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La pluma, el arado y las armas. Política y experiencia histórica en relatos y autobiografías de PDF

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IX Congreso Argentino de Antropología Social. Facultad de Humanidades y Ciencias Sociales - Universidad Nacional de Misiones, Posadas, 2008. La pluma, el arado y las armas. Política y experiencia histórica en relatos y autobiografías de inmigrantes suizos en la pampa gringa. María Sol Fransoi y Guillermo Stämpfli. Cita: María Sol Fransoi y Guillermo Stämpfli (2008). La pluma, el arado y las armas. Política y experiencia histórica en relatos y autobiografías de inmigrantes suizos en la pampa gringa. IX Congreso Argentino de Antropología Social. Facultad de Humanidades y Ciencias Sociales - Universidad Nacional de Misiones, Posadas. Dirección estable: https://www.aacademica.org/000-080/387 Acta Académica es un proyecto académico sin fines de lucro enmarcado en la iniciativa de acceso abierto. Acta Académica fue creado para facilitar a investigadores de todo el mundo el compartir su producción académica. Para crear un perfil gratuitamente o acceder a otros trabajos visite: http://www.aacademica.org. (cid:1) María Sol Fransoi - [email protected] UNR Guillermo Stämpfli - [email protected] CONICET-UNR-UBA LA PLUMA, EL ARADO Y LAS ARMAS. POLÍTICA Y EXPERIENCIA HISTÓRICA EN RELATOS Y AUTOBIOGRAFÍAS DE INMIGRANTES SUIZOS EN LA PAMPA GRINGA INTRODUCCIÓN En el año 1893 la provincia de Santa Fe estuvo signada por una serie de irrupciones violentas. Las más virulentas se concentraron en la región central, en diferentes poblados de inmigrantes ubicados en el departamento Las Colonias. Sin embargo, estallidos de violencia y protesta se expandieron en otras regiones de la provincia, particularmente en aquellas donde predominaba el colono propietario de pequeñas o medianas parcelas. Esta ponencia focaliza en los desarrollos del conflicto y su escalada, indagando una serie documentos producidos por inmigrantes suizos desde finales del siglo XIX hasta las primeras décadas del siglo XX. Los documentos en cuestión consisten en una compilación de poesías del maestro de Pedro Dürst publicadas en 1891, en su autobiografía escrita en 1912, en la apología que el maestro Juan Meyer escribió en 1893 y en las memorias redactadas por este último en 1922. Todos estos documentos fueron escritos originalmente en lengua alemana y algunas de las poesías de Dürst en variantes dialectales del suizo-alemán. 1 Los dos autores trabajados comparten un mismo origen nacional. Nacidos en cantones suizos de habla alemana Dürst y Meyer arribaron a la Argentina en 1870 el primero y en 1888 el segundo, radicándose rápidamente en localidades de la región agrícola santafesina. A diferencia de Dürst cuyo itinerario laboral lo impulsó a cambiar con frecuencia de lugar de residencia, Meyer transcurrió gran parte de su vida en la denominada colonia suiza de Carcarañá, ubicada sobre la línea del Ferrocarril Central Argentino a cuarenta kilómetros de Rosario. Antes de introducirnos en algunos tópicos de estos documentos, delinearemos aspectos del contexto social y político de la provincia vinculados al proceso de colonización y a los cambios históricos que tuvieron lugar desde la fundación de la colonia Esperanza en 1856 hasta el desarrollo del conflicto de 1893. INMIGRACIÓN SUIZA EN LA PROVINCIA DE SANTA FE A partir del año 1856, con la instalación de las primeras familias suizas en la colonia pionera La Esperanza, a iniciativa del salteño Aaron Castellanos, comenzó en la provincia de Santa Fe un intenso proceso de conformación de colonias agrícolas. Al principio, la corriente inmigratoria que provino de Suiza, fundamentalmente de cantones de lengua alemana y francesa, constituyó un importante porcentaje del origen extranjero de los primeros asentamientos. Con los años, sin embargo, la inmigración suiza fue claramente desplazada en importancia, en casi toda la provincia, por otras corrientes migratorias, en particular por la de origen italiano. Al respecto, el censo nacional realizado en 1895 arrojó para la provincia de Santa Fe, en relación con los 166.487 extranjeros censados, una proporción de 65% de italianos sobre un 4% de nacionalidad suiza1. Todas estas colonias surgieron regidas, por al menos, cuatro tipos diferentes de organización, que recibieron, de modo bastante impreciso, las siguientes denominaciones: colonias gubernamentales, colonias oficiales, colonias privadas y colonias particulares. Las primeras fueron fundadas directamente por el gobierno nacional o provincial con el objetivo de colaborar, en espacios de frontera, en el control del avance de los malones indios. Por este motivo la instalación de estas colonias tuvo lugar en los territorios más despoblados e inhóspitos de la provincia, como en su 1 Ezequiel Gallo (1977), Colonos en armas. Las revoluciones radicales en la provincia de Santa Fe (1893), editorial del Instituto Torcuato Di Tella (TDT), Buenos Aires, pp. 5-6. 2 extremo sur (Guardia de la Esquina) o en algún paraje dentro de la gran región chaqueña (Reconquista y Avellaneda). Este primer sistema organizativo, en líneas generales, resultó bastante ineficiente y caro para el erario público y ya, para principios de los 80, estaba prácticamente en desuso. La efímera existencia fue también la característica de la segunda de las modalidades de colonización. En este segundo tipo de organización, el gobierno provincial vendía al empresario tierras públicas a muy bajo costo con la condición de que las colonizara cumpliendo con una serie de requisitos: facilidades de pago para el colono y su familia por la tierra otorgada, por la vivienda, por los implementos agrícolas adelantados y por los víveres necesarios hasta tanto se levantara la primera cosecha. A su vez, las empresas colonizadoras, o los empresarios particulares -vale aclarar que entre 1858 y 1895 el 74,5% de las colonias fue fundada por empresarios individuales mientras que solo el 25,5% lo fue por compañías privadas y por el gobierno; en cuanto al origen el 80% de las colonias comienza por iniciativa de empresas privadas y de individuos radicados en la misma provincia2- recibían de las familias el pago por las tierras adquiridas y los adelantos de diversas formas: en dinero, con parte de las cosechas o por medio de contraprestaciones de servicios efectuadas en la sede de administración de la colonia3. El éxito en la misión colonizadora redundaría en tierra pública entregada al empresario, como gratificación por su inversión; así, por ejemplo, Aaraon Castellano recibió en recompensa 32 leguas de tierra ganadera, lo que equivale a más de 80.000 hectáreas., además de la suma de 110.000 pesos en concepto de indemnización por rescindir el gobierno provincial, en 1856, el contrato de colonización que mantenía con el empresario salteño4. De esta forma se fundaron Esperanza y San Carlos, dos de las colonias agrícolas más importantes y antiguas de la provincia. Pero, sin duda, el tercer sistema fue el que predominó en el origen de la mayor parte de las colonias. Su lógica de funcionamiento era relativamente sencilla. Un empresario (es interesante agregar que muchos de ellos fueron a su vez inmigrantes y colonos, tales son los casos de Guillermo Lehmann o Pascual Chabas que figuran entre los más conocidos colonizadores) compraba tierra a valor mercado y tras subdividirla vendía las fracciones individuales a la mejor oferta, en plazos de pagos estipulados en 2 Ezequiel Gallo (1983), La Pampa Gringa, editorial Sudamericana, Buenos Aires, 1984, p. 155. 3 M.E. Albaizeta, M. Bonaudo, E. Sonzogni, Tierras, colonización y emergencia de una pequeña y mediana burguesía agraria. En Serie Papeles de trabajo, nº 3, publicación del Instituto de Investigaciones, Facultad de Humanidad y Artes, UNR, Rosario, Argentina, 1988, p. 34. 4 Romain Gaignard, La pampa argentina, editorial Solar, Buenos Aires, 1989, p. 152. 3 los contratos, aunque generalmente renegociados durante las épocas de crisis. Bajo esta modalidad, la intervención oficial se reducía a una exención impositiva, que variaba según las regiones y el grado de riesgo involucrado en la inversión, dada la cercanía indígena o el aislamiento, en tanto y en cuanto el empresario como condición no arrendara los lotes; esta última cuestión no fue comúnmente respetada por el empresario ni tampoco castigada, en concepto de incumplimiento, por parte del estado. Para finalizar, Ezequiel Gallo encuentra una última modalidad de fundación de colonias que, aunque hasta 1895 no tuvo gran importancia, sí la tendrá posteriormente. En esta modalidad, tras la compra de la tierra por el empresario, un intermediario que era generalmente un comerciante local, rentaba la tierra y la distribuía entre los colonos, a condición de que estos últimos le vendieran sus cosechas o le alquilaran las maquinaras agrícolas que necesitaran tal cual estipulaba el contrato5. La selección y conformación de remesas de individuos y de familias, que por diversas causas decidían migrar al continente americano, estuvo a cargo de compañías dedicadas a realizar campañas publicitarias por distintos países, ciudades o regiones de Europa. Su meta era persuadir sobre las ventajas que ofrecía su contratación para trasladar ciudadanos a determinados puntos del planeta a cambio de cierta suma de dinero; en algunas ocasiones, como fue el caso de algunas de las colonias antes citadas, el viaje era pagado por el colonizador, o por el gobierno provincial, a condición de ser devuelto una vez que la colonia agrícola comenzara a producir. Estas campañas tuvieron lugar en un clima de salvaje competencia que no escatimó medios para desprestigiar a las empresas rivales y sus destinos propuestos. De esta forma, por ejemplo, las compañías que realizaban traslados de colonos a los Estados Unidos no dejaron, ni por un instante, de representar al Brasil y a la Argentina, por ese entonces los focos de atención más importante de Latinoamérica, como una tierra desértica habitada por un pueblo atrasado, inmersa en ciclos de perpetuas revoluciones y en medio de un paisaje asolado por animales feroces, por indios y por gauchos (aparecían englobados ambos bajo la rúbrica de “naturales” del país) que ejecutaban con los extranjeros la práctica sangrienta del degüello6. Por su parte, a fin de defenderse de los agravios divulgados por la competencia, las empresas publicaban supuestas correspondencias de 5 Ezequiel Gallo, La pampa gringa…,op. cit., pp. 68-72. 6 Gastón Gori, Inmigración y colonización en la Argentina, editorial Eudeba, Buenos Aires, 1986, p. 60. 4 inmigrantes, quienes, en cartas enviadas a sus familias residentes en Europa, desmentían rotundamente las acusaciones y, en cambio, aseguraban la feracidad de la nueva tierra, en contraste con la de su nación , la amabilidad de las autoridades y de los habitantes del nuevo país, y la facilidad con que el progreso anhelado se materializaba, por medio del trabajo, en una cotidianeidad donde las necesidades eran colmadas sin demasiado esfuerzo. Estas publicidades, en ocasiones, transmutaron desde la construcción de un verosímil horizonte de tierra propia, trabajo y prosperidad en la casi recreación de una mimesis del paraíso bíblico, alcanzable tras el mar, que produjo en ciertos grupos no pocos choques emocionales luego de comprobar la dura realidad patente a sus sentidos. Algo de esto quedó patéticamente representado en la anécdota de un colono alemán que tras bajar de la goleta que lo trasladaba a la colonia entrerriana de San José, solo pudo exclamar “‘¿Dónde están los naranjos prometidos?’” 7. Entre los suizos fue muy utilizada por las empresas de colonización, al principio con justificación dada la autonomía dispuesta por el gobierno de Santa Fe para la administración de las colonias por los extranjeros, la explotación panfletaria del ideal helvético de la “segunda Suiza”, como factible de realizarse en el nuevo continente a través de colonias que conservaran con pureza el dialecto, las costumbres y el espíritu8. Así la Casa Beck y Herzog, empresa de origen suizo responsable de fundar San Carlos, enviaba a ciudadanos de Basilea un “Proyecto para la fundación de Colonias Suizas en la República Argentina”, editado en 1858 y que, entre otras cosas, aseguraba que en razón del clima similar, de la aptitud de la tierra para la explotación ganadera y de la ya existencia de muchos compatriotas suizos “Sería fácil fundar en ciertas zonas una segunda Suiza”9. Con “segunda Suiza” se aludía a una sociedad cerrada y poblada por habitantes de esa nacionalidad, quienes reproducirían en el nuevo hábitat sus prácticas culturales y étnicas. Este ideal, sin embargo, no era totalmente nuevo. El mismo tenía un antecedente en 1850 cuando un suizo radicado en París propuso que el gobierno de la confederación helvética comprara alguna isla, con el propósito de poblarla con suizos empobrecidos en su país, transformándola en un nuevo cantón10. Un eco de este ideal de “aislamiento étnico” en nuestras pampas estuvo presente también, según Juan Schobinger, en la resistencia que habitantes suizos de la colonia 7 Juan Schobinger, Inmigración y colonización Suizas en la República Argentina en el siglo XIX, editorial Instituto de Cultura Suizo-Argentino, Buenos Aires, 1957, p. 101. 8 Ibídem, pp. 113-119. 9 Ibídem, p. 116-117. 10 Ibídem, p. 165. 5 San Carlos llevaron a cabo ante el inminente atravesamiento de su núcleo urbano por las vías del ferrocarril, convencidos que el mismo sellaría el fin de su autonomía con respecto a la sociedad nacional11. La Compañía de Tierras del Central Argentino (Central Argentine Land Company), responsable de la fundación de las colonias que acompañaron el tendido del primer ferrocarril provincial, inaugurado en 1866, que unió las ciudades de Rosario y Córdoba y que incluye a Carcarañá, San Jerónimo y Roldán entre sus estaciones, tuvo como referente la instalación de las colonias agrícolas piloto de Esperanza y San Carlos. Con estas últimas se asemejó, entre otros aspectos, en la clase de contratos usados para el otorgamiento de tierras y en las cláusulas del reglamento de administración de la colonia. Esta compañía, cuya organización funcionó independiente del Ferrocarril, tuvo como misión vender las 160.000 hectáreas de tierras públicas12, otorgadas a la empresa por ley nacional, a razón de un kilómetro por ambos lados del tendido ferroviario, con la condición de que la empresa fundara asentamientos agrícolas en esas tierras. Las diferencias más notables con respecto a los contratos anteriores incluyó la modalidad del arrendamiento como forma legal de tenencia (esta forma de tenencia se generalizó una vez finalizado, a partir de 1875, el boom que significó para estas zonas la demanda de productos agrícolas y ganaderos vinculado a la guerra del Paraguay) y la exigencia de realizar los pagos anuales por las tierras concedidas, en dinero y no con parte de lo producido. Además, a diferencia de las otras empresas agrícolas, esta compañía no se hacía cargo del traslado de las familias desde Europa. Sin embargo mantuvo, como en las colonias anteriores, el derecho al adelanto a través de un préstamo de “1000 francos por cada lote de 20 cuadras para la adquisición de herramientas, semillas, ganados, y alimentos, hasta la primera cosecha el cual se devuelve en cuatro pagos anuales de igual monto a partir del segundo año y con interés corriente”13. 11 Ibídem, p. 113. 12 Ezequiel Gallo, La pampa gringa…, op. cit., p. 124. 13 M.E. Albaizeta, M. Bonaudo, E. Sonzogni, op. cit., p. 39. 6 Debido al escaso conocimiento sobre tareas agrícolas de parte de los colonos14, especialmente en lo que refiere a las técnicas para la práctica de la agricultura extensiva15, estas colonias del central argentino, al igual que ocurrió en San Carlos, aunque de modo excepcional entre los sistemas llamados de “colonización privada”, dispuso de una Casa Central de Administración, con sede en Bernstandt (antiguo topónimo para designar al actual Roldán), que junto a la función de administrar los pagos anuales y los adelantos, cumplía una importante labor educativa con los colonos al mismo tiempo que ofrecía un espacio de prueba para optimizar los rindes agrícolas de los diversos cultivos16. De modo similar a lo ocurrido con Esperanza y San Carlos, estas colonias fundadas por el avance del ferrocarril, tuvieron en sus primeros tres emplazamientos, Roldán, San Jerónimos y Carcarañá, una importante afluencia de inmigrantes suizos, sobre todo durante la década del 70. Guillermo Wilcken en una visita realizada a las colonias agrícolas de la provincia destacó, en su censo realizado en Roldán, la existencia de 313 de familias de entre las cuales 177 eran de nacionalidad suiza y 43 de origen francés, mientras que las venidas de Italia apenas sumaban 11 familias y las argentinas 36. Por su parte Carcarañá, según la misma fuente, albergaba por esos años 89 familias de las cuales 28 eran de origen suizo, otro tanto de origen francés, en tanto que las familias de origen italiano solo sumaban 12 y las argentinas apenas 617. CONTEXTO POLÍTICO DEL CONFLICTO DE 1893 En este apartado buscaremos delinear el marco político dentro del cual tienen lugar las tensiones políticas que asolaron la provincia en 1893. La primera dimensión, con alcance nacional, involucra la densa problemática que en la dirigencia política generó el aluvión inmigratorio que tuvo lugar durante esos 14 Relataba el inspector de colonias Guillermo Wilcken : “Diminuto es el número de los que entre nuestros colonos puede llamarse un agricultor de profesión ante de llegar al país; y muchos de los que hoy dedican sus esfuerzos e inteligencia a esta noble industria no conocieron al principio ni siquiera el modo de manejar la pala y servirse de la azada, cuanto menos el arado; de este hecho resulta que el modo de cultiva la tierra a pesar de la perfección de los instrumentos con que se inician, es rudo, atrasado y primitivo”. En Guillermo Wilcken, Las Colonias. Informe sobre el estado actual de las colonias agrícolas de la República Argentina. Presentado a la Comisión Central de Inmigración en 1872, Buenos Aires, 1873, p. 276. En otro documento Manuel Machi comenta la existencia de 20 relojeros extranjeros introducidos en 1861 en la llanura entrerriana. Cita y referencia tomada de Gastón Gori, La pampa sin gaucho, editorial Eudeba, Buenos Aires, 1986, p. 49. 15 Ezequiel Gallo, op. cit., pp. 74-75. 16 Ibídem… 17 Guillermo Wilcken, op.cit., pp. 150-151. 7 años. Este debate giró en torno al problema de la nacionalización y de los derechos políticos de la mayoría extranjera e hizo visible el temor que en ciertos sectores patriotas despertaba la expansión imperialista y la conquista de territorios coloniales puesta en marcha en el contexto internacional18. Disputas que enfrentaron a posiciones políticas que alentaban la obligatoriedad inmediata de la nacionalización de los extranjeros residentes, más allá de si estos estaban de acuerdo o no, contra la opinión que insistía por defender la libertad de elección señalando como referente la constitución del 53. Esta última tendencia se apoyó en la teoría que sostenía que la adquisición de la nacionalidad era una decisión puramente individual que requería, para ser eficaz, de la sinceridad y del afecto del futuro ciudadano. Sin embargo, este debate político de fin de siglo no encontró más que el desinterés de su actor principal: los inmigrantes, los cuales en su inmensa mayoría no deseaban renunciar a su nacionalidad, pero que, no obstante, no aceptaban claudicar de su derecho a una plena participación política, al menos a nivel municipal y provincial19. El escenario privilegiado al que recurrieron las opiniones enfrentadas en este debate fue Santa Fe: una provincia que en poco más de veinte años pasó de ser una de las más pobres y despobladas del país, debido a la exigencia de hombres que requerían sus constantes guerras intestinas y los continuos enfrentamientos contra Buenos Aires, a ocupar el segundo lugar después de esta última20. El impresionante incremento de las áreas bajo cultivo convirtió a la provincia en la principal productora de trigo y la radicación de numerosas colonias agrícolas representó para la dirigencia política la ejecución exitosa de uno de los ensayos posibles para el poblamiento del desierto y la construcción del país. Sin embargo estas profundas transformaciones del paisaje social y económico no fueron acompañadas por cambios en materia política. En efecto, Santa Fe siguió incólume en su estructura política dominada como antaño por dos facciones, el partido autonomista y el partido liberal, los cuales actuaban como representantes de las alianzas y de los enfrentamientos producidos entre las familias más ricas y tradicionales de la provincia. No obstante este modo oligárquico de hacer política, que Juan Álvarez llamó el régimen de los “gobiernos de familia”, Santa Fe supo introducir una reforma liberal en 18 Lilia Ana Bertoni (2001), Patriotas, Cosmopolitas y Nacionalistas. La construcción de la nacionalidad argentina a fines del siglo XIX, editorial Fondo de Cultura Económica de Argentina, México D.F., p. 127. 19 Ibídem, p. 126. 20 Ibídem, p. 128. 8 su constitución como complemento catalizador al proceso inmigratorio y con el fin de facilitar la instalación de las primeras colonias agrícolas. Entre los beneficios dispensados a los primeros inmigrantes se incluyó el derecho a que los colonos pudieran disponer de armas a fin de custodiar sus tierras, el derecho a que los mismos extranjeros puedan ejercer cargos políticos en los municipios, y el derecho a la autonomía comunal con el fin de que fuesen los mismos vecinos quienes decidieran en asuntos de administración, educación y justicia. Esta autonomía hizo posible que durante los primeros años los colonos tuvieran una intensa actividad política local, en especial en las colonias santafesinas de San Carlos y Esperanza donde los vecinos practicaron en asambleas comunales una democracia directa para la elección de su concejo. Los colonos conservaron durante casi treinta años esta autonomía a pesar de los cambios que introdujeron los gobiernos autonomistas en la Constitución provincial y en la Ley Orgánica sobre las condiciones que estaban obligados a cumplir los núcleos urbanos en cuanto a cantidad de población; es decir si estos debían tener 1.500, 2.000 o 5.000 habitantes para ser considerados legítimamente municipalidades. El siguiente aspecto, muy vinculado al anterior, corresponde a una ampliación en la escala política de las críticas dirigidas por los colonos. Fundamentalmente fue señal de la mayor integración de estos inmigrantes y de sus hijos a la vida política del país. Durante los primeros treinta años las disconformidades se concentraron en la figura del juez de paz, representante local de la política piramidal oligárquica que dominó la Argentina por entonces, y en ciertas ocasiones, en los jefes políticos, verdaderos caudillos ocupados de captar votos para las facciones enfrentadas en los comicios y de levar peones-soldados para las revueltas provinciales. Existe documentación que da cuenta de la gran cantidad de quejas que los vecinos de las colonias hicieron llegar a la prensa, a los consulados y al gobernador denunciando el despotismo, la corrupción y la violencia que rodeaban los actos de estos jueces rurales. Sin embargo la participación de los colonos de la región central, descontando su colaboración en la revolución de Cullen de 1877, raras veces trascendió el entorno local. Fue recién en los años 90 cuando las críticas comenzaron a ser dirigidas contra el gobierno provincial y nacional. Entre las razones de este cambio de sensibilidad se encontraban la profunda crisis económica, el fin de “la apacible década del ochenta” 9

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armas. Política y experiencia histórica en relatos y autobiografías de aspectos del contexto social y político de la provincia vinculados al proceso de.
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