Description:Apenas servía de nada la lámpara automática con que alumbraba el que marchaba delante. Tan espesa era la niebla que ni siquiera se adivinaban los faros encendidos de los coches dejados en la carretera. Bajando los últimos escalones, el que sostenía el cadáver por las piernas lo soltó e hizo caer al que marchaba detrás. La cabeza de la muerta quedó apoyada entre sus rodillas. —¡Idiota! ¿Qué haces? El otro soltó una risa nerviosa. —No sé… Me pareció que me daba un puntapié. Como si estuviera viva. Los que estaban ya al mismo borde del río, retrocedieron. —¿Qué ocurre? —Ése, que está borracho. ¡Venga, agárrate y terminemos!