5 ANTONIO LASTRA LA NATURALEZA DE LA FILOSOFÍA POLÍTICA Un ensayo sobre Leo Strauss Murcia, 2000 6 Primera edición, 2000 Quedan rigurosamente prohibidas, sin la autorización escrita de los titulares del Copyright,bajo las sanciones establecidas en las leyes, la reproducción parcial o total deesta obra por cualquier medio o procedimiento, comprendidos la reprografía y el tratamiento informático, y la distribu- ción de ejemplares de ella mediante alquiler o préstamo públicos. © Res publica, de esta edición © Antonio Lastra, 2000 I.S.B.N.: 84-8425-081-4 D.L.: MU-595-2000 Edición a cargo de: Diego Marín Librero-Editor 7 ÍNDICE ADVERTENCIAPRELIMINAR . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 11 PRÓLOGO:Sobre el método de la investigación . . . . . . . . . . . . . . . 13 CAPÍTULO I . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 21 1. Recepción de Leo Strauss . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 21 2. Vida en breve . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 33 3. De la vida a la obra . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 44 CAPÍTULO II . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 47 4. La ascendencia hebrea . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 47 5. Sobre la fidelidad . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 58 6. Jacobi o Spinoza . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 64 CAPÍTULO III . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 81 7. Filosofía y política . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 81 8. El pensamiento conservador . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 92 9. La palabra de orden . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 102 CAPÍTULO IV . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 117 10. América . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 117 11. Sociología de la filosofía . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 125 12. Tiranía y ser . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 138 8 Antonio Lastra CAPÍTULO V . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 159 13. El descubrimiento de la naturaleza . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 159 14. La ironía sin alma . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 173 15. Las dos ciudades . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 185 CAPÍTULO VI . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 199 16. La heterogeneidad noética . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 199 17. La tragedia más auténtica . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 213 18. El desmoronamiento del mundo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 225 EPÍLOGO:La naturaleza de la filosofía política . . . . . . . . . . . . . . . . 237 BIBLIOGRAFÍA . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 243 9 An idea, in the highest sense of that word, cannot be conveyed but by a symbol; and, except in geometry, all symbols of necessity involve an apparent contradiction. Θωνησε συνετοισιν: and for those who could not pierce through this symbolic husk, his writings were not intended. Questions which cannot be fully answered without exposing the respondent to personal danger, are not entitled to a fair answer; and yet to say this openly, would in many cases furnish the very advantage which the adversary is insidiously seeking after. Veracity does not consist in saying, but in the intention of communicating, truth; and the philosopher who cannot utter the whole truth without conveying falsehood, and at the same time, perhaps, exciting the most malignant passions, is constrained to express himself either mythically or equivocally. COLERIDGE 11 ADVERTENCIAPRELIMINAR La naturaleza de la filosofía política forma parte de un estudio más amplio sobre la noción de la «ética de la literatura», que aparece circunstan- cialmente en este texto y reúne el arte de escribir con el arte de leer. Al escla- recimiento de ese concepto afecta una serie de trabajos que han ido viendo la luz en los últimos tres años e ilustran lo diverso que puede resultar un esfuerzo inicial, que nunca es fragmentario, con los resultados que se produ- cen con el paso del tiempo y, en particular, con el género literario —el ensayo— de la crítica filosófica, dirigida a lo que Kant llamó el «público entero de un mundo de lectores». Un mundo de lectores es, en realidad, el único lugar en que la ética de la literatura puede desarrollarse de manera adecuada. La ampliación a este «mundo» de lo que en su origen quedaba circunscrito a una comunidad, a una secta religiosa amparada en un tipo de escritura sagrada o a una «república literaria», obliga a reparar en la esencia individual de la pluralidad de lecto- res que pertenecen al público y al mundo y que descienden de la figura for- jada por la literatura inglesa del common reader, del lector común, que vence y respeta la soledad parcial de la lectura o la contingencia de la escritura y se incluye en la inmensa classis de la especie humana. Este ensayo es, en con- secuencia, «clásico», o quiere serlo, y obedece al principio de que la tradición aprueba todas las formas de la competición. Al lector corresponde examinar si la ética de la literatura supone un con- traste con el motivo de Strauss de «la persecución y el arte de escribir». En cualquier caso, las pautas que la ética de la literatura fija como criterio pro- ceden de la propia ética kantiana, que ha establecido que la impronta de cual- quier carácter no es otra que la unidad absoluta del principio interno de la 12 Antonio Lastra conducta. Esta severa disposición se atiene, sin embargo, más a la alegría de vivir y a la experiencia del sentido que al desistimiento descrito (y experi- mentado) por los enemigos de la Ilustración —a los que Strauss ha secundado en ocasiones— como «nihilismo», o a la rigidez de quienes creen cumplir con su deber siguiendo las reglas y olvidándose de los parergade la virtud o del verdadero espíritu de las obligaciones, es decir, de la consideración de los motivos centrales de nuestro comportamiento como concéntricos respecto a los derechos de la humanidad. La ética de la literatura puede verse, entonces, como un «esquema» de la ética de Kant; pero las condiciones de aplicación de los principios que se requieren sólo puede proporcionarlas, en el terreno de la filosofía política, el liberalismo que, con la constitución americana, cobró carta de naturaleza como ratio scripta de los procesos de civilización, al menos en Occidente; la discusión que, respecto al fin de la historia, sostuvo Strauss con Alexandre Kojève, y que analizo en este ensayo, proviene de aquí. El republicanismo americano, en consecuencia, se ha convertido en un ideal con el que juzgar los resultados de nuestra propia investigación1. Este ensayo tuvo en su origen la forma de la tesis doctoral que el autor presentó en la Universidad de Murcia en el otoño de 1997. Dirigida por el profesor José Luis Villacañas, fue examinada por un tribunal compuesto por los profesores Juan M. Navarro, Patricio Peñalver, Manuel E. Vázquez, Eduardo Bello y Julián Sauquillo, y obtuvo la calificación de Apto cum laude por unanimidad. Mi deuda con José Luis Villacañas se ha extendido hasta las fronteras de la solidaridad. Quiero añadir que la amistad y la colaboración de Javier Alcoriza han sido, y siguen siendo, indispensables para mí; decirlo es preciso, porque la ética de la literatura, como procedimiento o método de estudio, no puede desatender la riqueza que aporta a la res publicala res privatadonde se con- figura la libertad característica de la modernidad y donde cobran relieve los atributos del hombre, y del lector, contemporáneo. Con palabras de Bunyan, me alegra pensar que ambos formamos en el camino a brotherly covenant... 1 La trilogía ética kantiana-literatura inglesa-republicanismo americano no es inusitada: basta recordar el clima intelectual que se produjo en Inglaterra con la Declaración de Indepen- dencia americana. Textos capitales como las Reflexiones sobre la Revolución francesade Burke, Los derechos del hombrede Paine o la Biographia Literariade Coleridge, por ejemplo, arroja- rían luz sobre esta triple relación. 13 PRÓLOGO Sobre el método de la investigación La principal objeción que puede plantearse al estudio que sigue es la de haber atendido a demasiados requerimientos, hasta casi convertir en una breve historia de la filosofía el ensayo de poner de manifiesto las condiciones y las fuentes del pensamiento de Leo Strauss. La propia obra de Strauss habría sido, de este modo, más una condición que una fuente de nuestras considera- ciones. Es difícil contestar a esta objeción. En lo fundamental, es cierto que, debido al carácter en apariencia más historiográfico o hermenéutico que espe- culativo de los escritos de Strauss, ha habido que aportar un acervo de cono- cimiento que podía sepultar el propósito original, mucho más breve. Por ello, la premisa, según la cual toda investigación sobre la historia de la filosofía es de suyo filosófica, ha guiado nuestra selección de lecturas. El estudio se con- figura, sobre todo, como una genealogía de la filosofía política. Toda genea- logía debe hacer frente, sin embargo, a su concernencia con la formación del presente y al riesgo de dejar sin efecto las causas que ha puesto de relieve en la formación de los conceptos. En lo que Strauss respecta, se trataba —dada su profesión de restorer of readings— de no perder nunca de vista el hori- zonte moderno. Ha habido que defender que la modernidad es la condición de la escritura y legibilidad de la obra de Strauss, aunque no su fuente; sólo por el hecho de que esta condición fuera, al cabo, insuperable, las fuentes de la filosofía han adquirido todo su valor. Es, todavía, una condición doble: por una parte, la modernidad se constituye como una contraposición y, en conse- cuencia, su crisis señala una falta de reflexión de la antigüedad, particular- mente grave en lo que afecta a la política; pero, por otra, la relación entre la modernidad y la antigüedad es de naturaleza circular, puesto que se vuelve a 14 Antonio Lastra la antigüedad desde la altura alcanzada con el paso del tiempo. La enseñanza de Strauss consiste en mantener intangible este círculo o sin superación aque- lla contraposición y en elevarla a una suerte de tensión definitiva, a la que Strauss ha llamado con el nombre de «las dos ciudades», Jerusalén y Atenas. No sólo la propia obra de Strauss, sin embargo, ponía sus condiciones en nuestro estudio. La recepción de la obra de Strauss imponía sus resultados. Así, ha habido que despejar el significado de lo que se ha llamado genérica- mente «renacimiento» o «nihilismo» a propósito de Strauss. El renacimiento de la filosofía política clásica o el retorno a la comunidad basada en la Ley revelada —es decir, la perspectiva clásica y la perspectiva judía de la recep- ción de Strauss— se enfrentaban a las conclusiones de quienes han creído descubrir en la obra de Strauss una decepción semejante a la de los adversa- rios de la Ilustración. Una y otra perspectivas convergen, sin embargo, en la necesidad de la comparación, del contraste, de modo que la insistencia en cualquiera de ellas no podía llevarnos más que a una reiteración exenta de toda crítica, que hemos procurado evitar. La recepción de Strauss era, por tanto, una condición de nuestro estudio, aunque no debía ocupar sino el prin- cipio de la investigación. Nuestro estudio, en consecuencia, se basa en la atenuación de las diferen- cias entre la antigüedad y la modernidad, en el intento de hallar todas las tran- siciones entre una y otra e, incluso, en el intento de describir como transición y, a la vez, como persistencia el conjunto de la historia, de modo que no pueda hablarse de una solución definitiva de los problemas fundamentales a los que debe atender la filosofía en general, y la filosofía política en particular, sino de una modificación mucho más sutil, que requiere menos la novedad ideo- lógica que la versatilidad de la argumentación filosófica. Este procedimiento es válido para extraer de la obra de Strauss menas de interpretación apenas cultivadas o incultas en absoluto, pese a que iluminan el cometido estricta- mente filosófico y exotéricamente político de esta obra. Es el caso sobresa- liente de la relación de Strauss con el epicureísmo y, en concreto, con Lucrecio. La atención que se ha prestado a Lucrecio en nuestro estudio va más allá del comentario del poema lucreciano elaborado por Strauss, hasta configurar, junto a la relación con Lessing, la verdadera ilación de nuestro argumento. Sobreponerse a las condiciones, remontarse hasta Lucrecio y Les- sing, ha orientado nuestra perspectiva, con la que Strauss habría puesto de relieve, a salvo de la desesperación característica del desistimiento filosófico y del pensamiento conservador, la legitimación de la filosofía y la pertenen- cia a la comunidad, sin desconocer lo que Hans Blumenberg ha llamado la propia legitimidad de la modernidad, es decir, la moderación respecto a las expectativas de salvación prometidas por las confesiones religiosas. Que en esto consista el «secreto» de la filosofía de Strauss es ya una cuestión distinta.
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