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La población de El Salvador PDF

777 Pages·1942·33.774 MB·Spanish
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Lámina I Iglesia colonial de Panchimalco. Cuadro al óleo de Joaquín Vaquero. (Pintado expresamente para esta obra.) RODOLFO BARÓN CASTRO LA POBLACIÓN DE EL SALVADOR Estudio acerca de su desenvolvimiento desde la época prehispánica hasta nuestros días Con 118 ilustraciones entre texto, 113 láminas en negro y 12 a todo color PRÓLOGO DE f CARLOS PEREYRA CONSEJO SUPERIOR DE INVESTIGACIONES CIENTÍFICAS INSTITUTO GONZALO FERNÁNDEZ DE OVIEDO MADRID, MCMXLII COPYRIGHT m& Imp. La Semana Gráfica. — Conde Salvatierra de Alava. ‘20.-Telúf. 17G17. — Valencia % A la memoria de mi padre, don Rodolfo Barón. (Ahuachapán, 21 de julio de 1872. San Salvador, 5 de febrero de ig2g.) A mi madre, doña María Castro Bar- herena, viuda de Barón, a cambio, aunque exiguo, de tantos años de ausencia. A L L E C T O R Cuando en el año de 1934 hube terminado los primeros bo­ rradores de esta obra, los cuales apenas si representaban un esquemático proyecto de la actual, tuvo don Carlos Pereyra, quien me honró desde los comienzos con sus provechosos con­ sejos, la gentil y espontánea deferencia de repasarlos cuidado­ samente, devolviéndomelos avalorados con oportunas anotacio­ nes y agregando, con benévolo exceso, un manojo de cuartillas en las que había escrito un enjundioso prólogo. Animado y agradecido por estas bondades, pero íntimamente insatisfecho por lo que hasta entonces había logrado, sirvié­ ronme de estímulo para tratar de merecer, siquiera en pequeña medida, los juicios que más bien estimaba dictados por el afecto que nacidos del valor intrínseco de mi trabajo. Y en este enten­ dimiento emprendí la tarea de reelaborar cuanto había escrito, sumando nuevas investigaciones y buscando con ahinco no sólo aquellos datos ajustados a lo estricto del tema, sino cuantos pudieran servir para situarlo debidamente en su marco general. No fué sino hasta siete años más tarde cuando pude dar por terminada mi labor de acopio bibliográfico y documental, que hubo de sufrir largas y forzadas interrupciones. Para enton­ ces, uno de mis antiguos profesores, por quien guardaba respe­ tuosa admiración —me refiero al ilustre académico don Antonio Ballesteros Beretta—, tuvo la extremada gentileza de invitarme a publicar mi estudio bajo el alto patrocinio del Instituto Gon­ zalo Fernández de Oviedo, cuya dirección habíasele merecida­ mente confiado. De sobra está el decir que acepté gustosísimo 7 A L L E C T O R el honor que con esta propuesta se me hacía, procurando com­ pensarlo por mi parte, cuando menos, con la seguridad de aportar el máximo de mi rendimiento. En efecto, me dispuse a empren­ der la redacción definitiva de mi obra, ajustándola a un plan mucho más extenso del que aun últimamente había imaginado. Desde mayo de 1941, por consiguiente, inicié esta labor, uti­ lizando los amplios medios que el Instituto Gonzalo Fernández de Oviedo puso a mi alcance y beneficiándome una vez más de la próxima asistencia de don Carlos Pereyra, a quien aquel or­ ganismo había, acertadamente, llamado a regir una de sus sec­ ciones. Tuve así la fortuna de que el sabio historiador mejicano siguiera de cerca mi nueva tarea, extremando su condescenden­ cia hasta rehacer el prólogo que había escrito en 1934, acomo­ dándolo a la presente redacción del texto. Y por si esto no fuera lo bastante para colmar mis mejores deseos, tuve la suerte, por añadidura, de contar con el afectuoso interés que tanto el ilustre director del Instituto como su insigne secretario, don Ciríaco Pérez Bustamante, pusieron día a día en la preparación del libro, coadyuvando en todo cuanto pudiera redundar en su provecho y ocupándose, con excepcional e in­ apreciable diligencia, aun de los más pequeños detalles. Quede, pues, en primer término, constancia de mi profundo reconocimiento a las tres personalidades mencionadas, a quie­ nes debo el honor, ciertamente inmerecido, de dar a la estampa el fruto de estos años de trabajo, amparado por el emblemá­ tico arbor scientice del Consejo Superior de Investigaciones Científicas. Sirvan también estas líneas para hacer llegar el testimonio de mi gratitud a cuantos amablemente contribuye­ ron a facilitar mi labor en los archivos, bibliotecas y museos de España, así como a quienes me proporcionaron valiosos ele­ mentos de sus colecciones particulares, me alentaron con su generoso estímulo o han colaborado, con celo y competencia inestimables, en la confección de la obra. R. B. C. Madrid, a 10 de mayo de 1942. P R Ó L O G O i Las biografías de fácil elegancia, las apologías declamatorias, las dia­ tribas apasionadas, las disertaciones sobre temas vagos y otros ejercicios semejantes, sirven para abrir anchas puertas, sin resistencia y con estré­ pito, pero no prestan garantías acerca de la ponderación y el saber de los autores. Consagrar, en cambio, los mejores años juveniles al servicio de la patria en el estudio de materias áridas que no admiten improvi­ saciones elocuentes, es dar indicios seguros de aptitud, a la vez que de probidad. Hay vocaciones que por sí solas se recomiendan. La de don Rodolfo Barón Castro invita al examen minucioso de uno de sus traba­ jos, que tiene por objeto determinar los elementos de la demografía de El Salvador. El terreno es virgen. Don Rodolfo Barón Castro no ha podido encon­ trar guías que le llevaran por derroteros conocidos. El Salvador, que en un desastre perdió sus archivos, es, además, uno de los territorios en que hay menos huellas de investigadores como Humboldt, Depons, Martín de Moussy, Azara, Jorge Juan, Ulloa y otros de los que dejaron sistemas hechos e interpretaciones prestigiadas. Salvo tál o cual cita de Squier, el autor de un estudio sobre la historia demográfica de El Salvador tiene que entregarse a sus propias fuerzas. Será absolutamente nulo u original. No tengo para qué decir, puesto que sin ello me abstendría de comentarlo, que el libro del señor Barón Castro resulta extraordinaria­ mente sugestivo a causa de la nota personal, que le viene de haberse formado con datos de aportación directa. Es casa en la que el alarife ha tenido que labrar los sillares. Quien sólo juzgue por la brillantez aparente o por el prestigio de la sonoridad que tienen ciertos nombres, se siente acaso inclinado a Pensar que El Salvador, parte mínima de la América Central, apenas 9

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