiduw- bres que hoy caracterizan a las ciencias sociales. Indica que el etilos científico no está muy presente en el espíritu de numerosos redactores de manuales. ¿Se puede imaginar un manual de ciencia física que trate acerca de las teorías físicas como si fueran opiniones? Las deficiencias de los manuales no son el único síntoma de la fragilidad de las ciencias económicas y sociales. Sociólogos contemporáneos denuncian como una ilusión la ambición de los grandes sociólogos clásicos de hacer de su disciplina uná ciencia que obedezca a las mismas reglas que las otras. Erigien­ do como destino un estado de cosas sin duda proviso­ rio, otros quieren ver en las ciencias sociales una cultura definida de manera negativa: ni arte ni cien­ cia. Otros sostienen que las ciencias sociales se ca­ racterizarían por modos de razonamiento propios, que tienen poco que ver con aquellos de las otras ciencias. Algunos pretenden que el egoísmo, otros que el mimetismo, otros que la atención (caro), otros que el instinto sexual resuma al ser humano. Ahora bien, una razón mayor de la fluctuación que caracteriza a las ciencias sociales reside en el hecho de que ellas dan respuestas vacilantes a las dos cuestiones sobre el lugar que hay que dar a la expli­ cación racional del comportamiento humano y de la significación de la noción de racionalidad. A juzgar por las teorías que se impusieron como auténticas contribuciones al conocimiento, la explicación racional del comportamiento parece res­ ponder mejor a Jos criterios habituales de la cientifi- cidad. Pero la concepción dominante que asimila la racionalidad a la búsqueda por el individuo de me­ dios que le permitan satisfacer sus preferencias es insuficiente, como bien lo comprendieron Max Weber ayer o Amartya Sen en 1a actualidad . Sen (2005) subraya oportunamente que un comportamiento pue­ de ser racional sin apuntar a satisfacer las preferen­ cias del individuo, hasta ser racional por más que descanse en creencias falsas. Pero ¿no conduce esto a hacer de la noción de racionalidad algo que uno llena con sus propios contenidos? Las ciencias sociales produjeron innumerables explicaciones de fenómenos sociales que obedecen a los criterios de cientificidad en vigor en todas las ciencias. Los manuales actuales deben su fragilidad al hecho de que no distinguen entre los productos científicos de las ciencias sociales y aquellos que Tocqueville habría puesto a cuenta del espíritu lite­ rario, cuyos efectos nocivos sobre el análisis de los fenómenos políticos y sociales deplora amargamente en sus Souuenirs. Las ciencias económicas y sociales en adelante son una de las dimensiones esenciales de la cultura general moderna, en un tiempo en que ésta ya no puede descansar exclusivamente, como ocurría en­ tre los siglos xvn y xx, sobre los dos pilares de las humanidades y de las ciencias de la naturaleza. Es crucial que el ciudadano de mañana sea capaz de descubrir las consecuencias plausibles de una deci­ sión económica o política. Que sepa interpretar los resultados de una elección o de una encuesta. Que pueda explicar por qué la regla de la mayoría es considerada legítima. O incluso que comprenda las razones de ser de las creencias religiosas. Sobre todos estos temas y muchos otros las cien­ cias sociales produjeron teorías sólidas. Es impor­ tante que el ciudadano joven las conozca. Ellas tienen la vocación de construir el tercer pilar de la cultura general. Ahora bien, no es posible estar preparado para que sean verdaderamente sólidas si no son clarificadas las cuestiones fundamentales que suscitan, entre ellas la de la racionalidad del comportamiento hu­ mano. Tanto más importante es prestarles atención cuanto que las turbulencias del mundo modérno incitan a los especialistas de estas disciplinas a interesarse prioritariamente en los temas indefini­ damente renovados que dicta el hervidero de la ac­ tualidad y como consecuencia a abandonar las cues­ tiones teóricas fundamentales, como la de la raciona­ lidad. Como tendremos ocasión de recordarlo, el sombrío siglo xx había revelado sin embargo que ella reviste una importancia no sólo teórica sino política decisiva.1 1 Agradezco a Renaud Fillieule y a Jean-Paul Grcmy por sus valiosas observaciones sobre un estado anterior de este libro. Capítulo I RAZÓN Y RACIONALIDAD La noción de racionalidad es una declinación de la noción filosófica de razón. ¿Cuáles son los orígenes y las particularidades do esta declinación? No es cuestión de tratar aquí acerca de la historia compleja de la noción de razón en el contexto de la filosofía y de la teología. Digamos tan sólo que emerge muy pronto de la observación de que los hombres son capaces de argumentación y de cálculo (en latín: ratio). La filosofía más antigua se demora en el conflicto entre la razón y las pasiones. Los estoicos oponen el sabio, que obedece sobre todo a su razón, al no sabio, que resiste mal a sus pasiones. El cristianismo ve a los hombres como todos dotados de razón, por estar moldeados a imagen de Dios. Insiste en que se domestiquen las fuerzas que se oponen a su ejercicio. Los autores modernos retomaron esos temas eternos. La debilidad de la voluntad es un tema favorito de las ciencias sociales. Hayek(2007 [1973-1979]) señaló sus límites y recalcó que a la voluntad le cuesta trabajo escaparen forma duradera a las exigencias de la razón: “Del mismo modo que no podemos creer en lo que queremos, o estimar verdadero lo que nos place, tampoco podemos considerar como justo lo que nos conviene denominar de tal modo. Aunque nuestro deseo de que

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