La poLítIca dE Las aRmas Conflicto armado y política en tiempos de insurrección Revolutionary War and Counter-revolutionary Response. Armed Conflict and Politics in Times of Insurrection. pedro RIVas NIEto1 Universidad Pontificia de Salamanca,España [email protected] maría RodRíGUEZ FERNÁNdEZ2 Universidad de Oviedo,España [email protected] Vol. VIII Nº 13, 2010, 31-50 Fecha de recepción: 11 de julio de 2009 Fecha de aceptación: 5 de noviembre de 2010 Versión final: 14 de diciembre de 2010 1 pedro Rivas Nieto es doctor en ciencias de la Información y magíster en Relaciones Internacionales. Es profesor de Relaciones Internacionales en la Universidad pontificia de salamanca, España. Ha realizado es- tancias de investigación en universidades de Europa, américa, África y oriente próximo estudiando confron- taciones diversas y dictando cursos y conferencias sobre conflictos armados, terrorismo y violencia política. Es autor de publicaciones científicas nacionales e internacionales sobre estos asuntos y autor y editor, en so- litario y de autoría compartida, de varios libros, entre los cuales están Doctrina de Seguridad Nacional y regíme- nes militares de Iberoamérica (Editorial club Universitario, alicante), Orden internacional y conflictos (Biblioteca Nueva, madrid), Oriente Próximo y nuevo terrorismo (Fragua, madrid) e Historia y naturaleza del periodismo de viajes desde el Antiguo Egipto hasta la actualidad (miraguano, madrid). Es también colaborador en la prensa española en asuntos de política internacional. 2 Licenciada en Humanidades por la Universidad de salamanca y en periodismo por la Universidad pontificia de salamanca, España. Es magíster en comunicación y ciencia política por la school of political management de la George Washington University y por la Universidad de Navarra. Ejerció como periodista, fue jefa del Área de cultura de La Gaceta, y asesora de comunicación política y corporativa en Burson- masteller en madrid. actualmente, es candidata a doctora en ciencias sociales por la Universidad de oviedo y profesora de Historia contemporánea. Revista Enfoques • Vol. VIII • Nº13 • 2010 • pp. 31-50 RIVas NIEto/RodRíGUEZ FERNÁNdEZ 32 La poLítIca dE Las aRmas.coNFLIcto aRmado y poLítIca EN tIEmpos dE INsURREccIóN REsUmEN: Este texto estudia tanto el concepto de guerra revolucionaria en el pensamiento de sus ideólogos fundamentales –mao, Giap, Ho chi minh, Guevara– como la aplicación práctica que tuvo lugar después de su diseño teórico. al mismo tiempo, analiza la respuesta que los Estados dieron a la revo- lución para crear una doctrina contrarrevolucionaria –ensayada en la guerra de argelia y en Indochina, de origen francés– y que dio lugar a una fórmula que pretendía parar el avance de la revolución en los tiempos de la Guerra Fría. ambas ideas han estado ideologizadas desde los comienzos debido a la carga emotiva que tenían. En este artículo se intenta despojar a ambas de su leyenda y entenderlas estrictamente desde el punto de vista académico. Palabras clave: revolución, guerra, contrarrevolución, Estado, régimen po- lítico. aBstRact: this text studies the concept of revolutionary war in the thought of his main ideologists –mao, Giap, Ho chi minh, Guevara– and its real application. at the same time it is analyzed the answer that states gave to revolution: a counter-revolutionary doctrine –which was born in France and was tested in the war of algeria and Indochina– which tried stopping the revolutionary strength in the cold War. Both ideas –revolutionary war and counterrevolutionary response– were plenty of emotion and, in this paper, it is tried to understand them strictly from academic point of view. Key words: revolution, war, counterrevolution, state, political regime. Introducción “Revolución” y “guerra” son dos conceptos usados con frecuencia, especialmente para hablar de ciertos períodos del siglo XX. parece que la historia contemporánea –especialmente en lugares como Iberoamérica o asia, tan remotos uno del otro en el espacio y en las costumbres– estuviera marcada por la lucha organizada y recurrente –la guerra– y por la vocación levantisca y transgresora del orden establecido –la revolución. Estudiosos de disciplinas diversas se han sentido atraídos por este período reciente, lleno de acontecimientos que cambiaron la faz del mundo. La revolución cubana, el surgimiento de los Jemeres Rojos en camboya, la aparición de las Juntas militares en la argentina o la victoria electoral de allende en chile no sólo transformaron esas naciones, sino que fueron hechos de los que fue difícil sustraerse emocionalmente. parte de quienes los analizaron, con frecuencia respaldaron o denostaron a grupos, ideologías o sistemas políticos con una firmeza que iba más allá de la reflexión académica. Esto ocurrió con la idea de revolución y de guerra revolucionaria. por eso, pasados varios decenios desde su aparición, conviene estudiar esta última con el fin de intentar desmontar algunas ideas preconcebidas existentes sobre ella y que dificultan su cabal comprensión. El contexto en que germinaron las nociones de guerra revolucionaria y guerra contrarrevolucionaria es de sobra conocido por los estudiosos de la política, así que quizá no convenga abundar en él al escribir para un público especializado. Lo útil es, probablemente, estudiar la naturaleza compleja de las nociones mencionadas. Revista Enfoques • Vol. VIII • Nº 13 • 2010 • pp. 31-50 RIVas NIEto/RodRíGUEZ FERNÁNdEZ La poLítIca dE Las aRmas. coNFLIcto aRmado y poLítIca EN tIEmpos dE INsURREccIóN 33 El surgimiento, marcado por la Guerra Fría y el enfrentamiento de bloques, el triunfo del socialismo en diversos países de asia y américa, y la pugna entre ca- pitalismo y marxismo pareció sobrevenir en tiempos apocalípticos. tras el éxi- to de castro en cuba se extendió el temor a una revolución de izquierda en el continente americano. El comandante decía que el caribe era de los cubanos y su triunfo había asustado a mucha gente dentro y fuera de la isla. La popularidad internacional de los rebeldes era inmensa y estos pensaban en 1959, recién logra- da la victoria, que aunque no pudiera exportarse todavía un modelo de régimen político revolucionario, sí podía traspasarse un modelo de revolución (meneses, 1995: 107) ante esta situación hubo quienes se obsesionaron con enfrentar la guerra revolucionaria, cuya amenaza parecía cernirse sobre el mundo libre. En los Estados Unidos, cabeza del bloque occidental, preocupó sobremanera su posible extensión y, en consecuencia, se enseñó a combatir contra ella. En 1961 y 1962 el concepto se extendió por Iberoamérica, cuando comenzaron las escuelas militares de la zona del canal de panamá destinados a preparar a los oficiales y soldados. y, sin embargo, el estudio primigenio venía de Europa, de la Francia que había combatido en argelia e Indochina en guerras de liberación nacional que, al mismo tiempo, tenían carácter revolucionario. El concepto de lucha contra la guerra revolucionaria fue resultado de las re- flexiones de los estudiosos dedicados a desentrañar los escritos de mao-tse-tung, Ho-chi-minh, Vo Nguyen Giap o Ernesto Guevara quienes, como sucedía con los revolucionarios de la época, fueron a la vez teóricos de la guerra y caudillos de las tropas insurgentes. El análisis de sus obras permitió interpretar la estrategia y, junto con un somero repaso de la historia de los países en que habían aplicado sus teorías, –china, cuba o Vietnam– se intentaba entender mejor el contexto en que habían nacido. En suma, todo un maremágnum de ideas se agolpaba tras la guerra revolucionaria y la lucha antirrevolucionaria. En este artículo se intentará explicar qué era la guerra revolucionaria, cómo nació y cómo se combatió. aquella quería destruir el sistema capitalista-colonial, que para los revolucionarios era la verdadera cara de occidente, y la lucha con- trarrevolucionaria quería mantener libre de marxismo el mundo y, en su defecto, de cualquier clase de izquierdismo. Los años que marcaron el nacimiento del mito del guerrillero también sellaron el fin de las victorias legendarias atribuidas a la guerra revolucionaria. La política de las armas. Los revolucionarios y la guerra revolucionaria Mao-Tse-Tung mao fue, casi sin duda, el más importante de los revolucionarios de la segunda mitad del siglo XX. Él, junto con sus partidarios en Vietnam después, realizó uno de los dos más notables intentos del siglo pasado de remilitarizar la sociedad desde la base intentando aplicar la idea marxista de construir ejércitos populares para Revista Enfoques • Vol. VIII • Nº13 • 2010 • pp. 31-50 RIVas NIEto/RodRíGUEZ FERNÁNdEZ 34 La poLítIca dE Las aRmas.coNFLIcto aRmado y poLítIca EN tIEmpos dE INsURREccIóN adelantar la revolución (Keegan, 1995: 76). La teoría de la guerra prolongada fue su principal aportación a la teoría militar –fue su ideólogo– y, tras su éxito frente a chiang Kai chek, la adoptaron los vietnamitas contra los franceses y luego contra EUa. mao pensaba que se podía ganar a un enemigo más poderoso si se aplazaba una decisión hasta que el cansancio y el agotamiento lo privaran de cualquier posibilidad de victoria. No tenía prisa, pues se sabía heredero de una tradición de autonomía ininterrumpida que había durado tres mil años. su pensamiento puede sintetizarse en un puñado de ideas que marcaron al resto de los revolucionarios de la época –y al concepto de guerra revolucionaria– y que dicen, grosso modo, que la lucha no debía ser sólo armada, sino también política; que tenía que extenderse del campo a la ciudad; que no cabía preocuparse por el tiempo –de ahí el concepto de guerra prolongada–; que había que recurrir a la guerra de guerrillas; y que era indispensable emplear el ejército como un instrumento de educación política y de gestión administrativa. La Larga marcha de mao de 1934, en que sólo sobrevivió el 10% de los ex- pedicionarios, tuvo más repercusión que cualquier hazaña bélica posterior, porque sirvió para extender la revolución y mitificarla, y además para adoctrinar y formar células de combatientes. No es baladí este asunto, pues para mao las gestas tenían un significado parecido a las batallas triunfales. Esta era una idea clave que permite entender no sólo su pensamiento, sino el sentido de la guerra revolucionaria. mao pensaba que la política tenía más fuerza que la técnica. durante la guerra contra el Japón, creyó que la clave para la victoria residía en emplear tropas adiestradas junto con unidades guerrilleras de campesinos y convertir la guerra de resisten- cia en guerra de resistencia general de toda la nación. Gracias a los esfuerzos del pueblo y del partido era posible lograrlo (mao, 1976: 152-153). además, para él la guerra revolucionaria debía completarla la intervención del ejército popular en la última fase. distinguía varias etapas sucesivas en la lucha: subversión, insurrección, gue- rrilla y formación de una tropa regular. creía que las guerras eran la expresión de los regímenes de los Estados que se enfrentaban. La guerra revolucionaria, como el marxismo, llevaría al final a un tiempo de paz. como consecuencia de la aparición de las clases la vida humana había estado repleta de guerras; con la eliminación de aquellas, desaparecerían estas. Había que hacer guerras contra las guerras injustas, que llevarían al mundo a una paz perdurable (mao, 1976: 75- 78), y la base de la victoria eran el ejército y el pueblo. “El más rico manantial de fuerza para sostener la guerra –decía mao (1976: 146)– está en las masas po- pulares”. creía posible levantar la mayor cantidad de masas en el menor tiempo posible de la siguiente manera: dividiendo las fuerzas para levantar las masas y concentrando las fuerzas para enfrentarse al enemigo (spence, 1990: 395). sin la movilización conjunta y completa de pueblo y ejército en un único frente nacional el éxito era imposible. y la forma de lograr la victoria era mediante una guerra de aniquilamiento en que lo principal fuera el ataque y, en menor importancia, la defensa. “El ataque se realiza con el objetivo inmediato de aniquilar las fuerzas del enemigo, pero al mismo tiempo para conservar las fuerzas propias, porque si Revista Enfoques • Vol. VIII • Nº 13 • 2010 • pp. 31-50 RIVas NIEto/RodRíGUEZ FERNÁNdEZ La poLítIca dE Las aRmas. coNFLIcto aRmado y poLítIca EN tIEmpos dE INsURREccIóN 35 uno no aniquila al enemigo, será aniquilado. [...] El ataque como medio principal para destruir las fuerzas enemigas es lo primordial [...] La guerra es política con derramamiento de sangre y exige un precio, a veces sumamente elevado” (mao, 1976: 91-92). mao-tse-tung pensaba que si se destruían las fuerzas armadas del enemigo era posible ocupar un territorio; pero la ocupación territorial no aseguraba ni la destrucción de su capacidad militar ni la capitulación. su idea de formar un ejér- cito regular con irregulares que llevara a la victoria fue esencial en el concepto de guerra revolucionaria. Es más, la revolución, paso previo a la guerra revolucio- naria, adquiría una naturaleza prolongada y cruel porque debía enfrentarse con poderosos enemigos. Los revolucionarios debían templarse para llegar a ser com- batientes tenaces. debido a ese tipo de enemigos la revolución no podía hacerse por medios pacíficos, sino armados. como, según mao, se había privado al pueblo de libertades y derechos políticos, los enemigos habían eliminado la posibilidad de recurrir a acciones políticas pacíficas.3 “Es un error menospreciar la lucha armada, la guerra revolucionaria, la guerra de guerrillas y la labor en el ejército” (1974: 41), decía. La lucha para lograr la victoria final sería larga y penosa, basada sobre todo en el control de las zonas rurales –donde debían crearse bases de apoyo re- volucionarias–, y tenía que ser de guerrillas y dirigida por el partido comunista de china. para el triunfo debía coordinarse con otras formas de lucha, pues el fin último era tomar las ciudades controladas por el enemigo, y para eso había que aniquilar sus fuerzas armadas en el campo de batalla y descomponerlas interna- mente mediante la propaganda (mao, 1974: 39-45). toda guerra revolucionaria era necesariamente de aniquilamiento, en que la desaparición de una parte era necesaria para la supervivencia de la otra. mao pensaba que la guerra de guerrillas y su influencia podían extenderse en breve tiempo por el mundo (1963: 94). Junto a esto estaba convencido de que las tropas de las guerrillas debían tener una clara idea del objetivo político de la lucha y de la organización política que se emplearía para alcanzarlo. El adoctrinamiento ideológico era esencial tanto para el combatiente como para los habitantes de las zonas donde estaban las guerrillas. además, como las unidades guerrilleras eran una forma inferior de organización armada y sus operaciones eran de suyo disper- sas, el mando no podía estar tan centralizado como en una guerra regular. si así fuera se perdería movilidad y, por ende, uno de los puntos fuertes de la guerra de guerrillas. Necesitaban un mando centralizado en lo estratégico y des- centralizado en las campañas y en los combates (mao, 1972: 198-199). a partir de estas ideas se deduce que las guerrillas eran posiblemente nacionalistas en un co- mienzo y revolucionarias por propia naturaleza; podían ser dirigidas y organizadas por los comunistas locales al principio; las alentaría el comunismo internacional en fases posteriores y, cuando las circunstancias fueran propicias, recibirían de él asesoramiento experto y ayuda material y moral. Es más, para mao el comunismo 3 stalin había dicho que una de las singularidades de china es que allá la revolución armada luchaba contra la contrarrevolución armada. Esto era una ventaja para el triunfo de la primera. Revista Enfoques • Vol. VIII • Nº13 • 2010 • pp. 31-50 RIVas NIEto/RodRíGUEZ FERNÁNdEZ 36 La poLítIca dE Las aRmas.coNFLIcto aRmado y poLítIca EN tIEmpos dE INsURREccIóN debía orientar, dirigir y organizar sin excepción. La guerra de guerrillas no era, por tanto, una forma de guerra independiente, sino un paso de la guerra total, un aspecto de la guerra revolucionaria y resultado inevitable del choque entre opresor y oprimido. precisamente porque los guerrilleros estaban militarmente entrenados y políticamente alerta e instruidos, eran combatientes eficaces y peli- grosos. de esto algunos expertos en lucha contraguerrillera concluían, sin voca- ción ideologizadora, sino sólo técnica, que las medidas militares no eran suficien- tes para enfrentarse a ellos (Griffith, en mao, 1963: 56).4 Esta última idea es aún más cierta si se tiene en cuenta que mao no separaba la acción militar y la política e insistía en que el poder debía tomarse mediante una completa victoria militar. parecía sintetizar en doctrina revolucionaria el pensamiento de Von clausewitz. Es más, para mao los ejércitos eran agentes de transformación social y el jefe revolucionario podía someter a voluntad los acontecimientos y, al final de la gue- rra, lograr la paz eterna. Esta idea justifica a aron (1993: 103) cuando afirma que “marx, Lenin, mao quisieron reconciliar a maquiavelo o a clausewitz con Hegel. La reconciliación post eventum del acontecimiento con el destino de la Razón jus- tifica la misma reconciliación postulada con antelación por los revolucionarios”. Ho-Chi-Minh Ho-chi-minh también era un revolucionario marxista. tal y como había hecho mao intentó remilitarizar la sociedad desde la base. sin embargo, los ocho manda- mientos del Gobierno de la República democrática de Vietnam, escritos cuando las tropas del Ejército popular entraron en la región nordeste del país en 1952, dejan dudas sobre su carácter revolucionario, quizá porque fueron ideados y escri- tos antes de vencer a los franceses. según esas prescripciones había que proteger la vida y los bienes de la población; debían preservarse sus actividades y empleos; confiscar los bienes de los colonialistas franceses y de los traidores;proteger los templos, pagodas, iglesias, escuelas, hospitales y otros centros sociales y cultura- les; recompensar a los hombres de mérito y castigar a los culpables; mantener la seguridad y el orden público; reorganizar la sociedad y a los campesinos; proteger la vida y los bienes de los extranjeros (Ho-chi-minh, 1968: 319-322). La mode- ración de estas propuestas contrastaba con la lógica del marxismo indochino que, heredero del maoísmo, era profundamente revolucionario. poco tiempo después, a mediados de los años cincuenta, Ho-chi-minh ha- blaba de la necesidad de acometer la tarea sagrada de asegurar la paz en Indochina y lograr la reunificación de Vietnam, la independencia, la democracia y la victoria del socialismo (1968: 362). El pueblo entero debía acometer esa tarea pues, debi- damente organizado en frentes diversos y solapados entre sí –militar, político, so- cial, cultural...– se mostraba invencible. La tradicional estrategia china de evasión y demora, fortalecida con las ideas marxistas de que al final era inevitable el triun- fo revolucionario, clásica idea de mao, se trasladó a Indochina, donde el terreno 4 samuel L. Griffith era brigadier general del cuerpo de marines de los Estados Unidos. Revista Enfoques • Vol. VIII • Nº 13 • 2010 • pp. 31-50 RIVas NIEto/RodRíGUEZ FERNÁNdEZ La poLítIca dE Las aRmas. coNFLIcto aRmado y poLítIca EN tIEmpos dE INsURREccIóN 37 favorecía las operaciones basadas en la sorpresa, la retirada rápida y las ofensivas ocasionales y concretas. La lucha vietnamita, cuya estrategia intentaba lograr los objetivos revolucionarios con fines inicialmente muy limitados favorecidos por el empleo del terror y la propaganda –es decir, lo propio de la guerra revoluciona- ria– tuvo este cariz. Esto permitió parte de su éxito. además, Ho-chi-minh se inspiró, como mao, en principios previos al con- cepto de guerra revolucionaria emanados de las teorías de la clásica obra de sun tzu, El arte de la guerra, todos ellos profundamente anticlausewitzianos, como evi- tar la batalla si no había garantía de vencer, usar medios psicológicos para asustar al enemigo, evitar riesgos o emplear tiempo –más que potencia– para desgastar al enemigo (Keegan, 1995: 251). Estas ideas, que venían de un corpus conceptual anterior a sun tzu, permitieron que china uniese teoría política y militar en un todo indivisible (chen ya tien, 1992: 20-30) y tuvieron un efecto semejante en Vietnam. Ho-chi-minh –decía Kissinger (1996: 727)–, como buen practicante de la Realpolitik, no iba a conceder en la mesa de negociaciones lo que esperaba conquistar con sangre y fuego en el campo de batalla. Nguyen Von Giap de un ideario semejante bebía el general Nguyen Von Giap. Había formado partede las tropas de mao-tse-tung en china en la guerra contra los japoneses. aprendió así la estrategia guerrillera de mao y, al regresar a Indochina, fue el hombre de confianza de Ho-chi-minh, quien lo nombró jefe del Vietminh. creía que el pueblo vietnamita se había levantado en armas como un solo hombre para defender la patria en respuesta a la llamada del partido y del Gobierno encabezado por Ho-chi-minh. así había comenzado una guerra sagrada donde se aplicaron los principios del marxismo-leninismo en las condiciones concretas de una guerra de liberación en un país colonial. Hay que tener en cuenta, como dice Bouthoul, que este tipo de guerras se caracterizaban por la diferencia de civilización mani- festada, generalmente, por la diversidad de armamento y de organización militar. y no sólo por esto, sino porque uno de los beligerantes poseía una superioridad tal que las hostilidades no eran para él más que una expedición de escaso riesgo (Bouthoul, 1970a: 448-450).5 pues bien, para Giap los imperativos de la guerra popular de Vietnam exi- gían la adopción de estrategias y de tácticas adecuadas a las características del enemigo y a las propias capacidades, a saber: estrategia y táctica de guerra revo- lucionaria del pueblo en países coloniales económicamente atrasados (Von Giap, 1966: 48). para que fuera eficaz, el ejército del pueblo también debía tener sus comisarios políticos (1966: 57) y los jefes asumían responsabilidades bajo la di- rección del partido comunista. “El trabajo político es el alma del ejército”, decía 5 La primera expedición colonial en el sentido moderno del término fue la conquista española de américa. Revista Enfoques • Vol. VIII • Nº13 • 2010 • pp. 31-50 RIVas NIEto/RodRíGUEZ FERNÁNdEZ 38 La poLítIca dE Las aRmas.coNFLIcto aRmado y poLítIca EN tIEmpos dE INsURREccIóN Giap (1966: 58). En Vietnam se siguió la idea de Lenin: una clase oprimida que no aprende a manejar las armas cuando las posee no merece más que ser tratada como esclava (Lenin: 88). de ahí se desprendía la idea de que el ejército popular era un imperativo que, en el caso vietnamita –y según sus hacedores–, nació con el movimiento revolucionario de la nación entera, especialmente de las masas campesinas y obreras. para lograr el éxito se debía reforzar la unidad y la cohesión entre el ejército y el pueblo porque ambos tenían un mismo corazón. “El pueblo es al ejército lo mismo que el agua al pez”, decía Giap (1966: 127) recordando la conocida idea maoísta. La esencia de su pensamiento era una adaptación del pen- samiento de mao a las peculiaridades nacionales de Vietnam. No debe olvidarse que en el ideario maoísta, pese al acendrado marxismo, el nacionalismo era doc- trina esencial. y las concepciones maoístas las aprendieron los oficiales franceses que lucharon en Indochina, donde descubrieron la guerra revolucionaria e inten- taron encontrar un método para acabar con ella. Giap, no obstante, fue uno de los más competentes generales del siglo XX y un maestro de la guerra irregular, que combatió mezclando tácticas guerrilleras y convencionales contra los franceses y obtuvo renombrados éxitos. conquistó la fortaleza de dien Bien phu en 1954, que sentenció la suerte de la guerra. Esto es más importante de lo que parece a simple vista, pues constituye ejemplo de una excepción: el empleo del enfrenta- miento directo en una guerra revolucionaria. Los militares franceses intentaron aplicar los principios de clausewitz en dien Bien phu, donde esperaban acabar con los revolucionarios en la batalla decisiva. su fracaso lo explica magistralmente aron (1993: 219) al decir que “… los chinos de mao-tse-tung, los vietnamitas de Ho-chi-minh consiguieron victorias por aniquilamiento al término de conflictos prolongados. El aniquilamiento [...] a título conceptual, pertenece al universo clausewitziano. La insurrección nacional soñada frente a los franceses, la destruc- ción del Gran Ejército en Rusia, prefiguraban la decisión radical en una guerra revolucionaria o de liberación nacional, mediante la retirada hacia el interior del país, el armamento del pueblo y la utilización defensiva del tiempo, del espacio y de las fuerzas morales”. Ernesto Guevara El “che” Guevara pensaba que las condiciones sociales de Latinoamérica, donde la economía agrícola prevalecía y las desigualdades impuestas por el régimen de lati- fundios y por las grandes compañías estadounidenses eran crecientes, se parecían a las de china. El “che” era un marxista convencido que pensaba que la salvación de Iberoamérica llegaría gracias a un comunismo “a la china”, apoyado en el cam- pesinado más que en los obreros industriales. Lo cierto es que Guevara se marchó de cuba por la implantación del comunismo soviético en la isla6 y quiso dedicarse 6 La urss y china tuvieron roces que repercutieron en cuba por la creciente tendencia pro soviética de los gobernantes cubanos. Fidel dijo, refiriéndose a mao, tras la anulación de un suministro de arroz a la perla de las antillas: “¡No sólo existen los tigres de papel, sino los revolucionarios de lo mismo!”. después de esto el che Guevara decidió dejar sus cargos en el gobierno cubano y marcharse. Revista Enfoques • Vol. VIII • Nº 13 • 2010 • pp. 31-50 RIVas NIEto/RodRíGUEZ FERNÁNdEZ La poLítIca dE Las aRmas. coNFLIcto aRmado y poLítIca EN tIEmpos dE INsURREccIóN 39 a hacer la revolución en otras tierras. Renunció incluso a la nacionalidad cubana para no comprometer a la isla cuando se involucrara en otras guerras de liberación nacional en américa. Quiso hacer de los andes la sierra maestra de américa Latina emociona- do por la capacidad de la guerrilla tras el éxito de cuba. “‘che’ Guevara –decía meneses (1995: 71)– era el nuevo Robinson crusoe que construía de todo a par- tir de la nada”. decía que la vanguardia del pueblo había empleado la guerra de guerrillas contra enemigos de mayor potencial bélico. por eso construyó la teoría del “foco” –su principal aportación a la guerra revolucionaria– para extender la revolución por todo el continente. El foco era un grupo reducido de guerrilleros asentado en una zona rural y que extendía la revolución. daba vuelta la teoría de mao y la soviética revolucionaria, que sostenían que para la acción armada era previamente necesaria la madurez política de la situación y del pueblo, ya que no podía haber triunfo armado sin un clima político adecuado. El ‘che’ decía lo con- trario, creía que la acción guerrillera podía hacer que madurase la revolución. con el “foco” se adelantaba la acción armada, pues se extendía el campo de actuación, se posibilitaba la aparición de nuevos focos y la fórmula se repetía hasta la victoria final. aun así, para que la guerrilla pudiera sobrevivir –decía el che (1995: 8)– era necesaria movilidad constante, vigilancia constante y desconfianza constante, es decir, la conciencia de la dificultad de la empresa y de que a la victoria sólo podría llegarse mediante el control absoluto de la situación. El ‘che’ estaba convencido de que en la lucha guerrillera revolucionaria el mando militar y político debía es- tar, a ser posible, unificado, y la guerrilla debía dirigirse desde la guerrilla misma, y no en oficinas burocráticas. La disciplina era fundamental. El mismo castro (en Guevara, 1985: 24) afirmaba con tono hagiográfico que “… el proceso de for- mación de la guerrilla es un incesante llamado a la conciencia y al honor de cada hombre. [...] ‘che’ basaba la disciplina en la conciencia moral del guerrillero y en la fuerza tremenda de su propio ejemplo”. Guevara decía que la guerra de guerrillas –entendida como guerra del pue- blo– era una lucha de masas y no admitía el antagonismo que a veces se establecía entre lucha de masas y guerra de guerrillas, entendidas estas como núcleos esco- gidos de combatientes armados. para él esa idea estaba errada, “… tanto si se la considera desde el punto de vista de los seguidores dogmáticos de una estrategia general basada en el predominio de la clase obrera, como si se la considera, por parte de algunos guerrilleros, como un simple instrumento de lucha de los grupos más decididos para quitar el poder a los explotadores” (1999: 272). La principal función de la guerra de guerrillas era la educación de las masas en sus perspectivas de triunfo “mostrándoles, al mismo tiempo, la posibilidad de un nuevo futuro y la necesidad de efectuar cambios para lograr ese futuro en el proceso de la lucha armada de todo el pueblo” (1999: 272). En su opinión era inevitable e irreversible el comienzo de la guerra prolongada para liberar a los pueblos del yugo de la explotación. Es decir, aplicaba la parte de maoísmo de su cosmovisión. Revista Enfoques • Vol. VIII • Nº13 • 2010 • pp. 31-50 RIVas NIEto/RodRíGUEZ FERNÁNdEZ 40 La poLítIca dE Las aRmas.coNFLIcto aRmado y poLítIca EN tIEmpos dE INsURREccIóN creía que en la lucha contra el imperialismo mundial había que atacar a los EUa, que al fin y al cabo eran cabeza y padre de aquel. y esforzarse en hacer la revolución en África porque ese continente era la reserva del imperialismo yan- qui. Guevara estaba convencido de que cuando estallara la guerra del pueblo en Iberoamérica y el continente pudiera liberarse de los Estados Unidos, estos no podrían seguir aprovechando las riquezas naturales y los mercados en los cuales residía su fuerza. por eso saltarían a África y trasladarían allá sus inversiones para sobrevivir cómodamente si el continente permitía el desarrollo del neocolonialis- mo. África estaba apenas explotada por el imperialismo. En una lucha mundial –la revolución– había que impedir que el imperialismo arraigara en África. En 1965 dijo en argelia que debería constituirse un frente común de lucha contra el colo- nialismo, el neocolonialismo y el imperialismo. Guevara insistía, con pura lógica marxista, en palabras escritas en enero de 1966, que “… cada pueblo debe impul- sar al máximo su lucha por la liberación auténtica, como parte de su obligación dentro de la gran lucha de los pueblos del mundo, y es nuestra obligación apoyar consecuentemente a los movimientos que ofrezcan esperanzas de una real y seria movilización hacia la victoria” (1999: 274). Los revolucionarios puros que podían hacer esto debían ser hombres con cualidades de dirección de masas y, al mismo tiempo, seriedad revolucionaria. sin ambas, el fracaso sería absoluto. pero él fracasó, y lo hizo porque apenas siguió las reglas que escribió en sus estudios sobre la guerra de guerrillas y sobre la guerra revolucionaria. Guevara había sacado tres enseñanzas de la experiencia en cuba que no eran acertadas y que le valieron la muerte por aplicarlas en Bolivia, a saber: las fuerzas populares podían vencer a los ejércitos regulares; era el campo el lugar de la lucha armada, habida cuenta de la existencia de numerosas masas campesinas; y no era necesario esperar a que la revolución madurase para combatir, pues el foco insurreccional podía crear las condiciones para la revolución (1995: 31). Los dos primeros son ciertos a medias y el tercero casi siempre es falso (aron, 1993: 186). No en vano la experiencia demuestra que la revolución frecuentemente ma- dura en las ciudades y estos principios del ‘che’, pese a su admiración por el marxismo chino, eran contrarios a los de mao y Lenin. Es más, la guerrilla fracasó en casi toda américa porque no consiguió vencer a los ejércitos regulares ni mo- vilizar a todo el pueblo. Esto no pareció preocupar demasiado a Guevara porque, según sus palabras (1995: 54), “… no importa, para el resultado final, que uno u otro movimiento [guerrillero] sea transitoriamente derrotado. Lo definitivo es la decisión de lucha que madura día a día; la conciencia de la necesidad del cambio revolucionario, la certeza de su posibilidad. Es una predicción. La hacemos con el convencimiento de que la historia nos dará la razón”. Las ideas de todos estos hombres –mao-tse-tung, Ho-chi-minh, Nguyen Von Giap y Ernesto Guevara– permiten entender, casi intuitivamente y sin nece- sidad de una definición compleja, qué era la guerra revolucionaria en la menta- lidad de sus creadores, que a su vez se remontaban al pensamiento de Lenin. La guerra revolucionaria ponía de manifiesto que el choque napoleónico –de enfren- tamiento directo y total entre países– era impracticable. En ella, por definición, Revista Enfoques • Vol. VIII • Nº 13 • 2010 • pp. 31-50
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