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La Máquina de Matar - Biografía definitiva del Che Guevara PDF

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En este revelador libro, el prolífico escritor Nicolás Márquez (probablemente el argentino que más y mejor sepa sobre la vida y obra del Che), con apasionante narrativa y escalofriante documentación cuenta la verdadera biografía que la dictadura de la corrección política pretende ocultar sobre Guevara. Aquí el lector va encontrar no el ficcionario relato del idealista simpático tan agasajado mediante camisetas, adornos y banderines (suerte de souvenir contestatario para consumo del buen progresista de manual), sino al verdadero Che Guevara en toda su intrincada y tenebrosa dimensión. La Máquina de Matar. Biografía definitiva del Che Guevara, constituye la más fiel y provocadora obra que se haya escrito sobre el personaje en cuestión, la cual la convierte en un texto de lectura indispensable para todo aquel que quiera escapar de la propaganda dominante. www.lectulandia.com - Página 2 Nicolás Márquez La máquina de matar Biografía definitiva del Che Guevara ePub r1.0 Titivillus 17.09.18 www.lectulandia.com - Página 3 Título original: La máquina de matar Nicolás Márquez, 2017 Editor digital: Titivillus ePub base r1.2 www.lectulandia.com - Página 4 PRÓLOGO Hace casi diez años, publiqué en Argentina una biografía sobre Ernesto Guevara de la Serna, el Che[1], la cual tuvo tan resonante repercusión en mi país que se me solicitó escribir un trabajo más amplio para ser publicado en Chile[2]. Sendos libros, a su vez, me abrieron puertas a nuevas y complementarias documentaciones, biografías, filmes, archivos, testimonios y viajes de trabajo por gran parte de Latinoamérica (Cuba incluido) y los Estados Unidos, cuya experiencia y conocimiento acumulado, sumado a lo ya recogido en las publicaciones antedichas, me animaron a profundizar y elaborar un libro definitivo que ahora, al cumplirse el cincuentenario de la muerte del Che Guevara, ha llegado por fin el momento de publicar. En efecto, he aquí una biografía muchísimo más completa y concluyente, en la cual pude volcar todo el bagaje de investigación, compilación, lectura, experiencia y narración dedicadas durante tantísimas horas laboradas. La realidad es que el grueso de los numerosos libros o filmes difundidos en torno a Ernesto Guevara apuntan a enfatizar, por sobre todo, tres aspectos distintivos del personaje de marras. Algunos ponen la lupa en las aventuras turísticas del mochilero post-adolescente. Otros, apuntan a su labor guerrillera en diferentes campos de batalla. Y un tercer parámetro, intenta rescatar no sólo su pensamiento político sino también su enfoque estratégico-militar, plasmado mediante sus múltiples escritos diseminados a través de folletines, cartas, discursos, apuntes y diarios personales. Pues nosotros en esta biografía definitiva trataremos no sólo estos tres parámetros, sino los muchos otros aspectos de la vida y obra de tan polifacético sujeto. Ocurre que todas estas orientaciones en las que se ha difundido a Guevara tanto sea en versión fílmica, novelesca, biográfica y ahora también en versión infantil, presentan un monotemático denominador común: glorifican y enaltecen sin mayores contrastes al personaje que aquí nos ocupa. O sea que toda esta abundante producción se ha encargado de canonizar al Che, ungiéndolo en una suerte de fetiche predilecto del progresismo internacional o de sacrosanto souvenir del periodismo de consorcio: mediocridad discursiva e informativa a la que se le suma la condescendencia de una clase política signada por su pequeñez intelectual, su cobardía ideológica o su deliberada sumisión a los dictados de la «corrección» y las encuestas de opinión. En suma, salvo solitarias excepciones, no hay bibliografía crítica en torno a un protagonista que, según sostenemos, ostenta muchos más pergaminos para ser repudiado que venerado festivamente tal como hoy se lo hace, bien desde la cátedra universitaria o desde el banderín futbolístico en la tribuna dominical: pero una cosa es la edulcorada imagen que la historiografía de supermercado construyó del Che Guevara y otra bien distinta es la verdadera naturaleza que el personaje en cuestión encarnó. www.lectulandia.com - Página 5 A 50 años de su muerte, hoy su estampa recorre el mundo en postales, camisetas, adornos, amuletos, tatuajes y un sinfín de chucherías, las cuales son exhibidas como emblema representativo de valores magnánimos, cuando en verdad, dichos valores con los que se lo identifica a Guevara no reflejan en absoluto lo que él en vida encarnó: al Che se lo idolatra porque en el fondo no se lo conoce y ante esta ignorancia masificada, ofrecemos aquí una biografía procurando que ningún pasaje de su sórdida y violenta vida quede al margen. www.lectulandia.com - Página 6 CAPÍTULO I LOS GUEVARA DE LA SERNA El origen de una tradición Una fiel tradición originada en el siglo XIX, hizo de la familia Guevara un linaje signado por un profuso sentimiento «antinorteamericano», animadversión hereditaria a la que no escapó el protagonista del presente ensayo, Ernesto Guevara de la Serna. «El Che», tal como mundialmente se lo conoce: los Guevara se casaron en California (Estados Unidos) porque eran exiliados provenientes de la Argentina durante los tiempos de Juan Manuel de Rosas[3], en el año 1848, más precisamente en la zona del Río Sacramento, donde iba media Europa a buscar oro. Contrajeron nupcias con mujeres distinguidas, que eran los Castro y Figueroa, descendientes de un Virrey que gobernó en Nueva España, México. «Había en mi familia una bronca especial contra los Estados Unidos, porque los yanquis aplicaron sus leyes y fueron invadiendo el famoso lejano oeste y tomaron California por la fuerza, degollando a un coronel de la familia de apellido Castro, al que le aplicaron leyes marciales. Esto creó un ambiente de rechazo familiar a todo lo que podía ser americano»[4] detalló el abogado argentino Fernando Guevara Lynch, primo hermano del Che, quien trató al personaje que nos ocupa muy fluidamente durante toda la niñez y adolescencia. Durante su permanencia en los Estados Unidos, los Guevara frecuentaron trato con los Lynch, otra familia distinguida. Una vez producida la caída de Rosas en 1852[5], poco después ambas estirpes se trasladaron a la Argentina. Los Guevara se instalaron en la provincia de Mendoza, al límite con Chile, y los Lynch se afincaron en Buenos Aires, capital del país. A pesar de la lejanía geográfica (entre Mendoza y Buenos Aires hay una distancia de más de 1000 kilómetros), ambas familias retomaron el trato frecuente cuando las nuevas generaciones de los Guevara comenzaron a viajar a Buenos Aires para estudiar en la universidad y allí se inaugura el apellido Guevara Lynch: Roberto Guevara (abuelo del Che) se casa con Ana Isabel Lynch y Guillermo Guevara se casa con Eloisa Lynch (dos hermanos con dos hermanas); los casamientos se produjeron aproximadamente entre 1888 y 1890. De la unión entre Roberto Guevara y Ana Lynch nació una extensa prole de doce hijos. El sexto hijo, Ernesto Guevara Lynch, fue el padre del Che Guevara. Por vía materna, la notable prosapia del Che no se quedaba atrás. Su madre, Celia de la Serna y Llosa, hermosa mujer, culta, de vida social e impronta llamativamente transgresora, era descendiente del general José de la Serna e Hinojosa, último virrey del Perú, y su abuelo materno, Juan Martín de la Serna (padre de Celia), fue diputado www.lectulandia.com - Página 7 provincial y nacional de la provincia de Buenos Aires, en tanto que su tío abuelo, Ezequiel de la Serna, llegó a ser gobernador de la citada provincia entre 1910 y 1913. [6] Celia había quedado huérfana desde muy jovencita y a pesar de provenir de una familia de siete hermanos, heredó una importante fortuna. El jurista e historiador argentino Enrique Díaz Araujo, autor de varias biografías y ensayos críticos dedicados al Che, señala que Celia «era tan aristocrática como su esposo y, al igual que él, no tenía antecedentes de pobreza o injusticia de qué quejarse; había nacido en medio de la opulencia y el prestigio, el último freno a su natural rebeldía desapareció poco después (de 1918), cuando, en rápida sucesión, murieron su padre y su madre y ella quedó en la más absoluta libertad y con mucho dinero para hacer lo que le viniera en gana».[7] Celia era ferviente católica y comulgaba diariamente. Su devoción religiosa no era menor y conforme relata en su libro el apologista francés del Che Guevara, Pierre Kalfon, ella fue «graduada del decoroso colegio francés del Sagrado Corazón, de Buenos Aires, Celia era muy piadosa, hasta el punto de martirizarse colocando cuentas de vidrio en sus zapatos. Incluso pensaba tomar los hábitos».[8] Pero, a poco de conocer a Ernesto Guevara Lynch, se produjo el enamoramiento y el proyecto de incorporarse a la vida religiosa quedó en el olvido. Una familia a los golpes Ambos iniciaron una relación; a poco andar, Celia quedó embarazada (en pleno noviazgo). Para tratar de morigerar el escándalo que este episodio generaría en los ambientes católicos y aristocráticos de la elegante Buenos Aires de 1927, se forzó el casamiento prematuro de los novios (con casi tres meses de embarazo) para el 20 de diciembre de ese año. Este episodio relatado, el del embarazo prematrimonial, puede considerarse un aspecto de segundo rango según los informales y distendidos usos y costumbres del siglo XXI. Pero casi un siglo atrás, ello constituía un motivo grave de vergüenza o escándalo. Muchos sacerdotes, amigos y personalidades de ambientes que Celia frecuentaba, bien reprobaron su conducta o directamente le dieron la espalda, episodio que le produjo a ella un furioso resentimiento contra la Iglesia, virulenta animosidad anticristiana que le fuera transmitida luego al niño, que por entonces yacía en su vientre, y luego al resto de la prole que no tardaría en llegar. Lo cierto es que apenas producido el enlace, el flamante matrimonio se muda a la provincia norteña de Misiones (al límite con Brasil), en donde Ernesto Guevara Lynch acababa de comprar un yerbatal con unos ahorros de Celia. Cuando el parto era inminente, la pareja viaja fugazmente a la ciudad de Rosario (provincia de Santa Fe) donde Celia da a luz a su primer hijo, Ernesto, el 14 de junio de 1928. Que el matrimonio haya viajado a Rosario ante la proximidad del parto no fue por un motivo extraño o azaroso sino en el afán de fraguar la fecha del www.lectulandia.com - Página 8 nacimiento y disfrazar la situación: «Ernesto (padre) arregló con un primo médico para que pariera en Rosario, llegamos justo a tiempo. El 14 de mayo de 1928 nació nuestro primer hijo y le pusimos el nombre del padre. Lo anotamos un mes después, siempre hablamos de un parto adelantado, cuestión de salvar las apariencias»[9] le confió Celia a su íntima amiga Julia Constenla. Los hermanos del primogénito Ernestito no tardaron en llegar y el matrimonio tuvo luego cuatro hijos más: Celia (1929), Roberto (1932), Ana María (1934) y Juan Martín (1943): «No es que mis viejos tuvieran mucho ingenio para poner nombres. A Ernesto se lo pusieron por mi padre; a Celia, que era la que seguía, por mi madre. A Roberto le tocó el nombre de mi abuelo y a Ana el de mi abuela. Yo fui el último, quedaban dos abuelos y me tocó llamarme Juan Martín, por nacer varón»[10] aclaró el hermano menor del quinteto. Cuenta el propio Ernesto Guevara Lynch padre que poco antes de que Ernestito cumpliera dos años, en 1930, estando el matrimonio a la sazón residiendo en Buenos Aires, su mujer Celia, nadadora de fuste, solía llevar a su hijo al Club Náutico de San Isidro, a orillas del río de La Plata: «una fría mañana del mes de mayo y además con mucho viento, mi mujer fue a bañarse al río con nuestro hijo Ernesto. Llegué al club en su busca para llevarlos a almorzar y encontré al pequeño en traje de baño, ya fuera del agua y tiritando. Celia no tenía experiencia y no advirtió que el cambio de tiempo era peligroso en esa época del año».[11] Este incidente pareció dejar en Ernestito una dramática secuela que lo acompañaría toda su vida: un asma garrafal que sin dudas marcará a fuego parte de su personalidad: «Nunca pude acostumbrarme a oírlo respirar con ese ruido particularmente de maullidos de gato que tienen los asmáticos»[12] lamentará su padre. Por un lado, su madre, sintiendo culpa por el asma de su hijo (contraído presuntamente por su descuido), lo sobreprotegía obsesivamente. Su padre, en cambio, lo sometería a riesgos irresponsables y a los tratos más descabellados, a efectos de que el niño a base de voluntad «se fortaleciera». Cuenta el escritor argentino Hugo Gambini (el primer biógrafo del Che) que Guevara padre «estaba decidido a dar a su hijo, prematuro y enfermizo, una crianza rígida, y lo hacía tomar sol envuelto en un pañal en pleno invierno. El Che soportó baños fríos de inmersión y duchas heladas».[13] Pero es el propio Ernesto padre quien con naturalidad confiesa estos sometimientos riesgosos señalando que «Ernestito comenzaba a caminar. Como a nosotros nos gustaba tomar mate, lo mandábamos hasta la cocina, distante unos veinte metros de la casa, para que nos lo cebara. Entre la cocina y la casa cruzaba una pequeña zanjita que ocultaba un caño. Allí tropezaba el chico y caía con el mate entre sus manitos. Se levantaba enojado y cuando volvía con otra cebada, volvía a caerse. Empecinado, siguió trayendo y volcando el mate una y otra vez, hasta que aprendió a saltar la zanja».[14] Revelación que pone de manifiesto el énfasis que ponía don Ernesto en inculcar a su hijo un insistente voluntarismo y la pérdida de todo miedo ante el infortunio o la adversidad: «Puedo confesar que en cierta medida le tenía www.lectulandia.com - Página 9 envidia a Ernesto por su decisión, audacia y seguridad en sí mismo y por sobre todo por la temeridad que yo recuerdo como una de las expresiones más genuinas de su carácter (…), una falta total de miedo ante el peligro, y si lo tenía no se le notaba»[15] contará Fernando Barral, otro amigo de su niñez. A pesar de los métodos poco ortodoxos que su padre utilizaba para que Ernestito se sobreponga a su enfermedad, el asma no mermaba y en búsqueda desesperada de médicos y tratamientos infructuosos, por recomendación de su pediatra, la familia decidió marcharse de Buenos Aires a la ciudad de Alta Gracia, provincia de Córdoba, lugar donde abundan la sierra y el clima seco, lo cual prometía ser un alivio parcial para la enfermedad del niño: allí permanecerá desde los cuatro años y medio (en 1933) y recién se marchará a los diecinueve años (1947), para estudiar medicina en la Universidad de Buenos Aires. Pero como fuera adelantado, los hábitos agresivos e irresponsables de su padre se habían generalizado y formaban parte de la convivencia corriente y doméstica de la familia. Por ejemplo, sus hermanos, aprovechando el asma de Ernesto, cuando se peleaban con él, llenaban una jarra con agua para volcársele encima y así provocarle un espasmo bronquial que lo diezmaba.[16] Su primo, el precitado Fernando Guevara Lynch nos detalló que entre los hermanos «se vivían agarrando a piñas. Ernesto tenía los ojos como un puma en cautiverio, una mirada penetrante y agresiva. Era una familia muy violenta, éramos todos muy educados, pero ante el primer problema se arreglaba el asunto con violencia. Él tenía esa actitud para demostrar que el asma no lo limitaba en nada. No le tenía miedo a la muerte, a nada. Te desafiaba a caminar por una cuerda de una casa a otra a diez metros de altura. Cierta vez ató un cable y fue y vino! Tenía tanta altanería y autosuficiencia, que quería pelear de igual a igual con Jesucristo».[17] Estas peligrosas formas fueron forjando un modus vivendi signado por la brusquedad, el desafío permanente y la asunción de riesgos absurdos. Recuerda un entrañable amigo de Ernestito, el conocido José González Aguilar, que los Guevara «eran muy audaces en los juegos, en los deportes, en todas esas cosas; nos tenían un poco atemorizados, a nosotros. A Ernesto le gustaban mucho los juegos de riesgos y recuerdo también la imagen de su hermano Roberto, en nuestra casa, saltando de un tercer piso a la casa de al lado, sobre el vacío. Lo hacía por gusto, riéndose de nosotros porque no lo seguíamos».[18] El sociólogo de origen marxista Juan José Sebreli, en su breve ensayos dedicado al Che, rescata además que «a los cinco años su padre le enseñó a tirar al blanco; desde entonces el revólver sería su juguete preferido».[19] En cuanto al vínculo de Ernestito con sus compañeros del colegio, el biógrafo alemán Frank Niess, en su obra idolátrica reconoce que en la infancia «no eran pocos los vecinos, compañeros de colegio y profesores que no le brindaban su simpatía. Lo consideraban un niño rebelde, temerario, díscolo, irrespetuoso y terco». [20] Y el padre, Ernesto Guevara Lynch, confiesa una vez más cómo fue instigando a www.lectulandia.com - Página 10

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